Authors: Esquilo
CORIFEO. Pues que tú, joven dios, a estas ancianas bajo las patas de caballos echas, voy a esperar hasta escuchar sentencia: porque aún es cosa no del todo clara si contra la ciudad he de irritarme.
(Entre tanto todos los jueces van depositando su voto. La última es
ATENEA).
ATENEA. Mi privilegio es votar la postrera. Y yo voy a votar en pro de Orestes. No me parió una madre, y siempre, en todo, salvo en tomar esposo, me he encontrado del lado del varón. Soy, sin reserva, del bando de mi padre. De este modo, no prefiero el destino de una hembra que muerte dio a su esposo, de una casa dueño y señor. Orestes gana el pleito aunque haya empate. Así que, sacad pronto los votos de las urnas, quienes tenéis a vuestro cargo esta tarea.
(Se sacan los votos de las urnas).
ORESTES. ¿Cuál será el resultado, Febo Apolo?
CORIFEO. ¡Oh madre Noche! ¿Ves qué está pasando?
ORESTES. Tengo ante mí morir o ver el sol.
CORIFEO. Y yo la ruina o conservar mi gloria.
APOLO. Contad muy bien los votos de las urnas, y procurad hacer un escrutinio sin un error; que un voto menos puede ser el desastre y uno más traer la salvación a esta pobre familia.
ATENEA.
(Tras contar los votos).
Este hombre queda absuelto del delito de sangre; en un empate se ha resuelto la cuenta de los votos.
(APOLO
se va).
ORESTES. Has salvado mi hogar, oh Ralas; mi perdida patria me has devuelto. En Grecia alguien dirá: «De nuevo es este ciudadano argivo; de nuevo vive en la heredad paterna por gracia de Atenea, y por Apolo, y por gracia también del Juez Supremo, del Salvador que, viendo el infortunio de mi padre, la salvación me otorga, aun viendo de mi madre el defensor».
En cuanto a mí, a esta ciudad y pueblo para el tiempo futuro, y para siempre, hago este juramento cuando parto hacia mi patria. «Nunca de mi tierra ningún piloto ha de venir a esta una bélica pica sosteniendo». Y yo, que a la sazón seré en la tumba, al transgresor del juramento que hago haré que se arrepienta de su empeño con horrorosos males, colocando en su camino el desaliento y duros auspicios a su paso. Mas si observan el juramento y la ciudad de Palas respetan con la ayuda de su lanza, me mostraré clemente. Pero ahora, ¡salud! a ti, y al pueblo que protege esta ciudad. Que sea irresistible tu ardor delante de los enemigos, y te conceda el triunfo en el combate.
(Se va).
CORO.
ESTROFA 1.ª
¡Ay, ay! Jóvenes dioses, la antigua institución habéis hollado, me lo habéis arrancado de las manos. Sin honra, sin ventura, rebosante de cólera en contra de esta tierra, destilando un veneno, un veneno que será mi venganza contra esta tierra, irresistible... De él una peste que dejará sin hojas y sin hijos saldrá... ¡Oh, Justicia!, y que cayendo sobre la tierra vuestra hará brotar contra el país mil plagas asesinas. ¿He de llorar? ¿Qué hacer? ¿He de mostrarme contra estos ciudadanos insufrible? ¡Ay, qué triste destino han conocido las hijas de la Noche que gimen sin honor, aquí postradas!
ATENEA. Creedme y no reaccionéis con un llanto tan agudo; que no habéis sido vencidas: de las urnas ha salido un fallo con igualdad de votos, y con verdad, pero ello no significa que hayáis sido deshonradas. Había en juego brillantes testimonios, emanados de Zeus. Y el dios que emitiera su oráculo ha testificado que, con sus actos, Orestes, ningún daño sufriría. ¿Vais ahora a vomitar sobre esta ciudad la ira que os acongoja? Pensad, y no os encolericéis; los frutos no destruyáis diabólico humor vertiendo, picas salvajes que roen las simientes. Yo os prometo —cosa enteramente justa— en esta tierra un asiento legítimo, do sentadas en un trono esplendoroso junto al altar, los honores recibiréis de esta tierra.
CORO.
¡Ay, ay! Jóvenes dioses, la antigua institución habéis hollado, me la habéis arrancado de las manos. Sin honra, sin ventura, rebosante de cólera en contra de esta tierra, destilando un veneno, un veneno que será mi venganza contra esta tierra, irresistible. ..De él una peste que dejará sin hojas y sin hijos saldrá... ¡Oh, Justicia!, y que cayendo sobre la tierra vuestra hará brotar contra el país mil plagas asesinas. ¿He de llorar? ¿Qué hacer? ¿He de mostrarme contra estos ciudadanos insufrible? ¡Ay, qué triste destino han conocido las hijas de la Noche que gimen sin honor, aquí postradas!
ATENEA. De honores no carecéis. Y no hagáis, en vuestra enorme indignación, a esta tierra sorda a los mortales. Tengo en Zeus toda mi esperanza, y —¿para qué he de decirlo?— la única diosa yo soy que sabe do está la llave de la habitación en donde está el rayo, bajo sello. Pero no, no me hará falta: tú hazme caso, y que tu lengua impía, sobre esta tierra no lance una maldición que eche a perder las cosechas. Adormece ya el amargo aguijón de estas oscuras olas, como compañera mía de morada que eres, y que recibe el honor de ella merecida. En estas anchas tierras, las primicias siempre serán para ti —ofrendas por nacimientos y por bodas— y algún día tendrás que hacer el elogio, por siempre, de mis consejos.
CORO.
ESTROFA 2.ª
¡Yo sufrir este ultraje! ¡Yo, con esa sapiencia tan antigua vivir en esta tierra, como algo sin honor, y abominable! ¡Oh no! Respiro indignación, respiro un aliento de venganza. ¡Ay, ay, tierra, ay de mí! ¡Ay qué dolor penetra en mis costados, qué dolor en mi pecho! Escucha, madre Noche, mi antigua dignidad me la han robado y en nada me ha tornado el invencible engaño de los dioses.
ATENEA. Tu indignación yo soporto, puesto que tienes más años. Mas si en ciencia me superas, también Zeus me ha concedido a mí la sabia prudencia. Si hacia otro país extraño os marcháis, ahora, un día de menos la habréis de echar. Escuchad el vaticinio que os ofrezco ahora: el tiempo, en su incesante fluir, a estos ciudadanos gloria dará; y tú, en tu gloriosa mansión, junto al Erecteo, de los hombres y mujeres las honras alcanzarás que nunca recibirías de otras manos. Mas no lances contra esta tierra que es mía tus aguijones sangrientos, tortura de entraña joven, de furor enloquecidos no causado por el vino. Tampoco cual si irritaras el corazón de unos gallos, instaures entre mi gente algún Ares intestino que la audacia de los grupos haga revivir. La guerra venga contra el extranjero; que se apresta fácilmente cuando existe un ansia viva por conseguir un renombre. Mas yo no quiero el combate de ave de corral causar. Tales dones de mis manos tú podrías recibir, ya causando beneficios, o recibiéndolos tú, y, bendita y adorada, participar en la vida de esta tierra, que los dioses para sí un día escogieron.
CORO.
ANTÍSTROFA 2.ª
¡Yo sufrir este ultraje! ¡Yo, con esa sapiencia tan antigua vivir en esta tierra, como algo sin honor, y abominable! ¡Oh no! Respiro indignación, respiro un aliento de venganza. ¡Ay, ay, tierra, ay de mí! ¡Ay, qué dolor penetra en mis costados qué dolor en mi pecho! Escucha, madre Noche, mi antigua dignidad me la han robado y en nada me ha tornado el invencible engaño de los dioses.
ATENEA. Yo no me cansaré nunca de enumerarte los bienes que te ofrezco, y así nunca dirás que tú, diosa antigua, tuviste que huir sin honra expulsada por un dios que es más joven, y por quienes en esta región habitan. Si persuasión majestuosa es algo muy sacrosanto —de mi lengua dulce hechizo— tú te quedaras aquí. Mas si quedarte no quieres, no obrarías justamente vertiendo sobre esta tierra injusto resentimiento, cólera, acaso, o bien daño para el pueblo. Porque puedes ocupar una gran parte de esta tierra, y, con justicia, ser honrada de por siempre.
CORIFEO. Atenea, ¿qué sede me prometes?
ATENEA. Será sin daño. Acéptala sin más.
CORIFEO. La acepté ya. ¿Qué dignidad me espera?
ATENEA. Que sin tu bendición, no hay feliz casa.
CORIFEO. ¿Harás tan grande mi poder, Atena?
ATENEA. Sí. El éxito daré al que te venere.
CORIFEO. ¿Me darás garantía para siempre?
ATENEA. Si algo no he de cumplir, no lo prometo.
CORIFEO. Creo que tus hechizos me han calmado: mira, depongo todo mi rencor.
ATENEA. En esta tierra ganarás amigos.
CORIFEO. ¿Qué me mandas pedir para esta tierra?
ATENEA. Aquello que no tenga un mal triunfo en su punto de mira; que la brisa de la tierra, del mar, y la del cielo oree en la región bajo los rayos desbordantes del sol; y que los frutos del país, y el ganado no se cansen de dar prosperidad a los ciudadanos. Que se proteja la simiente humana, y se arranque de cuajo a los impíos; pues me llena de gozo, cual si fuera yo un hortelano, que no sufra daño la raíz de los justos. Y esta es tu misión ya, y en cuanto a los combates que gloria dan, jamás consentiré que, si obtiene el triunfo, no resulte sin honra mi ciudad entre los hombres.
CORO.
ESTROFA 1.ª
Aceptaré vivir con Atenea; no desdeño, tampoco, una ciudad do moran Zeus todopoderoso y Ares, la ciudadela de los dioses, orgullo de los númenes de Grecia, protección de sus aras. Por ella hago mis votos, con propicios oráculos, y que la luz del sol, resplandeciente, haga brotar del suelo los bienes de los campos que nos dan la ventura.
ATENEA. Por el amor que siento por mi pueblo, he aquí lo que yo instauro en este día: instalo en esta tierra númenes poderosos, inflexibles. Es su función regir la vida humana; quien se ha propiciado deidades tan crueles ignora enteramente de do vienen los golpes de la vida. Los pecados de sus antepasados a ellas lo conducen; y una muerte en silencio aniquila, con ira rencorosa, a quien tan alto hablaba.
CORO.
ANTÍSTROFA 1.ª
Que no sople jamás el maleficio que destruye los árboles —he aquí mis bendiciones—. Los calores que abrasan las yemas de las plantas ¡que no crucen jamás vuestras fronteras! ¡Y que no lleguen aquí las funestas, las estériles plagas de los campos! Que produzca la tierra ovejas saludables, cada una, a su debido tiempo, madre de dos corderos. Que el fruto del tesoro que bajo tierra yace honre siempre estos dones de Hermes, que los dioses un día os concedieron.
ATENEA. ¿Escucháis, vigilantes de esta ciudad, los dones que os prometen? La augusta Erinia es muy poderosa cabe los inmortales y junto al dios que bajo tierra mora. Ella dispone todo cuanto al hombre concierne, en forma clara, plenamente. Cantos a unos concede; y a otros, una vida cegada por el llanto.
CORO.
ESTROFA 2.ª
De nuestra tierra expulso los destinos que matan a los hombres antes del tiempo prefijado. ¡Dad a las doncellas deseables una vida feliz al lado de un esposo, vosotras Moiras, árbitros de la suerte del hombre, hermanas nuestras, númenes justicieros, presentes en todos los hogares donde el peso de vuestra justiciera presencia hacéis sentir, las diosas más honradas en todos los lugares!
ATENEA. Al escuchar los dones que, en su bondad, aseguran a mi pueblo, me invade el gozo, y siento gratitud, a los ojos de Persuasión, que ha cuidado mis labios y mi boca ante estas, que, en forma tan salvaje, rehusaban. ¡La victoria es de Zeus, el dios de la palabra! Se ha impuesto para siempre nuestra tenacidad, al bien orientada.
CORO.
ANTÍSTROFA 2.ª
¡Que la civil discordia de males insaciable, nunca llegue a rugir en esta tierra! Estas son mis plegarias. Y que el polvo abrevado con la negra sangre de ciudadanos no busque, en su ira por vengar la muerte, represalias que causan la ruina de ciudades. ¡Que se intercambien gozos compartiendo el amor, y que odien como si un solo corazón tuviesen! Esto es, en muchos males, un remedio en el mundo.
ATENEA. ¿No es cierto que has hallado la ruta de la lengua bienhechora? De esos horribles rostros veo surgir para este pueblo, espléndido provecho. Si sabéis devolverles su amor con vuestro afecto y los honráis por siempre con espléndidas honras se os verá eternamente conduciendo esta ciudad, esta tierra por el sendero de recta justicia.
CORO.
ESTROFA 3.ª
¡Salud, salud en los dones benditos de la riqueza! ¡Salud, pueblo de Atenas que te sientas al lado de la Virgen hija de Zeus, y la amas y eres por ella amado, y cada día tu prudencia acrecientas! Quien de Atenea está bajo las alas, su padre le protege.
ATENEA. ¡Salud también vosotras! Pero yo la primera he de partir para, a la luz sagrada del cortejo, mostraros vuestra sede.
(Aparece un cortejo de antorchas).
Id, y mientras se ofrendan las víctimas solemnes descended bajo tierra y alejad del país todo mal, y traed la fortuna en provecho de Atenas. Y vosotros, descendientes de Cránao, dueños de esta ciudad, guiad a estas extranjeras. ¡Y que mis ciudadanos, en su propio provecho, formulen rectos votos!
CORO.
ESTROFA 3.ª
¡Salud, salud de nuevo! Repito ahora mi voto a hombres y dioses todos de esta tierra. La ciudad do vivís es la de Palas. Si aceptáis que aquí viva esta extranjera, no habréis de lamentar las penas de la vida.
ATENEA. Las fórmulas apruebo de vuestras bendiciones. Y voy a conduciros a la luz de espléndidas antorchas bajo tierra, al espacio que hay allí. Conmigo han de venir las servidoras que custodian mi imagen, es lo justo. Y que salga lo mejor de la tierra de Teseo, tropa ilustre de niños y mujeres, y de ancianas también... A estas diosas honrad con vestimentas de púrpura; y que brote la luz del fuego, para que estas habitantes de la tierra bondadosas, al fin, revelen su presencia, a ilustres ciudadanos dando vida.
EL CORTEJO.
ESTROFA 1.ª
En marcha, grandes y santas hijas sin hijos de Noche, junto con este cortejo que os respeta. Ahora vosotros ciudadanos, ¡silencio!
ANTÍSTROFA 1.ª
A la
hondura de la tierra, donde un culto sin igual con las honras hallaréis y los dones que teníais. Y vosotros, ciudadanos ¡un religioso silencio!
ESTROFA 2.ª
Benévolas, Bienhechoras con esta tierra, venid, Augustas, en esta ruta gozando de estas ardientes antorchas. Y ahora, ¡ololé!, dad en respuesta a mi canto.
ANTÍSTROFA 2.ª
La paz, para la ventura de sus casas hoy está con los súbditos de Palas. Zeus, el que todo lo ve, y las Moiras de este modo lo acordaron. Y ¡ololé!, dad en respuesta a mi canto.
(El
CORTEJO
se pone en marcha, desapareciendo por ambos lados de la
orquéstra).