Pellucidar (25 page)

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Authors: Edgar Rice Burroughs

BOOK: Pellucidar
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Después, para dar al evento una mayor importancia y dignidad, llamamos a la nave capitana a los principales hombres de Luana y a nuestros capitanes. Les habíamos derrotado y esperaban de nosotros la muerte o la esclavitud; pero no se merecían ni una ni otra, y así se lo comuniqué. En Pellucidar siempre ha sido mi costumbre el inculcar a estos pueblos salvajes que la piedad es una cualidad tan noble como la valentía, y que además de a aquellos hombres que luchan hombro con hombro junto a nosotros, también debemos honrar a aquellos otros que luchan valientemente en contra nuestra, y si salimos victoriosos, hemos de recompensar tanto a unos como a otros con la justicia y el honor que se han merecido.

Siguiendo esta política he ganado para la Federación a muchos pueblos grandes y nobles, que según las antiguas tradiciones del mundo interior hubieran debido ser masacrados o esclavizados después de que les hubiéramos conquistado; y de esta forma es como me gané a los luanos. Les di su libertad y les devolví sus armas después de que jurasen lealtad hacia mí, y amistad y paz hacia Ja. Luego hice al anciano que había tenido el buen sentido de rendirse rey de Luana, toda vez que tanto el viejo jefe como su único hijo habían perecido en la batalla.

Así, cuando partimos, Luana ya estaba incluida entre los reinos del Imperio, cuyas fronteras se habían extendido de esta forma varios cientos de millas hacia el este.

Regresamos a Anoroc, y desde allí al continente, donde de nuevo retomé la campaña contra los mahars, marchando contra una ciudad subterránea tras otra, hasta llegar muy lejos, al norte de Amoz, a un territorio desconocido del que poco se sabía. De cada ciudad salimos victoriosos, matando o capturando a los sagoths, y expulsando a los mahars.

Me comunicaron que estos siempre huían hacia el norte. A los sagoths apresados normalmente les encontrábamos siempre bastante dispuestos para transferir su alianza hacia nosotros, ya que eran poco más que bestias, y cuando descubrían que podíamos llenar sus estómagos y darles guerras en las que luchar, no tenían ningún reparo en marchar a nuestro lado contra la siguiente ciudad mahar y batallar contra hombres de su propia raza.

Obrando de este modo, nos movimos en un amplio semicírculo al norte, al oeste y de nuevo hacia el sur, hasta llegar al borde de las Llanuras del Lidi, al norte de Thuria. Allí derrotamos a la ciudad mahar que había asolado la Tierra de la Horrible Sombra durante tantas eras. Cuando marchamos hacia Thuria, Goork y su pueblo enloquecieron de alegría con las noticias que les llevamos.

Durante aquella larga marcha de conquistas, atravesamos unos siete países poblados por primitivas tribus de hombres que aún no habían oído hablar de la Federación, y que consintieron en unirse al Imperio. Es de destacar, que cada uno de aquellos pueblos tenían una ciudad mahar situada en sus cercanías que había hecho de ellos sus esclavos o su comida durante tantas generaciones, que no había leyenda o relato popular en el que no se reflejase de alguna manera un terror innato a los reptiles.

En cada uno de aquellos países, dejé un oficial y varios guerreros para entrenarles en la disciplina militar y para prepararles a recibir las armas que intentaría proporcionarles tan pronto como el arsenal de Perry lo permitiese, puesto que presentía que todavía pasaría mucho tiempo antes de que viésemos al último de los mahars. Estaba convencido de que sólo habían huido temporalmente hacia el norte, hasta que nos marchásemos con nuestro invencible ejercito y nuestras terroríficas armas, y que en breve regresarían.

La tarea de liberar a Pellucidar de éstas monstruosas criaturas posiblemente nunca estará totalmente terminada, ya que sus enormes ciudades deben abundar por las miles de lejanas tierras en las que nadie del Imperio ha posado jamás sus ojos.

Pero al menos hoy, en las actuales fronteras de mis dominios, no queda ninguna, pues estoy seguro de que aunque fuera indirectamente nos habríamos enterado de cualquier gran ciudad mahar que se nos hubiera pasado por alto, si bien es cierto que por ahora el ejercito imperial no tiene medios para cubrir el inmenso territorio que gobierno.

Después de dejar Thuria regresamos a Sari, donde está situada la sede del gobierno. Aquí, sobre una vasta y fértil meseta que domina el gran golfo que discurre desde el Lural Az hasta el continente, hemos levantado la gran ciudad de Sari. Hemos construido molinos y factorías. Hemos enseñado a hombres y mujeres los rudimentos de la agricultura. Perry ha construido la primera imprenta, y una docena de jóvenes saris están enseñando a sus compatriotas a leer y a escribir en el idioma de Pellucidar.

Tenemos leyes justas y sólo las necesarias. Nuestra gente es feliz porque siempre está trabajando en algo que le gusta. No existe el dinero ni ningún valor monetario que realice una función similar. Perry y yo acordamos al unísono que la raíz del mal no sería introducida en Pellucidar mientras viviésemos.

Cualquier persona puede canjear lo que produce por algo que deseé de lo que otra ha producido, pero no puede disponer de lo que ha adquirido de esta manera. En otras palabras, cualquier mercancía deja de tener valor pecuniario desde el momento en que sale de las manos de quien la ha producido. Todo sobrante revierte al gobierno, y como éste representa al producto del pueblo, el gobierno puede darlo a otras personas a cambio de lo que ellas producen. De este modo hemos establecido un comercio entre los reinos, cuyos beneficios revierten en mejoras para el pueblo, fundamentalmente la construcción de factorías dedicadas a la fabricación de herramientas para la agricultura, y maquinaria destinada a las diversas industrias que gradualmente les estamos enseñando.

Anoroc y Luana compiten entre sí por la excelencia de los navíos que construyen. Ambas tienen varios astilleros inmensos. Anoroc, además, fabrica pólvora y explota minas de hierro, y gracias a sus naves realiza un lucrativo comercio con Thuria, Sari y Amoz. Los thurios crían lidi, que, al tener la fuerza y la inteligencia de los elefantes, constituyen excelentes animales de carga.

En Sari y en Amoz los hombres domestican al gran antílope rayado, cuya carne es deliciosa. Estoy convencido de que no pasará mucho tiempo antes de que le puedan poner un arnés y una silla de montar. Los caballos de Pellucidar son demasiado pequeños para tales usos; algunas especies son apenas un poco mayores que un fox terrier.

Dian y yo vivimos en un gran palacio sobre el golfo. No tenemos cristales en las ventanas porque no tenemos ventanas, sino que los muros se elevan unos cuantos pies por encima del suelo, dejando el resto del espacio abierto hasta el cielo raso, aunque tenemos un tejado para resguardarnos del perpetuo sol de mediodía. Perry y yo decidimos implantar un estilo arquitectónico que no maldijera a las futuras generaciones con la peste blanca, y por ello tenemos toda la ventilación posible. Aquellos que así lo prefieren todavía viven en sus cuevas, pero ya hay muchos que se construyen casa similares a las nuestras.

En Greenwich hemos construido una ciudad y un observatorio, aunque la verdad es que no hay nada que observar salvo el estacionario sol directamente sobre nuestras cabezas. En el extremo de la Tierra de la Horrible Sombra hay otro observatorio desde el que es posible transmitir por radio la hora a cualquier rincón del Imperio durante las veinticuatro horas del día. Además de la emisora de radio, en Sari tenemos un pequeño sistema telefónico. Todo está todavía en una fase temprana de desarrollo, pero con la ciencia del siglo veinte del mundo exterior como apoyo estamos haciendo rápidos progresos, y con los errores y las equivocaciones del mundo exterior como guía para ayudarnos a evitar sus peligros, creo que no pasará mucho tiempo antes de que Pellucidar se convierta en algo tan cercano a la Utopía como nadie se hubiera podido esperar encontrar a éste lado del cielo.

Perry se encuentra ahora fuera, intentando tender una línea de ferrocarril desde Sari a Amoz. En la cabecera del golfo, no lejos de Sari, hay inmensos yacimientos de antracita, que se pueden transportar por ferrocarril. Algunos de sus pupilos están trabajando ahora en una locomotora. Será extraño ver a un caballode hierro bufando por las primitivas selvas de la edad de piedra, mientras los osos de las cavernas, los tigres de dientes de sable, los mastodontes y las demás innumerables criaturas del pasado lo miran desde sus enmarañados cubiles con los ojos abiertos de asombro.

Dian y yo somos muy felices, y no regresaría al mundo exterior ni por todas las riquezas de todos sus príncipes. Aquí estoy contento. Incluso sin mis poderes y honores imperiales estaría contento, ¿pues acaso no tengo el mayor de los tesoros, el amor de una gran mujer, mi maravillosa emperatriz Dian la Hermosa?

Mapas

Burroughs dibujó el primer mapa de Pellucidar, que apareció con la primera entrega de
Pellucidar
en 
All-Story Cavalier Weekly
, el 1 de mayo de 1915. Se reimprimió en la página 23 de la primera edición de la novela y apareció en las ediciones de Grosset & Dunlap. Fue el frontispicio de las ediciones de Ace y Del Rey. Apareció en la página 129 de la edición ómnibus de 1963 (Dover), la página 15 de la edición de Bison Books, la página 23 de la edición de Amereon House, la página 11 delas ediciones de 2003 (Dover and Castle) e incluido en la edición de 2006 de ERB Press. Este mapa se publicó, junto otros de los 10 otros mundos de Burroughs en
An Atlas of Fantasy
de J. B. Post (1973). En la edición de Ediciones El Rastro aparecía en la página 4.

Además, incluimos el mapa de Mahlon Blaine, creado para la Canaveral Edition (25 de octubre de 1965).

Más información sobre mapas de Pellucidar en:
http://www.bouncepage.com/Pellucidar/maps.html

Índice de imágenes

"...oí un gran siseo y vi que tres poderosos thipdars se elevaban velozmente desde sus rocas y se lanzaban al centro de la arena." (Ilustración de Frank Frazetta)

"Para mi sorpresa, los tres se precipitaron sobre el tarag, mientras éste se estaba preparando para su carga definitiva. Clavaron sus garras en la espalda de la bestia, y la alzaron de la arena como si hubiera sido un pollo bajo la presa de un halcón" (Ilustración de Frank Frazetta)

"Con una mano sobre su rodilla y la otra acariciándose el mentón, me miró intensamente..." (Ilustración de Frank Frazetta)

"...las dos bestias cayeron sobre el thurio simultáneamente..." (Ilustración de Frank Frazetta)

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