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Authors: Josephine Angelini

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

Predestinados (20 page)

BOOK: Predestinados
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—¿Lennie? —llamó Claire con recelo.

Helena sonrió a Lucas y se giró hacia su mejor amiga.

—¿Dónde te has metido todo el fin de semana? —interrogó Claire mirando a Lucas con desconfianza.

—¿Me llamaste por teléfono? —le preguntó.

Helena agradeció que su amiga apareciera, pues era la excusa perfecta para deshacerse de Lucas y detener el fisgoneo que se estaba creando a su alrededor.

—Unas cinco veces. ¿Qué ha ocurrido?

—Mi móvil se ha estropeado —respondió excusándose. Entonces se giró hacia Lucas y añadió—: Tengo que ir a mi taquilla antes de entrar en tutoría. Gracias por traerme.

—De acuerdo. Te veo más tarde —respondió aceptando el rechazo de Helena con la mayor cortesía.

Lucas todavía no había dado tres pasos cuando Claire agarró a su amiga por el brazo y la empujó hacia su taquilla.

—¿Qué demonios ha sido eso? —le gritó.

Helena la acalló mientras intentaba recordar la combinación numérica para abrir su taquilla.

—Tuvimos una charla bastante larga —dijo rápidamente—, y ahora ya no nos odiamos.

—¿Una charla? Sí, claro. Estoy segura de que vuestras lenguas hicieron un gran trabajo, pero, por alguna razón, intuyo que no fue precisamente para hablar —espetó Claire.

Su mejor amiga se mostraba enfadada, pero Helena ahora estaba furiosa.

—¡Déjalo ya, Claire! ¡Te lo digo en serio! He tenido un fin de semana muy intenso. Siento no haberte llamado anoche pero mi padre estaba de un humor de perros por haberle dejado colgado en el aeropuerto.

—Bueno, ¡entonces cuéntamelo! —respondió Claire, a la defensiva—. Aunque lo cierto es que no tienes que decirme nada. A todos nos ha quedado claro que tú y Lucas sois ahora así, de repente, una pareja. —No sé lo que somos, pero te aseguro que no puede resumirse bajo la etiqueta de «pareja», ¿de acuerdo?

Tensa y nerviosa, Helena hojeaba los libros, percatándose de que no había hecho los deberes de ninguna asignatura.

—¿Por qué te cuesta tanto decirme la verdad? Te has acostado con él —acusó Claire. Su mirada revelaba que se sentía herida, pero lo cierto es que tenía algo de razón.

—¿Quieres la verdad? Pues sí, me he acostado con él. Dos veces. Pero no como tú crees —dijo con sinceridad. Rodeó a Claire y las dos amigas se dirigieron hacia el aula—. Ni siquiera nos hemos besado.

—¡Que te lo crees tú! —declaró Claire quedándose inmóvil en mitad del pasillo.

—Pregúntaselo a él. Tienes clase con Lucas todo el día —respondió Helena, calmada y seria.

El timbre del instituto vibró y las dos subieron corriendo los últimos peldaños para llegar a clase antes de que Hergie cerrara la puerta.

Tuvo una mañana horrible. Varios profesores la castigaron por no traer los deberes hechos a clase y todas sus compañeras estaban enfadadas porque Lucas la había acompañado al instituto en su despampanante coche. La relación de Helena con las demás chicas de la clase siempre había sido algo tensa. Durante años, se había esforzado por mostrarse agradable y simpática con ellas, pero en cuanto cayó en la cuenta de que si agachaba la cabeza y cerraba el pico estaba fuera del radar, se rindió.

Dejó de ser el blanco de las críticas durante años, hasta ahora, que había aparecido en el instituto cogida de la mano de Lucas Delos. Había cruzado una especie de línea imaginaria, rompiendo así una tregua que ella misma había aceptado al negarse a competir, y ahora sus compañeras le habían declarado una guerra. En todas las clases Helena se dedicaba a mirar únicamente la pizarra, pues si desviaba la vista solo advertía miradas desagradables. Y, como guinda del pastel, Lindsey difundía rumores viciosos sobre Helena a todo aquel que estuviera dispuesto a escucharla y, como colofón, Claire seguía dolida.

Al ver a Lucas en su taquilla, antes del almuerzo, se sintió aliviada y sonrió. Al parecer, era la única persona en todo el instituto dispuesta a devolverle la sonrisa.

—Con que vuelvo a caerte bien, ¿eh? —se burló Lucas mientras se aproximaba a él.

—Por favor, tú no —se quejó Helena—. ¿Tengo algún cartel en la espalda que ponga «patéame el culo»?

—Solo son rumores, Helena. No puedes permitir que te hagan daño —aconsejó dejando las bromas a un lado.

—Quizás a ti no te afectan —murmuró Helena. Se llevó una mano al estómago, gesto que Lucas advirtió. Estaba a punto de preguntarle qué le sucedía cuando, de forma inesperada, Héctor y Jasón aparecieron de la nada.

—Tu madre está aquí.

Lucas asintió con la cabeza, como si estuviera esperándola.

—¿Qué ocurre? —preguntó Helena.

—Nada. Tenemos una reunión con el director porque mi madre va a intentar convencerle de que nos readmita en el equipo de fútbol.

—Está jugando la carta de «tenga compasión por esta pobre mujer que está criando a tantos hombretones» y después le rogará que nos permita competir y ganar a equipos de otras escuelas para evitar que nos enfrentemos entre nosotros —explicó Jasón con una amplia sonrisa—. Nunca falla. Es como la Einstein de la culpabilidad.

—Un momento, ¿a vosotros tres se os permite jugar al fútbol? —preguntó Helena frunciendo el ceño, como si no diera crédito a lo que oía—. Quiero decir que vosotros tenéis mucha ventaja, lo cual es injusto para el resto del equipo.

—Mira quién habla, la estrella de atletismo —respondió Héctor con vehemencia.

—Helena entrena porque necesita una beca para la universidad —justificó Lucas lanzándole una mirada de advertencia a su primo—. Practicamos deporte porque eso es lo natural y habitual. De hecho, en ocasiones nos molesta porque nos vemos obligados a fingir que somos lentos y débiles.

—Y también invertimos mucho tiempo en asegurarnos de que nadie sale herido cuando jugamos —añadió Jasón con una sonrisa compungida—. La verdad es que deberíamos competir entre nosotros en vez de fingir que nos enfrentamos a mortales, pero no sé si parecería muy normal.

—En fin, buena suerte en vuestra parodia de aparentar normalidad —dijo Helena con brío mientras se hacía a un lado para que Jasón y Héctor pasaran.

—Nos vemos después de las clases —prometió Lucas mientras seguía a sus primos.

Sin que Jasón ni Héctor se dieran cuenta, miró de reojo a Helena con cierta angustia. La joven procuró sonreír, pero su expresión era tan falsa que incluso llegó a preguntarse si Lucas podía notar la mentira oculta en ella.

La chica se encorvó al entrar en la cafetería, con la esperanza de pasar desapercibida y no llamar la atención de nadie. Avistó a Lindsey cuchicheando algo a Amy Heart y, acto seguido todas las chicas de la mesa de animadoras empezaron a mofarse de Helena. Se quedó pasmada. De hecho, tardó tanto en reaccionar que cuando se dispuso a seguir su camino, todos los presentes en la cafetería la miraban fijamente. Se refugió en su mesa habitual con Matt y Claire, convencida de que en breve notaría retortijones.

—¿Quieres hacer el favor de ponerte derecha? —ladró Claire—. No hay nada más patético que observarte arrastrando los pies por el jodido suelo. Te prometo que si vuelvo a pillarte haciéndolo una vez más acabarás con mi paciencia.

Aquello era el colmo. Helena se dio media vuelta y huyó de la cafetería. A toda prisa se escondió en el baño de chicas, donde intentó almorzar sentada sobre un lavamanos, pero el ambiente era tan poco apetecible que tras unos bocados se dio por vencida y tiró el bocadillo. Logró sobrevivir a las tres últimas horas de clase y prácticamente salió corriendo hacia el vestuario femenino cuando el timbre sonó por última vez. Sin embargo, cuando llegó, Claire ya estaba allí, esperándola.

—Siento haberte gritado antes —reconoció con las mejillas sonrojadas. Estaba tan guapa cuando se disculpaba que Helena no era capaz de guardarle rencor.

—Bah, no te preocupes. Últimamente parezco más excéntrica de lo habitual. Si yo fuera tú, también me habría enfadado —dijo Helena mientras rodeaba a su amiga por los hombros y la guiaba hacia el exterior.

—Solo una cosa. Después te dejaré en paz para siempre, o hasta que tú decidas que quieres hablar conmigo sobre todo este asunto —comentó Claire mientras cruzaban el campo de fútbol.

A Helena se le había agotado la paciencia y no soportaría más preguntas.

—No nos hemos besado, Risitas —respondió antes de que su mejor amiga pudiera articular la pregunta.

—¿De verdad? —vociferó Claire.

Helena afirmo con la cabeza y le atizó un golpe con la cadera.

—De verdad, de verdad. Estuvimos a punto de besarnos una vez, pero Lucas insistió en que me acostara e intentara dormir.

—¡Qué me dices! —chilló Claire.

Helena la agarró por el brazo y le tapó la boca con la mano.

—Está justo allí —indicó señalándole con la barbilla—. Ya te dije que si ocurría algo entre nosotros serías la primera en saberlo. No estoy ocultando ningún secreto.

Claire le dedicó una mirada cómplice.

—Siempre me has ocultado secretos, pero no me importa. Sé que cuando estés preparada me los desvelarás —dijo con tono paciente.

Entonces, de manera espontánea, Claire le hizo una zancadilla e intentó forcejear con ella en el suelo. Helena fingió estar dominada por su íntima amiga, que pesaba como una pluma. Las dos reían a carcajada limpia. Pero la diversión solo duró unos instantes.

—Marchaos a un motel —dijo una voz masculina.

—Ya te gustaría —respondió enseguida Claire—. Espera, ¿cómo has llegado hasta aquí tan rápido?

Helena dio una voltereta en el suelo, se apartó el pelo enredado de la cara y distinguió las siluetas de Jasón y Lucas, que estaban de pie junto a ellas.

—Desde el campo vimos que os caíais del suelo y vinimos corriendo por si os había ocurrido algo —respondió Lucas, ignorando la pregunta de Claire.

—Gracias. Claire tiene sed de sangre —añadió Helena mientras Lucas se ofreció a ayudarla a levantarse.

—Un metro cincuenta y siete centímetros de puro terror —bromeó Claire mientras extendía la mano, para que Jasón la agarrara y tirara de ella. No obstante, Jasón optó por cruzarse de brazos deliberadamente.

—¿Eso es lo que mides sin tus ridículos zapatos? —preguntó con sorna—. Creo que cuando nací ya era más alto que tú.

—No me cabe la menor duda. Un metro cincuenta de cara y siete centímetros de culo —murmuró Claire mientras se ponía en pie.

—¡Claire! —exclamó Helena, asombrada por el comentario de su amiga.

Lucas no pudo contener la risa. Jasón fingió tomarse bien la broma, pero Helena sospechaba que había herido sus sentimientos, por lo que se aguantó la risa y pellizcó a Claire como castigo. Su amiga aulló a modo de protesta, indicando que los pellizcos habían dejado de ser una medida de mortificación desde que cumplieron diez años. Estaba a punto de burlarse otra vez de Jasón cuando su entrenador de fútbol ordenó a los chicos Delos que regresaran a su entrenamiento.

Helena observó a Lucas trotar por el campo de fútbol. La imagen de Lucas bajo el resplandor del sol vespertino era la más hermosa que jamás había contemplado.

—Mierda, llegamos tarde —se quejó Claire.

De inmediato, las dos aceleraron el paso para alcanzar a sus compañeras de equipo hasta llegar a la línea de salida, donde la entrenadora Tar estaba esperándolas con su carpeta. Ya había empezado a anunciar la salida, así que Helena y Claire no aminoraron el ritmo cuando cruzaron la línea. Apuntó su tiempo y meneó la cabeza.

—¡Hamilton! ¡Por llegar tarde me debes una última vuelta un minuto más rápida que las demás! —gritó.

—¡Desde luego, entrenadora! —chilló Helena, que en cuanto se dispuso a reprender a su amiga, bajo la voz—: ¿Por qué has dicho eso? —preguntó. Todavía se sentía mal por Jasón.

—¡Porque la sensación ha sido formidable! —respondió Claire, que no mostraba ninguna intención de sentirse culpable.

—Jasón me cae bien —admitió Helena, lo cual era cierto. Él siempre se había mostrado amable y, al parecer, tenía la cabeza bien amueblada—. Es un chico muy majo y te has portado fatal con él.

—Lógico que te caiga bien. Jasón es simpático con todo el mundo, excepto conmigo. Tú no vienes a clase con nosotros, así que no has podido verlo con tus propios ojos, pero cuando discutimos siempre intenta dejarme a la altura del betún. Se pone en mi contra sea cual sea mi opinión sobre el tema. Incluso cuando estamos de acuerdo en algo, discute por discutir.

—¿Y por qué crees que lo hace? —preguntó Helena con una sonrisilla maléfica.

—Se lo pregunté. ¿Quieres saber qué me dijo? —continuó Claire, cada vez más encendida por la conversación—: Me contestó que al resto de la clase le asusta enfrentarse a mí en un debate, pero que a él no le importa, y que debería estar contenta por tener a alguien que me obliga a esforzarme por una vez en la vida.

—¿Cómo se atreve a retarte para que te esfuerces más? —preguntó Helena, fingiendo estar horrorizada ante la idea.

—Créeme, no lo está haciendo como un favor. Simplemente está intentando demostrar que es más listo que yo.

—¿Y lo es?

—Oh, y yo qué sé. Quizá. Lucas es más listo que todos nosotros, así que se merece el título de mejor estudiante del año, sin duda. Y no olvidemos a Ariadna. Es una chica brillante, pero creo que puedo superarla. Ya veremos qué pasa —dijo Claire mordiéndose el labio inferior.

Estaba muy preocupada por esa nueva competencia, y eso que Helena aún no le había preguntado por cómo iban las clases. Al parecer, su mejor amiga se había resignado, dando por perdido el sueño de graduarse como la mejor de la promoción, y por lo visto, Helena lo había pasado por alto. —Estos últimos dos días he sido una amiga terrible, ¿verdad? —aseguró Helena, que de repente se sintió indignada consigo misma.

—No diría terrible —respondió Claire con una sonrisa irónica—, pero, si quieres, puedes hacerme un favor y todo quedaría en el olvido. —Lo que sea —replicó Helena de inmediato.

—Podrías mantener a Lucas despierto y ocupado la noche antes de los exámenes… —sugirió Claire, que enseguida alzó los brazos para defenderse de la ira fingida de su amiga—. No sé por qué no lo aceptas de una vez. Primero, es asquerosamente atractivo. Segundo, es tan asquerosamente atractivo que necesitas decirlo dos veces. Tercero, vio que te caías y abandonó su entrenamiento para comprobar que estabas bien. Eso es… como devoción.

Helena no sabía qué responder. No podía explicarse que Lucas solo se había acercado para asegurarse de que estaba bien porque varios familiares suyos estaban intentando matarla. De repente, le vino la imagen de Kate inconsciente y abatida sobre el barro, y su estómago se quejó. Claire también estaba en peligro por estar cerca de ella.

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