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Authors: Claudia Gray

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico

Renacer (3 page)

BOOK: Renacer
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—¿Crees que Kate puede protegerte de ellos? ¿Qué hay de Balthazar?

—Ella parará si se lo pido —insistió Lucas.

—¿Y qué hay de ti? —preguntó Balthazar. Apretó con algo más de fuerza el volante—. ¿Quién te detendrá a ti?

Lucas lo miró.

—No pienso atacar a mi propia madre.

—Eso es lo que piensas ahora. Espera a salir de aquí y oler sangre fresca. Notarás sus latidos, y te atraerán hacia ellos como si fueras un imán. —Balthazar sabía muy bien de lo que hablaba; su primer acto tras convertirse en vampiro había sido asesinar a su propia hermana. Por otra parte, los cazadores habían reparado en nuestro coche, y se acercaban. Balthazar añadió—: Si queremos irnos, tenemos que hacerlo ahora.

—No nos vamos a ir. —Lucas tenía la mandíbula relajada y la mirada resuelta—. Puedo controlarme. Tengo que hacerlo. Vamos…, es mi madre.

Cuando Lucas se deslizaba por el asiento trasero para salir, Balthazar me miró fijamente por el retrovisor, como si de pronto fuera a ponerme de su parte en contra de Lucas y pensara marcharme. Si Lucas confiaba en sí mismo, yo tenía que confiar en él. Salí detrás de él. Balthazar podía salir del coche y ayudarnos o no. A mí me daba igual.

—¿Lucas? —dijo Kate.

Ella corrió hacia él, con una sonrisa que le iluminó el rostro durante el breve tiempo que transcurrió antes de verme a mí. De lejos noté que los cazadores se dirigían hacia nosotros, alejándose de la casa de Vic, que se desplomó, aliviado, contra el marco de la puerta.

—Mamá.

Lucas se quedó quieto, como paralizado. Sus facciones se tensaron, y observé que clavaba la vista en el cuello de ella. Lo que Balthazar había dicho era cierto. Lucas percibía sus latidos, notaba su sangre.

Kate arrugó la frente cuando se nos acercó.

—Se suponía que estabas enferma —dijo. La desconfianza y el desprecio acompañaban cada palabra—. Tan enferma que apenas te podías mover.

—Lo estaba —dije—. Pero… ya no.

Lo cierto es que tampoco podía afirmar que había mejorado.

—Entonces, ya no hay motivo para que Lucas siga por aquí. —Kate tendió la mano a su hijo—. Puedes volver. Tranquilo. No necesitamos a quienes te podrían guardar rencor por todo. Basta con que reconozcas que cometiste un error.

Lucas no la cogió de la mano.

—Yo no he cometido ningún error. —Tenía la voz ahogada, y sus palabras sonaron forzadas. Los ojos le brillaban con intensidad bajo la luz mortecina, y percibí la locura asesina en la que estaba sumido. Con todo, no perdió la cabeza—. Quiero a Bianca. Tomé una decisión. Sin embargo… me alegro de que hayas venido.

Me llamó la atención un movimiento a lo lejos. Me sorprendí al reconocer a dos miembros de aquel pequeño grupo, que se encontraban apostados en el rincón más alejado del jardín de Vic: una mujer robusta y de piel oscura con el pelo peinado en trenzas gruesas, y otra de piel dorada y cabello rasurado: eran Dana y Raquel. Dana había sido la mejor amiga de Lucas desde que eran pequeños, y, cuando salió a la luz mi auténtica naturaleza, fue la que nos ayudó a huir. Raquel había sido mi mejor amiga y mi compañera de habitación en la Academia Medianoche durante el tercer año, y llevaba siendo víctima de un tremendo acoso por parte de un espectro desde la infancia. Ella había huido con Lucas y conmigo y se nos había unido cuando entramos a formar parte de la Cruz Negra.

Además, Raquel era quien me había entregado a la Cruz Negra cuando descubrió que yo era hija de vampiros.

Dana y ella se querían. Me pregunté si Raquel habría adoptado ahora el modo de pensar de su novia y nos brindaría su apoyo. ¿O tal vez Dana iba a tomar partido por Raquel y dejaría de lado al viejo amigo que la había abandonado?

Desvié la atención de ellas y me centré por completo en Lucas. Kate se encontraba a apenas unos pasos de él. Aunque irradiaba reprobación, yo sabía que solo me despreciaba a mí, porque a su hijo le dirigió una sonrisa insegura.

—Lucas, piénsalo —le dijo—. No solo somos tu comando. También somos tu familia. Porque ser familia no es únicamente un vínculo de sangre: también es lo que compartes, aquello en lo que crees.

Lucas se estremeció cuando ella dijo «sangre», pero Kate no pareció darse cuenta. Estaba demasiado enfadada conmigo, y demasiado preocupada por él.

—Seguro que al principio Bianca no te dijo lo que era —añadió Kate—. Te mintió.

Aunque Lucas y yo ya habíamos superado el hecho de habernos guardado tantos secretos al comienzo, el recuerdo de nuestros antiguos errores resultó doloroso.

Kate prosiguió:

—¿Vas a olvidarte de tu deber, de lo que has aprendido, y arrojar por la borda toda tu vida por una chica que te ha mentido? Te creía más listo.

Él había arrojado su vida por la borda, y había muerto en un intento de vengarme. El recuerdo de lo que había perdido por estar junto a mí me hizo sentir muy avergonzada. Lucas no se dio cuenta: temblaba tratando de contenerse. Sus ansias de sangre se habían vuelto tan intensas que temí que fuera a venirse abajo.

—Tengo que hablar contigo. —Lucas lo dijo con la voz rota por el esfuerzo—. Por favor, mamá. ¿Podríamos hablar un momento los dos? Tengo muchas cosas que contarte. Hay muchas cosas que necesito que entiendas.

La preocupación hizo que Kate abandonara sus intentos de convertirlo y empezara a escuchar.

—Lucas, ¿estás bien? Se te ve pálido, y es evidente que has estado luchando…

—Estoy… —Se le quebró la voz antes de poder decir «bien»—. Tenemos que hablar. Eso es. Necesito que no me falles en esto. —Clavó la mirada en la mujer—. De verdad que lo necesito.

La expresión de Kate se suavizó. La madre había vencido a la combatiente.

—Está bien.

Dio un paso más hacia él y alzó los brazos. Lucas se quedó un momento paralizado antes de abrazarla con fuerza. Observé su mueca al aspirar el olor de su sangre, pero logró contenerse.

«Lo ha conseguido —pensé encantada—. Lucas es capaz de controlar la sed de sangre».

Entonces los brazos de Kate se tensaron y abrió los ojos con sorpresa. Se acababa de dar cuenta de que la sangre que manchaba la camiseta de su hijo era la de él, y le había visto la herida en el cuello. Una herida causada sin duda por el mordisco de un vampiro.

Si yo había notado lo frío que estaba Lucas al tacto, su madre también tenía que haberlo sentido.

Kate se apartó de golpe de él, de modo que Lucas dio un traspié hacia atrás, confuso. Ella sacó la estaca.

—¿Qué te ha hecho Bianca?

Lucas dio un paso hacia ella, con mirada suplicante.

—No ha sido Bianca. Mamá, escucha.

—Pide a los demás que se marchen —dije. Tal vez Kate lograra aceptar a su hijo como aquello en lo que se había convertido, pero no quería arriesgarme con los demás cazadores de la Cruz Negra—. Deja que Lucas se explique.

—Te han asesinado. —La voz de Kate era casi un sollozo—. Eres un vampiro.

Entonces se oyó una salva de gritos ahogados e imprecaciones en voz baja entre los demás cazadores. Dana hundió por un instante su rostro en el brazo de Raquel. Yo volví la vista atrás, hacia Balthazar, que seguía al volante, con el motor en marcha.

Lucas tenía la mirada clavada en su madre.

—Sí, lo soy. No es como dicen, mamá. Soy distinto, pero sigo siendo yo. Por lo menos, creo que sigo siendo yo. Es algo… raro, y me asusta, y necesito encontrar la manera de volver a ser la persona que era. Por favor, ayúdame a conseguirlo.

Kate se enderezó. No había apartado la vista de él, y su mirada era fría y dura como el acero.

—Tú eres la carcasa de lo que en otro tiempo fue mi hijo. Yo lo quería mucho más de lo que un monstruo como tú puede entender.

—No, mamá, no —susurró Lucas.

Ella siguió como si no lo hubiera oído.

—Puedes mofarte de mí con su voz y su cara en la medida en que yo te lo permita. —Aunque le temblaba la voz, Kate alzó la estaca con gesto decidido—. Lo único que puedo hacer ahora por Lucas es darle un entierro digno. Y eso significa acabar contigo.

—¡Lucas!

Lo tomé del brazo para arrastrarlo hacia el coche, pero él se zafó, como incapaz de creer que su propia madre pudiera hacerle algo así. A continuación, ella se abalanzó sobre él con tal rapidez que él dio un traspié al esquivar el golpe.

La mayoría de los cazadores echaron a correr hacia nosotros. Ranulf salió disparado por la puerta de la casa de Vic, con el hacha en la mano, y entró en la refriega con valentía, a pesar de que las posibilidades de ser estacado y decapitado eran muy elevadas. Pero nada de todo eso me inquietaba más que lo que le ocurría a Lucas.

¡Pam! Kate le asestó con el puño en la mandíbula y le dejó aturdido.

¡Pam! Lucas detuvo uno de sus golpes, entrecerró los ojos y apretó con fuerza los dientes.

¡Pam! Esta vez fue él quien la golpeó a ella. Se le alargaron los colmillos. Entonces me di cuenta de que la amenaza lo había descontrolado. Lucas, ahora era presa de la voracidad de la sangre. Peleaba para matar.

Abrí el cierre de mi pulsera de coral, la que Lucas me había regalado por mi cumpleaños y que también me ataba a la forma corpórea. En cuanto cayó en el jardín de Vic, me volví leve e insustancial.

Uno de los cazadores se me acercó blandiendo una estaca. Yo me limité a evaporarme y su mano me traspasó provocándome una sensación extraña, una especie de rampa en el estómago. El cazador profirió un grito, lo cual en otras circunstancias habría resultado realmente cómico.

Suspendida por encima de la refriega, intenté sopesar la situación. Ranulf mantenía a raya a los tres cazadores más próximos a la casa de Vic con una sola mano. Vic había salido corriendo al jardín, no para luchar sino para, al parecer, gritarle algo a Raquel, que cuando menos se mantenía ajena al combate. Dana también permanecía al margen, junto a Raquel, quizá para protegerla o porque no era capaz de atacar a su mejor amigo aunque este se hubiera convertido en vampiro. Lucas y su madre estaban en el centro de todo, totalmente absortos en la pelea. Él respondía a todos los puñetazos de ella e intentaba arañarla en cada oportunidad mientras repelía a los dos cazadores que trataban de acudir en auxilio de su madre. Supe que si él conseguía aventajarla, la mataría. Si lo hacía, si él se bebía la sangre de su propia madre, Lucas no podría perdonárselo en su vida.

Al principio parecía como si Balthazar se limitase a mirar desde el coche, y eso me enfureció. Luego el motor aumentó las revoluciones y, con un chirrido de los neumáticos, Balthazar metió el coche directamente en el jardín de Vic, logrando así que los cazadores se separaran. No atropello a nadie, pero no fue por falta de intención.

Yo quería proteger a quien pudiera. Me apresuré a adoptar una forma física en el suelo, justo al lado de Raquel, Dana y Vic. Aunque yo tenía una forma medio transparente, ellos podían verme.

—Pero ¿qué diablos…? —gritó Dana arrojándose en brazos de Raquel como si yo fuera a hacerle daño.

—Marchaos de aquí —dije—. Dana, llévate a Raquel e intenta que los demás os sigan. ¡Por favor!

—Hazlo. —Vic se cruzó de brazos—. No sabéis la de virguerías espectrales que es capaz de hacer. Créeme, la he visto en acción. No querréis estar cerca.

—¿Eres un fantasma? —susurró Raquel. Palideció—. Bianca, ¿has muerto?

—Nos vamos. —Dana arrastró a Raquel hacia una de las camionetas.

Raquel posó los ojos en mí durante un instante de tortura antes de volverse…

—Hummm… ¿Bianca?

Vic intentó darme una palmadita en el hombro, pero su mano lo atravesó.

—Uau. Vale, mira, no vendría nada mal que hicieras alguna de esas virguerías tuyas.

Un par de cazadores se aproximaban rápidamente hacia nosotros, pero Balthazar los interceptó y los derribó a ambos con los brazos extendidos. Ranulf seguía en pie, pero yo no estaba segura de cuánto tiempo podría resistir. Y había ya dos cazadores aturdidos en el suelo, cerca de Lucas, que seguía luchando contra su madre en un combate a ciegas.

Sabía que poseía poderes espectrales que eran útiles en combate, pero solo los había probado con vampiros. ¿Aquello podría matar a un humano? Yo no estaba dispuesta a comprobarlo, aunque los humanos en cuestión parecieran más que dispuestos a matarme a mí.

—No necesitamos poderes —dije rápidamente—. Necesitamos a la policía.

—¿La policía?

—Vic, llama al servicio de emergencias. Diles que… bueno, que se ha producido un allanamiento de morada, o un intento de robo. ¡Cualquier cosa! —La Cruz Negra intentaba evitar cualquier altercado con la ley para mantenerse fuera de su foco de atención—. En cuanto oigan las sirenas se marcharán.

Vic se dirigió a toda prisa hacia su casa para coger el móvil. Yo corrí hacia Lucas sin saber muy bien qué hacer pero con la intención desesperada de evitar que acabara siendo asesinado o de que matara a su madre.

Por la mirada salvaje de Lucas, supe que estaba totalmente descontrolado, así que grité:

—¡Kate, no! ¡Tú no quieres hacer esto!

—Déjame proporcionarle paz a mi hijo.

No había dejado de dar vueltas en torno a Lucas; tenía un ojo amoratado debido a uno de los puñetazos que él le había propinado. Lucas jamás le habría hecho algo así a su madre de haber tenido un mínimo control sobre sí mismo.

Me interpuse entre ellos. De todos modos ella no podía hacerme nada, pues yo ya estaba muerta.

—No puedes matarlo. ¡No es eso lo que quieres!

Pero ella dirigió su mirada más allá de mí y la centró en la silueta nebulosa de su hijo situada detrás de mi forma transparente.

—Lo puedo hacer y lo pienso hacer.

Mi desesperación iba en aumento. Miré a Kate y le rogué con toda el alma que se detuviera e intentara ver que su hijo seguía estando con ella, que lo viera con mis ojos, y llegó un momento en que me pareció que mi desesperación se había convertido en una espada capaz de atravesarla.

Entonces me sentí poseída por una extraña atracción que me arrastró hacia Kate en un abrir y cerrar de ojos. Antes de que me diera cuenta de lo que ocurría, me sentí arrojada a su interior, absorbida por ella. Todo se oscureció durante un instante y luego, cuando recuperé la visión, descubrí que miraba con los ojos de Kate. Notaba su cuerpo a mi alrededor, como una armadura cálida, con aliento y con pulso.

Kate dejó caer la estaca y trastabilló hacia atrás. Lo único en lo que yo podía pensar era: «Acabo de poseer a una persona. He poseído a Kate. ¿Cómo lo he hecho?». La intensa fuerza de mi desesperación había actuado como una especie de ariete y había forzado la entrada en su interior. ¿Todos los espectros podían hacer cosas así? No tenía ni idea. Lo importante era lograr poner fin a aquella lucha.

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