Algunos miembros dijeron que habían tenido experiencias similares.
—Lo que más me ha impresionado de la feria —dijo T. K.— es el aspecto tan medieval que tenía. Puede que sea cosa de las pieles de animal. Parecía un cruce entre una reunión de hombres de la montaña y la Negociudad de
Mad Max III.
Todos estallaron en carcajadas al oír el comentario. Entonces, Mary añadió:
—Quizá deberíamos pillar el teléfono y llamar a Tina Turner. Decirle que necesitamos que repita su personaje de Tía Ama y que supervise este desastre. Me pregunto si aún tiene esa cota de malla tan sexi.
De nuevo todos rieron.
—Bien —dijo Mike—, pasemos a asuntos más serios. Aparte de queroseno, ¿qué habéis adquirido?
Mary fue la primera en hablar:
—Yo he conseguido tres cabras lecheras alpinas: dos hembras y un macho joven. Las conseguí a cambio de cien cartuchos del calibre.22LR y diez del calibre.308 de punta redonda.
Al oír esto, Mike soltó un silbido.
—Nada mal, señora mandamás, pero que nada mal —dijo a continuación.
Sin poder ocultar un ligero deje de orgullo en su voz, Lon Porter dijo:
—Yo, a cambio de quince litros de gasolina he conseguido un torno para metal marca Unimat de quince centímetros junto con un juego completo de accesorios. Hasta logré que el tipo pusiera su propio recipiente para la gasolina. También compré un par de zapatos por diez cartuchos del calibre.22.
Della levantó entonces la mano y dijo:
—Yo también me hice con un par de zapatos por el mismo precio que mi padre. Además, conseguí unas tenazas para reparar vallas, dos cepillos para cardar lana, un embudo de cristal para preparar conservas y un vestido. Todo eso me costó dos dólares en monedas de diez centavos de plata sin valor que Doug me dio para gastar en la feria.
Cuando Doug vio que Dell había acabado, dijo:
—Yo me crucé con un templario armado con un HK91. Los dos nos quedamos mirándonos las caras durante unos segundos. Era evidente que le había echado el ojo a mi M1A y supe que estaba pensando lo mismo que yo. Como todos sabemos, el M1A es el rifle reglamentario de los templarios, mientras que el HK es el nuestro. Tras un breve tira y afloja, decidimos que lo razonable era un intercambio directo. Así que le di mi M1A y mis ocho cargadores a cambio de su HK y sus nueve cargadores de veinte balas. Quedamos en vernos mañana para intercambiar las partes de repuesto de los rifles. Supongo que me irá mejor con un rifle como el del resto, además ambas armas tienen una calidad y funcionalidad prácticamente idénticas. Sin embargo, la mía era de competición, así que supongo que Thomas, el tío de los templarios, ha salido ganando.
»Lo único que no me gusta del Heckler und Koch es que no bloquea el cerrojo tras disparar la última bala del cargador, como hacen los M1A y los AR-15. Supongo que puedo superar ese inconveniente poniendo al final de cada cargador dos o tres trazadoras. Es un viejo truco del ejército. Cuando ves una luz roja, cambias de cargador. Esa fue mi única adquisición importante, bueno, intercambio, del día. También compré dos bolsas gigantescas de cecina, una de alce y la otra de oso, por una moneda de plata de veinticinco centavos anteriores a 1965. Supongo que la cecina vendrá muy bien para los turnos de patrulla y de vigilancia. Ah, sí, casi se me olvida, también conseguí tres listines de teléfono enormes. Nos vendrán bien como papel higiénico.
Visiblemente ansiosa por hablar, Lisa fue la siguiente.
—Yo he conseguido cuatro corderitos. Son cruces de Targhee, tres ovejas y un carnero. ¡Son tan monos! Ya están en la parte de atrás de la camioneta de Kevin, pastando de un rastrojo de heno. Los cambié por dos bloques de sal para ganado. También conseguí un libro titulado
Criar ovejas al estilo moderno,
algo de ropa interior, un peine y cuatro kilos de
toffees
de agua salada que me dio una india nez percé muy agradable. En total me costó diez cartuchos de.7,72 de punta redonda. Luego, por la tarde, conseguí cuatro patos khaki campbell jóvenes a cambio de sesenta juegos de tapas y anillas de bote de conservas. Se supone que esta raza de pato es buena tanto para comer como para poner huevos.
Dan fue el siguiente en hablar.
—Yo cambié mi Walther P-32, tres cargadores adicionales, y doscientos cartuchos de munición de 9 mm por un juego completo de ropa de pesca, un telescopio terrestre Bausch and Lomb, un ejemplar del
Manual Merck de veterinaria,
un juego de llaves de tubo de la marca Craftsman, y un kit de herramientas para trabajar el cuero bastante chulo. Es un kit Tandy normal que viene con algunos extras. Incluye una maza, una veintena de herramientas de esas para hacer patrones, un cuchillo de repujar, un par de tubos de masilla Barge, un sacabocados, un juego de remaches de vástago y muchísimas más cosas. También incluyó en el trato una piel curtida de vaca. Fue raro, el tipo parecía más entusiasmado por la munición que por la pistola.
Kevin fue el siguiente en relatar sus trueques.
—Yo conseguí una manta de piel de búfalo en bastante buen estado a cambio de diez cartuchos de.30-06. Supongo que servirá para calentarnos en el puesto de observación y escucha el invierno próximo. Otro tipo me dio un pequeño escáner Bearcat, uno de esos portátiles del tamaño de un
walkie-talkie,
a cambio de veinte cartuchos del calibre.45 ACP. Funciona a pilas, y tenemos muchísimas de níquel-cadmio, así que pensé «¿Por qué no?». Hoy en día ya no queda mucha gente que disponga de una fuente de electricidad. Imagino que por eso estaba dispuesto a vendérmelo tan barato. También me hice con un par de conejos belgas blancos, un macho y una hembra, por veinte cartuchos del calibre.22LR. Mi madre estaría orgullosa. Diría que «menudo chollo» he conseguido. Sin embargo, la jaula para los conejos me costó muchísimo más. Tuve que soltar cincuenta cartuchos del.22 y tres monedas de plata de veinticinco centavos pre-1965 por ella. Es increíble lo que se puede comprar con un poco de calderilla de plata.
Tras una pausa, Kevin dijo:
—Me sabe mal por toda esa gente que compró monedas de oro de una onza como «fondo de emergencia». Me he dado cuenta de que una onza de oro es demasiado compacta para servir como moneda y es difícil de dividir. Supongo que los que compraron monedas de oro acuñadas en pesos de una décima de onza fueron más afortunados. ¿Qué puedes comprar con una onza de oro?
¿Aquel Corvette que hemos visto anunciado? ¿Media docena de vacas? En cualquier caso nada útil para alguien que intente cubrir las necesidades del día a día. Es bastante obvio que nuestra reserva de munición del calibre.22 es muchísimo más valiosa y útil como moneda de cambio. Mike fue el último en dar su informe.
—Muy bien, escuchad esto. He dado un golpe maestro. Compré un caballo. No es uno de esos caballos esmirriados como los que la gente intentaba vender, sino un caballo de montar Morgan. Una hembra de tres años, muy mansa. Lo que hice fue acercarme a ojear los caballos que había amarrados a lo largo de la valla. Me fijé en los grupos de dos o más caballos que tuvieran la misma marca de ganadería. Luego elegí los de mejor aspecto y fui preguntando de uno en uno por sus propietarios. Me llevó prácticamente todo el día encontrar a alguien dispuesto a hacer un trato serio. La mayoría de la gente no se puede permitir deshacerse de un caballo. Bien, pues encontré a un tipo que sí que podía. Antes del colapso tenía cuatro caballos, y ahora ya tenía seis. Al principio, cuando le pregunté si estaba dispuesto a venderlo, se limitó a decir: «No sé, puede ser». Pero cuando le dije que tenía gasolina estabilizada se le iluminó la cara. Conseguí el caballo por ciento setenta litros de gasolina.
»El mismo tipo me vendió una silla y un juego completo de arreos y herramientas de aseo, ya sabéis, un cepillo, un limpiacascos y una escofina, por otros cuarenta y cinco litros de gasolina. La montura también es bastante buena. Se trata de un viejo equipo de montaña Ray Holes, pero el cuero se encuentra en buen estado y sigue siendo resistente. El tipo, que se llama Thebault, vive justo al oeste de Troya. Hablé con Roger Dunlap de él, y me confirmó que es un tío de fiar y que es discreto, así que le indiqué cómo llegar hasta nuestro refugio. Va a venir para hacer el cambio dentro de tres días. La espera va a ser dura.
Con una sonrisa que traicionaba un orgullo considerable, Mike terminó:
—Y esa fue mi única adquisición del día. Bien, ¿alguien tiene algo más que contar que no pueda esperar hasta que lleguemos a nuestro escondrijo? —Tras una breve pausa, Mike continuó—: ¿Alguien quiere volver mañana?
—¡Sí! —gritaron todos a coro.
—¡Ja! —gritó Mike—. Sonáis como una pandilla de
boy scouts.
Supongo entonces que eso me convierte en vuestra canguro. Cuando volvamos a casa, echaremos a suertes quiénes tendrán que quedarse a vigilar el refugio, para que los otros cuatro puedan venir.
Finalmente, usando su típica voz de John Wayne, dijo:
—Muy bien, peregrinos, será mejor que cabalguemos rumbo a casa antes de que oscurezca.
El segundo día de la feria del trueque transcurrió prácticamente igual que el primero. Sus vehículos estuvieron vigilados todo el tiempo y los miembros del grupo recibieron numerosas ofertas a cambio de sus armas. Unos cuantos miembros de la milicia se quedaron para el baile campesino. Della y Rose concedieron tantos bailes a tantos hombres distintos que para cuando se acostaron junto a las camionetas estaban exhaustas. La reunión, baile incluido, transcurrió tranquilamente. Aquellos que se quedaron al baile pudieron volver al día siguiente con los miembros de la tercera expedición procedente del refugio. La feria fue un gran éxito.
El tercer día, Todd se cruzó con Roger Dunlap. Se saludaron calurosamente. Sentados junto al caballo de Roger, ambos hombres compartieron sus miedos y esperanzas de cara al futuro. Estuvieron de acuerdo en que la feria era una señal de que la civilización estaba volviendo a la zona. Roger dijo que lo habían planeado como un acontecimiento anual. Todd dijo entonces:
—Con suerte, no será un acontecimiento anual durante mucho tiempo. Estoy seguro de que algún emprendedor tomará la iniciativa y, con unas nutridas fuerzas de seguridad, montará un puesto de intercambio permanente en poco tiempo. La gente se muere por tener alguna clase de comercio. La cantidad de personas que han aparecido por aquí durante estos días y la distancia que algunas de ellas han recorrido lo deja bastante claro.
—Sí, supongo que tienes razón —contestó Dunlap—. Después habrá un zapatero, y un herrero y un barbero... Es inevitable.
—Hay una especialidad que está destinada a aparecer a continuación... —dijo Todd riendo.
—¿Y es...?
—Un recaudador de impuestos. Ambos rieron al unísono.
Dos días después de la feria, Thebault y dos de sus hijos llegaron cabalgando con el caballo de Mike y su respectivo equipo de montar. Pasaron veinte minutos enseñando a Mike y a otros miembros del grupo a cuidar los cascos del caballo. Thebault finalizó la clase diciendo:
—Si el caballo tiene algún problema de hongos podéis usar Clorox. No es tan efectivo como el Copper-Tox, por lo que tendréis que aplicarlo en mayor cantidad y más a menudo.
Mike los invitó a comer. La comida consistió en estofado de venado, pan recién horneado y espinacas.
Varios miembros del grupo hicieron saber a Thebault que ellos también estaban interesados en adquirir caballos, y le pidieron que los tuviera en cuenta la próxima vez que tuviera un potro joven disponible. Dan Fong dejó caer que tal vez se lo pagaría con un arma de su colección privada, lo que pareció interesar especialmente a Thebault. En concreto, Thebault dijo que estaba buscando «una pistola de calidad para disparar a las alimañas».
Dan le habló entonces de su pistola T-C Contender de disparo único y modificada para Remington calibre.223.
—Tengo munición de sobra para ella. Es un calibre muy común, y sería una pistola perfecta para cazar alimañas o animales no más grandes que un coyote.
—No, no —dijo Thebault entre risas—, lo que estoy buscando es una pistola para cazar otro tipo de alimañas, de las que andan a dos patas.
Dan rió y pasó a describirle la Browning Hi-Power con mira trasera tangente y culata desmontable. Thebault preguntó si podía verla después de la comida. En menos de una semana, Dan ya tenía su propio caballo, una hembra de cuatro años, y todo el equipo de montar. A cambio, Dan le entregó la pistola, su combinación de funda-culata, un kit de limpieza, cuatro cargadores de repuesto, una cartuchera doble y siete cajas de munición de punta hueca de 9 mm.
«Pero este mismo día debe consumar la obra comenzada en los idus de marzo, e ignoro si hemos de volvernos a ver. Por lo tanto, démonos un eterno adiós. ¡Por siempre y para siempre, adiós Casio! Si volvemos a vernos, en fin, sonreiremos de gozo.
Si no, ha estado bien esta despedida.»
William Shakespeare,
Julio César.
Acto V, escena 1
Una cálida mañana de junio, tres semanas después de que la feria de trueque tuviese lugar, apareció en la puerta que daba al camino un hombre montado en una motocicleta Harley-Davidson con dos bidones de diecinueve litros de gasolina cada uno. El recién llegado bajó de la moto y se quedó de pie esperando tranquilamente. Tras ser alertados por Lon, que estaba de guardia en el POE, primero Todd, luego Mike y luego Lisa, separados a intervalos de siete metros, se aproximaron hacia la puerta para ver qué sucedía. El desconocido de pelo corto llevaba una chaqueta militar de color verde oliva y portaba dos Smith and Wesson automáticas de 9 mm, una en una funda en el hombro, y la otra en una pistolera a la altura de la cadera. También tenía un fusil Valmet modelo 76 con la culata plegable en una funda de piel en la parte derecha del bastidor.
—Hola, ¿es usted el señor Gray? —dijo casi gritando el recién llegado cuando estaban a una distancia de diez metros.
—Sí, así es —respondió Todd—. ¿Y quién es usted?
—Me llamo Manny Olivera. Soy de Caldwell. Un tipo que llegó a caballo procedente de Idaho Falls me dio esta carta. A él se la había dado alguien que venía de la parte norte de Utah. Cuando el tipo de Idaho Falls supo que me dirigía hacia el norte, a Coeur d'Alene, a reunirme con mi primo y mi familia, me pidió que le trajera esta carta. —Gray se acercó con cierta cautela mientras el desconocido le tendía un sobre.