Residence on Earth (New Directions Paperbook) (15 page)

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Authors: Pablo Neruda,Donald D. Walsh

BOOK: Residence on Earth (New Directions Paperbook)
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APOGEO DEL APIO

Del centro puro que los ruidos nunca

atravesaron, de la intacta cera,

salen claros relámpagos lineales,

palomas con destino de volutas,

hacia tardías calles con olor

a sombra y a pescado.

 

Son las venas del apio! Son la espuma, la risa,

los sombreros del apio!

Son los signos del apio, su sabor

de luciérnaga, sus mapas

de color inundado,

y cae su cabeza de ángel verde,

y sus delgados rizos se acongojan,

y entran los pies del apio en los mercados

de la mañana herida, entre sollozos,

y se cierran las puertas a su paso,

y los dulces caballos se arrodillan.

 

Sus pies cortados van, sus ojos verdes

van derramados, para siempre hundidos

en ellos los secretos y las gotas:

los túneles del mar de donde emergen,

las escaleras que el apio aconseja,

las desdichadas sombras sumergidas,

las determinaciones en el centro del aire,

los besos en el fondo de las piedras.

 

A medianoche, con manos mojadas,

alguien golpea mi puerta en la niebla,

y oigo la voz del apio, voz profunda,

áspera voz de viento encarcelado,

se queja herido de aguas y raíces,

hunde en mi cama sus amargos rayos,

y sus desordenadas tijeras me pegan en el pecho

buscéndome la boca del corazón ahogado.

 

Qué quieres, huésped de corsé quebradizo,

en mis habitaciones funerales?

Qué ámbito destrozado te rodea?

 

Fibras de oscuridad y luz llorando,

ribetes ciegos, energías crespas,

río de vida y hebras esenciales,

verdes ramas de sol acariciado,

aquí estoy, en la noche, escuchando secretos,

desvelos, soledades,

y entréis, en medio de la niebla hundida,

hasta crecer en mí, hasta comunicarme

la luz oscura y la rosa de la tierra.

 

THE APOGEE OF
CELERY

From the pure center that the noises never

crossed, from the intact wax,

come clear, lineal lightningflashes,

doves with a bent for spirals,

toward tardy streets with a smell

of shadows and fish.

 

They are the celery veins! They are the foam, the laughter,

the celery hats!

They are the celery signs, its taste

of glowworm, its maps

of flooded color,

and its green angel head falls,

and its thin curls grieve,

and the celery feet enter the markets

of the wounded morning, amid sobs,

and doors are closed as they pass,

and the gentle horses kneel.

 

Their cut feet go, their green eyes

go spilt, forever sunk

in them the secrets and the drops:

the tunnels of the sea from which they emerge,

the stairways that the celery advises,

the unfortunate submerged shadows,

the decisions in the center of the air,

the kisses at the bottom of the stones.

 

At midnight, with wet hands,

someone knocks at my door in the fog,

and I hear the celery voice, a deep voice,

a harsh voice of imprisoned wind,

it laments wounded by waters and roots,

it sinks into my bed its bitter rays,

and its disorderly scissors stick me in the chest

seeking in me the mouth of the drowned heart.

 

What do you wish, guest with fragile corset,

in my funereal rooms?

What destroyed ambit surrounds you?

 

Fibers of darkness and weeping light,

blind embellishments, curly energies,

river of life and essential fibers,

green branches of cherished sun,

here I am, in the night, listening to secrets,

wakefulness, solitudes,

and you enter, amid the sunken fog,

until you grow in me, until you reveal to me

the dark light and the rose of the earth.

 

ESTATUTO DEL
VINO

Cuando a regiones, cuando a sacrificios

manchas moradas como lluvias caen,

el vino abre las puertas con asombro,

y en el refugio de los meses vuela

su cuerpo de empapadas alas rojas,

 

Sus pies tocan los muros y las tejas

con humedad de lenguas anegadas,

y sobre el filo del día desnudo

sus abejas en gotas van cayendo.

 

Yo sé que el vino no huye dando gritos

a la llegada del invierno,

ni se esconde en iglesias tenebrosas

a buscar fuego en trapos derrumbados,

sino que vuela sobre la estación,

sobre el invierno que ha llegado ahora

con un puñal entre las cejas duras.

 

Yo veo vagos sueños,

yo reconozco lejos,

y miro frente a mí, detrás de los cristales,

reuniones de ropas desdichadas.

 

A ellas la bala del vino no llega,

su amapola eficaz, su rayo rojo

mueren ahogados en tristes tejidos,

y se derrama por canales solos,

por calles húmedas, por ríos sin nombre,

el vino amargamente sumergido,

el vino ciego y subterráneo y solo.

 

Yo estoy de pie en su espuma y sus raíces,

yo lloro en su follaje y en sus muertos,

acompañado de sastres caídos

en medio del invierno deshonrado,

yo subo escalas de humedad y sangre

tanteando las paredes,

y en la congoja del tiempo que llega

sobre una piedra me arrodillo y lloro.

 

Y hacia túneles acres me encamino

vestido de metales transitorios,

hacia bodegas solas, hacia sueños,

hacia betunes verdes que palpitan,

hacia herrerías desinteresadas,

hacia sabores de lodo y garganta,

hacia imperecederas mariposas.

 

Entonces surgen los hombres del vino

vestidos de morados cinturones

y sombreros de abejas derrotadas,

y traen copas llenas de ojos muertos,

y terribles espadas de salmuera,

y con roncas bocinas se saludan

cantando cantos de intención nupcial.

 

Me gusta el canto ronco de los hombres del vino,

y el ruido de mojadas monedas en la mesa,

y el olor de zapatos y de uvas,

y de vómitos verdes:

me gusta el canto ciego de los hombres,

y ese sonido de sal que golpea

las paredes del alba moribunda.

 

Hablo de cosas que existen. Dios me libre

de inventar cosas cuando estoy cantando!

Hablo de la saliva derramada en los muros,

hablo de lentas medias de ramera,

hablo del coro de los hombres del vino

golpeando el ataúd con un hueso de pájaro.

 

Estoy en medio de ese canto, en medio

del invierno que rueda por las calles,

estoy en medio de los bebedores,

con los ojos abiertos hacia olvidados sitios,

o recordando en delirante luto,

o durmiendo en cenizas derribado.

 

Recordando noches, navíos, sementeras,

amigos fallecidos, circunstancias,

amargos hospitales y niñas entreabiertas:

recordando un golpe de ola en cierta roca

con un adorno de harina y espuma,

y la vida que hace uno en ciertos países,

en ciertas costas solas,

un sonido de estrellas en las palmeras,

un golpe del corazón en los vidrios,

un tren que cruza oscuro de ruedas malditas

y muchas cosas tristes de esta especie.

 

A la humedad del vino, en las mañanas,

en las paredes a menudo mordidas por los días de invierno

que caen en bodegas sin duda solitarias,

a esa virtud del vino llegan luchas,

y cansados metales y sordas dentaduras,

y hay un tumulto de objeciones rotas,

hay un furioso llanto de botellas,

y un crimen, como un látigo caído.

 

El vino clava sus espinas negras,

y sus erizos lúgubres pasea,

entre puñales, entre mediasnoches,

entre roncas gargantas arrastradas,

entre cigarros y torcidos pelos,

y como ola de mar su voz aumenta

aullando llanto y manos de cadaver.

 

 

Y entonces corre el vino perseguido

y sus tenaces odres se destrozan

contra las herraduras, y va el vino en silencio,

y sus toneles, en heridos buques en donde el aire muerde

rostros, tripulaciones de silencio,

y el vino huye por las carreteras,

por las iglesias, entre los carbones,

y se caen sus plumas de amaranto,

y se disfraza de azufre su boca,

y el vino ardiendo entre calles usadas

buscando pozos, túneles, hormigas,

bocas de tristes muertos,

por donde ir al azul de la tierra

en donde se confunden la lluvia y los ausentes.

 

ORDINANCE OF
WINE

When to regions, when to sacrifices

deep purple stains fall like rains,

wine opens the doors amazed,

and into the shelter of the months flies

its body of soaked red wings.

 

Its feet touch the walls and the tiles

with the dampness of drowned tongues,

and upon the edge of the naked day

its bees go falling in drops.

 

I know that wine does not flee shouting

at the coming of winter,

or hide in gloomy churches

to seek fire in crumbled rags,

rather it flies above the season,

above the winter that has now arrived

with a dagger between its hard eyebrows.

 

I see vague dreams,

I recognize far away,

and I see in front of me, behind the windowpanes,

meetings of unhappy clothes.

 

They are not reached by the wine bullet,

its effective poppy, its red ray

die smothered in sad textures,

and it spills along lone canals,

along moist streets, along nameless rivers,

the bitterly submerged wine,

the blind and subterranean and solitary wine.

 

I stand in its foam and its roots,

I weep on its foliage and its dead,

accompanied by tailors fallen

in the midst of the dishonored winter,

I climb ladders of moisture and blood

groping along the walls,

and in the anguish of the coming time

I kneel upon a stone and weep.

 

And toward acrid tunnels I make my way

dressed in transitory metals,

toward solitary wine vaults, toward dreams,

toward green palpitating shoe polish,

toward disinterested tools,

toward tastes of mud and throat,

toward imperishable butterflies.

 

Then the wine men rise up

wearing deep purple belts

and hats of defeated bees,

and they bring goblets filled with dead eyes,

and terrible swords of brine,

and with raucous horns they greet one another

singing songs of nuptial intent.

 

I like the raucous songs of the wine men,

and the noise of wet coins on the table,

and the smell of shoes and grapes,

and of green vomit:

I like the blind singing of the men,

and that sound of salt striking the walls of the dying dawn.

 

I speak of things that exist. Heaven forbid

that I should invent things when I am singing!

I speak of spit spilt upon the walls,

I speak of slow whore stockings,

I speak of the chorus of the wine men

striking the coffin with a bird bone.

 

I am in the midst of that singing, in the midst

of the winter that rolls through the streets,

I am in the midst of the drinkers,

with my eyes opened toward forgotten places,

either remembering in delirious mourning,

or sleeping tumbled into the ashes.

 

Remembering nights, ships, seed times,

departed friends, circumstances,

bitter hospitals and girls ajar:

remembering a wave slapping a certain rock

with an adornment of flour and foam,

and the life that one leads in certain countries,

on certain solitary coasts,

a sound of stars in the palm trees,

a heartbeat on the windowpanes,

a train crossing darkly on cursed wheels

and many sad things of this sort.

 

To the moisture of the wine, in the mornings,

on the walls often bitten by the winter days

that fall in wine cellars no doubt solitary,

to that virtue of the wine come struggles,

and tired metals and deaf dentures,

and there is a tumult of broken objections,

there is a furious weeping of bottles,

and a crime, like a fallen whip.

 

The wine digs in its black thorns,

and it walks its lugubrious hedgehogs,

amid daggers, amid midnights,

amid hoarse, bedraggled throats,

amid cigars and twisted hair,

and like a sea wave it swells its voice

howling tears and corpse hands.

 

And then flows the persecuted wine

and its tenacious wine bags are smashed

against the horseshoes, and the wine goes in silence,

and its casks, in wounded ships where the air bites

faces, crews of silence,

and the wine flees along highways,

past churches, among the coals,

and its amaranthine feathers fall,

and its mouth is disguised in brimstone,

and the wine burning among worn-out streets

seeking wells, tunnels, ants,

mouths of sad dead men,

through which to reach the blue of the land

in which are mingled rain and absent ones.

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