Peluche (27 page)

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Authors: Juan Ernesto Artuñedo

BOOK: Peluche
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—Estáis muy callados —dice Pablo

Saturnino contesta. Despego los ojos de la tele y presto atención a la conversación.

—...Sevilla, Huelva, Badajoz y todo recto hasta Madrid —le digo a Isma

—¿Estabas en Sevilla? —me pregunta Pablo

—En Mérida

—Ah, es que en Sevilla tenemos un buen amigo que tiene un bar de osos, er Javi

—No lo conozco

—Tú eres de Castellón, ¿no?

—Castellón de la Plana

—Nunca hemos pasado por ahí, ¿verdad Ismael?

—Por Valencia —contesta

—Ah sí, en la Ciudad de las Artes y de las Ciencias, bueno, y en el Dakota y La Cueva

Ismael me pasa el porro. Fumo. Dejo caer la ceniza en el cenicero. Le pego una calada más profunda.

Saturnino se recuesta en el sofá y desabrocha un par de botones de su camisa. En la otra mano el gin. Vuelvo a mirar de reojo el pecho de Pablo. Creo que Isma me ha pillado. Miro al porro y fumo.

—¿Os apetece jugar a algo? —pregunta Isma

—¿Un continental? —propone Pablo

—No, cartas no —dice Satur—, que no puedo aguantar el cubata. Prefiero a Divinas y Petardas

—Es que somos pocos —dice Isma

—¿Un trivial?

—Va, un trivial

Pablo se levanta y sale del cuarto. Visualizo en la espuma de mi cerveza la imagen de su espalda cubierta de pelo negro. Noto la presión de mi glande contra los calzoncillos. Última calada y se lo paso a Saturnino. Me mira a los ojos y sonríe. Bajo la vista y la vuelvo a subir. Entra Pablo. Despliega el cartón en la mesa. Repartimos las preguntas y jugamos jóvenes, Isma y yo, contra mayores, Pablo y Satur. Lanzamos el dado. Empezamos nosotros. Preguntan.

—¿Cuántos pares de patas tiene una araña?

Isma y yo nos miramos.

—Cuatro —le digo

—Creo que tres

—No sé

—Va, pues cuatro

—Cuatro —digo

—Correcto —asiente Pablo

Lanzamos de nuevo. Comodín. Tira Isma. Quesito rosa. Me pasan el porro. Fumo y se lo paso a Pablo. Me roza el dorso de la mano y lo coge con cuidado.

—A ver —dice Satur—, joder, qué fácil, ¿qué palabra se usó para definir el cine sanguinolento y lleno de vísceras en la pantalla?

—Gore —respondemos Isma y yo al unísono

Quesito rosa. Miro la caja del trivial, es de los años ochenta. Lanzo el dado. Casillero marrón. Satur coge la tarjeta y pregunta.

—¿Qué cineasta español llamó a sus memorias “Mi Último Suspiro”?

—Luis Buñuel —dice Isma

No tenía ni idea. Disimulo y vuelvo a lanzar el dado. Otra vez rosa. Pregunta Pablo.

—¿Quién fue el cómico apedi, apelli?, repito, ¿quién fue el cómico apedilla, apelli...

Reímos.

—...joder, a-pe-lli-da-do Colina, que triunfó en televisión sin decir palabra?

Isma y yo nos quedamos en blanco. Le paso el porro. Fuma. Echa el humo.

—¿Repito la pregunta?

—No hace falta —le dice Satur Me pasa el porro y fumo.

—¿Tú la sabes? —me pregunta Isma

—No

—¿Quién fue?

Pablo hace como que le persiguen y entona una melodía rápida y divertida.

—¡Benny Hill! —contesto

—Lo siento, dice Satur, habéis fallado

Coge el dado y tira. Amarillo.

—¿Cojo la tarjeta yo? —me pregunta Isma

—Una vez cada uno —le digo

—Vale

—¿Qué animales llegaron de China a los zoos españoles por primera vez en los años ochenta? —pregunto

—Los panda —contesta Pablo—, los osos panda

—Correcto

Lanzan de nuevo.

—¡Eh, el quesito! —se queja Saturnino

Cuatro. Rosa.

—¿En qué serie de televisión española veraneaban en las playas de Nerja un grupo de niños? —pregunta Isma

—La digo yo o la dices tú —Satur a Pablo

—Tú mismo

—Verano Azul

Verde.

—¿Qué grupo norteamericano aficionado a las calabazas comenzó a grabar a finales de los ochenta? —pregunto

Ismael canta una canción en inglés. Pablo y Satur le miran. Escuchan. No captan.

—Grupo norteamericano —dice Pablo— aficionado a las calabazas, ¿es que se las comían, o qué? —pregunta al aire

—Ni idea —dice Satur

—Smashing Pumpkins —responde Isma

—¿Y eso qué coño tiene que ver con la pregunta? —pregunta Pablo

—El nombre —dice Isma—, Smashing Pumpkins significa algo así como las calabazas chafadas

—Puf, vaya nombre más chorra —dice Pablo

Lanzamos el dado. Seis. Verde. Pregunta Satur.

—¿Cómo tituló Mocedades la canción inspirada en el intermedio musical de la Leyenda del Beso?

Saturnino la tararea. Pablo le calla. No la sabemos. Pablo quita la mano de la boca de Satur y éste canta.

—Ay, amor de hombre

que estás haciéndome llorar

una vez más,

te quiero

no preguntes...

—Vale, vale —interrumpe Pablo—, que nos toca

Lanza.

—¿Quién pregunta? —le digo a Isma

—No me acuerdo

—Yo tampoco

—Pásame el porro

—Toma, pregunto yo —cogiendo una tarjeta—. ¿Quién fue el artista que dejó al morir seis mil horas de video con él de protagonista?

—Andy Warhol —contesta Pablo

—Joder, ¿cómo lo sabías? —le pregunta Satur

—Es que vi un documental

—¿De seis mil horas?

Nos descojonamos. No puedo parar. Nadie puede excepto Pablo que lanza el dado. Cojo la tarjeta. Leo. Me descojono. Marrón. Intento preguntar.

—¿En qué deporte...

No puedo.

—...en qué...

Lo intento.

—...en...

Ni de coña.

—...en qué deporte autóc, autóc...toc

—Trae —me dice Isma cogiéndome la tarjeta—, ¿en qué deporte autóctono vasco destacó Iñaki Perurena?

Silencio. Nos miramos.

—En levantamiento de piedras —contesta Satur

—Correcto

—Qué ganas ponerse ahora a levantar piedras —le digo a Isma

—Ya te digo —dice levantando los hombros

Me despeloto. Parece una gallina. Saturnino le imita. Nos descojonamos todos. Bebo cerveza. Cojo otra tarjeta. Estoy a punto de echarla. La cerveza. Me controlo. Verde.

—¿Quién, según la canción, siempre bebía aguardiente para olvidar?

—Cantinero de cuba, cuba, cuba —canta Pablo

Seguimos todos al compás.

—Cantinero de cuba, cuba, cuba

sólo bebe aguardiente

para olvidar

—Y quesito verde —dice Satur

—Quesito para olvidar —dice Isma

Sólo río yo la gracia. Lanza Pablo. Otra vez verde. Pregunto:

—¿A qué soprano se le cayó encima una gradería del teatro de Mérida cuando representaba Romeo y Julieta?

Nos despelotamos. Giro la tarjeta.

—A Monserrat Caballé —digo—, pobre mujer

No podemos parar de reír. Cinco. Comodín. Lanza de nuevo. Verde. Pregunta Isma:

—¿Quién fue el único guitarrista flamenco que grabó el Concierto de Aranjuez?

—Paco de Lucía —contesta Pablo

—Joder —dice Isma

—Vale —dice Satur—, en la próxima nos preguntáis el color que queráis

Azul.

—A ver —dice Isma—, mira, esta seguro que la sabes tú, Lucas

—Déjame ver —le digo acercándome la tarjeta

—Joder, qué ojos más rojos tienes

—¿Sí?

—¿Qué islas de Castellón fueron declaradas reserva marítima por su riqueza ecológica?

—¿Castellón tiene islas? —pregunta Satur

—Eso pone aquí —Isma girando la tarjeta

—Ni de coña, vamos—dice Satur

—A mí no me mires —dice Pablo

—Las Columbretes —contesta Isma

—Ah, sí —dice Satur—, es verdad

—Bueno —continúa Isma—, pero habéis fallado

Dos. Quesito rosa.

—Oye —le digo a Isma—, ¿de verdad que tengo los ojos rojos?

—Mogollón tío

Miro el porro. Nos pregunta Pablo.

—¿Quién era la amiga del osito Misha?

—Natasha, ¿no? —dudo

—Natasha —contesta Isma

Lanzo. Pregunta Satur.

—¿Cómo se llamaba el presentador de Peor Imposible?

—Jordi Estadella —respondemos Isma y yo con una sonrisa

—¿Qué otro programa musical sustituyó a Tocata en Televisión Española?

—Joder —dice Isma

—Yo creo que lo veía —observo—, pero no me acuerdo

—Es que eres demasiado joven

—¿Todavía tengo los ojos rojos?

Le paso el porro a Pablo. Vuelvo a rozarle el dorso de la mano sin querer porque estaba mirándole el pecho que le sale fuera del delantal. Me mira. Me concentro en el juego. Saturnino se lleva la mano a los huevos y pasa el bulto al otro lado de la entrepierna. Y yo con estos ojos.

—Chicos —dice Satur levantándose del sofá—, yo me marcho a casa

—Quédate a dormir —le dice Pablo

—Venga —insiste Ismael

—Son casi las cinco

—Pero si mañana no trabajas

—Eso sí, pero tengo cosas que hacer

—Quédate hombre, ¿Lucas también se queda, no?

—Yo lo que diga Satur

—Va, nos quedamos

—Voy a preparar las camas —dice Pablo recogiendo los vasos

—¿Guardamos el trivial? —pregunto a Isma

—Mañana

—¿Dónde está el aseo?

—Ven

Salimos de la salita. Cojo la mochila. Me indica. Entro y cierro la puerta. Me miro en el espejo. Los ojos rojos como pimientos. Están hablando. No les entiendo. Subo la tapa del inodoro y meo. Tiro de la cadena. Me limpio los dientes y salgo. Entran Pablo e Ismael. Satur me acompaña a la habitación. Vuelve al aseo. Salen Isma y Pablo.

—Muchas gracias —les digo desde el pasillo

—De nada hombre —me dice Isma

—A dormir que mañana será otro día —dice Pablo

—Buenas noches

Dejo la camiseta y los piratas en la silla. Satur se sienta en la cama y desabrocha los cordones de las botas. Le doy la espalda y me meto rápido en la cama.

—Buena gente —me dice

—Sí. Os conocisteis en Sitges, ¿no?

—A Isma sí, pero ¿qué te ha contado ese bandarra?

—Nada, que lo pasasteis muy bien

—No te ha mentido

Me giro. Se tapa con la sábana. En calzoncillos.

—¿Apago la luz? —me pregunta

—Vale

—¿Y qué más te ha contado?

—Nada, eso, que os veíais en la playa y...

—Que acabamos los cuatro en la cama, ¿no?

—También

—Vaya, le ha faltado tiempo

—¿Era guapo?

—Mucho. Treinta, gordito, blanco de piel

—¿Y qué pasó?

—Ya te lo ha dicho Isma

—No, pero después

—Era canario, de Lanzarote

—¿Qué raro?

—¿Por?

—Por su piel blanca

—Es que no le gustaba demasiado el sol. Prefería quedarse en su cuarto leyendo novelas de ciencia-ficción

—¿Cómo acabó en Sitges?

—Porque hacía poco que había descubierto que era gay

—¿En Lanzarote no hay ambiente?

—Claro, pero le daba vergüenza que le viera algún conocido, sabía de Sitges por el Festival de Cine de Terror y por lo demás

—Qué valiente

—Se vino con un amigo

—¿También entendía?

—A mí me dijo que no, su amigo, pero por sus gestos parecía estar coladito por él

—¿Se mosqueó cuando os enrollasteis?

—No se lo llegó a decir, también se intuía algo

—¿Y vosotros?

—Nos vimos los tres días siguientes

—¿Y su amigo no se enteró?

—Nos íbamos apañando

—¿Y qué pasó?

—Al final se quería venir a Madrid a vivir conmigo

—¿Sí?

—Y yo le dije que no

—¿Por la edad?

—Diez años menos

—No es tanto

—Bueno

—¿Tenías pareja aquí?

—No

—¿Entonces?

—A veces me acuerdo de él, de su sonrisa, me hacía reír mucho

—¿Lo hiciste por su amigo?

—Eso no se hace por nadie, además creo que a estas alturas todavía seguirá bien arropado en su armario

—¿Y eso?

—No se aceptaba

—Pero con el tiempo

—Tienes razón, pero esa tampoco fue la causa

—¿Cuál fue?

—No lo sé

—¿Cómo que lo no sabes?

—Pues, no lo sé

—Sí que lo sabes

—Lo sé

—Pues dímelo

—No

—¿No me lo vas a decir?

Silencio. Respiro hondo. Vuelvo a coger aire. Lo echo despacio. Pienso en por qué coño le dijo que no. Trato de imaginarme al chico. Me doy la vuelta. Qué calor. Pienso en otra cosa. Mi nuevo pensamiento se interrumpe por el ruido que hacen los muelles de la cama en la habitación de al lado. Agudizo el oído. Imagino a Pablo y a Ismael. Al ritmo del chirrido. Pablo arriba, empujando. Ismael abajo. O al revés. Pablo abajo, con el delantal rojo. No, me da más morbo pensar que Pablo está arriba.

—Era demasiado blanco —me dice Saturnino

—¿De piel?

Se ríe. Para. Vuelve a reírse. Me siento tonto.

—De espíritu, que era demasiado transparente

—¿Y tú no?

—No lo sé

—¿Por esa razón le dejaste?

—Sí

—¿Oyes los muelles?

—No me dejan dormir

—Ya llevan un rato

Pablo gime. El ruido se intensifica. Ya no hace falta prestar atención. Golpes claros. A tiempo, pam, pam, pam. Más rápido, pam, pam. Ahora golpes secos, pa, pa. Piel contra piel, clap, clap. Saturnino respira tranquilo. Yo no puedo controlar la urgencia de oxígeno que exigen mis pulmones al frenético latido de mi pobre corazón. Intento relajarme. Respirar al mismo tiempo que Satur. No puedo. Un último golpe seco. Gemidos. Silencio. Pasos descalzos por el pasillo. Me encojo en la almohada. La puerta del aseo. Grifo. Agua. Grifo. Pasos de vuelta. Habitación. Muelles. Voces. Risas. Saturnino se levanta. Trago saliva de sexo. Abre la sábana y se acuesta en mi cama. Yo de espaldas. Me hundo hacia él. Transmite calma. Me duermo. Sueño. Despego del suelo. Vuelo. Veo desde lo alto. Todo pequeño. Soy libre. Me despierto. Satur durmiendo a pierna suelta. Yo a kilómetros. Y su cuerpo pegado a mi cuerpo. Silencio.

—¿Estás despierto?

—Sí —contesto

—¿Qué piensas?

—Nada, he soñado

—Qué

—Que volaba

—¿Tienes calor?

—Un poco

—¿Me voy a mi cama?

—No, no

—Anoche lo pasé genial

—Abrázame, por favor

—¿Así?

—Sí

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