La escena alteró sobremanera el talante de todos los seres humanos. Mientras Archie explicaba lo ocurrido a Max y Eponine y Ellie traducía (Max estaba demasiado agitado como para intentar hacer uso del traductor), los mellizos Watanabe se acurrucaban fuertemente contra Nai, y Nikki extendía los brazos para que su abuelo la alzara.
—Esa especie no es muy inteligente —dijo Archie a sus amigos humanos—, y hemos tenido dificultades para erradicarle las tendencias agresivas. El ser en particular que eché del transporte ha dado problemas con anterioridad. La optimizadora responsable de esa especie ya lo marcó, puede ser que lo hayan notado, con los dos pequeños puntos verdes en la parte posterior del caparazón… Esta última transgresión indudablemente va a dar por resultado su exterminación.
Cuando Ellie terminó la traducción, los seres humanos inspeccionaron metódicamente a los demás alienígenas que iban en el transporte, buscando la existencia de más puntos verdes. Aliviados al ver que todos los demás pasajeros eran seguros, los adultos se aflojaron un poco.
—¿Qué dijo esa
cosa
? —le preguntó Richard a Archie cuando el transporte se acercaba a otra parada.
—Era una reacción normal de amenaza —contestó Archie—, típica de animales con reducida capacidad de inteligencia… Sus pautas antenales trasmitieron un mensaje tosco, con muy poco de verdadera información real.
El transporte continuó por la avenida durante ocho o diez nillets más, deteniéndose dos veces para recibir más pasajeros, entre ellos media docena de octoarañas y alrededor de otros veinte seres que representaban cinco especies diferentes. Cuatro de los animales color azur, que en sus hemisferios superiores tenían el material ondulante parecido a un cerebro, se agazaparon justo delante de Richard, que todavía sostenía a Nikki. Su colectiva variedad de ocho antenas con nudosidades se extendió hacia arriba, en dirección de los pies de Nikki, y se entrelazó, como si se estuvieran comunicando. Cuando la niña humana movió levemente los pies, las antenas se retrajeron con rapidez dentro de la extraña masa que formaba la parte principal del cuerpo de esos alienígenas.
El transporte ya estaba atestado. Un animal al que los humanos nunca habían visto antes, y al que Max más tarde describió con precisión como una salchicha polaca con nariz larga y seis patas cortas, se izó por una de las barras verticales, y con las zarpas anteriores aferró el pequeño bolso de mano de Nai, Jamie medió antes que se produjera algún daño al bolso o a Nai, pero unos segundos después Galileo pateó con fuerza a la salchicha, haciendo que se soltara de la barra. El chico explicó que había creído que la salchicha se estaba preparando para aferrar otra vez el bolso. El ser retrocedió y fue a otra sección del transporte, mirando fija y cautelosamente con su único ojo a Galileo.
—Será mejor que tengas cuidado —previno Max sonriendo, mientras despeinaba el cabello del chico—, o las
octos
te van a poner dos puntos verdes en el trasero.
La avenida estaba bordeada por edificios de uno y dos pisos, casi todos pintados con diseños geométricos en vivos colores. Guirnaldas y coronas de flores y hojas de tonos brillantes festoneaban las arcadas y las terrazas. En una pared larga, de la que Hércules le dijo a Nai que era la parte de atrás del hospital principal, un enorme mural rectangular, de cuatro metros de altura y veinte de largo, representaba los médicos octoaraña auxiliando a sus propios enfermos, así como ayudando a muchos de los demás seres que habitaban la Ciudad Esmeralda.
El transporte disminuyó levemente su velocidad y empezó a subir por una rampa. Cruzó un puente de varios centenares de metros de largo, que pasaba por encima de un río o canal ancho en el que se veían barcos, muchas octoarañas que jugueteaban y varios seres marinos desconocidos. Archie explicó que estaban ingresando en el corazón de la Ciudad Esmeralda, donde tenían lugar todas las ceremonias principales y donde vivían y trabajaban los optimizadores “más importantes”.
—Por allá —dijo, señalando un edificio octogonal de unos treinta metros de altura— está nuestra biblioteca y centro de información.
En respuesta a la pregunta de Richard, Archie dijo que el canal, o foso, rodeaba por completo el “centro administrativo”.
—Salvo por las ocasiones especiales, como la de hoy, o por algún propósito oficial aprobado por los optimizadores —dijo Archie—, sólo a las octoarañas se les permite el acceso a esta zona.
El transporte se estacionó en una planicie grande y desnuda, al lado de una estructura oval que parecía un estadio o, quizás, un salón de actos al aire libre. Nai le dijo a Patrick, después que descendieron, que había sentido más claustrofobia durante la última parte del trayecto que nunca antes, desde que estuvo en el subterráneo de Kioto a la hora de salida de los trabajos, durante el viaje que hizo para conocer a la familia de Kenji.
—Por lo menos, en Japón —dijo Patrick con leve encogimiento de hombros— estabas rodeada por otros seres humanos… Aquí fue tan espeluznante… Me sentí como si hubiera estado sometido al escrutinio de todos ellos. Tuve que cerrar los ojos para conservar la cordura.
Cuando se apearon y empezaron a desplazarse hacia el estadio, los seres humanos caminaban formando un grupo, rodeado por sus cuatro octoarañas amigas y las otras dos
octos
que habían ascendido al vehículo antes que saliera de la zona humana. Estas seis octoarañas protegían a Nicole y los demás de las apiñadas hordas de seres que hormigueaban en todas direcciones. Eponine empezó a sentirse desfallecer, tanto por la combinación de olores e imágenes, como por la caminata, así que Archie detenía la procesión cada cincuenta metros, más o menos. Finalmente, ingresaron por uno de los portones y las octoarañas condujeron a los seres humanos a la sección que les estaba asignada.
Sólo había un asiento en la sección que se había reservado para humanos. De hecho, podía ser que Eponine tuviera el único asiento de todo el estadio. Al recorrer la tribuna superior del estadio con los prismáticos de Richard, Max y Patrick vieron muchos seres que se inclinaban apoyándose o asiéndose de los fuertes postes verticales diseminados por las terrazas, pero en ninguna otra parte pudieron ver asientos.
Benjy estaba fascinado por los bolsos de tela que Archie y algunas de las otras octoarañas portaban. Los bolsos, todos idénticos, tenían el tamaño aproximado de un bolso de mano de mujer y eran blancuzcos. Colgaban en lo que se podría llamar el nivel de la cadera de las octoarañas, atados a la cabeza por una simple tira. Nunca antes los seres humanos habían visto a las
octos
con un accesorio. Benjy los advirtió de inmediato y le preguntó a Archie acerca de ellos mientras el grupo estaba parado en la plaza. En aquel momento, Benjy supuso que Archie no había comprendido la pregunta y él mismo la olvidó, hasta que llegaron al estadio y vio los otros bolsos similares.
Archie se mostraba inusitadamente vago en su explicación sobre el objeto del bolso. Nicole tuvo que pedirle que repitiera los colores antes de traducirle a Benjy lo que aquél decía.
—Archie dice que es equipo que podría necesitar para protegemos en una emergencia.
—¿Qué clase de e-equi… po? —preguntó Benjy, pero Archie ya se había alejado varios metros y estaba hablando con una octoaraña de una sección adyacente.
Los seres humanos estaban separados de las demás especies, tanto por dos bandas de tensa cuerda metálica sujetas alrededor de las partes superior e inferior de los postes del exterior de su enclave, como por sus protectores octoaraña (o guardias, como los llamaba Max), que se apostaron en la zona vacía que había entre las diferentes especies. Además de los humanos, a la derecha había un grupo de varios centenares de los alienígenas de miembros flexibles, los mismos seres que habían construido la escalera debajo de la cúpula arco iris. A la izquierda y por debajo del clan humano, del otro lado de una gran zona vacía, había alrededor de mil animales marrones, rechonchos, parecidos a iguanas, con largas colas ahusadas y dientes sobresalientes. Las iguanas tenían el tamaño de gatos domésticos.
Lo que resultaba inmediatamente obvio era que todo el estadio estaba rígidamente segregado. Cada especie estaba ubicada con los de su propia clase. Más aún, salvo por los “guardias”, no había octoarañas en la tribuna superior. Las quince mil
octos
(estimación de Richard) que asistían como espectadoras se ubicaban en la tribuna inferior.
—Hay varias razones para la segregación —explicó Archie mientras Ellie traducía para todos los demás—. Primera, que lo que diga la Optimizadora Principal va a ser trasmitido en treinta o cuarenta idiomas simultáneamente. Si ustedes miran con cuidado, verán que cada sección especial tiene un aparato, aquí está el de ustedes, por ejemplo, lo que Richard llama altoparlante, que expone lo que se está diciendo, en el idioma de esa especie. Todas las
octos
, incluidos los diversos morfos, pueden entender nuestro lenguaje normal de colores. Ese es el motivo de que todos estemos en la tribuna inferior, en la que no hay equipo especial de traducción…
—Permítanme mostrarles de qué estoy hablando. Miren hacia allá (Archie extendió un tentáculo), ¿ven ese grupo de cangrejos rayados? ¿Ven los dos grandes alambres verticales que hay en esa mesa, en el frente de esa sección? Cuando Optimizadora Principal empiece a hablar, esos alambres van a ponerse en marcha y a exponer, en el idioma antenal de los cangrejos, lo que se está diciendo.
Mucho más abajo de ellos, sobre la parte de arriba de lo que, en un estadio de la Tierra, habría sido un campo de juegos hundido, había una amplia cubierta con listas de colores, suspendida de puntales unidos a las secciones inferiores de la tribuna inferior.
—¿Puedes leer lo que dice? —le preguntó Ellie a su padre.
—¿Qué? —dijo Richard, todavía pasmado por la magnitud del espectáculo.
—Hay un mensaje en la cubierta —le hizo notar Ellie, señalando hacia abajo—. Lee los colores.
—Bien. —Richard leyó muy lentamente—. Munificencia significa alimentos, agua, energía, información, equilibrio y… ¿cuál es la última palabra?
—Yo la traduciría como “diversidad” —dijo Ellie.
—¿Qué quiere decir el mensaje? —preguntó Eponine.
—Barrunto que lo vamos a descubrir.
Minutos más tarde, después que Archie les dijera a los humanos que otro motivo para la segregación de las especies era confirmar las estadísticas censales de las octoarañas, dos parejas de gigantescos animales negros enrollaron la cubierta del campo en dos postes largos y gruesos. Las parejas empezaron en lados opuestos de la parte media del ruedo y, después, se desplazaron hacia sendos extremos del estadio, envolviendo la cubierta alrededor de los postes, para dejar al descubierto todo el campo.
Simultáneamente, un enjambre más de luciérnagas descendió desde muy por encima del estadio, de modo que todos los espectadores pudiesen ver con claridad, no sólo la abundancia de frutos, hortalizas y granos, reunidos en centenares de pilas en ambos extremos del campo, sino también los dos conjuntos de seres diversos que había en regiones separadas del piso del ruedo, de cada lado de la parte media. El primer grupo de alienígenas caminaba describiendo un gran círculo, sobre una superficie de tierra normal. Estaban unidos entre sí mediante una especie de cuerda. Al lado de ellos había una gran piscina con agua, en la que otras treinta o cuarenta especies, también conectadas entre sí, nadaban en un segundo círculo grande.
En el centro absoluto del campo se había erigido una plataforma, vacía salvo por algunas cajas negras desparramadas, y con rampas que descendían hacia las dos regiones adyacentes. Mientras todo el mundo observaba, cuatro octoarañas se separaron del círculo de la piscina y treparon por la rampa hacia la plataforma. Otras cuatro dejaron el grupo que caminaba sobre la superficie de tierra y se unieron a sus colegas. Entonces, una de estas ocho se paró sobre una caja que estaba en el medio de la plataforma y empezó a hablar en colores.
—Nos hemos reunido aquí hoy —la voz que salía del altavoz sobresaltó a los humanos. La pequeña Nikki empezó a llorar. Al principio les resultó extremadamente difícil entender lo que estaban oyendo, pues cada sílaba estaba acentuada igual y, si bien se los pronunciaba con cuidado, los sonidos no salían del todo bien, como si los emitiera alguien que nunca antes hubiera oído hablar a un ser humano. Richard estaba aturullado. De inmediato abandonó su intento por usar el traductor y se inclinó para estudiar el dispositivo desde el cual salían los sonidos.
Ellie tomó los prismáticos de Richard, de modo de poder seguir los colores con más rapidez. Aun cuando tuvo que suponer algunas de las palabras, porque los trozos de banda estaban fuera de su alcance visual, le resultaba más fácil mirar que concentrarse por completo en lo que estaba saliendo del equipo de sonido octoarácnido.
Con el tiempo, los adultos sintonizaron los oídos, en cierto modo, con la cadencia y pronunciación de la voz alienígena, y entendieron la mayor parte de lo que se estaba diciendo. La octoaraña Optimizadora Principal indicaba que todo estaba bien en esos dominios de la abundancia, y que el éxito sostenido de la compleja y diversa sociedad en la que vivían se reflejaba en la variedad de alimentos que se hallaba en los campos.
—Nada de esta copiosidad —dijo la oradora— se pudo haber producido sin una fuerte cooperación entre especies.
Después, en su breve mensaje, la Optimizadora Principal pronunció elogios para los que tuvieron desempeños excepcionales. Se hizo hincapié en varias especies en particular. Por ejemplo, la producción de la sustancia parecida a la miel aparentemente había sido sobresaliente, pues, durante unos instantes, una docena de luciérnagas que revoloteaban concentró su luz sobre la sección de los gorgojos. Al cabo de unos tres fengs de discurso, los humanos se cansaron del esfuerzo de escuchar la extraña voz y ya no le prestaron más atención. En consecuencia, el grupo quedó sorprendido cuando las luciérnagas aparecieron sobre su cabeza y se los presentó a las muchedumbres alienígenas. Miles de extraños ojos apuntaron en su dirección durante medio nillet.
—¿Qué dijo sobre nosotros? —le preguntó Max a Ellie, que había seguido traduciendo los colores mientras él conversaba con Eponine durante la mayor parte del discurso de la Optimizadora Principal.