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Authors: Arthur C. Clarke & Gentry Lee

Tags: #Ciencia ficción

Rama Revelada (78 page)

BOOK: Rama Revelada
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—… en su propia manera —estaba diciendo El Águila—, la vida de ellos fue tan extraordinaria como la tuya. Diferente, claro está, por completo diferente. Cuando hoy a la mañana, bien temprano, llevamos a Patrick para que los viera…

—¿Qué dijiste? —interrumpió Nicole—. ¿Dijiste que Patrick los vio hoy a la mañana? ¿Llevaste a Patrick a que viera a su padre?

—Sí. Siempre tuvimos planes para este reencuentro, siempre que todo saliese según lo programado… Lo ideal habría sido que ni tú ni Patrick hubiesen visto a Simone, Michael y sus hijos…


¡Hijos!
—exclamó Nicole—. ¡Tengo más nietos!

—… hasta después de que ustedes se hubieran asentado en El Nodo, pero cuando Patrick solicitó la reconsideración… Bueno, habría sido desalmado dejar que partiera para siempre sin siquiera ver a su padre natural…

Nicole ya no se pudo contener. Extendió los brazos y besó a El Águila en su emplumada mejilla.

—Y Max decía que tú no eras más que una fría máquina. ¡Qué errado estaba…! Gracias… Por Patrick, te lo agradezco…

Estaba temblando por la excitación. Un instante después, no pudo respirar. Rápidamente El Águila detuvo el pequeño vehículo.

—¿Dónde estoy? —dijo Nicole, emergiendo de una espesa niebla.

—Estamos estacionados exactamente afuera del sector cercado en el que viven Michael, Simone y su familia —informó El Águila—. Hemos estado aquí durante unas cuatro horas. Estuviste durmiendo.

—¿Tuve un ataque cardíaco?

—No exactamente… Nada más que una falla importante de funcionamiento. Pensé llevarte de vuelta al hospital, pero decidí esperar hasta que despertaras. Además, aquí, tengo la mayor parte de los medicamentos…

La miró con sus intensos ojos azules.

—¿Qué deseas hacer, Nicole —preguntó—, visitar a Simone y Michael, como se planeó, o regresar al hospital? Es tu elección, pero…

—Lo sé —lo interrumpió, lanzando un suspiro—. Debo tener cuidado y no excitarme demasiado… —Lo miró con fijeza—. Quiero ver a Simone, aun si ése es el último acto de mi vida… ¿Puedes darme algo que me calme, pero que no me haga estar idiotizada ni me duerma?

—Un calmante leve únicamente ayudará si tú, conscientemente, trabajas para contener tu excitación.

—Muy bien. Pondré lo mejor de mí para que así sea.

El Águila detuvo el coche sobre un camino pavimentado bordeado por árboles altos. Cuando se acercaban, a Nicole le volvió a la memoria el otoño de Nueva Inglaterra que ella, en su adolescencia, pasó con su padre. Las hojas de los árboles eran rojas, doradas y marrones.

El coche dio media vuelta en una curva y siguió su marcha más allá de una verja blanca que circundaba una zona cubierta con césped. En el recinto había cuatro caballos. Dos adolescentes humanos estaban caminando entre ellos.

—Los muchachos son reales —informó El Águila—. Los caballos son sólo simulaciones.

En la cima de la suave colina había una gran casa blanca de dos pisos, con techo negro a dos aguas. El Águila ingresó en el camino privado circular y detuvo el vehículo. La puerta de calle de la casa se abrió un instante después y a través de ella salió una mujer alta, hermosa, de tez negro azabache y cabello que estaba encaneciendo.


¡Mamá!
—gritó Simone, mientras corría hacia el coche.

Nicole apenas tuvo tiempo de abrir la portezuela, antes que Simone se lanzara en sus brazos. Las dos se abrazaron fuertemente y se besaron, llorando profusamente. Ninguna de las dos podía hablar.

8

—Fue una visita agridulce de Patrick —dijo Simone, apoyando su taza de café en el platillo—. Estuvo aquí durante más de dos horas, pero todo pareció como si sólo hubiera durado unos minutos.

Los tres estaban sentados a una mesa que daba hacia el terreno labrado que rodeaba la casa. Durante unos momentos, Nicole se quedó contemplando la bucólica escena a través de la ventana.

—Es, principalmente, una ilusión, claro —señaló Michael—, pero muy buena… A menos que lo supieras con precisión, creerías que estabas en Massachusetts o en el sur de Vermont.

—Toda esta cena pareció como si hubiera sido un sueño —declaró Nicole—. Todavía no he admitido que algo de esto esté ocurriendo en realidad.

—Nos sentimos así anoche —dijo Simone—, cuando se nos dijo que veríamos a Patrick hoy a la mañana… Ni Michael ni yo pudimos pegar un ojo. —Rió—. En un momento dado, durante la noche, nos habíamos convencido de que nos íbamos a reunir con un Patrick “simulado”, y pensamos en preguntas que podríamos hacerle y que nadie, salvo el Patrick verdadero, podría responder.

—Tienen una capacidad tecnológica asombrosa —afirmó Michael—. Si quisieran crear un robot de Patrick y hacerlo pasar por auténtico, nos sería muy difícil cercioramos de lo que es verdadero.

—Pero no lo hicieron —aclaró Simone—. Supe, en cuestión de minutos, que verdaderamente se trataba de Patrick…

—¿Qué impresión te dio? —preguntó Nicole—. Con toda la confusión del último día, no tuve oportunidad de hablar mucho con él.

—Básicamente, resignado, pero seguro de haber tomado la decisión correcta. Dijo que probablemente pasarían semanas antes de que pudiera ordenar todas las emociones experimentadas en las últimas veinticuatro horas.

—Eso debe de ser aplicable a todos nosotros —hizo notar Nicole.

Se produjo un breve silencio en la mesa.

—¿Estás cansada, mamá? —preguntó Simone—. Patrick nos contó sobre tus problemas de salud y, cuando esta tarde recibimos el mensaje de que te habías demorado…

—Sí, estoy un poco cansada, pero no podría dormir… no de inmediato, al menos… —Hizo retroceder la silla apartándose de la mesa, y bajó el asiento—. Sí podría, no obstante, ir a empolvarme la nariz.

—Por supuesto —dijo Simone, incorporándose de un salto—. Iré contigo.

Acompañó a su madre por un largo vestíbulo que tenía piso de imitación madera.

—¿Así que tienes seis hijos que viven aquí con ustedes —dijo Nicole—, incluyendo los tres que traías contigo?

—Así es. Michael y yo tuvimos dos varones y dos nenas por el método “natural”, como lo llamas tú… El primero de los varones, Darren, murió cuando tenía siete años… Es largo de contar; si tenemos tiempo, te hablaré sobre eso mañana… Todos los demás hijos se desarrollaron a partir de embriones, en los laboratorios de los alienígenas…

Habían llegado a la puerta del cuarto de baño.

—¿Sabes cuántos niños hicieron “desarrollar” El Águila y sus colegas? —preguntó Nicole.

—No. Pero me dijeron que de mis ovarios tomaron más de mil óvulos sanos.

En el camino de regreso al comedor, Simone explicó que todos los hijos nacidos por el método “natural” habían transcurrido su vida entera con Michael y ella. A los cónyuges de esos hijos, que, por supuesto, también eran resultado de los espermatozoides de Michael y los óvulos de ella, se los seleccionó como resultado de una técnica de apareamiento genético en gran escala que desarrollaron los alienígenas.

—¿Así que ésos fueron matrimonios concertados? —preguntó Nicole.

—No exactamente. A cada hijo natural se le presentaron varias parejas posibles, todas las cuales habían aprobado el proceso de selección genética.

—¿Y ustedes no tuvieron problemas con los nietos?

—Nada que fuere “estadísticamente importante”, para usar la terminología de Michael —repuso Simone.

Cuando llegaron al comedor, la mesa estaba vacía. Michael les dijo que había llevado la cafetera y las tazas al estudio. Nicole encendió los controles de la silla de ruedas y siguió a la pareja a un estudio grande, con netos toques masculinos, repisas de madera oscura para libros y fuego encendido en un hogar.

—¿El fuego es verdadero? —preguntó Nicole.

—Así es —contestó Michael. Se inclinó hacia adelante en su blando sillón—. Estuviste preguntando por nuestros hijos, y verdaderamente deseamos que los conozcas, pero no quisimos abrumarte…

—Entiendo —dijo Nicole, tomando un sorbo de café recién hecho—, y estoy de acuerdo con ustedes… Verdaderamente no habría sido posible una cena tan reposada, informativa, si hubiera habido seis personas más…

—Y no te olvides de los catorce nietos —agregó Simone.

Nicole miró a Michael y sonrió.

—Lo siento, Michael, pero

eres la parte irreal en extremo de esta velada. Cada vez que te miro, mi mente se paraliza. Debes de ser cuarenta años mayor que yo, pero no aparentas tener más de sesenta, y sin lugar a dudas pareces más joven que cuando los dejamos en El Nodo. ¿Cómo es posible?

—La tecnología de los alienígenas es absolutamente mágica —explicó Michael—. Para todos los fines prácticos, se puede decir que rehicieron cada una de mis partes. Mi corazón, pulmones, hígado, los sistemas digestivo y excretor en su totalidad, y la mayor parte de mis glándulas endocrinas fueron, todos, reemplazados, algunos varias veces, por equivalentes de función más pequeños y más eficaces. Todos mis huesos, músculos, nervios y vasos sanguíneos están apuntalados por millones de implantes microscópicos que no sólo aseguran que se lleven a cabo las funciones críticas sino que, también, en muchos casos rejuvenecieron bioquímicamente las células envejecidas. Mi piel es un material especial que lograron perfeccionar hace poco y que posee todas las buenas propiedades de la piel humana verdadera, pero que nunca envejece ni permite el desarrollo de verrugas o lunares… Una vez por año me interno en su hospital. Permanezco inconsciente durante dos días y, cuando emerjo, soy un hombre nuevo, en el sentido literal de la palabra.

—¿Te importaría venir hacia acá y permitir que te toque? —pidió Nicole. Rió—. No necesito hundir los dedos en las llagas de tus manos ni cosa por el estilo, pero indudablemente entenderás que lo que me estás diciendo resulta difícil de creer.

Michael O'Toole cruzó la habitación y se puso en cuclillas al lado de la silla de ruedas. Nicole extendió la mano y le tocó la piel de la cara. Era suave y flexible, como la de un hombre joven. Los ojos eran frescos y diáfanos.

—¿Y tu cerebro, Michael? —preguntó en voz baja—. ¿Qué le hicieron a tu cerebro?

Michael sonrió. Nicole advirtió que no tenía arrugas en la frente.

—Muchas cosas —contestó—. Cuando mi memoria empezó a fallar, me reacondicionaron el hipocampo; hasta lo complementaron con una pequeña estructura propia de ellos, para brindarme más capacidad, dijeron… Hará unos veinte años también instalaron lo que describieron como un “mejor sistema operativo”, para aguzar mis procesos de pensamiento…

Michael estaba a menos de un metro de Nicole. La luz del fuego se le reflejó en el rostro. Súbitamente, ella se sintió arrastrada por un aluvión de recuerdos. Rememoró la estrecha amistad que habían tenido en Rama, así como sus momentos de intimidad cuando Richard desapareció y se lo daba por perdido. Volvió a tocarle la cara.

—¿Y sigues siendo Michael O'Toole —preguntó—, o te convertiste en alguna otra cosa, parte humana y parte alienígena?

Michael se puso de pie sin pronunciar palabra y fue de vuelta a su sillón. Se desplazaba como un atleta, no como un hombre que tenía más de cien años.

—No sé cómo responder a tu pregunta, Nicole. Puedo recordar con claridad todos los detalles de mi niñez en Boston, y toda otra etapa importante de mi vida. Por lo que sé, todavía soy más o menos el mismo…

—Michael sigue estando interesado en extremo por la religión, y por la Creación también —habló Simone por primera vez, después de un prolongado lapso—, pero cambió un poco; todos nosotros fuimos modificados por las experiencias que tuvimos en nuestra vida…

—He seguido siendo un devoto católico apostólico romano —declaró Michael—, y aún digo mis plegarias cotidianas… Pero, naturalmente, mi punto de vista sobre Dios, y sobre la humanidad también, fue alterado de modo drástico por lo que Simone y yo hemos visto… En todo caso, mi fe se vigorizó… debido, básicamente, a mis esclarecedoras charlas con…

Hizo una pausa y miró a Simone, que estaba del otro lado de la habitación.

—En los primeros años, mamá, cuando Michael y yo estábamos solos en el primer
Nodo
, cerca de Sirio, se presentaron muchas dificultades… únicamente nos teníamos el uno al otro para conversar… Yo todavía era nada más que una chica, y Michael era un hombre maduro… Yo no podía conversar con él sobre física o religión o sobre muchos de sus temas favoritos…

—No hubo problemas de importancia, como comprenderás —dijo Michael—. Así y todo, de una peculiar manera, ambos estábamos solos… Lo que teníamos juntos era notable y enriquecedor… pero ambos necesitábamos algo más, algo adicional…

—La Inteligencia Nodal, o como quiera que debiéramos denominar al poder que nos estaba cuidando, percibió nuestra dificultad. También reconoció que El Águila no podía satisfacer nuestras necesidades individuales. Así que un compañero, como El Águila en cierto sentido, fue creado para cada uno de nosotros.

—Fue un toque de genialidad —comentó Simone— que eliminó la tensión emocional que estaba amenazando nuestro matrimonio perfecto. Cuando San Michael…

—Permíteme contarlo, querida, por favor —la interrumpió Michael—. Una noche, casi dos años después que tú y los demás hubieron partido, Simone estaba en el dormitorio del departamento, amamantando a Katya, cuando alguien golpeó a la puerta… Supuse que era El Águila… Cuando abrí la puerta, un joven de cabello negro enrulado y ojos azules, una reconstrucción perfecta de San Miguel de Siena, estaba ahí parado. Me informó que El Águila ya no interactuaría con nosotros y que él sería mi nuevo intermediario con la inteligencia que regía El Nodo…

—San Michael —intervino Simone— venía equipado con un vasto conjunto de conocimientos sobre historia de la Tierra, catolicismo y física, y todos los demás temas sobre los cuales yo era totalmente ignorante…


Amén del hecho
—agregó Michael, levantándose de su sillón— de que estaba dispuesto a responder preguntas sobre lo que estaba ocurriendo en tomo de nosotros en El Nodo… No es que El Águila no lo hubiera estado, sino que San Michael era mucho más cálido, más personal; la situación era como si a él lo hubieran enviado ellos, o Dios, para que pudiese acompañar mi mente.

La mirada de Nicole iba alternativamente de Michael a Simone. El rostro de Michael estaba totalmente iluminado.
Su fervor religioso no ha menguado
, pensó Nicole.
Tan sólo se le ha dado una nueva dirección
.

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