Peluche (18 page)

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Authors: Juan Ernesto Artuñedo

BOOK: Peluche
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—¿Qué tal?, ¿cómo ha ido? —les pregunto

—Bien —dice Marcos

—Normal, vamos —dice Julián—, como siempre, uno grabando y el otro, el otro haciendo el payaso

—No digas eso, hombre —le digo—, ya me gustaría a mí estar tan tranquilo ante la cámara

—No lo dice por eso —continúa Marcos—, es porque se ha mojado

—¿Y eso?

—Me he caído en la fuente de los leones

—Venga ya —le digo

Se gira. Pantalón chopado.

—¿Cómo ha sido? —pregunto sacando una camiseta de la mochila

—Vamos a tomar algo —dice Julián

Nos sentamos. Pedimos tres cortados.

—¿Me das un cigarro? —me pregunta Julián—, es que mira cómo se me ha quedado el paquete

—Toma

—Gracias

—Siéntate encima de la camiseta

—Gracias. Pues sí, Lucas, te cuento:

—...ponte aquí —me dice Marcos...

—...¿aquí? —pregunto...

—...no, más para allí...

—...¿aquí?...

—...más cerca...

—...es que me voy a caer dentro, Marcos...

—...tú hazme caso...

—...como quieras...

—...¡cuidado que!...

—...gracias por tus indicaciones...

—...pero si yo te he dicho...

—...sí, que te hiciera caso...

—...hombre, pero...

—...sí, ¿y ahora?, ahora qué dices, ¿Marcos?

—Qué te voy a decir, nada, que tenías razón

—Vamos al césped —dice Julián mirándose los pantalones

Marcos entra en el bar y saca tres vasos de plástico. Echamos los cortados. Cogemos las mochilas y nos sentamos. Julián bocabajo.

—Míralo —me dice Marcos enseñándome las imágenes del video

—Sí —dice Julián—, encima recochineo

Arrimo el ojo a la pantalla. Julián camina. Despacio. Hacia atrás. Un paso. Otro paso. Se cae, no se cae, se cayó. Marcos corre con la cámara en mano grabando. Tras los leones la cara de Julián. Me río por dentro. Marcos se parte. Julián saca una botella de agua de la bolsa. La abre y le moja. Marcos se cubre la cara con la camiseta que lleva puesta. Yo me quedo sin respiración al ver su barriga cubierta de pelo. Me giro hacia Julián. Noto las gotas de agua en mi cara. Será que lloro de felicidad. Marcos se baja la camiseta. Volvemos a tiempo real.

—Vale, vale —le dice Marcos

—Dejadme en paz, hombre

—Entonces, ¿habéis acabado de grabar? —pregunto a Marcos

—Ya está casi todo, ahora cuando nos vayamos le haré uno o dos primeros planos, a ver si se le va el mosqueo

—¿Comemos por aquí? —pregunto

—No, que es muy caro

—Vamos a la ciudad —me dice Julián— que queremos ir a un par de tiendas

—¿De películas? —pregunto

—De comics, juegos de rol...

—¿También dibujáis?

—Marcos sí

—¿Qué haces?

—Bueno, lo intento, una mezcla entre manga y cómic americano clásico

—Muy bien

—Tengo tres o cuatro personajes con vida propia que hacen un poco lo que les da la gana

—¿Publicas los tebeos?

—Todavía no, bueno, el nuevo que estoy haciendo me gustaría que viese la luz —dice sonrojándose

—¿Ya estás seco? —le pregunto a Julián

—No —tocándose

Me tumbo en el césped. Las manos en el cuello. Una mosca revolotea en mi camiseta. Aterriza en mi nariz. Soplo. Se va. Giro la cabeza. Marcos me está mirando. Sonríe. Le guiño un ojo. Tomamos el sol en silencio.

—Ya estoy —dice Julián levantándose

Cogemos las mochilas. Nos vamos. Julián delante. Marcos detrás grabando. Yo a dos o tres pasos. Llegamos a la parada. Marcos guarda la cámara. Subimos al autobús. Marcos a mi lado. Nos rozamos.

—...y en la Universidad de Castellón todos los años hacen un concurso de cortos —le digo a Julián

—Tenemos las direcciones —me dice—, este año nos hemos presentado con un par de cintas para el del FIB

—Es verdad, que también hacen uno

—Pero me temo que no hemos pasado a la final, si no ya nos hubieran llamado, ¿verdad Marcos?

—Sí

—¿No vais a los conciertos?, son este fin de semana y tocan...

Le rozo la teta a Marcos con el codo. Él con su barriga en mi mano.

—...y Radiohead como cabeza de cartel

—Teníamos pensado ir el sábado —continúa Julián—, si nos seleccionaban claro, pero supongo que iremos de todas formas

—Pues animaros, yo conozco...

Estoy empalmado. Trago saliva en medio de la frase. Marcos callado.

—... y por lo menos la cerveza os sale gratis

—Hombre, se agradece

Llega nuestra parada. Bajamos del autobús. Marcos me aprieta la mano. Aprieto fuerte. Suelta. Disimulamos.

—¿Vienes a ver tebeos? —me pregunta Julián

—Vale

Caminamos. Pasamos por delante de un bar de tapas. Lo dejamos para después de las compras. Miro el escaparate de una mercería, el de la panadería, el de un sex shop. Llegamos a la tienda de comics. Julián y Marcos directos a una sección de libros. Yo mirando un poco de aquí un poco de allá. Compro un tebeo de Ralf Konig y lo guardo en la mochila. La chica de la tienda nos observa. Pongo las manos en la espalda y sigo mirando los monigotes de la guerra de las galaxias, los juegos de rol, los soldados de plomo. Sobre una estantería la familia Griffin al completo: Peter, Lois, Meg, Chris, Brian y Stewie. Compro uno. Me aburro. Salgo de la tienda. Enciendo un cigarro. Julián y Marcos siguen comprando. Miro a los lados. Camino. Tiro el cigarro en la puerta del sex shop. Entro. Dejo la mochila a la chica que atiende. La guarda debajo de la barra. Miro las estanterías. Penes, cuero, vaginas. Al final de la tienda cabinas. De espaldas tres hombres eligiendo las películas que verán dentro. Les observo. Me acerco. Me miran. Miro las películas. De chicos y chicas. De chicas y chicas. De chicos y chicos. Trago saliva. El de mi lado me mira de reojo. Disimulo. Hago lo mismo cuando se gira. Es gordo. Muy gordo. La barriga le toca la pared. Vuelve a mirarme. Le miro las tetas que le aprietan la camisa. Miramos películas. En una de ellas tres chicos gordos y uno delgado. Le miro la barriga. Se desabrocha dos botones de la camisa. Hace calor. Trago saliva. Me mira. Noto el latido entre mis nalgas. Se abre una cabina. Me giro. Sale un señor mayor abrochándose el pantalón. Entra un hombre que miraba películas. Cierra la puerta. Me giro rápido antes que me vea el chico joven y gordo que espera dentro. El de mi lado me roza la mano. Giro despacio. Se desabrocha otro botón y disimula para que mire la gran cantidad de pelo que le asoma del pecho. Meto la mano al bolsillo y saco una moneda. La cabina se abre. Entro. Me sigue. Casi no cabe por la puerta. Cierra. Dentro más anchos. Se quita el último botón de la camisa. La abre. Me mareo. Miro. Su barriga descansando sobre un gran bulto. Lo toco. Duro. Bajo la cremallera. No creo lo que veo. Se me abren las piernas. Desabrocha. Los pantalones caen al suelo. Sin calzoncillos. Nunca algo tan grande entre mis dedos. Me arrodillo. Contemplo. La boca se me hace agua. Pruebo. Lubrico. Hasta dentro. Me meto el dedo en el agujero para ir haciendo hueco. Relajo. Otro dedo. Muevo. Me la saca de la garganta. Le miro desde abajo. Sudado. Me tumbo en la butaca bocabajo. Estira mis pantalones. Me mete el dedo gordo. Escupe. Mueve. Noto la uña. Lo saca. Miro por el espejo. Dos pasos hacia delante. Se lubrica. Apoya la barriga en mi espalda. La polla en mis nalgas. Dura. Enorme. Empuja. Me tiembla el cuerpo. La mete, para, dilato, sin prisa. Entra como una barra de pavo cocida. La noto en mi vientre. Pierdo las fuerzas. Él sin moverse. Yo empalado, agarrado a la butaca para no caerme. La saca. Se me va el alma. Respiro. Me gira. Abre mis piernas. Se acerca. Su barriga en mi barriga. Me mira. La mete. Caliente. Esta vez no duele tanto. Se mueve. Aparto la barriga y me masturbo. Se corre. Semen goteando por mi culo. La saca. Se arregla. Abre la puerta y se va. Saco la cabeza y miro fuera. Un señor barrigudo espera. Le hago una seña. Duda. Entra. Se quita la camiseta y me corro en sus tetas. Me giro, la mete, empuja, dura, muevo, gimo, eyacula. Nos aseamos y salimos. Miro al chico de la cabina. Me guiña un ojo. Le guiño otro. Cojo la mochila y salgo a la calle. Enciendo un cigarro. Fumo. Relajo el culo. El humo entra en mi cuerpo y sale fuera. Conmigo. Julián y Marcos en la puerta de la tienda con bolsas llenas de tebeos.

—¿Habéis dejado algo? —les pregunto

—Pues todavía nos queda —me dice Julián—, pero el hambre aprieta

Miro la barriga de Marcos. Caminamos hasta un bar de tapas. Entramos. Mochilas y bolsas en un par de sillas y nos sentamos en una mesa de cuatro. El camarero toma nota. Tapas, bebidas, bocatas. Entra en la barra. Sale. Deja tres vasos, tres cubiertos, servilletas y una jarra de cerveza fresca. Bebemos. Esperamos con un cigarro. Llegan las tapas. Apagamos y empezamos. Pedimos más pan. Otra de bravas. Los bocatas. Otra jarra. Lleno los vasos. Brindamos. Julián come rápido. Marcos en cuatro bocados. Yo mirando a ambos. Desaparecen los bocatas. Una jarra de cerveza más. Hablamos de cine, cortos, Marcos con las manos debajo de la mesa, fotografía, sonido, montaje, nos damos la mano, la mezcla, el resultado final, el público, nos acariciamos. Julián se va a mear. Nos separamos. Bebemos. Eructa. Sonrío. Tiene la cara roja. Le paso un cigarro y fumamos.

—¿Y qué hay de ti? —me pregunta

—¿De mí?

—Sí

—¿Qué quieres decir?

—¿A qué te dedicas?

—¿Mi trabajo?

—Tus aficiones

—No sé

—¿Dibujas?

—Ya me gustaría

—¿Pintas?

—He de probar algún día

—¿Entonces?

—¿Escribo?

—¿Tú me lo preguntas?

—Escribo

—¿El qué?

—Cosas

—¿Cosas?

—Una novela

—¿Sí?

—O algo así

—Tú sabrás

—Sí, una novela

—¿Y de qué va?

—De terror

—¿Monstruos?

—Casi, no, de personas

—¿Y a qué tienen miedo?

—A enamorarse

Llega Julián. Me levanto. Voy de lado a lado. Entro en el aseo. Corro el pestillo. Meo. El chorro contra el agua. Sigue. Apunto al cubito de la escobilla. Lo lleno. Termino. Me abrocho. Escupo. Me apoyo en el lavabo. Abro el grifo. Pongo las manos bajo el agua y me mojo la cara. Levanto la vista. Estoy en el espejo. Los ojos rojos. Sonrío. Me seco. Salgo del aseo. Voy a la mesa. Pedimos la cuenta. Pagamos a medias. Cogemos las cosas. Salimos. Tropiezo. Me voy al suelo.

—¿Estás bien? —me pregunta Julián recogiéndome

—Sí, un poco mareado

—¿Qué ha pasado? —nos pregunta Marcos saliendo del bar

—Cógele del brazo —Julián a Marcos—, ayúdame

Me arrastran hasta un banco. Yo cabeza abajo. Me sientan.

—¿Te apetece algo? —me pregunta Julián

—No

—¿Bicarbonato?

—No

—Podemos pedirlo en el bar —Julián a Marcos

—No, gracias, dejarme un momento que enseguida se me pasa

—Déjale —Marcos a Julián

—No ha bebido tanto, ¿no?

—Igual que nosotros

—A ver si le ha sentado mal la comida

—No creo

—Mejor que vomite, ¿verdad?

—Sí

—Oye —me dice Julián—, ¿quieres vomitar?

—No gracias, dejarme

—¿Te ayudamos?

—Ya pruebo yo

—Métele los dedos, Marcos

—Un momento —les digo

—Está blanco —Julián a Marcos

—Ya lo he visto

—¿Qué hacemos? ¿Voy yo a por los comics?

—Vale, yo me quedo

—¿Lo tumbamos en el césped?

—Vale

—No, estoy bien aquí —les digo

—Va —insiste Julián—, y duermes un poco

—Como queráis

Me cogen. Con cuidado. Me mareo. Caigo en redondo. Se está bien.

—¿Te pillo el quinto capítulo? —Julián a Marcos

—¿Llevas pelas?

—Sí

—Cómpralo

—Hasta ahora

—¿Te encuentras mejor? —me pregunta Marcos

—Sí, gracias, si quieres ve a la tienda que yo estoy bien

—Tranquilo

Abro los ojos. Está sentado junto a mí. Sonríe. Le sonrío y cierro los ojos.

—¿Quieres que te cante algo? —me pregunta

—Vale

Toca las palmas. Suave. Canta.

Es

la hora

tranquila de la tarde

Mi

delgadito

esperando a las tres

en el parque

Salgo

a la calle y lo veo leyendo sin

enterarse

Y sigo

mirándole

Y no puedo tocarle

—Qué bonita —le digo—, ¿es tuya?

—Se la escribí hace tiempo a un chico

—Sería un buen amigo

—Lo era

—¿Qué pasó?

—Me enamoré de él

—¿Te correspondió?

—Sí

—Perfecto, ¿no?

—Tenía pareja

—¿Y tú?

—También

—¿Y qué hacíais?

—Nada, hablar

—¿En el parque?

—A las tres, cuando acababa de trabajar

—¿De qué hablabais?

—De lo que hacíamos el fin de semana, de nuestras cosas

—Una bonita relación

—Lo era

—¿Por qué hablas en pasado?

—Porque cambié de trabajo

—¿Y ya no te hablas con él?

—Seguimos haciéndolo, con cartas, cada vez menos

—Es más bonito mirarse a la cara —le digo

—Sí

—Y tocarse las manos

—Sí

—Como cuando me acariciabas en el bar

—Sí

—¿Seguís cada uno con vuestra pareja?

—Claro

—Y cuando os encontráis, ¿qué hacéis?

—Nos fundimos en un abrazo eterno

—¿Qué quieres decir?

—Pues, como si no hubiera pasado el tiempo. Como antes de conocernos

—¿Antes de conoceros? ¿En otra vida?

—Sí

—¿Crees en la reencarnación?

—En el amor

—Pero les poníais los cuernos a vuestras parejas

—Entre él y yo nunca hubo sexo

—¿Por?

—No nos hacía falta

—¿Nada de sexo?

—Bueno, de vez en cuando pillábamos un calentón

—¿Y eso no son cuernos?

—Pusimos un límite

—¿Dónde está el límite en eso?

—Donde tú creas que debes ponerlo

—¿Nunca lo habéis cruzado?

—Hasta la fecha no, yo al principio estuve muy cerca, y es cuando me di cuenta dónde estaba el mío

—¿Te lo impidió él?

—Él cuidaba de sí mismo

—¿De su cuerpo?

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