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Authors: Guillermo Toledo
Otra cosa que ha sucedido es que las películas están dirigidas y protagonizadas casi exclusivamente por el sector juvenil, mientras que en la televisión la obsesión es que sea familiar, que sirva para el niño de diez años y el abuelo de ochenta. Eso se hace porque al cine van los chavales de diecinueve o veinte años con sus colegas, sin sus padres, y en casa, es toda la familia la que está frente a la tele. Una jugada comercial.
Pero hay gente que ama el cine y está todo un año preparando un pequeño festival: un festival en la isla de La Palma, en Palencia, la Mostra de Valencia... Por suerte son más numerosos estos oasis de buen cine que los festivales comerciales, pero por desgracia el dinero y la cobertura de los medios se les da a estos últimos. En otros festivales importantes, por ejemplo en el Festival de San Sebastián, además de la sección oficial, en la que entran en juego muchos intereses comerciales, existen otras secciones muy valiosas, de cine experimental, de documentales, de cine político, hay además buenas conferencias. Hay un festival magnífico de cine documental en Tenerife, en el municipio de Guía, que antes se llamaba Docusur y ahora MiradasDoc. Este cine documental casi siempre es cine político. Sería bueno por ejemplo que emitieran parte de estos trabajos en los documentales de La 2, en lugar de poner siempre leones, sería interesante que alternaran, un documental de leones y otro documental de humanos.
En el mundo del cine me he encontrado con muy buena gente. En el trato con el resto de los trabajadores, con nuestros actores y actrices por ejemplo, he comprobado casi siempre que son gente modesta y humilde, y se agradece vistas las diferencias sociales. Todo ello dice mucho a favor del gremio. No me he tropezado con estúpidos, engreídos que se creen superiores a un electricista o a un meritorio, y así es que me encuentro a gusto trabajando en el mundo del cine, quiero decir rodando, en el tajo. Luego ya en la parafernalia me encuentro como pez fuera del agua. Lo que sucede mucho en el cine, y es un gran problema, es que a un tipo que tuvo mucho éxito llevando por ejemplo el marketing de alguna marca comercial, lo contratan como un gran fichaje para llevar la promoción de una película. Esos tipos no saben de cine. Esos tipos cambian el título, eligen el cartel, deciden toda la promoción. Yo hice una película que se titulaba Salir pitando, de un buen director, Alvaro Fernández Armero, que tenía un buen guión de Juan Cabestany. Era una buena película, una comedia social, su pecado era que el protagonista era árbitro de fútbol, pero el deporte era una cuestión secundaria, lo de árbitro era un recurso para representar a un personaje acosado por la sociedad, al ser árbitro se reforzaba su situación de acoso por la ciudad, por su mujer, por todo. El fútbol salía solo al final porque arbitraba un partido decisivo. Vino el listo de turno, vio solo fútbol, le puso ese título, pro-mocionaron la película en el Marca, en el As, en «El Larguero», con un cartel horrible, y hasta la rueda de prensa la hicieron en un estadio de fútbol. El responsable comercial consideraba al público imbécil, pensaba que diciéndoles «¡Fútbol!» irían todos corriendo a ver la película. Ellos se creen más listos que el público, piensan: «Yo soy el listo, vosotros sois los tontos, y yo sé lo que les gusta a los tontos». Una película con una calidad artística aceptable, con buenas interpretaciones, y solo fueron a verla los aficionados del fútbol, que se aburrieron porque la película no iba de fútbol, y el resto de la ciudadanía no se planteó ir, como iba de fútbol... Estos listos, que mandan mucho y que cada vez son más, pueden llegar a destruir una película como destruyeron Salir pitando, entre otras cosas, porque a excepción de los directores consagrados, los demás no tienen el control sobre todo eso.
La gente, cuando oye la palabra «actores», se imagina a Javier Bardem, a Luis Tosar, a Penélope Cruz, es decir, se imagina a profesionales con éxito y consagrados. Pero la gente no piensa que esta es una profesión con un 75 % de paro y con grandes problemas de precariedad y de explotación, como ocurre en cualquier otro sector. Dentro de la profesión está la aristocracia y están también las clases miserables. Esta diferencia de clases está muy acentuada. Sin embargo, a la hora de trabajar, como ya señalé, hay un trato muy igualitario entre actores de fama y el resto de los profesionales. En España no sucede como en Hollywood, donde se ven cosas tan absurdas como que, sentados en una misma mesa cenando, para hablar con el actor hasta el productor debe hacerlo a través de su representante.
Recuerdo una anécdota al respecto muy ilustrativa, cuando a la promoción de una película vinieron Andie MacDowell con seis personas de su séquito —maquilladoras, peluquero, publicista, figurinista...— y Andy García. Fueron a recogerles al aeropuerto de Barajas en sendas limusinas. Andy García se subió a la suya y se fue, y la MacDowell dice que ella quiere una limusina más grande, no una igual a la de García. De modo que se pasó hora y media esperando en el aeropuerto una limusina más grande. Estupideces así no pasan en España. Es verdad que hay muchas diferencias de clase en cuanto a la remuneración sobre todo, pero a la hora de trabajar se convierte en un equipo sin diferencias ni servilismos: habitualmente vamos todos al mismo hotel, cenamos juntos, etc.
Lo primero que debo decir con respecto a la televisión es que hace ocho años que yo no tengo televisión en mi casa. Vivía en la sierra con un amigo, y la televisión que teníamos era la mía, pero cuando me volví a Madrid se la dejé para probar cómo me iba sin tele, y aquí estoy. Era de esos que llegaban a casa por la noche, encendía la tele y me tragaba lo que me echaran. Creo que el día en que prohibí la entrada del aparato de televisión a mi casa fue uno de los mejores días de mi vida. Cuando la veo en casa de un amigo o en un bar, me doy cuenta del veneno que se le inyecta a los ciudadanos, o lo que es peor, el veneno que se autoinyectan ellos mismos. Evidentemente, me refiero a esta televisión que se hace ahora en España y en los países de nuestro entorno, porque se podrían hacer muchas cosas magníficas pero no se hacen. No sé lo que emiten ahora, aunque conozco la televisión por mis años anteriores. En mi opinión, la televisión es un cáncer. Un estudio reciente revelaba que el español ve una media de cuatro horas diarias de televisión; si hay gente como yo que no la ve nunca, habrá otra que la vea mucho más de las cuatro horas.
La televisión es un instrumento fundamental del capital a la hora de convencer a los ciudadanos, para adormecerlos. Está basada en una estrategia política: una vez que ellos saben que la gente ve tanta televisión, el siguiente paso es planificar la programación para que no nos enteremos de nada. Así, desde los telediarios hasta los programas más chuscos, son pura basura. Teniendo en cuenta la media de tiempo que los ciudadanos pasan ante la televisión, es como si cada día hubieran podido leer un buen libro de Eduardo Galeano, o de Luis Cernuda, o de Gabriel Celaya. Lo curioso es que cuando era chaval recuerdo que había buenos programas. De música, como «Musical Express», «Pop-grama», e incluso «Aplauso», que era el programa de la música comercial, «La edad de oro» o «La bola de cristal», que era mucho más que música. De teatro estaba «Estudio 1», infantiles como «Barrio Sésamo», de cine y debate destacaba «La Clave». Ahora no hay programas culturales. Está bien «Versión Española», conducido por Cayetana Guillén Cuervo, que me parece una mujer muy inteligente; el de José Luis Garci «¡Qué grande es el cine!» también estaba bien, y el de Sánchez Dragó sobre libros, que tanto se criticaba, a mí me gustaba y me parecía bueno. La irrupción de las televisiones privadas provocó que el criterio de programación pasase a ser el de la búsqueda de las audiencias y el de la competición, entonces la calidad cayó en picado. Si todos los artistas se dedicaran solo a competir se acabaría el talento. Por eso programas como el de Sánchez Dragó se emitían a las once de la noche, porque no tenía que competir con nadie. Pero no estoy de acuerdo con ese discurso de que al público se le da lo que quiere ver, eso es falso, al público le dan lo que a los poderosos les conviene para el mantenimiento del sistema.
Como actor o actriz, en televisión se gana mucho dinero, y las condiciones laborales, comparadas con las condiciones de otras profesiones, sobre todo en el caso de actores y actrices conocidos y protagonistas, son mucho mejores que las condiciones de la mayoría de las profesiones de este país. Me refiero a los actores, el resto de los oficios tiene las mismas condiciones que cualquier otro sector. Incluso, como ya he señalado anteriormente, las diferencias sociales entre los diferentes gremios y las diferencias de categorías son enormes. Así, un actor conocido en una serie de televisión át prime-time puede ganar entre 20.000 y 60.000 euros a la semana; en cambio, el meritorio de producción o un técnico de sonido gana por ejemplo alrededor de 1.200 euros. Y cada día las condiciones laborales son peores, los sueldos son más bajos, no se cumplen los convenios colectivos.... La situación se agrava, además, porque no existen centros de trabajo regulares, como en una fábrica de Seat, donde trabajan cinco mil obreros. Hay quince personas en un plato, otra docena en otra punta de Madrid, y todo ello impide una mínima con-cienciación u organización sindical conjunta. Además, todo varía según la productora para la que trabajes.
Por otra parte, las instituciones le han dado la espalda a la cultura. En una situación de crisis los primeros recortes son en prestaciones sociales, como se suele denunciar, pero también en cultura. Por todo ello se creó la Unión de Actores. Son muchas las singularidades de la profesión que hacen difícil la movilización sindical o la afiliación, no es fácil tener elecciones sindicales con un sistema laboral tan irregular, tengamos en cuenta que hay gente que está trabajando en una serie un mes, dos años o un día. Puede parecer que ganas mucho porque por trabajar un día quizá cobres 800 euros, pero tal vez solo consigas trabajar cinco días al año. La verdad es que hasta hoy la Unión de Actores no había iniciado una lucha activa por los derechos de los actores y actrices, por ello desde hace un año un grupo de nosotros hemos empezado a reunimos y a debatir sobre las condiciones de la profesión y sus problemas, por ejemplo para denunciar que los ayuntamientos no están pagando a las compañías teatrales porque el dinero asignado para el teatro lo gastan en otras partidas. Hay ayuntamientos que llevan cuatro años sin pagar. A Animala-rio, por ejemplo, nos deben 400.000 euros.
En abril de este año hubo unas elecciones y una veintena de estos actores, entre los que estaban Vicente Cuesta, Juan Margallo, Alberto San Juan, Adriana Ozo-res, Melani Olivares, nos presentamos como candidatura a la Unión de Actores con el objetivo de mejorar el sindicato, y ganamos en unas elecciones con gran participación a la candidatura continuista que llevaba muchos años. Nuestro objetivo era iniciar una nueva era de lucha sindical activa y verdadera, que supusiese, si era necesario, ir a parar un rodaje de un productor que todos sabemos que explota e incumple el convenio colectivo. Por ejemplo, en la huelga del 29 de septiembre del año pasado, hicimos un comité de huelga, fuimos a rodajes y teatros a informar a los compañeros y pedirles que pararan el día de la huelga. Creo que fue el sector que más apoyó esa huelga en Madrid, que es donde se genera el 80 % del trabajo de este sector.
Otro problema de la profesión es que hay algunas personas que son actores y tienen su productora y, con mucha frecuencia, no tienen intención de mejorar las condiciones laborales de sus compañeros, ya piensan más como empresarios que como trabajadores. El paradigma de este caso serían Imanol Arias o Emilio Aragón. Son propietarios de las productoras que explotan no solo a sus compañeros actores, sino al resto del personal: técnicos, cámaras, electricistas, que sufren condiciones laborales realmente penosas en muchos casos. Han pasado a ser empresarios y, por tanto, quieren ganar mucho dinero, y para conseguirlo explotan al personal.
El vaciado del sector público, cómo no, es otro grave problema al que se enfrenta el gremio. Televisión Española antes producía sus programas con sus propios empleados y funcionarios. Ahora, tras muchos despidos, todo se contrata fuera a empresas privadas, algo que supongo les saldrá más caro a TVE, es decir, a todos los ciudadanos. En realidad sucede que, del mismo modo que privatizan la sanidad o que privatizan la educación, privatizan la producción cultural. Hasta el cate-ring ahora se contrata a una empresa externa, cuando antes había una cocina en la sede de la televisión.
La Ley Sinde es una ley claramente elitista, de derechas, que en el fondo reduce el acceso de la cultura a las élites que se pueden permitir pagar 12 euros por ir al cine, 30 euros por ir al teatro o 25 euros por un disco. Pero la cultura es un bien público y universal.
Como la industria les ha convencido de que se trata de sus intereses, muchos autores se movilizan y apoyan la Ley Sinde. Cuando llega ese momento en el que debes elegir, por un lado, entre tu interés personal y tu propio beneficio o, por otro lado, tus convicciones éticas y políticas, es cuando se descubren los verdaderos principios y valores de cada uno, cuando se decide de qué lado quieres estar: si del lado del pueblo o del lado de los privilegiados. Además, ocurre que simplemente los han liado, porque les han dicho que la Ley Sinde está bien porque lo de Internet es piratería que está acabando con el cine y con la música. Y no es verdad. Por ejemplo, la música nunca había vivido un momento de desarrollo como ahora, de difusión, de conciertos, etc. En mi adolescencia comprábamos en el rastro madrileño esas grabaciones de casete ilegales y, sin embargo, no se murió la música. El mantero ya existía entonces. Me compraba una cinta de Leño o de Barricada y esos grupos no ganaban nada por mi compra, aunque de todos modos tampoco ganaban mucho con la compra legal del disco, pero después, cuando venían a tocar a Madrid, les llenábamos los estadios. Y también grabábamos de la radio y de la televisión y no pasó nada...
A su vez, hay que decir que es mentira que España sea uno de los países donde más piratería hay, como afirman desde Estados Unidos y aseguran los funda-mentalistas de la SGAE. Viajando a países africanos, asiáticos o latinoamericanos se ve como allí sí que todo es pirata. En Lima, por ejemplo, conozco un centro comercial donde los productos que se venden son todos piratas, lo cual confirma que lo decisivo para comprar una copia legal o ilegal es el poder adquisitivo. Como en estos países la gente es más pobre, no puede pagar los precios que establece la industria y entonces recurre a otro sistema de compra. Si en España el salario mínimo fuera de dos mil euros, seguro que se iba más al cine y se compraban más discos y más libros. Por otro lado, tampoco debemos olvidar la red de bibliotecas públicas, cuyos fondos no son solo de libros, también hay música y películas para préstamo, quizá deberíamos insistir a los poderes públicos para que las tengan bien dotadas.