Read Residence on Earth (New Directions Paperbook) Online
Authors: Pablo Neruda,Donald D. Walsh
Si pudiera llorar de miedo en una casa sola,
si pudiera sacarme los ojos y comérmelos,
lo haría por tu voz de naranjo enlutado
y por tu poesía que sale dando gritos.
Porque por ti pintan de azul los hospitales
y crecen las escuelas y los barrios marítimos,
y se pueblan de plumas los ángeles heridos,
y se cubren de escamas los pescados nupciales,
y van volando al cielo los erizos:
por ti las sastrerías con sus negras membranas
se llenan de cucharas y de sangre,
y tragan cintas rojas, y se matan a besos,
y se visten de bianco.
Cuando vuelas vestido de durazno,
cuando ties con risa de arroz huracanado,
cuando para cantar sacudes las arterias y los dientes,
la garganta y los dedos,
me moriría por lo dulce que eres,
me moriría por los lagos rojos
en donde en medio del otoño vives
con un corcel caído y un dios ensangrentado,
me moriría por los cementerios
que como cenicientos ríos pasan
con agua y tumbas,
de noche, entre campanas ahogadas:
ríos espesos como dormitorios
de soldados enfermos, que de súbito crecen
hacia la muerte en ríos con números de mármol
y coronas podridas, y aceites funerales:
me moriría por verte de noche
mirar pasar las cruces anegadas,
de pie y llorando,
porque ante el río de la muerte lloras
abandonadamente, heridamente,
lloras llorando, con los ojos llenos
de lágrimas, de lágrimas, de lágrimas.
Si pudiera de noche, perdidamente solo,
acumular olvido y sombra y humo
sobre ferrocarriles y vapores,
con un embudo negro,
mordiendo las cenizas,
lo haría por el árbol en que creces,
por los nidos de aguas doradas que reúnes,
y por la enredadera que te cubre los huesos
comunicándote el secreto de la noche.
Ciudades con olor a cebolla mojada
esperan que tú pases cantando roncamente,
y silenciosos barcos de esperma te persiguen,
y golondrinas verdes hacen nido en tu pelo,
y además caracoles y semanas,
mástiles enrollados y cerezos
definitivamente circulan cuando asoman
tu pálida cabeza de quince ojos
y tu boca de sangre sumergida.
Si pudiera llenar de hollín las alcaldías
y, sollozando, derribar relojes,
sería para ver cuándo a tu casa
llega el verano con los labios rotos,
llegan muchas personas de traje agonizante,
llegan regiones de triste esplendor,
llegan arados muertos y amapolas,
llegan enterradores y jinetes,
llegan planetas y mapas con sangre,
llegan buzos cubiertos de ceniza,
llegan enmascarados arrastrando doncellas
atravesadas por grandes cuchillos,
llegan raíces, venas, hospitales,
manantiales, hormigas,
llega la noche con la cama en donde
muere entre las arañas un húsar solitario,
llega una rosa de odio y alfileres,
llega una embarcación amarillenta,
llega un día de viento con un niño,
llego yo con Oliverio, Norah,
Vicente Aleixandre, Delia,
Maruca, Malva Marina, Maria Luisa y Larco,
la Rubia, Rafael Ugarte,
Cotapos, Rafael Alberti,
Carlos, Bebé, Manolo Altolaguirre,
Molinari,
Rosales, Concha Méndez,
y otros que se me olvidan.
Ven a que te corone, joven de la salud
y de la mariposa, joven puro
como un negro relámpago perpetuamente libre,
y conversando entre nosotros,
ahora, cuando no queda nadie entre las rocas,
hablemos sencillamente como eres tú y soy yo:
para qué sirven los versos si no es para el rocío?
Para qué sirven los versos si no es para esa noche
en que un puñal amargo nos averigua, para ese día,
para ese crepúsculo, para ese rincón roto
donde el golpeado corazón del hombre se dispone a morir?
Sobre todo de noche,
de noche hay muchas estrellas,
todas dentro de un río
como una cinta junto a las ventanas
de las casas llenas de pobres gentes.
Alguien se les ha muerto, tal vez
han perdido sus colocaciones en las oficinas,
en los hospitales, en los ascensores,
en las minas,
sufren los seres tercamente heridos
y hay propósito y llanto en todas partes:
mientras las estrellas corren dentro de un río interminable
hay .mucho llanto en las ventanas,
los umbrales están gastados por el llanto,
las alcobas están mojadas por el llanto
que llega en forma de ola a morder las alfombras.
Federico,
tú ves el mundo, las calles,
el vinagre,
las despedidas en las estaciones
cuando el humo levanta sus ruedas decisivas
hacia donde no hay nada sino algunas
separaciones, piedras, vías férreas.
Hay tantas gentes haciendo preguntas
por todas partes.
Hay el ciego sangriento, y el iracundo, y el
desanimado,
y el miserable, el árbol de las uñas,
el bandolero con la envidia a cuestas.
Así es la vida, Federico, aquí tienes
las cosas que te puede ofrecer mi amistad
de melancólico varón varonil.
Ya sabes por ti mismo muchas cosas,
y otras irás sabiendo lentamente.
If I could weep with fear in a solitary house,
if I could take out my eyes and eat them,
I would do it for your black-draped orange-tree voice
and for your poetry that comes forth shouting.
Because for you they paint hospitals bright blue,
and schools and sailors’ quarters grow,
and wounded angels are covered with feathers,
and nuptial fish are covered with scales,
and hedgehogs go flying to the sky:
for you tailorshops with their black skins
fill up with spoons and blood,
and swallow red ribbons and kiss each other to death,
and dress in white.
When you fly dressed as a peach tree,
when you laugh with a laugh of hurricaned rice,
when to sing you shake arteries and teeth,
throat and fingers,
I could die for how sweet you are,
I could die for the red lakes
where in the midst of autumn you live
with a fallen steed and a bloodied god,
I could die for the cemeteries
that pass like ash-gray rivers
with water and tombs,
at night, among drowned bells:
rivers as thick as wards
of sick soldiers, that suddenly grow
toward death in rivers with marble numbers
and rotted crowns, and funeral oils:
I could die to see you at night
watching the sunken crosses go by,
standing and weeping,
because before death’s river you weep
forlornly, woundedly,
you weep weeping, your eyes filled
with tears, with tears, with tears.
If at night, wildly alone, I could
gather oblivion and shadow and smoke
above railroads and steamships,
with a black funnel,
biting the ashes,
I would do it for the tree in which you grow,
for the nests of golden waters that you gather,
and for the vine that covers your bones,
revealing to you the secret of the night.
Cities with a smell of wet onions
wait for you to pass singing raucously,
and silent sperm boats pursue you,
and green swallows nest in your hair,
and also snails and weeks,
furled masts and cherry trees
definitively walk about when they glimpse
your pale fifteen-eyed head
and your mouth of submerged blood.
If I could fill town halls with soot
and, sobbing, tear down clocks,
it would be to see when to your house
comes summer with its broken lips,
come many people with dying clothes,
come regions of sad splendor,
come dead plows and poppies,
come gravediggers and horsemen,
come planets and maps with blood,
come buzzards covered with ashes,
come masked men dragging damsels
pierced by great knives,
come roots, veins, hospitals,
springs, ants,
comes night with the bed where
a solitary hussar is dying among the spiders,
comes a rose of hatred and pins,
comes a yellowish vessel,
comes a windy day with a child,
come I with Oliverio, Norah,
Vicente Aleixandre, Delia,
Maruca, Malva Marina, Maria Luisa, and Larco,
the Blond, Rafael Ugarte,
Cotapos, Rafael Alberti,
Carlos, Bebé, Manolo Altolaguirre,
Molinari,
Rosales, Concha Méndez,
and others that slip my mind.
Come, let me crown you, youth of health
and butterflies, youth pure
as a black lightningflash perpetually free,
and just between you and me,
now, when there is no one left among the rocks,
let us speak simply, man to man:
what are verses for if not for the dew?
What are verses for if not for that night
in which a bitter dagger finds us out, for that day,
for that dusk, for that broken corner
where the beaten heart of man makes ready to die?
Above all at night,
at night there are many stars,
all within a river
like a ribbon next to the windows
of houses filled with the poor.
Someone of theirs has died, perhaps
they have lost their jobs in the offices,
in the hospitals, in the elevators,
in the mines,
human beings suffer stubbornly wounded
and there are protests and weeping everywhere:
while the stars flow within an endless river
there is much weeping at the windows,
the thresholds are worn away by the weeping,
the bedrooms are soaked by the weeping
that comes wave-shaped to bite the carpets.
Federico,
you see the world, the streets,
the vinegar,
the farewells in the stations
when the smoke lifts its decisive wheels
toward where there is nothing but some
separations, stones, railroad tracks.
There are so many people asking questions
everywhere.
There is the bloody blindman, and the angry one, and the
disheartened one,
and the wretch, the thorn tree,
the bandit with envy on his back.
That’s the way life is, Federico, here you have
the things that my friendship can offer you,
the friendship of a melancholy manly man.
By yourself you already know many things,
and others you will slowly get to know.
*
Neruda and Lorca became very close friends
when Neruda was Chilean consul to the Spanish Republic. This ode, like much of
Lorca’s poetry, has premonitions of death. The poem was published in 1935; Lorca
was executed by the Nationalists in 1936.—D.D.W.
Entre plumas que asustan, entre noches,
entre magnolias, entre telegramas,
entre el viento del Sur y el Oeste marino,
vienes volando.
Bajo las tumbas, bajo las cenizas,
bajo los caracoles congelados,
bajo las ultimas aguas terrestres,
vienes volando.
Más abajo, entre niñas sumergidas,
y plantas ciegas, y pescados rotos,
más abajo, entre nubes otra vez,
vienes volando.
Más allá de la sangre y de los huesos,
más allá del pan, más allá del vino,
más allá del fuego,
vienes volando.
Más allá del vinagre y de la muerte,
entre putrefacciones y violetas,
con tu celeste voz y tus zapatos húmedos,
vienes volando.
Sobre diputaciones y farmacias,
y ruedas, y abogados, y navíos,
y dientes rojos recién arrancados,
vienes volando.
Sobre ciudades de tejado hundido
en que grandes mujeres se destrenzan
con anchas manos y peines perdidos,
vienes volando.
Junto a bodegas donde el vino crece
con tibias manos turbias, en silencio,
con lentas manos de madera roja,
vienes volando.
Entre aviadores desaparecidos,
al lado de canales y de sombras,
al lado de azucenas enterradas,
vienes volando.
Entre botellas de color amargo,
entre anillos de anís y desventura,
levantando las manos y llorando,
vienes volando.
Sobre dentistas y congregaciones,
sobre cines, y túneles y orejas,
con traje nuevo y ojos extinguidos,
vienes volando.
Sobre tu cementerio sin paredes
donde los marineros se extravían,
mientras la lluvia de tu muerte cae,
vienes volando.
Mientras la lluvia de tus dedos cae,
mientras la lluvia de tus huesos cae,
mientras tu médula y tu risa caen,
vienes volando.
Sobre las piedras en que te derrites,
corriendo, invierno abajo, tiempo abajo,
mientras tu corazón desciende en gotas,
vienes volando.
No estás allí, rodeado de cemento,
y negros corazones de notarios,
y enfurecidos huesos de jinetes:
vienes volando.
Oh amapola marina, oh deudo mío,
oh guitarrero vestido de abejas,
no es verdad tanta sombra en tus cabellos:
vienes volando.
No es verdad tanta sombra persiguiéndote,
no es verdad tantas golondrinas muertas,
tanta region oscura con lamentos:
vienes volando.
El viento negro de Valparaiso
abre sus alas de carbon y espuma
para barrer el cielo donde pasas:
vienes volando.
Hay vapores, y un frío de mar muerto,
y silbatos, y meses, y un olor
de mañana lloviendo y peces sucios:
vienes volando.
Hay ron, tú y yo, y mi alma donde lloro,
y nadie, y nada, sino una escalera
de peldaños quebrados, y un paraguas:
vienes volando.
Allí está el mar. Bajo de noche y te oigo
venir volando bajo el mar sin nadie,
bajo el mar que me habita, oscurecido:
vienes volando.
Oigo tus alas y tu lento vuelo,
y el agua de los muertos me golpea
como palomas ciegas y mojadas:
vienes volando.
Vienes volando, solo, solitario,
solo entre muertos, para siempre solo,
vienes volando sin sombra y sin nombre,
sin azúcar, sin boca, sin rosales,
vienes volando.