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Authors: Desmond Morris

Tags: #GusiX, Ensayo, Ciencia

Observe a su perro (15 page)

BOOK: Observe a su perro
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Las orejas caídas solo aparecen en los perros salvajes cuando son muy jóvenes. En los perros domésticos son, por lo tanto, una característica juvenil que se ha conservado en la vida adulta. Éste es uno de los muchos detalles que confirman que el perro es un «lobo infantilizado». Pero muchos perros domésticos tienen, como el lobo, orejas erguidas, por lo que resulta claro que las orejas caídas no son un rasgo inevitable en el proceso de domesticación. ¿Por qué, pues, han sido conservadas y alentadas en numerosas razas de perros?

Al parecer existen tres respuestas a esta pregunta. En primer lugar, un resultado claro de poseer orejas colgantes es que la capacidad para detectar la dirección del sonido queda deteriorada. Cuando un perro de orejas erguidas se encuentra a la escucha de los ruidos distantes, tuerce y gira sus grandes y erectas orejas para localizar el menor murmullo. Los canes de orejas lacias pueden seguir siendo capaces de oír extremadamente bien; pero su facultad de establecer la dirección exacta de un ruidito no podrá nunca ser tan buena. Se afirma que este punto débil fue desarrollado de una forma deliberada en varias razas de perros de caza que se suponía que actuaban guiados por la vista o el olfato, y se temía que se distrajeran por los sonidos sin importancia que se produjesen en la lejanía. Naturalmente, las orejas más caídas de todas pertenecen al mayor experto en olfatear: el sabueso.

Una segunda razón para las orejas abatidas es el aspecto sumiso que confieren a sus portadores. Todo el mundo sabe que los perros feroces tienen las orejas erguidas, fieramente erectas, y que un perro subordinado las agacha, dejándolas casi planas sobre la cabeza como una señal de reconocimiento de su bajo status social. Aunque esta diferencia de posición no haya sido concienzudamente analizada, existe, sin embargo, la indefinida sensación de que, en cierto modo, un perro de orejas gachas es menos salvaje que otro que las tenga inhiestas.

Finalmente, existe una ventaja antropomórfica. Los humanos no tienen orejas erguidas que sobresalgan por encima de la parte superior de la cabeza, pero a menudo llevan un cabello largo que les cae sobre ellas. Esto significa que las orejas muy largas y caídas se parecen, superficialmente, a la melena humana. En las razas de pelaje sedoso, como el podenco afgano, el pelo de las orejas es tan largo y suave que les da una apariencia humanoide y, por lo tanto, son más atractivos para sus propietarios.

¿Por qué a algunas razas de perros les cortan la cola?

El hecho de que muchos criadores de perros sigan insistiendo en cortar las colas a sus cachorros de pedigrí, a pesar de la hostilidad cada vez mayor de un amplio y creciente sector de críticos, requiere alguna explicación. ¿Quién comenzó tan extraña práctica y por qué esta forma particular de mutilación se cree necesaria o agradable?

Ante todo, ¿qué es exactamente cortar la cola? Se trata de la eliminación quirúrgica de toda o parte de la cola del perro, por lo general realizada con un par de tijeras aguzadas cuando el cachorro tiene sólo cuatro días. La piel de la cola es sujetada con fuerza por encima del punto en que la cola va a ser cortada, y se pega hacia el cuerpo del cachorro para que, una vez realizada la amputación, exista un leve excedente de piel que caiga hacia atrás, cubriendo el extremo del muñón. Esto reduce la hemorragia y acelera la cicatrización. La perra es apartada de las proximidades de la operación para que no oiga los gritos de sus cachorros. Una vez les han cortado las colas, los pequeños regresan con la madre y, en la mayoría de los casos, les lame los muñones y luego los deja para que sigan mamando. En algunas raras ocasiones, los cachorros mueren del shock o por una hemorragia excesiva; pero la mayoría sobrevive y muy pronto siguen chupando de las tetas.

Se ha estimado que, en Gran Bretaña, en los últimos tiempos, se les corta la cola cada año a cincuenta mil cachorros; a pesar de la oposición de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas, que ha hecho una activa campaña para que se declare ilegal esta operación; del consejo del Real Colegio de veterinarios cirujanos, que describe el hecho de cortar la cola como «una mutilación injustificada»; del Consejo de Europa, que insiste en la actualidad en la prohibición de las operaciones «no curativas» en los perros, y del gobierno británico, que respalda la declaración del Consejo de Europa. En este asunto se hallan implicadas más de cuarenta razas, desde el grande y antiguo pastor inglés hasta el diminuto terrier Yorkshire.

La razón dada por los criadores de perros para continuar su «bárbara costumbre», como se definió ya en 1802, es que los cánones de los concursos de los perros en cuestión exigen las colas cortadas y que sin este rasgo especial sus cachorros jamás tendrían la menor oportunidad de convertirse en unos valiosos campeones. Bajo la renovada presión para cambiar esta situación, un club oficial de jaurías ha declarado hace poco en público que el corte de la cola debería declararse voluntario y que no había que penalizar a los canes en ninguna exposición por tener la cola completa, sin tomar en consideración los cánones de los concursos. Por lo tanto, las razones usuales de la moda, la belleza y la configuración de la raza, ya no van a encontrar respaldo oficial ni siquiera de las autoridades rectoras de los concursos de perros, dejando arrinconados a los impenitentes grupos de presión que pugnan por seguir seccionando las colas de los perros. En su desesperación, han buscado otros argumentos en favor de que se les corte el rabo a los canes. Durante un debate público, dos criadores de perros expusieron su opinión de que la costumbre de cortar la cola prevenía del deseo de evitar que sus perros se hiciesen daño en ella durante el transcurso de las peleas que pudieran tener a lo largo de sus vidas. Esto es como argumentar que a los hombres habría que cortarles los pies de jóvenes en previsión de que alguna vez pudieran romperse el dedo gordo.

Otro argumento que se esgrime con la mayor seriedad es que los perros de labor pueden cortarse la cola al pasar bajo la maleza. Un cirujano veterinario describió esta excusa como un «fatuo disparate»; pero, a pesar de su ilustre comentario, dicho alegato tiene ya una larga historia. En el pasado, cuando era más probable que los perros tuviesen que ganarse su sustento, se sostenía de manera general que los canes salían beneficiados al tener por cola un muñón. Solía afirmarse que los terriers, el mayor grupo de perros con la cola cortada, se ahorraban el horror de que las ratas le mordieran sus apéndices cuando entraban en acción como controladores de la peste. Esto no era más que una fantasía; pero nadie la puso en tela de juicio durante muchos años.

Dado que, en un tiempo, los canes de labor se encontraban exentos del impuesto que gravaba a los perros deportivos, a algunos infortunados animales les cortaban la cola, simplemente, como un medio para ahorrarse los impuestos. En los tiempos en que esto se hallaba muy extendido, la mayoría de los pueblos tenían su «cortador de colas», que, por unos pequeños honorarios, mordía el rabito del cachorrillo y se lo cortaba con los dientes.

Resulta difícil comprender cómo alguien ha podido concebir alguna vez la excéntrica idea de amputarles la cola a los perros. ¿Cómo se originó? La mayoría de los escritos acerca de este tema informan de que su auténtico origen se «pierde en la noche de los tiempos». Afortunadamente, por una vez, éste no fue el caso. Los estudiosos que investigaron en busca del libro más antiguo del mundo acerca de los perros, descubrieron que fue escrito por un agrónomo romano llamado Columela, que vivió a mediados del siglo I d. de C. Daba instrucciones respecto a que, a los cachorros de cuarenta días, se les debía cortar la cola a mordiscos, y descubrirles los tendones para protegerlos de la rabia.

Esta extraordinaria precaución se basaba en el error de creer que la rabia la originaban gusanos que se encontraban en el interior del cuerpo del perro. Si se mordía y cortaba la cola del chucho, sobresaldrían los tendones, con el aspecto de un racimo de relucientes gusanos blancos. Fueron estos tendones de siniestro aspecto la causa de la pérdida de millones de rabos de cachorrillos de perro en los siglos siguientes. A medida que pasó el tiempo, se expusieron nuevas razones para dejarlos en su forma original; pero, en aquel estadio, el acto de eliminar la cola ya se había extendido como una práctica habitual de la cría de perros. Al igual que muchas tradiciones, fue lo bastante fuerte como para sobrevivir a su propósito original.

Las desventajas de cortar la cola son bastante obvias. Deteriora gravemente el importante sistema canino de señalización con ella, tan vital en los encuentros sociales de los perros. Y si a esto se añade la crueldad de la operación, no es de extrañar que se hayan dado tantos esforzados pasos para poner fuera de la ley este hábito supersticioso que se remonta a los distantes tiempos de la antigua Roma.

¿Por qué a los perros les desagradan unos desconocidos más que otros?

Los perros se muestran casi siempre suspicaces ante los desconocidos que entran en casa de sus amos, y los reciben con un gran alarde de ladridos y de olisqueos. Ciertos visitantes tienen la virtud de calmarlos con rapidez, mientras otros parecen incapaces de lograrlo e incluso pueden llegar a ser arañados y mordidos. ¿Qué diferencia existe entre ellos?

La respuesta radica ante todo en el estilo de los movimientos del cuerpo del visitante. Algunas personas tienen, por naturaleza, un modo de moverse y sus acciones son sosegadas y tranquilas. Otros, de por sí, son más bien tensos y accionan a sacudidas. Tienden a realizar movimientos rápidos y dubitativos, y es mucho más probable que este tipo de individuos susciten la agresión en los perros, porque son gestos y reacciones que se asemejan a los que se producen en los encuentros con cánidos hostiles o nerviosos.

Si esa persona nerviosa y brusca teme además a los perros, la situación empeora, porque empezarán a realizar bruscos movimientos de retirada y eso emite señales a los canes que, automáticamente, avanzan y pueden incluso llegar a atacar. Apartarse de un perro que ladra, o realizar cualquier clase de rápido movimiento de huida, tiene como consecuencia que el animal se sienta de repente superior y responda de acuerdo con ello.

En contraste, la persona que «conecta con los perros» tiende a responder saludando a los saludos, aproximándose en vez de retirándose, y les ofrece alguna clase de contacto con la mano. Esto puede convertir en segundos a un perro escandaloso y ladrador en un can que hace fiestas y mueve la cola y, una vez que la ceremonia de la salutación ha concluido, el chucho se relajará y cesará de interponerse en el camino del recién llegado. Sin embargo, esto sólo funciona con perros que ladran o saltan mientras mueven la cola. Si, en vez de ello, el perro que te saluda en la puerta principal de alguien se halla muy rígido, gruñe o refunfuña, y te mira de una manera fija, el único curso de acción es quedarse muy quieto y no hacer nada, ni avanzar ni retroceder, y confiar en que el dueño del perro acuda en tu rescate. Con un animal así, el instinto de agresión es tan elevado que resulta peligroso emitir ninguna señal en absoluto, y la completa inmovilidad es la mejor manera de reducir tu impacto visual. Si te encuentras solo y realmente preocupado acerca del estado de ánimo del perro, en ese caso emitir unos quejidos lastimeros o gemir puede desconectar la situación al suscitar los sentimientos protectores paternales en el defensor del hogar. Pero no existe garantía de que esto funcione, porque tú perteneces a una «manada extraña» y, por lo tanto, no eres digno de confianza. Afortunadamente, unas formas tan extremas de salutación hostil son raras, a menos que un perro haya sido especialmente entrenado para atacar a los intrusos. La mayoría se limitan a ladrar y a saltar alrededor de los visitantes y son bastante fáciles de convencer, excepto por los que se alteran y se mueven mucho.

¿Tienen los perros un sexto sentido?

Sí, pero tal vez no en la forma en que, por lo general, se entiende. No existe nada sobrenatural en las sensibilidades caninas. Se pueden explicar por mecanismos biológicos, aunque es cierto que en la actualidad estamos sólo empezando a comprender algunos de ellos.

Por ejemplo, los perros encuentran su camino de regreso a casa desde largas distancias, incluso en un terreno que no les sea familiar. Se trata de una cualidad que comparten con los gatos y con otras muchas especies de animales. Al parecer, se basa en una apreciación de las sutiles diferencias y cambios en el campo magnético terrestre. Experimentalmente, dicha habilidad queda perjudicada por la presencia de imanes muy potentes, y por lo que sabemos esto no es ninguna fantasía. Pero aún estamos aprendiendo cómo se logran tan notables proezas, dignas de geniales navegantes y que han sido constatadas una y otra vez.

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