Authors: Juan Ernesto Artuñedo
—Estoy cagado —le digo
—No seas miedica
—Tú entras conmigo, ¿verdad?
—Anda, y ésta, si te parece me voy a quedar fuera, con la de hombres que hay esperando
—No quería decir eso
—Menos mal que no te ves las orejas
—¿Cómo las tengo?
—Como un pimiento
—¿Se nota mucho?
—Sí, pero nadie te va a mirar ahí. Relájate un poco —me dice comprobando el pulso en mi muñeca
—No puedo, estoy temblando
—Tranquilo, a más de uno que le va a dar un morbo
—¿Que yo esté así?
—Me lo estoy imaginando
—¡Hazme caso, por favor!
—Chico, al toro por los cuernos
—Ya hemos llegado —digo despegando la mano de la barandilla
—¿Quién entra primero?
—Tú, tú mismo —digo al tiempo que Pedro abre la puerta desnudo
—¿Vais a pasar? —nos pregunta
Iván no se lo piensa y entra.
—¿Y Vosotros? —me pregunta
Miro a los lados. Si no hay nadie más.
—¿Cómo? —pregunto—, estoy solo
—Ya sabes de quien hablo —me dice
Pedro coge de la mano a Lucas y entran. La puerta se cierra. La
estancia se queda en silencio. La alfombra de terciopelo azul sube hasta arriba de la escalera. Barandilla de madera. Se han dejado la luz abierta. Intento apagarla. No puedo. Me acompañan pensamientos. Hago tiempo escuchando las canciones que suenan abajo. Una de ellas dos veces.
Across the Universe
. Ahora que recuerdo, esta mañana la he escuchado en el mercado. El Pepi y el Volao, vaya dos. Y el del monopatín, qué guapo, y qué ostia le ha dado a Lucas. Hacía tiempo que no le pegaban tan fuerte. Aunque ésta sólo le ha dolido en la cara. Otras llegan más adentro. Joder, esas sí que duelen. Algún día seré yo quien la dé. Sólo bastará una. Quien la reciba no tendrá culpa. Pasará por delante. En el momento y hora. Antes de darle, cuando mi mano apenas haya entrado en contacto con su carne, me sentiré culpable. Me tendré lástima. Cambiaré. Me convertiré en un hombre oscuro, con experiencia. Todo tendrá matices a mi alrededor. Y mi vida será de color. Y gris. Como Pleasantville. Y las mañanas me sonreirán. Mi corazón sufrirá altibajos como una persona normal. Mi mente se condicionará con todas esas cosas que nos hacen sufrir. Dejaré por siempre de vivir en mí. Me pediré perdón. Me sentiré triste a veces, alegre cuando me llegue. Sí, me dejaré llevar de verdad. Sin pensar. Haré las cosas con propiedad y autenticidad. Como un hombre bueno. Con pilares morales bajo mi cuerpo. Intentando hacer feliz a los que me rodean. Aunque viva solo y muera solo. Suena otra vez
Across the Universe
. Habla de ti. Lucas abre la puerta y sale a tomar aire fresco. Le miro. Es libre por fin. Sin mí. Pedro le coge del hombro. Lucas le mira y le declara su amor. Pedro le invita a que entre. Lucas no sabe qué hacer. Pedro espera. Lucas le pregunta si le quiere. Pedro le dice que no. Lucas llora. Pedro le consuela. Lucas le vuelve a preguntar por qué no le quiere. Pedro le contesta porque es libre. Lucas le recrimina que es un egoísta. Pedro le dice que coja lo que le da o que le deje en paz. Lucas se resiste. Pedro le ignora. Lucas vuelve a llorar. Pedro le invita a marcharse. Lucas dice que será lo mejor. Pedro le besa en la cara. Lucas se levanta. Pedro cierra la puerta. Bajo las escaleras. Me apoyo en la barandilla. No llevo ropa. Estoy mareado. Cojo la mochila. Saco una camiseta y me la pongo. Bermudas. Abro la puerta de la calle. Está oscuro. Cierro. Entro al salón. Caigo en el sofá. Alcanzo el mando a distancia. Apago el televisor. La cadena. Duermo. Sueño contigo. Me despierto. Vomito en el suelo. Pierdo las fuerzas. A la mierda todo. La luz de la mañana me despierta. Abro los ojos y miro al suelo. Está limpio. El comedor en silencio. Alguien me ha tapado con una sábana de flores. Recuerdo la noche. El no de Pedro. El sexo en el cuarto de arriba. No sé qué voy a hacer ahora. Levanto la sábana. Anoche me quería largar con esta ropa. Iván, él me comprendía. ¿Dónde se habrá metido la gente? ¿Estarán arriba todavía? Yo por si acaso me quedo aquí. Si me han tapado es porque saben que existo. Me meo. Saco la pierna. El consolador cae al suelo. Sin utilizar. Estoy empalmado. Anoche no me corrí. Yo le miraba, a Pedro, mientras me la chupaban. Él a su olla. Me pongo de pie. Y miraba todos esos cuerpos. No podía soportarlo. ¿Dónde coño está el aseo? Él comiéndosela a uno más gordo. ¿Por aquí? Casi no le cabía en la boca. Lo encuentro. Uno por detrás se untaba la polla con lubricante. Joder, parecía que le iba a reventar de lo hermosa y grande que la tenía. La luz. Y le separaba las piernas. A Pedro. Subo la tapa y meo. Y se la meneaba. Otro venía y me metía la lengua por el culo. Frenillo arriba, frenillo abajo. Notaba la barba entre mis nalgas. Hasta que ya no le subía el frenillo de lo empalmado que estaba. Yo giraba la cara y él se la metía. Pedro se sacaba la polla de la boca y gritaba. Tiro de la cadena. Más me dolía a mí. Y las palabras de Iván. Reprimida tu madre. Cierro la luz y salgo del aseo. Pero qué podía hacer si en ese momento era lo que más quería en la vida. Entro en el comedor. Y todavía lo sigue siendo. Pedro sentado encima de la sábana de flores.
—Buenos días —le digo
—¿Cómo has dormido?
—Bien, no te he oído entrar
—Estaba en la cocina, ¿tienes hambre?
—Sed
—Te he preparado un zumo de naranja
—Gracias
—Para la resaca —dice sonriendo
Me siento junto a la mesa. Cojo el vaso de zumo de la bandeja. Bebo.
—¿Ya has desayunado? —pregunto
—Hace un rato
—¿Es muy tarde?
—Las doce y media
—¿Se han marchado éstos?
—Iván y Manolo están arriba, los demás de excursión al lago
—¿Hay azúcar?
—Ahora te traigo
—Ya voy —pero se me adelanta
Me miro. No me he cortado las uñas de los pies. Vuelve. Voy a meterlos debajo de la mesa pero no lo hago.
—Gracias —le digo
—De nada
—¿No trabajas hoy?
—Estamos en agosto
—Lo había olvidado
—Tengo vacaciones hasta el veinte
—¿Y las otras?
—En septiembre, cuando Iván y Manolo
—¿Os vais de viaje?
—Algo haremos
—Iván me cayó muy bien
—No le hagas mucho caso que a veces habla demasiado
—Ya —le digo y bebo zumo pensando que quiero decirle algo pero no me atrevo
—Voy a despertarlos —levantándose del sofá
—Espera
—¿Qué?
—Nada, perdona
—Ahora bajo
Cojo un croisant de la bandeja y me lo meto en la boca a ver si me ahogo. Tengo la nariz taponada. No puedo respirar. Me ahogo de verdad. Meto el dedo en la boca y agujereo el croisant por un lado. Respiro. La boca llena. Doy pena. Mastico hasta que respiro con normalidad. Bebo zumo. Me levanto y me quito las bermudas para ponérmelas del revés. Entra Pedro, joder, qué rápido.
—Perdona —le digo
—¿Quieres algo más? —sentándose en el sofá con esa autenticidad que buscaba yo anoche
—Gracias —eres muy amable
—Estaban follando
—¿Quién?
—Iván y Manolo
—Ah
—Luego les llamo
—Pedro
—Dime
—Quiero pedirte perdón por todo lo que te dije anoche, estaba borracho pero te lo dije de corazón
—Lo sé
—Es que no podía soportar verte con esos hombres ahí delante de mí, y yo tenía uno delante y otro detrás, perdón, pero sólo quería estar contigo
—Comprendo
—Y no sé qué me pasó, la emoción, me faltaba el aire, y me pegó un bajón de tensión que tuve que salir
—Normal
—He hecho casi de todo con hombres pero no sé qué me pasó anoche
—Tranquilo
—Me temblaban las piernas cuando subía las escaleras, quería estar contigo, pero no así, no sé, es raro
—Cálmate
—Es que quiero desahogarme y no encuentro otra forma de hacerlo, porque me aprieta aquí dentro y no me deja respirar y no sé qué puedo hacer y hablo porque a ver si hablando sale fuera un poco y me quedo más tranquilo
—Como quieras
—Ya está, creo que te lo he dicho todo —le digo echándome a llorar
No se levanta del sofá. Espero su abrazo pero no se levanta. Coge un cigarro y lo enciende. Me mira.
—Yo no puedo hacer nada
—Ya lo sé, pero podrías darme un abrazo
—Perdón, perdóname Lucas —levantándose
—Te quiero
—Perdóname Lucas —abrazándome
—Qué melodramáticas las dos —suelta Iván desde la puerta del salón
—Hola —le decimos separándonos
—Buenos días chicos, alegrar esas caras que hace un día fantástico. ¿Estás mejor? —me pregunta
—Sí, gracias
—Uh, si habéis almorzado y todo
Manolo pasa por delante de la puerta del salón rascándose el culo sin dar los buenos días.
—Y éstos —dice Iván—, se han ido al lago de los cisnes, ¿no?
—¿Queréis algo? —nos pregunta Manolo desde la cocina
—Un zumo de naranja, cielo —le dice Iván
—Un tequila —dice Pedro
Manolo asoma la cabeza por la puerta. Nos da los buenos días con una encantadora sonrisa. Coge un vasito, la botella y lo llena. Hace malabares con tres naranjas hasta que se le caen al suelo. Reímos. Se agacha y nos enseña el canalillo del culo peludo. Corta una naranja. Los tres mirando. Iván mete un cedé en la cadena y suena
Hay un hombre en España
de Astrud. Manolo se lleva media naranja a la teta y la exprime. El zumo cae en el vaso. Hace como si nadie le viera. Coge otra naranja entera y la lanza. Se abre el calzoncillo por la parte de delante y encesta. Aplaudimos. La mueve alrededor de su sexo. Despacio. Se gira. Estruja la naranja como si estuviera meando y coloca el vaso debajo. Llena. Coge la tercera. La coloca en medio de sus tetas y aprieta. El zumo corre por el pelo de su pecho y la barriga, llena el ombligo y sigue hasta la curva de mis fantasías donde cae en cascada hasta el vaso. Se refriega la naranja por el pecho y la lanza a la papelera. Aplaudimos.
—¡Otra, otra! —gritamos
Manolo hace como si le sorprendieran y se cubre las tetas con los bracitos de un levantador de pesas. Por un segundo olvido mis penas. Sonrío. Suena
Across The Universe
. Como una banda sonora. Como una nueva vida. Y mi corazón se alegra. Y mi mente se despega de las cosas. Y vuelvo a mirar con libertad. Plego la sábana y la dejo encima de la silla. Zapatillas, piratas, camiseta limpia. Salimos a la terraza. Besitos a Iván y a Manolo. Y las gracias. Mochila entre las piernas. Arranca. Enciendo dos cigarros. Bajo la ventanilla. Corre el aire. Pedro más guapo que nunca. No volveré a llorar más en una despedida. Cierro la puerta y el coche se aleja. Me quedo quieto. Sin canción que describa lo que siento.
Me acerco a una gasolinera. Se abre la puerta automática y entro. Pido las llaves del aseo. Meo y las devuelvo. Compro pipas. Sin sal. He llenado el suelo de cáscaras. Espero que no pase la policía. Tampoco me dirían nada. Saco la tónica que he cogido prestada de la gasolinera y bebo. Para un coche delante de mí. Baja la ventanilla. También automática. Me pregunta cómo se va a Logroño. Le digo que no tengo ni idea que no soy de aquí. Me da las gracias. Sube la ventanilla. Se va. Otro coche. Que si llevo fuego. Que deje la mochila en el maletero. Que lo lleva abierto. Que suba. Enciendo mientras mete la marcha. Como si nos conociéramos. Yo la primera vez que lo veo. Supongo que él también. La misma sensación que con Pedro pero en otro lugar y tiempo. Conduce callado. Yo tampoco hablo. Mejor así. Fumamos. Pillamos un bache y se conecta la radio. Transmisión en directo. Radio 3 en el FIB. Nosotros con un desconocido. Empieza él.
—Juan —me dice estrechándome la mano
—Lucas —se la doy
—Encantado
—Igualmente
—¿Vas a Logroño?
—A Castellón
—No voy tan lejos
—No importa, gracias de todos modos
—Benicàssim está en Castellón, ¿no?
—Sí, en la costa
—Qué suerte
—¿Por el FIB?
—Y la playa
—Sí
—Nunca he estado
—No está mal
Se calla. Con el sillín hacia atrás. Gordo. Barriga hasta el volante. Perilla. Conduce tranquilo. En la guantera cintas desparramadas y una bolsa de quicos vacía. Pongo un poco de orden y guardo la bolsa en mi mochila. Saca otra de su bolsillo. Con hierba.
—¿Hay papel por ahí? —me pregunta señalando con el dedo hacia varios sitios a la vez
Manos blancas. Blandas. Cubiertas de pelo negro por el dorso. Apoyadas en el volante sin hacer el mínimo esfuerzo. Encuentro el papel. Saco uno. En la radio entrevistan a no sé quien que va a tocar esta noche. Mezclo el tabaco de medio cigarro con la maría. Ponen una canción de Lory Meyers. Suena bien. Los dedos no me responden como me gustaría pero aun así sale un porro decente. Repasan el cartel de mañana sábado, entre otros: Los Piratas, La Habitación Roja, Los Niños Mutantes, The Smashing Pumpkins y Radiohead. Hoy viernes más grupos. Enciendo el porro. Dos caladas y se lo paso. Se lo acerca a un lado de la boca y aspira cerrando un ojo. Saca el humo por la nariz. Poco a poco. El porro clavado entre sus dedos gordos. El humo hasta el techo manchado por tantos otros.
—¿Quieres beber? —me pregunta
—¿Qué tienes? —como si de un bar se tratara
—Sólo cerveza
—¿Dónde están?
—Debajo de tu culo, saca un par de latas
Meto la mano. Empujo una caja. Me giro. Detrás una pequeña nevera con hielo flotando en el agua. Cojo dos latas. Le doy una. La mira. Se la abro y la coge. Abro la mía. Sale espuma. Bebo rápido. Se mancha la camiseta de Judas Priest. No le importa. Le aguanto la cerveza. Canta una canción heavy en inglés.
—Bonita canción —le digo
—Se la canto a mi sobrina
—¿No le da miedo?
—Es mayor
—¿Tres años?
—Cuatro
Me pasa el porro. Fumo.
—Ja, ja —me río
—¿De qué te ríes?
—No sé
—¿Te ríes de mí?
Le paso el canuto.
—No, ja, ja
—Ja, ja, pásame la cerveza
—Ja, toma
—Ja —la coge
—Ja —le miro
—Ja —bebe
—Ja —me río
—Ja —fuma
—Ja —le vuelvo a mirar
—Ja —me pasa el porro
—Ja —le cojo el dedo gordo
—Ja —mueve la mano