Read Rama II Online

Authors: Arthur C. Clarke y Gentry Lee

Tags: #Ciencia Ficción

Rama II (13 page)

BOOK: Rama II
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Los problemas siguientes ya no eran tan fáciles. En cada rompecabezas sucesivo eran añadidas más complicaciones. Los humanos cometieron su primer error en la octava matriz, los delfines en la novena. En total el doctor Bardolini exhibió dieciséis matrices, la última tan complicada que al menos había que reconocer adecuadamente diez esquemas de cambio distintos para identificar el último elemento que debía ser entrado. La puntuación final fue un empate, Humanos 12, Delfines 12. Ambas parejas hicieron una inclinación de cabeza, y la audiencia aplaudió.

Nicole consideró el ejercicio fascinante. No estaba segura de creer en la afirmación del doctor Bardolini de que la competición era honesta y no ensayada, pero eso no le importaba. Lo que consideraba interesante era la naturaleza en sí de la competición, la idea de que la inteligencia podía ser definida en términos de la habilidad de identificar esquemas y tendencias.
¿Existe alguna forma en la que pueda ser medida una síntesis?
, pensó.
En los niños. O incluso, incidentalmente, en los adultos
.

Nicole había participado en el test junto con los humanos y los delfines y había respondido correctamente las primeras trece pruebas, fallando en la catorce a causa de una descuidada suposición, y apenas terminando la quince con la respuesta correcta antes de que sonara el zumbador que indicaba el final del tiempo concedido. No tuvo ni idea de por dónde empezar en la dieciséis.
¿Y qué pasa con ustedes, ramanes?
, se estaba preguntando cuando Francesca regresó al micrófono para presentar al ídolo de Geneviéve, Julien LeClerc.
¿Hubieran sido capaces de responder correctamente a todas las dieciséis pruebas en una décima del tiempo concedido? ¿Una centésima?
Tragó saliva cuando se dio cuenta de todo el abanico de posibilidades.
¿O quizás incluso una millonésima?

"Nunca había vivido hasta que te encontré... Nunca había amado hasta que te vi..." La suave melodía de la vieja grabación nadó en la memoria de Nicole y trajo de vuelta una imagen de hacía quince años, de otro baile con otro hombre cuando ella aún creía que el amor podía conquistarlo todo. Julien LeClerc interpretó mal sus señales corporales y la atrajo más hacia sí. Nicole decidió no luchar contra ello. Se sentía ya muy cansada y, a decir verdad, se sentía bien siendo abrazada estrechamente por un hombre por primera vez en varios años.

abía cumplido su trato con Geneviéve. Cuando Monsieur LeClerc terminó su corto recital de canciones, Nicole se acercó al cantante francés y le dio el mensaje de su hija. Como había anticipado, él interpretó que aquello significaba algo completamente distinto. Habían seguido hablando mientras Francesca anunciaba a los participantes en la fiesta que no habría más diversiones formales hasta pasada la medianoche y que todos los invitados eran libres de beber o comer o bailar al compás de la música grabada hasta entonces. Julien le ofreció su brazo a Nicole, y los dos regresaron al pórtico, donde habían estado bailando desde entonces.

Julien era un hombre apuesto, recién cumplidos los treinta, pero no era realmente el tipo de Nicole. En primer lugar, era demasiado vanidoso para ella. Hablaba todo el tiempo de sí mismo, y no prestaba ninguna atención cuando la conversación derivaba hacia otros temas. Aunque era un buen cantante, no tenía ninguna otra característica particularmente relevante.
Pero
, razonó Nicole mientras seguían bailando y eso atraía las miradas de los demás invitados,
es bueno como bailarín también, no me ha pisado ni una sola vez
.

En una pausa en la música, Francesca acudió a hablar con ella.

—Muy bien por usted, Nicole —dijo, y su franca sonrisa parecía genuina—. Me alegra ver que se divierte. —Le ofreció una pequeña bandeja con media docena de oscuras bolas de chocolate ligeramente espolvoreadas de blanco, posiblemente azúcar en polvo.

—Pruébelas, son fantásticas —dijo—. Las hice especialmente para el equipo Newton.

Nicole tomó una de las golosinas y se la metió en la boca. Era deliciosa.

—Ahora tengo que pedirle un favor —prosiguió Francesca tras unos breves segundos—. Puesto que nunca he conseguido programar una entrevista personal con usted, y puesto que nuestro correo indica que hay millones de personas ahí fuera a las que les gustaría saber algo más sobre usted, ¿cree que podríamos ir unos momentos a nuestro estudio aquí y concederme diez o incluso cinco minutos antes de medianoche? Nicole miró intensamente a Francesca. Una voz dentro de ella le estaba lanzando una advertencia, pero su mente, de algún modo, embarullaba el mensaje.

—Estoy de acuerdo con ello —dijo Julien LeClerc mientras las dos mujeres se miraban—. La prensa siempre habla de la "misteriosa dama cosmonauta", o se refiere a usted como "la princesa de hielo". Muéstreles lo que me ha mostrado a mí esta noche, que es usted una mujer normal y sana como todas las demás.

¿Por qué no?
, decidió finalmente Nicole, ahogando su voz interior.
Al menos, haciéndolo aquí, no implicaré ni a papá ni a Geneviéve
.

Habían empezado a caminar hacia el estudio provisional al otro lado del pórtico cuando Nicole vio a Shigeru Takagishi al otro lado de la habitación. Estaba apoyado contra una columna y hablaba con un trío de hombres de negocios japoneses vestidos formalmente como tales.

—Disculpen un momento —dijo Nicole a sus compañeros—. Vuelvo enseguida. Se dirigió hacia allá.


Tanoshii shinnen, Takagishi-san
—saludó Nicole. El científico japonés se volvió, sobresaltado al principio, y sonrió cuando vio que era ella. Tras presentar formalmente a Nicole a sus asociados, y las corteses inclinaciones de saludo y reconocimiento, Takagishi inició una educada conversación.


O genki desu ka?
—preguntó.


O kage sama de
—respondió ella. Se inclinó hacia su colega japonés y le susurró al oído: —Sólo tengo un minuto. Deseaba decirle que he examinado atentamente todo su historial, y que estoy completamente de acuerdo con su médico personal. No hay ninguna razón para decir nada acerca de su anomalía cardíaca al comité médico.

Pareció como si el doctor Takagishi acabara de recibir la noticia de que su esposa había dado a luz un niño perfectamente sano. Empezó a decir algo personal a Nicole, pero recordó que estaba en medio de un grupo de sus compatriotas.


Domó arigató gozaimasu
—dijo a Nicole cuando ésta se retiraba ya, y sus cálidos ojos reflejaron la profundidad de su agradecimiento.

Nicole se sintió maravillosamente cuando entró casi bailando en el estudio, entre Francesca y Julien LeClerc. Posó voluntariamente para los fotógrafos mientras la signora Sabatini se aseguraba de que todo el equipo de televisión funcionaba correctamente para la entrevista. Bebió un poco más de champagne y casis, hablando intermitentemente con Julien. Finalmente ocupó una silla al lado de Francesca bajo los potentes focos. Es estupendo, no dejaba de pensar mientras recordaba su breve conversación con Takagishi,
poder ayudar a un hombre tan brillante como él
.

La primera pregunta de Francesca fue bastante inocente. Quiso saber si Nicole se sentía excitada acerca del próximo lanzamiento.

—Por supuesto —respondió Nicole. Luego dio un breve resumen de los ejercicios de entrenamiento que el equipo de cosmonautas había seguido mientras aguardaban el momento de la cita con Rama II. Toda la entrevista fue realizada en inglés. Las preguntas fluyeron en un esquema ordenado. Francesca le pidió a Nicole que describiera su papel en la misión, lo que esperaba descubrir ("Realmente no lo sé, pero, sea lo que fuere, lo que descubramos será extremadamente interesante"), y cómo había llegado a la Academia del Espacio. Tras unos cinco minutos, Nicole se sentía tranquila y muy cómoda; tenía la impresión de que ella y Francesca habían entrado en un ritmo complementario.

Entonces Francesca formuló tres preguntas personales, una sobre su padre, una segunda sobre la madre de Nicole y la tribu senoufo en Costa de Marfil, y la tercera acerca de su vida con Geneviéve. Ninguna de las tres fue difícil de contestar. De modo que Nicole se halló completamente desprevenida para la última pregunta de Francesca.

—Es evidente por las fotografías de su hija que su piel es considerablemente más clara que la de usted —dijo Francesca, en el mismo tono y actitud que había utilizado para todas las demás preguntas—. El color de la piel de Geneviéve sugiere que su padre es probablemente blanco. ¿Quién es el padre de su hija?

Nicole sintió que su corazón se aceleraba cuando oyó la pregunta.

Luego el tiempo pareció congelarse. Un sorprendente flujo de poderosas emociones la abrumó, y temió echarse a llorar. Una brillante y cálida imagen de dos cuerpos abrazados reflejados en un amplio espejo estalló en su mente y la hizo jadear. Se miró momentáneamente los pies, intentando recobrar su compostura.

Maldita mujer estúpida
, se dijo a sí misma mientras luchaba por aplacar la combinación de furia y dolor y amor recordado que se había estrellado sobre ella como una fuerte ola.
Hubieras debido esperarlo
. De nuevo la amenaza de las lágrimas, y luchó contra ellas. Alzó la vista hacia las luces y Francesca. Las lentejuelas doradas de la parte delantera del vestido de la periodista italiana se habían agrupado formando un dibujo, o así le pareció a Nicole. Vio una cabeza en las lentejuelas, la cabeza de un gran felino, de ojos brillantes y boca llena de agudos dientes recién entreabierta.

Finalmente, tras lo que pareció una eternidad, Nicole tuvo la sensación de que sus emociones estaban de nuevo bajo control. Miró furiosamente a Francesca.


Non voglio parlare di quello
—dijo tranquilamente en italiano—.
Abbiamo termínato questa intervista
. —Se puso de pie, se dio cuenta de que estaba temblando, y se sentó de nuevo. Las cámaras seguían rodando. Inspiró profundamente durante varios segundos. Finalmente, se puso de pie de nuevo y salió del estudio temporal.

Sintió deseos de huir, de echar a correr lejos de todo, de ir a alguna parte donde pudiera estar a solas con sus sentimientos íntimos. Pero era imposible. Julien la sujetó apenas salía de la entrevista.

—¡Qué maldita puta! —exclamó, agitando un dedo acusador en dirección a Francesca. Había gente alrededor de Nicole. Todos estaban hablando al mismo tiempo. Tenía problemas en enfocar sus ojos y oídos en medio de toda la confusión.

En la distancia Nicole oyó música y la reconoció vagamente, pero la canción estaba ya más de la mitad antes de que se diera cuenta de que se trataba de
Auld Lang Syne
. Julien tenía el brazo sobre su hombro y estaba cantando ardientemente. También dirigía al grupo de veinte personas o más que se había congregado alrededor para cantar todos juntos las últimas estrofas. Nicole moduló mecánicamente las últimas palabras e intentó mantener el equilibrio. De pronto un húmedo par de labios se posó sobre los suyos y una activa lengua intentó abrirse camino en su boca. Julien la estaba besando febrilmente, los fotógrafos estaban tomando instantáneas alrededor, había una increíble cantidad de ruido. La cabeza de Nicole empezó a dar vueltas y tuvo la impresión de que iba a desmayarse. Luchó contra todo ello, finalmente consiguió arrancarse de los brazos de Julien.

Retrocedió tambaleante unos pasos y chocó contra un furioso Reggie Wilson. Éste la apartó a un lado en su prisa por agarrar a una pareja que compartía un profundo beso de Año Nuevo a la luz de los flashes. Nicole lo miró desinteresadamente, como si se hallara en un cine, o incluso en uno de sus propios sueños. Reggie apartó a la pareja y alzó el brazo derecho como si fuera a golpear al otro hombre. Francesca Sabatini la contuvo mientras un confuso David Brown se apartaba de su abrazo.

—Mantén tus manos lejos de ella, maldito bastardo —gritó Reggie, aún amenazando al científico norteamericano—. Y no pienses ni por un minuto que no sé lo que estás haciendo. —Nicole no podía creer lo que estaba viendo. Nada tenía ya ningún sentido. Al cabo de unos segundos la habitación estaba llena de guardias de seguridad.

Nicole fue una de las muchas personas sacadas sumariamente del lugar mientras se restablecía de nuevo el orden. Mientras abandonaba la zona del estudio pasó junto a Elaine Brown, sentada a solas en el pórtico con la espalda apoyada contra una columna. Nicole había conocido a Elaine y había disfrutado de su compañía cuando había ido a Dallas a hablar con el médico de familia de David Brown acerca de sus alergias. En este momento Elaine estaba obviamente borracha y sin ningún humor para hablar con nadie.

—Mierda —la oyó murmurar Nicole—. Nunca hubiera debido mostrarle los resultados hasta después de que yo misma los hubiera publicado. Entonces todo habría sido distinto.

Nicole abandonó la gala tan pronto como consiguió arreglar su transporte de vuelta a Roma. Francesca, increíblemente, intentó escoltarla hasta la limusina como si no hubiera ocurrido nada. Nicole rechazó secamente la oferta de su compañera cosmonauta y salió sola.

Empezó a nevar durante el viaje de vuelta al hotel. Nicole se concentró en los copos que caían y finalmente fue capaz de despejar lo suficientemente su cabeza como para evaluar la velada. De una cosa estaba completamente segura. Había habido algo no habitual y muy poderoso en aquella bola de chocolate que había comido. Nicole nunca había estado antes tan cerca de perder completamente el control de sus emociones.
Quizá le dio una a Wilson también
, pensó.
Y eso explica parcialmente su explosión. Pero, ¿por qué?
, se preguntó de nuevo.
¿Qué es lo que intenta conseguir?

De vuelta en el hotel, se preparó rápidamente para meterse en la cama. Pero justo cuando iba a apagar las luces creyó oír un suave llamada a la puerta. Se detuvo y escuchó, pero no hubo ningún sonido durante varios segundos. Ya casi había decidido que sus oídos le habían jugado un truco cuando oyó la llamada de nuevo. Se puso la bata del hotel y se acercó cautelosamente a la puerta cerrada por dentro.

—¿Quién es? —dijo con voz fuerte pero sin mucha convicción—. Identifíquese.

Oyó un sonido raspante y una hoja de papel se deslizó por debajo de la puerta. Nicole, aún cautelosa y asustada, recogió el papel y lo desdobló. En él había escritas, en el alfabeto original senoufo de la tribu de su madre, tres simples palabras:
Ronata. Omeh. Aquí
. Ronata era el nombre de Nicole en senoufo.

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