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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

Recuerdos (40 page)

BOOK: Recuerdos
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Avakli y Haroche llegaron juntos a la sala de reuniones. Los labios de Haroche se movieron sorprendidos cuando vio a Illyan, quien giró la cabeza y lo saludó con un ademán.

—Hola, Lucas.

La grave voz de Haroche se suavizó.

—Hola, señor. Me alegra volver a verlo en pie —aunque se hizo a un lado y le susurró a Miles—: ¿Se encontrará bien? ¿Está preparado para esto?

—Oh, sí —sonrió Miles, ocultando su propia falta de seguridad en este tema. Tras un breve gesto negativo de Haroche, la compañía se ahorró el intercambio de saludos militares esa noche; estando Illyan presente, había quizá cierta confusión sobre quién debía saludar a quién. Se sentaron, serios y atentos, en medio de un fragor de telas y de sillas. El almirante Avakli permaneció de pie ante el atril de la pantalla vid.

—Milord Auditor —empezó a decir—. General Haroche, caballeros. Jefe Illyan. —Dirigió a Illyan un gesto de cabeza especial, aunque algo inseguro—. Yo… espero que no resultará una auténtica sorpresa para ninguno de ustedes que hayamos descubierto que el daño al implante neural eidético del jefe Illyan ha sido provocado artificialmente.

Haroche dejó escapar un largo suspiro, y asintió.

—Me lo temía. Esperaba que fuera algo más simple.

El propio Miles también había albergado similares esperanzas, en muchas ocasiones; no pudo sino estar de acuerdo con él. También se sentía decepcionado.

—Simple es la última palabra que yo usaría para describirlo —dijo Avakli.

—Entonces estamos tratando con un caso de sabotaje deliberado —dijo Haroche.

Avakli se mordió el labio inferior.

—Eso, señor, es cosa de su departamento. Creo que prefiero ceñirme a mi definición, por el momento. Un acontecimiento provocado artificialmente. Para explicar esto debo ceder la palabra al doctor Weddell, quien fue —una leve arruga cruzó el entrecejo de Avakli— imprescindible para enlazar la cadena de causalidades. Doctor Weddell, si es tan amable.

Gracias a aquella arruga Miles dedujo que Weddell/Canaba se estaba comportando como de costumbre, de forma brillante y molesta. Si su brillantez llegaba a fallar, sin duda se sorprendería de la carga de inquina que sus molestias habían causado. Pero Avakli era un científico demasiado honrado para reclamar como propio el logro de otro. Weddell ocupó el estrado, sus rasgos patricios cansados, tensos, y un poco relamidos.

—Si quisieran un culpable, el inmediato culpable, claro, aquí tienen su retrato.

Weddell jugó con el control del holovideo; la placa proyectó una mancha verde y compleja que giraba lentamente en el aire.

—El color es un añadido informático, por supuesto. Me he tomado unas cuantas licencias artísticas… y está ampliado unos cuantos millones de veces. Eso, caballeros, es un procariota apoptótico producto de la bioingeniería. O así lo he reconstruido.

—¿Un qué? —dijo Miles—. Simplifique, por favor.

Weddell esbozó una sonrisa cansada, sin duda buscando en su mente palabras de una sola sílaba. Miles lamentó sus cuatro últimas cervezas.

—Un pequeño bicho que se come las cosas —intentó traducir Weddell.

—No simplifique tanto —cortó Miles, seco. A los barrayareses que ocupaban la mesa y que conocían el poder de un Auditor Imperial, su tono los hizo temblar; al inmigrante Weddell, no.
Nunca discutas con un pedante por la nomenclatura. Te hace perder el tiempo y molesta al pedante
. Miles lo dejó estar—. Un procariota. Bien. ¿Reconstruido?

—Llegaré a eso en un instante, milord Auditor. Apenas puede considerarse una forma de vida, puesto que es más pequeño y más simple que la más pequeña de las bacterias, pero ejecuta dos funciones vitales. En cierto sentido, come. Lo que hace específicamente es crear un enzima proteolítico que rompe la matriz proteínica que encuentra en el chip eidético y varias aplicaciones galácticas de neuroampliación relacionadas. Destruye eso y nada más. Y, después de absorber los nutrientes resultantes, se reproduce, por simple fisión binaria. Una población de esos procariotas, con un campo, como si dijéramos, de proteínas-chip en donde pastar, sin duda se duplicaría y reduplicaría en progresión geométrica… hasta llegar a un punto. Tras un número determinado de duplicaciones, el procariota está programado para autodestruirse. Cuando obtuvimos el chip para analizarlo, casi todos lo habían hecho ya, dejándome un curioso rompecabezas de fragmentos con el que jugar. Otra semana, y no habría quedado nada para analizar.

Haroche dio un respingo.

—¿Y fue creado específicamente para Illyan? —preguntó Miles—. ¿O es un producto comercial, o qué?

—No puedo responder a su primera pregunta. Pero conseguí enterarme de gran parte de su historia leyendo su estructura molecular. Primero, quien lo hizo no partió de cero. Es una modificación de un organismo apoptótico existente y patentado, diseñado en principio para la destrucción de placas neurales. El código de patente galáctico para esa aplicación médica perfectamente legal era legible aún en algunos de los fragmentos moleculares. El procariota modificado, sin embargo, no llevaba ninguna indicación de su laboratorio de origen, ni licencia, ni patentes. La patente original tiene unos diez años, por cierto, lo que nos ofrece el primer dato en cuanto al marco temporal.

—Ésa iba a ser mi siguiente pregunta —dijo Miles—. Esperaba poder perfilar las cosas algo más.

—Por supuesto. Pero ya ve cuánto sabemos, sólo con los códigos y la falta de ellos. El procariota médico original fue pirateado para el nuevo propósito, y a la gente que lo modificó obviamente no le preocupaba legalizarlo para su comercialización. Tiene todo el aspecto de ser un trabajo único para un único cliente.

—¿Trabajo jacksoniano ilegal, por casualidad? —preguntó Miles.
Usted lo sabrá bien
.

—El tipo de atajos tomados en su diseño así lo sugieren. Por desgracia, no estoy familiarizado con el tema.

Entonces no era algo de Laboratorios Bharaputra, el antiguo patrono de Weddell/Canaba. Eso habría sido una feliz coincidencia. Pero había una docena de otras casas jacksonianas capaces de aceptar un trabajito como aquél. Por un precio.

—¿Cuánto costó hacerlo? ¿O, más bien, que lo hicieran?

—Mm… —Weddell miró pensativo el espacio—. Los costes de laboratorio, un poco por debajo de los cincuenta mil dólares betanos. Quién sabe cuál habrá sido el acuerdo. Y una petición especial para mantener el secreto por parte de los compradores puede haber multiplicado el coste, oh, por cinco. O más, dependiendo de qué mercado pudiera soportarlo.

Entonces no era el trabajo de un chalado solitario, a menos que fuera un chalado solitario fabulosamente rico. Una organización, tal vez. Pensó en los terroristas komarreses… siempre pensaba en ellos, por desgracia.

—¿Podría ser obra cetagandana? —preguntó el general Haroche.

—Oh, no, no lo creo —contestó Weddell—. No es su estilo en absoluto. Genéticamente hablando. Los trabajos cetagandanos se distinguen por su calidad, originalidad, y, cómo lo diría yo… elegancia. Esto es, por comparación, una chapuza. Efectiva, lo reconozco, pero chapuza. A nivel molecular.

Los labios de Illyan se contrajeron, pero no dijo nada.

—La secuencia de autodestrucción —continuó Weddell—, tal vez era una medida de seguridad, un simple residuo del diseño original. O… fue puesta ahí deliberadamente para que destruyera las pruebas.

—¿Puede asegurarlo?

—Había algunas leves diferencias en comparación con el procariota médico original… la dejaron deliberadamente en el diseño, de todas formas. Puedo darle hechos, mi señor; lo que no puedo darle son las intenciones de personas desconocidas.

Ése es mi trabajo, cierto
.

—Entonces… ¿cuándo se le administró a Illyan? ¿Y cómo?

—Administrar es una suposición, aunque dadas las circunstancias probablemente sea aceptable el término. Los primeros síntomas graves del colapso fueron, ¿cuándo?

—Hace cuatro semanas —contestó Haroche—. En la reunión de todos los departamentos.

—En realidad, como una semana antes —dijo Miles—. Según mi informador.

Haroche le dirigió una dura mirada.

—¿De verdad?

Illyan se agitó, como si estuviera a punto de añadir algo, pero mantuvo la boca cerrada.

—Mm. El procariota no se reproduce muy rápidamente. En gran parte depende de lo grande que fuera la dosis introducida inicialmente.

—Sí, ¿y cómo lo hicieron? —intervino Miles—. Y ya que estamos, ¿cómo se almacena y transporta este material? ¿Cuál es su vida media? ¿Requiere alguna condición especial?

—Se almacena en seco, en forma de cápsula, a temperatura ambiente, aunque no lo dañaría una leve congelación. La vida media… cielos. Años. Aunque obviamente tiene menos de una década de antigüedad. Se activa al humedecerse, presumiblemente después de ser administrado, lo que requiere contacto con una zona húmeda del cuerpo. A través de las mucosas… se podría inhalar como polvo, inyectar como solución, o introducir como contaminante en un arañazo. La piel herida y la humedad valdrían. No tendría que ser un arañazo grande.

—¿Y tragado?

—La mayoría de los procariotas serían destruidos por los ácidos del estómago. Podría hacerse, pero haría falta una dosis inicial mayor, para asegurar la entrada en la corriente sanguínea que lo llevara hasta el chip.

—Entonces… ¿cuándo? ¿Cuál es el marco temporal máximo posible de exposición? ¿No puede utilizar usted su ritmo reproductor para calcular cuándo fue administrado?

—Sólo por encima. Me temo, mi señor, que eso es sólo una de diversas variables. La administración puede haber tenido lugar entre diez semanas y una semana antes de la aparición de los primeros síntomas.

Miles se volvió hacia Illyan.

—¿Recuerda algo así?

Illyan sacudió la cabeza, impotente.

—¿Hay algún modo de que podamos… es posible que la exposición haya sido accidental? —dijo Haroche.

Weddell apretó los labios.

—¿Posible? ¿Quién sabe? ¿Probable? Ésa es la pregunta. —Y pareció como si se alegrara de no tener que responderla.

Miles se volvió hacia Haroche.

—¿Ha habido algún informe de alguien más en Barrayar que use una tecnología chip parecida y que haya sufrido un colapso misterioso? Y por cierto, ¿lleva alguien en Barrayar un chip similar?

—No que yo sepa —dijo Haroche.

—Me gustaría que SegImp lo comprobara, por favor.

—Sí, mi señor. —Haroche tomó nota.

—Los implantes neurales de los pilotos de salto usan un sistema completamente diferente —intervino Avakli—. Gracias a Dios. —Parpadeó, presumiblemente al imaginarse el caos que produciría una plaga semejante en los pilotos.

—No se puede establecer comunicación con esta procariota por medios corrientes —les aseguró Weddell, con bastante despreocupación, en opinión de Miles.

—Creo que debemos imaginar lo peor —dijo Miles.

—En efecto —suspiró Haroche.

—Me parece sabotaje —continuó Miles—. Absolutamente deliberado, y sutil.

Y cruel, señor mío, bastante cruel
.

—Ahora sabemos qué, y cómo. Y algo de cuándo fue. Pero ¿quién, y por qué?

Ah, las motivaciones de los hombres otra vez.
He tocado el elefante, y es como un
… ¿Cuáles eran las seis respuestas?
Cuerda, árbol, pared, serpiente, lanza, abanico

—Tenemos el método. El motivo continúa siendo oscuro. Tiene usted demasiados enemigos, Simon, y ninguno de ellos es personal. No lo creo. No ha estado… acostándose con la esposa o la hija de alguien o algo que no sepamos, ¿verdad?

La boca de Illyan se torció, divertida.

—Ay, no, Miles.

—Entonces… tuvo que ser alguien que estuviera cabreado globalmente con SegImp. ¿Motivaciones políticas? Maldición, eso sigue dejando un campo demasiado amplio. Aunque tuvieran dinero que gastar y, um, paciencia… ¿cuánto tiempo estima usted que pudo tardarse en desarrollar esa microbestia, doctor Weddell?

—En tiempo de laboratorio, oh, un par de meses. A menos que pagaran por un trabajo rápido. Un mes como mínimo.

—Más el tiempo del viaje… Este plan tiene que haber comenzado hace al menos seis meses, creo.

Haroche se aclaró la garganta.

—Parece probable que viniera de fuera de Barrayar. Me gustaría saber de qué laboratorio surgió, y cuándo. Con su permiso, milord Auditor, alertaré de inmediato a Asuntos Galácticos para que pongan a sus agentes sobre la pista jacksoniana. Sin dejar de olvidar otras posibles fuentes de biotrabajos… Escobar, por ejemplo. Jackson's Whole no posee el monopolio completo de los asuntos sucios, después de todo.

—Sí, por favor, general Haroche —dijo Miles. Era exactamente el tipo de tedioso trabajo legal que SegImp podía hacer mucho mejor que él. Un verdadero Auditor Imperial normalmente poseía personal propio en quien delegar ese tipo de asuntos. Tendría que comprobar los informes en persona, para asegurarse. Ah, iba a verse atrapado una vez más en las entrañas del cuartel general de SegImp. Debía de ser su destino.

—Y —añadió Haroche— repasaré todos los movimientos del jefe Illyan durante las últimas, digamos dieciséis semanas hasta las últimas cinco.

—Estuve principalmente aquí, en el cuartel general —dijo Illyan—. Dos viajes a la ciudad… creo… sé que no salí de Barrayar en todo ese tiempo.

—Tenemos la cena oficial de Gregor —señaló Miles—. Y unos cuantos acontecimientos más a los que acudió personalmente.

—Sí. —Haroche tomó otra nota—. Necesitaremos una lista de todos los visitantes galácticos con quienes el jefe Illyan pudo tener contacto físico en esos actos. La lista será larga, pero concreta.

—¿Hay algo que pueda hacer para estrechar el marco temporal? —le preguntó Miles a Avakli y Weddell.

Weddell abrió las manos; Avakli sacudió la cabeza.

—No con nuestros datos actuales, mi señor —dijo.

—¿Algo más que añadir? —preguntó el general Haroche.

Todos negaron con la cabeza.

—No sin entrar en especulaciones —dijo Avakli.

—Es un ataque muy extraño —dijo Miles—. Atacar la función de Illyan, pero no su vida.

—No estoy seguro de que podamos descartar el intento de asesinato, mi señor —intervino el doctor Ruibal—. Si el chip no hubiera sido extraído, podría haber acabado muriendo de agotamiento. O tenido algún accidente durante sus periodos de confusión.

Haroche tomó aire.
Toma
, pensó Miles. Si alguien estaba planeando asesinar a los jefes de SegImp, Haroche bien podría ser el siguiente en la lista.

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