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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

Recuerdos (41 page)

BOOK: Recuerdos
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Haroche se enderezó en su asiento.

—Caballeros, todos han hecho un trabajo sobresaliente. Mi recomendación personal será añadida a todos sus expedientes secretos. En cuanto tengan terminados sus informes, pueden regresar a sus funciones regulares.

—Mañana, lo más probable —dijo Avakli.

—¿Puedo regresar a casa esta noche? —intervino Weddell—. Mi pobre laboratorio lleva una semana en manos de mis ayudantes. Me estremezco al pensar lo que me espera.

Avakli miró a Miles, pasándole la pelota.
Tú me lo trajiste, trata con él
.

—No veo por qué no —dijo Miles—. Quiero una copia del informe.

—Por supuesto, milord Auditor —dijo el almirante Avakli.

—Y cualquier otra cosa que genere su oficina, general Haroche.

—Por supuesto. —Haroche abrió la boca para decir algo más, luego abrió la mano hacia Miles—. ¿Milord Auditor? Usted convocó esta reunión.

Miles sonrió, y se puso en pie.

—Caballeros, se levanta la sesión. Y gracias a todos.

En el pasillo, Illyan se detuvo con Haroche, y Miles lo esperó.

—Bueno, señor —suspiró Haroche—, he de decir que me ha puesto en las manos un feo rompecabezas.

Illyan sonrió.

—Bienvenido al asiento caliente. Le estaba diciendo a Miles… ¿ayer?, que mi primer trabajo como jefe de SegImp fue investigar el asesinato de mi predecesor. El triunfo de la tradición.

Me lo comentaste esta tarde, Simon
.

—Al menos no le han asesinado —dijo Haroche.

—Ah. —La sonrisa de Illyan desapareció—. Lo olvidé.

Miró a Haroche, y su voz se convirtió en un murmullo.

—Atrapa a los bastardos por mí, Lucas.

—Haré todo lo que pueda, señor. Todos lo haremos.

Gravemente, y a pesar del atuendo civil de Illyan, Haroche lo saludó mientras se daban la vuelta para marcharse.

Miles no se quedó dormido fácilmente esa noche, o más bien esa mañana, a pesar de haber sustituido su esperado insomnio producido por la expectación por… ¿qué? Indigestión de información, supuso.

Se revolvió entre las sábanas, y contempló una oscuridad considerablemente menos opaca que el problema que acababa de caer en su regazo. Cuando saltó ante la oportunidad de jugar a ser Auditor Imperial, esperaba que fuera exactamente eso, una charada, representada el tiempo suficiente para arrancar a Simon Illyan de las torpes garras médicas de SegImp. No fue una tarea muy difícil, realmente, visto en perspectiva. Pero ahora… ahora se enfrentaba a un problema que daría a un Auditor de verdad, con todo su personal y apoyo, largas noches de insomnio.

El vacío de su cargo, concedido simplemente por capricho de Gregor, resonaba en su cabeza. Echaba de menos su apoyo Dendarii. De creer por un minuto que aquel nombramiento iba a ser real, incluso temporalmente, habría empezado a reunir un personal de expertos adecuados sacados, aunque independientes, de todas las otras organizaciones barrayaresas. Conocía a varios buenos tipos de SegImp, por ejemplo, con casi veinte años de servicio, dispuestos quizás a retirarse y prestarle su experiencia. Podía estudiar al personal de otros auditores, y modelar el suyo a su semejanza. Clavar al Lord Auditor Vorhovis a la pared más cercana, y no dejarlo marchar hasta que le contara todo lo que sabía sobre su trabajo. Un nuevo aprendizaje.
Vuelvo a ir para atrás otra vez, maldición
. Un desconocimiento familiar.
Y yo que creía que había aprendido
.

Bien. ¿Qué haría a continuación, o más bien, primero? Su única prueba física, el procariota bioforjado, parecía conducir a Jackson's Whole, si podía confiar en la experiencia técnica de Weddell, como así era. ¿Debería regresar a Jackson's Whole, para supervisar la investigación? La idea lo hizo estremecerse.

Ese tipo de trabajo de campo era adecuado para delegarlo en un equipo de agentes, como él mismo había sido antes. Hablando de experiencia. Así que lo obvio era delegar, excepto… si la propia SegImp estaba manchada por la sospecha…

Si la producción del procariota había sido una empresa puramente comercial, entonces no había ninguna motivación que encontrar en Jackson's Whole. Bueno, tal vez venganza. El «almirante Naismith» había molestado seriamente a varias Grandes Casas Jacksonianas en su última visita; si finalmente habían descubierto para quién trabajaba… Sin embargo la Casa Fell, que disponía de los recursos necesarios para aquel desagradable sabotaje, no había sido seriamente incomodada; la Casa Bharaputra, que sí se había molestado más, no estaba tal vez lo suficientemente loca para iniciar una guerra privada con Barrayar… después de todo, no obtenía ningún beneficio claro. La Casa Ryoval, que sí tenía los recursos y estaba lo bastante loca, había sido desmembrada y el barón Ryoval estaba muerto.

No. El arma quizá procedía de Jackson's Whole, pero el crimen había sido cometido aquí.
¿Intuición, chico?
¿Qué se suponía que tendría que hacer, tumbarse a esperar tratando de emboscar a su propio subconsciente? Podría volverse loco poco a poco.

Tal vez necesitaba dar algo que roer a su demonio de la intuición. ¿Revolver SegImp?
¿Y promover tu propio asesinato, tal vez?
Al menos sería entretenido, y menos frustrante que aquel vacío.

¿De verdad crees que es un trabajo realizado desde dentro?
El demonio de la intuición, como de costumbre, era demasiado esquivo para darle una respuesta directa. Pero una cosa era segura: cualquiera podía ir a investigar a Jackson's Whole. Sólo un Auditor Imperial podía entrar en el cuartel general de SegImp. Resolver aquel rompecabezas no iba a ser trabajo de un solo hombre, pero estaba clara cuál iba a ser su parte en ello.

SegImp, pues
.

La rendija de luna encontró a Miles levantado, plenamente uniformado con el marrón y plata de su Casa y su cadena de Auditor. Bebía los restos de su café sentado en el banco acolchado del vestíbulo frontal, pavimentado de blanco y negro, y esperaba a que Martin trajera el vehículo de tierra del conde, cuando en la puerta principal se produjo una conmoción demasiado grande para ser provocada por Martin. Al menos, Miles no había oído el sonido aplastante de un vehículo chocando contra un pilar. Pero había varios vehículos de tierra, y techos abriéndose, y voces, y pasos veloces. Soltó su café y se levantó para atender la puerta, pero ésta se abrió sola.
Oh. Por supuesto
. La condesa Vorkosigan y su séquito habían llegado a la órbita esta mañana, mientras él dormía.

Dos hombres de armas uniformados de marrón y plata la precedieron entrando en el vestíbulo, y le dirigieron una reverencia antes de volverse a saludar a Miles. Ella se abrió paso entre la turba de guardias, secretarios, doncellas, sirvientes, conductores, porteros, dependientes y más guardias como un esbelto yate cortando las aguas encrespadas, y ellos se abrieron como una ola, apartándose en pequeños remolinos hacia diversas posiciones preestablecidas. Era una mujer alta y pelirroja de silenciosa presencia, vestida de color crema con un traje ondulante que amplificaba el efecto náutico. «Bien conservada» no hacía justicia a su belleza; era betana, después de todo, y a sus sesenta y tantos años apenas había alcanzado la madurez para los estándares de ese planeta. Un secretario que la acompañaba fue olvidado en cuanto la condesa Vorkosigan vio a su hijo.

—¡Miles, querido!

Él abandonó la taza de café e hizo una reverencia sobre su mano, tratando de cortocircuitar un abrazo maternal. Ella captó la indirecta y dijo solamente:

—Vaya, qué formal para estas horas de la mañana.

—Voy camino del trabajo —explicó Miles—. Más o menos.

—Ya me lo contarás con más detalle, por supuesto…

Lo cogió por el brazo y lo apartó del tráfico de equipaje que recordaba a Miles una columna de hormigas soldado. Se metieron en la habitación de al lado, la antesala de la gran biblioteca; los lacayos de la condesa funcionaban competentemente sin ella.

La mujer se plantó a un par de palmos de él, y lo miró de arriba abajo.

—¿Cómo estás? —Su sonrisa no llegaba a ocultar cierto tonillo ansioso.

Viniendo de ella, era una pregunta de profundidad potencialmente peligrosa.

—Bien, gracias —comentó Miles.

—¿De verdad? —preguntó ella en voz baja.

—De verdad.

—Lo cierto es que… tienes mejor aspecto de lo que esperaba. No tan ausente como en algunos de tus, ejem, demasiado cortos comunicados.

—Yo… pasé unos cuantos días malos, justo después, ya sabes. Lo superé.

—Tu padre y yo estuvimos a punto de volver a casa. Varias veces.

—Me alegra que no lo hicierais. No es que no me alegre de verte ahora —añadió rápidamente.

—Mm. Pensé que así se calmarían las cosas.

—Puede que aún tenga la cabeza hecha un lío —admitió él tristemente—, pero han pasado cosas. Ya te habrás enterado de lo de Simon.

—Sí, pero no del todo. Aunque Alys ha sido más valiosa que Gregor o tú. ¿Cómo está?

—Bien. Se encuentra aquí. Durmiendo. Cenamos tarde anoche. Creo… que será mejor que él te lo cuente. Tanto como pueda —añadió cautelosamente—. Se ha recuperado físicamente, pero está un poco… bueno, es un poco más vago que de costumbre, me temo. Te darás cuenta en seguida cuando hables con él.

—Ya veo. —Ella frunció un poco el ceño—. En cuanto sea posible. Me espera una reunión con Alys dentro de una hora. Tengo muchísimas ganas de conocer a Laisa.

—¿Entonces conseguiste tranquilizar a sus padres, cuando Lady Alys dijo que no pudo?

—Oh, Alys hizo un buen trabajo allanándome el terreno. Los sentimientos de los padres de Laisa son contrapuestos, naturalmente. Como son Toscane, están comprensiblemente excitados por la perspectiva de ganar más influencia, tanto para sí mismos como para su compañía, y para Komarr en general.

—En eso se confunden. Gregor es bien consciente de la necesidad de parecer imparcial a la hora de hacer demasiados favores abiertos a los parientes de su esposa.

—Así se lo hice saber amablemente. Me alegra decir que no son lelos. Su excitación estaba teñida de una genuina preocupación por la seguridad de su hija y su felicidad personal, aunque sin duda tienen tan poca idea de cómo conseguirlo como el resto de los padres. —Le sonrió con tristeza.

¿Iba eso por él? Indudablemente

—Bien… ¿cómo está papá? ¿Cómo se tomó… todo esto? —Miles encogió los hombros para referirse a su nueva condición de civil.

Ella se aclaró la garganta.

—Sentimientos mezclados, reacciones mezcladas. Me dio todo tipo de consejos tranquilizadores para ti, que simplemente resumiré en: tienes su apoyo. Siempre.

—Lo sabía. Ésa no era la pregunta, exactamente. ¿Se sintió… muy decepcionado?

Ahora fue ella quien se encogió de hombros.

—Todos sabemos lo duro que trabajaste para conseguir lo que habías obtenido con las pocas probabilidades que tenías de hacerlo.

Evade la respuesta, maldición
.

—Le preocupaba más lo que te sucedería después, cuando no tuvieras nada. —Un largo dedo tocó la cadena de su nuevo oficio—. He de decir que esto ha sido muy inteligente por parte de Gregor. El chico se está volviendo gratificantemente sutil, en su madurez.

—Espera a que Simon te explique de qué carga he de tirar con esta maldita cadena.

Ella alzó las cejas, pero no lo presionó. Miles reflexionó por un momento sobre el frío estilo maternal de la condesa Vorkosigan, en contraste con los manejos de Lady Alys contra (y era contra) Ivan. En general, encontraba el silencioso respeto de la condesa mucho más amedrentador que cualquier interferencia abierta. Uno casi deseaba ser merecedor de tales interferencias. La condesa interpretaba a la observadora desinteresada de un modo casi convincente, un estilo que Gregor sin duda había aprendido de ella.

Martin asomó la cara desde la puerta. Su expresión fue de asombro al ver a la condesa.

—¿Mi señor? Um, su coche está preparado y…

La condesa despidió a Miles.

—Si tienes que irte, adelante. Veré luego a Simon.

—Parece que mi trabajo va a ser pinchar su antiguo departamento. —No le gustó el sabor de aquel «antiguo»—. Haroche ha sido lento afrontando este problema. Aunque supongo que no puedo reprochar a SegImp que se negara a razonar antes de tener estos datos.

—¿Por qué no? Lo han hecho antes, muy a menudo.

—Vamos, vamos. No seas cruel, milady madre. —Miles hizo una reverencia al salir, muy al estilo Vor.

—Me alegro de encontrarte aquí, de todas formas —dijo ella.

—¿Dónde si no?

La condesa vaciló, y luego admitió tristemente:

—Aposté con Aral a que elegirías al pequeño almirante.

22

Miles acechó por la oficina de Haroche durante el resto del día, volviendo a comprobar todo lo que SegImp había hecho desde la noche anterior y revisando las nuevas órdenes que llegaban. Devoró el diario detallado de las situaciones y movimientos de Illyan durante los tres últimos meses, hasta que se mareó y empezó a temer que había pasado algo por alto. Haroche soportó pacientemente sus nerviosas pesquisas. Pasarían semanas antes de que tuvieran alguna noticia de las investigaciones galácticas. Haroche se concentraba principalmente en la conexión de Jackson's Whole, su única pista física, lo que encajaba exactamente con las teorías, o prejuicios, de Miles. Cualquier rama colateral que Haroche pasaba por alto Miles la señalaba, y de inmediato Haroche enmendaba el error. Al final de la tarde parecía que no sacarían nada de Jackson's Whole a menos que Miles fuera allí en persona, una idea que también se le ocurrió independientemente a Haroche.

—Parece que tiene una extraordinaria cantidad de experiencia en el trato con las Casas Jacksonianas —observó Haroche.

—Mm —dijo Miles, neutro, ocultando lo mucho que lo tentaba esta idea. Regresar a Jackson's Whole con su nueva personalidad de Auditor Imperial, con todas las naves de guerra imperial barrayaresas que se le antojara pedir como refuerzo, era una fantasía de poder deliciosa—. No —dijo vagamente—. No lo creo.

La respuesta está aquí, dentro de SegImp. Ojalá supiera cómo formular la pregunta
.

Agotado y frustrado, Miles dejó durante un rato Jackson's Whole a los agentes asignados allí y al propio Haroche, y se marchó a dar un paseo por el edificio. Creía haber memorizado el cuartel general de SegImp, pero había recodos y pasillos por los que nunca había pasado, departamentos enteros que jamás había necesitado conocer. Bueno, desde luego ahora podía dirigir el lugar.

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