En el variado y meditativo silencio que siguió al acoso y derribo del té, Miles al fin se atrevió a plantear una pregunta.
—Bien, Simon. ¿Cómo es? ¿Qué recuerda ahora de las últimas semanas y, um… de antes?
¿Qué te hemos hecho?
Illyan, medio hundido en la blanda tapicería del sillón en el que estaba sentado, sonrió.
—De las últimas semanas recuerdo fragmentos. De antes de eso… fragmentos también. —Retorció la mano otra vez—. Es como… como si un hombre que siempre hubiera tenido una visión perfecta llevara un casco de cristal todo manchado de grasa y lodo. Sólo que… no puedo quitármelo. No puedo romperlo. No puedo respirar.
—Pero parece, no sé, en posesión de sí mismo —dijo Miles—. No como en el caso de mi crioamnesia, por ejemplo. No sabía quién era… demonios, ni siquiera reconocí a Quinn.
Dios,
echo de menos a Quinn
.
—Ah, es cierto. Ha pasado por una experiencia… peor, supongo. —Illyan sonrió sombrío—. Empiezo a apreciarlo.
—No sé si fue peor o no. Sí sé que fue bastante preocupante —un leve matiz.
—Al parecer reconozco las cosas —suspiró Illyan—. Pero no soy capaz de recordarlas bien. No me viene nada a la cabeza, no hay nada. —Su mano se cerró en un puño esta vez; se enderezó en su asiento.
Alys se puso alerta ante el súbito aumento de tensión en Illyan.
—Todo el pasado es como un sueño —le consoló—. Así es como la mayoría de la gente lo recuerda. Tal vez puedas recordar tu juventud, antes de que el viejo Ezar te hiciera instalar ese chip. Si las cosas vienen a ti como en esa época, bueno, es perfectamente normal.
—Normal para usted.
—Mm. —Ella frunció el ceño, y sorbió los restos de su té, como para enmascarar su imposibilidad de responder.
—Tengo un motivo práctico para preguntarlo —dijo Miles—. No estoy seguro de que se lo hayan explicado todo, pero Gregor me nombró Auditor Imperial en funciones con el mandato de supervisar su caso.
—Sí, me estaba preguntando cómo lo consiguió.
—Necesitábamos algo que fuera superior a SegImp, y no hay mucho más. Cuando el equipo del almirante Avakli termine de examinar el chip, voy a tener que entregar al Emperador el informe pertinente como Auditor. Si el veredicto es un fallo debido a causas naturales, bueno, ahí se acabó todo. Pero si no… me estaba preguntando si recordaba usted algo, cualquier momento o acontecimiento que encubriera alguna forma de biosabotaje.
Illyan abrió las manos, y las colocó lentamente a ambos lados de su cabeza en un gesto de frustración.
—Si tuviera mi chip… y un marco temporal definido, podría repasar cada momento consciente. Ver cada detalle. Tardaría tiempo, pero podría hacerse. Pillaría a los bastardos en el acto, no importa con cuánta sutileza lo hicieron… Pero si ha sido sabotaje, han destruido las pruebas contra ellos. —Hizo una mueca de tristeza.
—Mm. —Miles se hundió en su asiento, decepcionado pero no sorprendido. Se sirvió media taza de té, y decidió no comerse el último trozo de tarta de albaricoque que esperaba olvidado y solitario sobre el mantel cubierto de migajas. Comprendió que presionar más a Illyan lo trastornaría seriamente. Callejón sin salida por el momento; hora de cambiar de tema—. Y bien, tía Alys. ¿Cómo van los preparativos de la ceremonia de compromiso de Gregor?
—Oh —ella le dirigió una mirada de agradecimiento—, bastante bien, dadas las circunstancias.
—¿Quién está al mando de la seguridad? —preguntó Illyan—. ¿Está Haroche tratando de encargarse él mismo?
—No, ha delegado en el coronel Lord Vortala el joven.
—Oh. Buena elección. —Illyan volvió a relajarse, y jugueteó con su taza vacía.
—Sí —dijo Alys—. Vortala comprende cómo hay que hacer las cosas. El anuncio oficial y la ceremonia tendrán lugar en la Residencia, por supuesto… He intentado ayudar a Laisa con las complicaciones del vestido tradicional barrayarés, aunque estamos debatiendo si los estilos komarreses serían adecuados para la petición. Naturalmente, se exigirá vestido barrayarés para la boda.
Y se lanzó a una larga disertación sobre lo que Miles bautizó mentalmente como los aspectos sociotécnicos de su trabajo; el tema era relajante y amable y tanto él como Illyan continuaron haciéndole preguntas durante un rato para que siguiera.
Después de que Martin se llevara las cosas de la merienda, Miles sugirió un juego de cartas para pasar el rato. Por supuesto, no era para eso, sino para comprobar personalmente las funciones neurales de Illyan, un matiz que éste no pasó por alto. Pero accedió.
El tarot-estelar uno-arriba era un juego de complicación media, y requería el seguimiento de cierta cantidad de cartas en manos del contrario. Miles nunca había visto a nadie derrotar a Illyan demasiadas veces seguidas, excepto con una suerte abrumadora en una partida concreta. Tras seis rondas, Miles y Lady Alys se habían repartido los puntos, e Illyan comentó que estaba fatigado. Miles cedió de inmediato. Illyan parecía cansado, en efecto, el rostro demacrado y ansioso, pero Miles no creyó que aquél fuera el verdadero motivo para dejarlo.
Ruibal no había exagerado. La memoria a corto plazo de Illyan y su ojo para el detalle eran prácticamente inexistentes. Parecía centrado mientras mantenía una conversación casual, en la que un comentario disparaba el siguiente, pero…
—¿Entonces qué le parece el nombramiento de Haroche para la seguridad de la boda de Gregor? —preguntó Miles casualmente.
—¿A quién ha nombrado? —preguntó Illyan.
—¿Quién sería su primera elección?
—El coronel Vortala, creo. Conoce la capital tan bien como cualquiera.
—Ah —dijo Miles. Alys, que se levantaba para marcharse, dio un respingo. Illyan frunció de repente el ceño y entornó los ojos, pero no añadió nada más. Algo desafiante, indicó a Miles que siguiera sentado y escoltó a Lady Alys hasta su coche con puntillosa cortesía.
Miles se levantó y se desperezó, más cansado de lo que justificaban los acontecimientos del día.
Esto va a ser extraño
.
Se estableció rápidamente la nueva rutina de la casa. Miles e Illyan se levantaban cuando querían, y podían o no cruzarse en el camino de la cocina por la mañana, para pedir el desayuno, aunque se reunían con más formalidad para las cenas y almuerzos de Ma Kosti. Miles acudía diariamente a MilImp, el enorme complejo hospitalario del Servicio Imperial, situado al otro lado del cauce del río que dividía la Ciudad Vieja. El primer día lo mantuvieron esperando en los pasillos, como a cualquier otro veterano en busca de tratamiento; casualmente mencionó su nueva condición de Auditor Imperial en activo, y ya no volvió a suceder. Bueno, la pesada cadena de Gregor tenía que servir para algo.
Duv Galeni apareció a la segunda tarde. La nueva residencia de Illyan en las habitaciones del viejo conde lo pillaron en apariencia por sorpresa; trató de excusarse de la cena, pero Miles no se lo permitió. El oficial nacido en Komarr se sentía incómodo cenando con su formidable antiguo jefe; toda aquella historia pesaba en su mente, supuso Miles. Galeni pretendió con diplomacia no advertir los frecuentes lapsos de memoria y atención de Illyan, y rápidamente imitó la técnica de Miles: sazonó con pequeños detalles recordatorios su conversación, para ayudar a Illyan a no perder hilo, o al menos mantener la ilusión de que así era.
Lady Alys los visitaba a menudo, como prometió, aunque el ritmo de su vida se fue acelerando a medida que se acercaba la ceremonia del compromiso del Emperador; había tenido que contratar no a una, sino a dos secretarias sociales para su despacho de la Residencia. Ivan se dejaba caer, siempre a tiempo para ser invitado a comer. Media docena de viejos conocidos militares de la generación de Illyan pasaron a decirle hola; también aprendieron rápidamente a hacerlo a la hora del té. Entre ellos estaba el jefe de Asuntos Komarreses de SegImp, Guy Allegre; felizmente, el hombre tuvo la inteligencia de no dejar que Illyan se pusiera nervioso y procuró charlar de tonterías.
La guardia de cortesía que SegImp había asignado a la residencia del ausente virrey de Sergyar aumentó de un hombre por turno a tres. El desafortunado efecto secundario fue que al cabo Kosti se le acabaron las cestas privadas de almuerzo. Puesto que aparecía por rutina en la cocina después de su turno, Miles supuso que no corría peligro de morirse de hambre. Las facturas de la compra de la Residencia Vorkosigan ya eran bastante impresionantes, aunque aún estaban muy lejos de igualar las del conde.
Miles llamaba diariamente al almirante Avakli para que le informara de los progresos de su equipo. Avakli era científicamente prudente en sus comentarios, pero Miles dedujo que estaban haciendo rápidos progresos, al menos en la eliminación de las hipótesis negativas. Miles no lo presionó para que hiciera declaraciones más precisas. En aquel caso no podían permitirse errores debido a las prisas, en ningún sentido. Y no había necesidad de apresurarse. El daño ya había sido hecho, y no había forma de que Miles, Avakli o nadie más pudiera deshacerlo.
El descubrimiento médico que Miles anhelaba se produjo al sexto día, pero no por parte del equipo de Avakli. Los crionicistas y neurólogos de MilImp que se habían unido para estudiar este caso por fin consiguieron provocar uno de los ataques de Miles en su laboratorio.
Miles despertó del familiar confeti de colores y la negrura para encontrarse tendido en la mesa de reconocimiento, la cabeza metida en un escáner de la mitad del tamaño de la habitación, el cuerpo lleno de cables por todas partes. Los tres técnicos que lo rodeaban tal vez tenían por misión impedir que en sus espasmos se levantara de la mesa, pero era más probable que estuvieran allí para mantener los monitores ajustados. El coronel doctor Chenko, el neurólogo, y el capitán doctor D'Guise, el crionicista, corrían de un lado para otro, comentado en voz alta las fascinantes lecturas. Al parecer era el mejor espectáculo desde que el oso ciclista en la Feria de Hassadar asustó a los caballos. Miles gruñó, pero con ello no atrajo la atención; los monitores parecían mucho más atractivos.
Los médicos no empezaron realmente a hablarle, en vez de hacerlo entre sí, hasta que estuvo otra vez vestido, esperándoles en la consulta del doctor Chenko. Ni siquiera su condición de Auditor Imperial los hizo apresurarse esta vez. Chenko, un hombre enérgico y en buena forma de mediana edad que parecía un anuncio ambulante de la profesión médica, llegó por fin, con un puñado de discos de datos en la mano; su aire inicial de complacida excitación se había reducido ya al de mera presunción..
—Sabemos lo que le ha estado sucediendo, Lord Vorkosigan —le anunció, sentándose ante su comuconsola—. Como suponíamos, el mecanismo de sus ataques era muy particular. ¡Pero ahora lo tenemos!
—Maravilloso —dijo Miles llanamente—. ¿Qué es?
Sin alterarse lo más mínimo por su tono, Chenko metió los discos de datos en su comuconsola, e hizo que el holovid mostrara modelos y gráficas para ilustrar sus argumentos mientras hablaba.
—Al parecer, después de la resurrección criogénica, su cerebro empezó a segregar un nivel inusitadamente alto de neurotransmisores. Éstos se acumulan a lo largo del tiempo en las reservas neurales hasta alcanzar un nivel anormal, como puede ver aquí. Aquí tiene una reserva normal, ¿ve la diferencia? Entonces sucede algo que dispara una repentina actividad cerebral… digamos estrés o algún tipo de excitación, y las reservas se desbordan de inmediato. Es este punto de la gráfica, aquí. Esto desconecta temporalmente sus funciones neurales normales, y explica los efectos alucinatorios que experimenta usted. Al cabo de un minuto o dos, sus reservas de neurotransmisores se vacían hasta niveles normales… en realidad, por debajo de lo normal. De ahí los pocos minutos de inconsciencia que siguen. Entonces el equilibrio empieza a restablecerse, y usted recobra el conocimiento, aunque se siente bastante fatigado. Y el ciclo comienza otra vez. Es una forma de epilepsia completamente bioquímica, más que de fases eléctricas. Fascinante y única. El doctor D'Guise quiere escribir sobre el tema para la
Revista Médica
de MilImp… su anonimato como paciente quedará protegido, por supuesto.
Miles digirió en silencio la noticia de su inminente entrada en la historia médica.
—Bien —dijo por fin—. ¿Qué pueden hacer al respecto?
—Mm. El fenómeno es global, se extiende por amplias zonas de su cerebro. Aunque quizás afortunadamente está más concentrado en los lóbulos frontales que en el cerebelo, por eso los ataques no lo matan en el acto. Obviamente no se presta a tratamiento quirúrgico.
Nadie hace rodajas con mi cerebro, payaso
.
—Me alegro de oírlo. ¿A qué tratamiento se presta?
—Ah. —El doctor Chenko vaciló. En realidad, guardó silencio—. Ah —añadió poco después.
Miles esperó, aferrándose a su frágil paciencia. La creatividad médica del doctor Chenko sin duda no aumentaría si un Auditor Imperial se abalanzaba sobre él con la intención de estrangularlo. Miles tampoco estaba seguro de que su inmunidad legal como Auditor se extendiera a los ataques personales.
—Una forma de abordar los ataques epilépticos de fase eléctrica —dijo el doctor Chenko pasado un rato— es instalar un chip desestabilizador dentro del cerebro del sujeto. Cuando comienza un ataque, el biochip lo capta y genera una contraoleada de impulsos eléctricos para reducir la pauta de realimentación de ondas cerebrales agresoras. Una especie de supresor inverso. No es una cura, exactamente, pero alivia los principales síntomas.
—No estoy… seguro de que me gusten los biochips —comentó Miles—. Sobre todo los neurales.
—Oh, es una pieza de tecnología probada y digna de confianza —le aseguró el doctor Chenko—. Pero no creo que sea adecuado en su caso.
Hay una cura, pero no puedes tenerla. Bien
.
—¿Entonces qué?
—El doctor D'Guise y yo necesitaremos consultar sobre el tema. Ahora que tenemos los datos adecuados con los que trabajar, creo que seremos capaces de planear un par de posibles estrategias. Como su caso es único, serán, por supuesto, experimentales. Puede que tengamos que probar varias ideas antes de encontrar la óptima.
Bastante razonable, supuso Miles.
—Entonces… ¿estamos hablando de días? ¿Semanas? ¿Meses?
¿Años?
—No, meses no. Si le sirve de consuelo, después de ese ataque sufrido hoy en el laboratorio, creo que pasará algún tiempo antes de que esté químicamente preparado para otro episodio. Lo cual, por cierto, me da una idea…