Read Rayuela Online

Authors: Julio Cortazar

Rayuela (26 page)

BOOK: Rayuela
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vo Murillo, y al fin las necesidades de su familia lo podías hacer en esa mesa—, sí, del cajón sacabas la estimularon a trocar la mezquina seguridad de un plaqueta con poemas de Tristan L’Hermite, por ejem-sueldo por las aventuras y esperanzas del trabajo plo, o una disertación de Boris Schloezer, y me

libre. Tenía moderada ambición, rectitud, actividad las mostrabas con el aire indeciso y a la, vez ufano inteligencia, muchas relaciones; dedicóse a agenciar de quien ha comprado grandes cosas y se va a po-asuntos diversos, y al poco tiempo de andar en esner a leerlas en seguida. No había manera de hacer-tos trotes se felicitaba de ello y de haber dado carte comprender que así no llegarías nunca a nada, petazo a los expedientes. De ellos vivía, no obstante, que había cosas que eran demasiado tarde y otras que eran demasiado pronto, y estabas siempre tan ;despertando los que dormían en los archivos, im-*****

al borde de la desesperación en el centro mismo de pulsando a los que se estacionaban en las mesas, la alegría y del desenfado, había tanta niebla en tu enderezando como podía el camino de algunos que

corazón desconcertado.
Impulsando a los que se esta-iban algo descarriados. Favorecíanle sus amistades cionaban en las mesas, no, conmigo no podías con-con gente de este y el otro partido, y la vara alta tar para eso, tu mesa era tu mesa y yo no te ponía que tenía en todas las dependencias del Estado. No ni te quitaba de ahí, te miraba simplemente leer tus había puerta cerrada para él. Podría creerse que los novelas y examinar las tapas y las ilustraciones de porteros de los ministerios le debían el destino, pues tus plaquetas, y vos esperabas que yo me sentara a le saludaban con cierto afecto filial y le franquea-tu lado y te explicara, te alentara, hiciera lo que ban las entra das considerándole como de casa. Oí toda mujer espera que un hombre haga con ella, le contar que en ciertas épocas había ganado mucho

arrolle despacito un piolín en la cintura y zás la dinero poniendo su mano activa en afamados expe-mande zumbando y dando vueltas, le dé el impulso dientes de minas y ferrocarriles; pero que en otras que la arranque a su tendencia a tejer pulóvers o a su tímida honradez, le había sido desfavorable. Cuan-hablar, hablar, interminablemente hablar de las mu-do me establecí en Madrid, su posición debía de ser, chas materias de la nada. Mirá si soy monstruoso, por las apariencias, holgada sin sobrantes. No care-qué tengo yo para jactarme, ni a vos te tengo ya cía de nada, pero no tenía ahorros, lo que en verdad porque estaba bien decidido que tenía que perderte era poco lisonjero para un hombre que, después de (ni siquiera perderte, antes hubiera tenido que ga-trabajar tanto, se acercaba al término de la vida y narte),
lo que en verdad era poco lisonjero para un
y apenas tenía tiempo ya de ganar el terreno perdido.

hombre que
... Lisonjero, desde quién sabe cuándo Era entonces un señor menos viejo de lo que

no oía esa palabra, cómo se nos empobrece el len-parecía, vestido siempre como los jóvenes elegantes,*****

guaje a los criollos, de chico yo tenía presentes mu-pulcro y distinguidísimo. Se afeitaba toda la cara, chas más palabras que ahora, leía esas mismas no-siendo esto como un alarde de fidelidad a la genera-velas, me adueñaba de un inmenso vocabulario per-ción anterior, de la que procedía. Su finura y jovia-fectamente inútil por lo demás,
pulcro y distinguidí-

lidad, sostenidas en el fiel de la balanza, jamás caían
simo
, eso sí. Me pregunto si verdaderamente te me-del lado de la familiaridad impertinente ni del de la tías en la trama de esta novela, o si te servía de petulancia. En la conversación estaba su principal trampolín para irte por ahí, a tus países misterio-mérito y también su defecto, pues sabiendo lo que sos que yo te envidiaba vanamente mientras vos me valía hablando, dejábase vencer del prurito de dar envidiabas mis visitas al Louvre, que debías sospe-por menores y de diluir fatigosamente sus relatos.

char aunque no dijeras nada. Y así nos íbamos acer-Alguna vez los tomaba desde el principio y adorná-

cando a esto que tenía que ocurrirnos un día cuan-balos con tan pueriles minuciosidades, que era preci-do vos comprendieras plenamente que yo no te iba so suplicarle por Dios que fuera breve. Cuando re-a dar más que una parte de mi tiempo y de mi vida, fería un incidente de caza (ejercicio por el cual te-y de diluir fatigosamente sus relatos, exactamente nía gran pasión), pasaba tanto tiempo desde el exor-esto, me pongo pesado hasta cuando hago memoria.

dio hasta el momento de salir el tiro, que al oyente Pero qué hermosa estabas en la ventana, con el gris se le iba el santo al cielo distrayéndose del asunto, del cielo posado en una mejilla, las manos teniendo y en sonando el
pum
, llevábase un mediano susto. No el libro, la boca siempre un poco ávida, los ojos du-sé si apuntar como defecto físico su irritación cró-

dosos. Había tanto tiempo perdido en vos, eras de nica del aparato lacrimal, que a veces, principalmente tal manera el molde de lo que hubieras podido ser en invierno, le ponía los ojos tan húmedos y encen-bajo otras estrellas, que tomarte en los brazos y didos como si estuviera llorando a moco y baba. No hacerte el amor se volvían una tarea demasiado tier-

he conocido hombre que tuviera mayor ni más rico na, de masiado lindante con la obra pía, y ahí me surtido de pañuelos de hilo. Por esto y su costum-engañaba yo, me dejaba caer en el imbécil orgullo bre de ostentar a cada instante el blanco lienzo en del intelectual que se cree equipado para entender la mano derecha o en ambas manos, un amigo mío,

(¿llorando a moco y baba?,
pero es sencillamente

andaluz, zumbón y buena persona, de quien hablaré asqueroso como expresión). Equipado para entender, después, llamaba esto sólo a mi tío
la Verónica
.

si dan ganas de reírse, Maga. Oí, esto sólo para vos, Mostrábame afecto sincero, y en los primeros días para que no se lo cuentes a nadie. Maga, el molde de mi residencia en Madrid no se apartaba de mí

hueco era yo, vos temblabas, pura y libre como una para asesorarme en todo lo relativo a mi instalación llama, como un río de mercurio, como el primer cany ayudarme en mil cosas. Cuando hablábamos de la to de un pájaro cuando rompe el alba, y es dulce familia y sacaba yo a relucir re cuerdos de mi infan-decírtelo con las palabras que te fascinaban porque cia o anécdotas de mi padre, entrábale al buen tío no creías que existieran fuera de los poemas, y que como una desazón nerviosa, un entusiasmo febril por tuviéramos derecho a emplearlas. Dónde estarás,

las grandes personalidades que ilustraron el apellido dónde estaremos desde hoy, dos puntos en un uni-de Bueno de Guzmán y sacando el pañuelo me re-

verso inexplicable, cerca o lejos, dos puntos que fería historias que no tenían término. Conceptuá-

crean una línea, dos puntos que se alejan y se acer-bame como el último re presentante masculino de una can arbitrariamente (
personalidades que ilustraron
raza fecunda en caracteres, y me acariciaba y mi-el apellido de Bueno de Guzmán, pero mirá las cur-maba como a un chiquillo, a pesar de mis treinta y silerías de este tipo, Maga, de cómo podías pasar de la seis años. ¡Pobre tío! En esas demostraciones afec-página cinco...), pero no te explicaré eso que llaman tuosas que aumentaban considerablemente el manan-movimientos brownoideos, por supuesto no te los

tial de sus ojos, descubría yo una pena secreta y agu*****

explicaré y sin embargo los dos, Maga, estamos com-dísima, espina clavada en el corazón de aquel exce-poniendo una figura, vos un punto en alguna parte, lente hombre. No sé cómo pude hacer este descu-yo otro en alguna parte, desplazándonos, vos ahora brimiento: pero tenía certidumbre de la disimulada a lo mejor en la rue de la Huchette, yo ahora descu-herida como si la hubiera visto con mis ojos y toca-briendo en tu pieza vacía esta novela, mañana vos en do con mis dedos. Era un desconsuelo profundo,

la Gare de Lyon (si te vas a Lucca, amor mío) y yo abrumador, el sentimiento de no verme casado con en la rue du Chemin Vert, donde me tengo descu-una de sus tres hijas; contrariedad irremediable, por-bierto un vinito extraordinario, y poquito a poco, que sus tres hijas,¡ay, dolor! estaban ya casadas.

Maga, vamos componiendo una figura absurda,

dibujamos con nuestros movimientos una figura

idéntica a la que dibujan las moscas cuando vuelan en una pieza, de aquí para allá, bruscamente dan media vuelta, de allá para aquí, eso es lo que se llama movimiento brownoideo, ¿ahora entendés?, un ángulo recto, una línea que sube, de aquí para allá, del fondo al frente, hacia arriba, hacia abajo, espasmódicamente, frenando en seco y arrancando en el mismo instante en otra dirección, y todo eso va tejiendo un dibujo, una figura, algo inexistente como vos y como yo, como los dos puntos perdidos en París que van de aquí para allá, de allá para aquí, haciendo su dibujo, danzando para nadie, ni siquiera para ellos mismos, una interminable figura sin sentido.

(*Nota edición epub: Capitulo dificil de maquetear. Son dos historias distitas que se altenan linea a linea)

(-87)

35

Sí Babs sí. Sí Babs sí. Sí Babs, apaguemos la luz, darling, hasta mañana, sleep well, corderito atrás de otro, ya pasó, nena, ya pasó. Todos tan malos con la pobre Babs, nos vamos a borrar del Club para castigarlos. Todos tan malos con la pobrecita Babs, Etienne malo, Perico malo, Oliveira malo, Oliveira el peor de todos, ese inquisidor como le había dicho tan bien la preciosa, preciosa Babs. Sí Babs sí. Rock-a-bye baby. Tura-lura-lura. Sí Babs sí. De todas maneras algo tenía que pasar, no se puede vivir con esa gente y que no pase nada. Sh, baby, sh. Así, bien dormida. Se acabó el Club, Babs, es seguro. No veremos nunca más a Horacio, al perverso Horacio. El Club ha saltado esta noche como un panqueque que llega al techo y se queda pegado. Podés guardar la sartén, Babs, no va a bajar más, no te matés esperando. Sh, darling, no llores más, qué borrachera tiene esta mujer, hasta el alma le huele a coñac.

Ronald resbaló un poco, se acomodó contra Babs, se fue quedando dormido.

Club, Ossip, Perico, recapacitemos: todo había empezado porque todo tenía que acabar, los dioses celosos, el huevo frito combinado con Oliveira, la culpa concreta la tenía el jodido huevo frito, según Etienne no había ninguna necesidad de tirar el huevo a la basura, una preciosidad con esos verdes metálicos, y Babs se había encrespado a lo Hokusai: el huevo daba un olor a tumba que mataba, cómo pretender que el Club sesionara con ese huevo a dos pasos, y de golpe Babs se puso a llorar, el coñac se le salía hasta por las orejas, y Ronald comprendió que mientras se discutían cosas inmortales Babs se había tomado ella sola más de media botella de coñac, lo del huevo era una manera de exudarlo, y a nadie le extrañó y a Oliveira menos que a nadie que del huevo Babs pasara poco a poco a rumiar lo del entierro, a prepararse entre hipos y una especie de aleteo a soltar lo de la criatura, el entripado completo. Inútil que Wong desplegara un biombo de sonrisas, interposiciones entre Babs y Oliveira distraído, y referencias laudatorias a la edición de
La rencontre de la langue d’oil, de la langue d’oc et du francoprovençal entre Loire et Allier -limites phonetiques et morphologiques,
subrayaba Wong, por S. Escoffier, libro del más alto interés, decía Wong empujando enmantecadamente a Babs para proyectarla hacia el pasillo, nada podía impedir que Oliveira escuchara lo de inquisidor y que alzara las cejas con un aire entre admirado y perplejo, relojeando de paso a Gregorovius como si éste pudiera aclararle el epíteto. El Club sabía que Babs lanzada era Babs *****catapulta, otras veces ya había ocurrido; única solución, la rueda en torno a la redactora de actas y encargada del buffet, a la espera de que el tiempo cumpliera su obra, ningún llanto es eterno, las viudas se casan de nuevo. Nada que hacer, Babs borracha ondulaba entre los abrigos y las bufandas del Club, retrocedía desde el pasillo, quería arreglar cuentas con Oliveira, era el momento justo de decirle a Oliveira lo de inquisidor, de afirmar lacrimosamente que en su perra vida había conocido a alguien más infame, desalmado, hijo de puta, sádico, maligno, verdugo, racista, incapaz de la menor decencia, basura, podrido, montón de mierda, asqueroso y sifilítico. Noticias acogidas con delicia infinita por Perico y Etienne, y expresiones contradictorias por los demás, entre ellos el recipientario.

Era el ciclón Babs, el tornado del sexto distrito: puré de casas. El Club agachaba la cabeza, se enfundaba en las gabardinas agarrándose con todas sus fuerzas de los cigarrillos. Cuando Oliveira pudo decir algo se hizo un gran silencio teatral. Oliveira dijo que el pequeño cuadro de Nicolas De Stäel le parecía muy hermoso y que Wong, ya que tanto jodía con la obra de Escoffier, debería leerla y resumirla en alguna otra sesión del Club. Babs lo trató otra vez de inquisidor, y Oliveira debió pensar algo divertido porque sonrió. La mano de Babs le cruzó la cara. El Club tomó rápidas medidas, y Babs se largó a llorar a gritos, delicadamente sujeta por Wong que se interponía entre ella y Ronald enfurecido. El Club se fue cerrando en torno a Oliveira de manera de dejar fuera a Babs, que había aceptado a) sentarse en un sillón y b) el pañuelo de Perico. Las precisiones sobre la rue Monge debieron empezar a esa altura, y también la historia de la Maga samaritana, a Ronald le parecía —estaba viendo grandes fosfenos verdes, entresueño recapitulador de la velada— que Oliveira le había preguntado a Wong si era cierto que la Maga estaba viviendo en un
meublé
de la rue Monge, y tal vez entonces Wong dijo que no sabía, o dijo que era cierto, y alguien, probablemente Babs desde el sillón y grandes sollozos volvió a insultar a Oliveira restregándole por la cara la abnegación de la Maga samaritana junto a la cabecera de Pola enferma, y probablemente también a esa altura Oliveira se puso a reír mirando especialmente a Gregorovius, y pidió más detalles sobre la abnegación de la Maga enfermera y si era cierto que vivía en la rue Monge, qué número, esos detalles catastrales inevitables. Ahora Ronald tendía a estirar la mano y meterla entre las piernas de Babs que rezongaba como desde lejos, a Ronald le gustaba dormirse con los dedos perdidos en ese vago territorio tibio, Babs agente provocadora precipitando la disolución del Club, habría que reprenderla a la mañana siguiente: cosas-que-no-se-hacen. Pero todo el Club había estado rodeando de alguna manera a Oliveira, como en un juicio vergonzante, y Oliveira se había dado cuenta de eso antes que el mismo Club, en el centro de la rueda se había echado a reír con el cigarrillo en la boca y las manos en el fondo de la canadiense, y después había preguntado (a nadie en particular, mirando un poco por encima del círculo de las cabezas) si el Club esperaba una
amende
honorable o algo por el estilo, y el Club no había entendidoen el primer momento o había preferido no entender, salvo Babs que desde el sillón donde Ronald la sujetaba había vuelto a gritar lo de inquisidor, que sonaba casi sepulcralmente a esa-hora-avanzada-de-la-noche. Entonces Oliveira había dejado de reírse, y como si bruscamente aceptara el juicio (aunque nadie lo estaba juzgando, porque el Club no estaba para eso) había tirado el cigarrillo al suelo, aplastándolo con el zapato, y después de un momento, apartando apenas un hombro para evitar la mano de Etienne que se adelantaba indecisa, había hablado en voz muy baja, anunciando irrevocablemente que se borraba del Club y que el Club, empezando por él y siguiendo con todos los demás, podía irse a la puta que lo parió.

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