Rojas: Las mujeres republicanas en la Guerra Civil (41 page)

BOOK: Rojas: Las mujeres republicanas en la Guerra Civil
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   La actitud hostil de la profesión médica hacia la puesta en marcha del nuevo servicio es otro factor clave que explica el débil impacto de esta legislación. Los médicos no estaban dispuestos a colaborar en la reforma, aunque estaban obligados a ello según las disposiciones del decreto. La ley no establecía una cláusula de conciencia que previera la asignación voluntaria a este servicio. Las disposiciones legales eran rigurosas en cuanto a que todos los especialistas en ginecología estaban obligados a proporcionar el servicio, pero las cuestiones morales y éticas no eran los únicos determinantes de la actitud hostil de la profesión médica. Como ya se ha dicho, un pequeño grupo de médicos que abogaba por la legitimación del aborto terapéutico emprendió un movimiento a su favor. Históricamente, pues, la profesión médica no rechazó completamente el aborto
per se
. La cuestión esencial era que los médicos controlaran la decisión, lo que solían hacer basándose en razones terapéuticas. El derecho de las mujeres a abortar por motivos personales, éticos o neo-maltusianos reconocidos en la nueva legislación iba mucho más allá de la base legal habitual aceptada por la profesión médica. Ya no se autorizaba el aborto sólo por causas terapéuticas y, lo que es más importante, el derecho de decisión ya no estaba limitado a los médicos.
   Había en juego, además, otros factores decisivos que no derivaban de la cuestión del aborto sino que tenían que ver con las características de las políticas sanitarias públicas. La legislación en esta materia se llevo a cabo a iniciativa de Félix Martí Ibáñez y de los anarquistas que tenían influencia en el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social. Así, la nueva ley fue rechazada por el grueso de la profesión médica que se sentía agraviada por la interferencia en sus asuntos y era hostil a las políticas anarquistas.
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Esta animosidad fue absolutamente determinante del fracaso de los servicios de abortos. No sólo impedía los abortos clínicos sino también el envío de pacientes a estos servicios y a los centros de planificación familiar. Los médicos pudieron ser los agentes decisivos para la normalización de la práctica del aborto en los hospitales, pero Martí Ibáñez y los reformadores sexuales anarquistas no lograron ganarse su apoyo. La mayoría de los médicos lo ignoraron o lo boicotearon.
   En contraste con la extraordinaria cobertura informativa que la prensa otorgó a la campaña contra la enfermedad venérea, en el asunto del aborto adoptó una actitud sorprendentemente discreta. Probablemente, esto puede atribuirse al hecho de que la legalización se aprobó por decreto. No hubo un debate político previo sobre el tema y en aquel momento apenas lo sometieron al debate público. A pesar del hecho de que la Generalitat había puesto en marcha una campaña publicitaria basada en charlas radiofónicas, conferencias y la publicación de un folleto,
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la cobertura pública de este servicio sanitario careció de eficacia. Es significativo que las mujeres que conocían la reforma eugénica solían tener un cierto grado de politización, en tanto que la proverbial marginación femenina de la política pudo haber motivado el desconocimiento de las mujeres no politizadas acerca de tales cuestiones y políticas públicas. Así, parece como si la información hubiera circulado por canales cerrados y no necesariamente hacia el público en general; la mayor parte de las mujeres no politizadas de clase obrera no parecían haberse enterado de la legalización del aborto y de la regulación de los abortos clínicos.
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El alto grado de analfabetismo femenino, las campañas publicitarias deficientes y las circunstancias reales de la guerra misma, junto con el hecho de que los promotores de la reforma del aborto eran un puñado aislado de hombres anarquistas con pocos recursos, dio como resultado que la reforma no llegara al conocimiento general más que de una forma limitada.
   Por último, la marginación del aborto legal refleja la dimensión de género del problema. Si bien el decreto fue obra de anarquistas que defendían la autogestión sanitaria y la intervención en la dinámica del cambio social, fueron médicos de la órbita de la administración pública quienes llevaron a cabo una regulación en la que las mujeres no tenían voz en su desarrollo ni en su aplicación. De este modo, incluso en este período de transformación social acelerada, la regulación legal del aborto mantuvo una definición de género. En gran parte, las mujeres siguieron funcionando en el seno de la cultura clandestina del pasado y no se identificaron con esta política pública. En lugar de utilizar los servicios, las mujeres continuaron sometiéndose a abortos clandestinos.
   Incluso algunas que conocían la reforma optaron por no utilizarlos. Parece ser que, aquí, el punto crucial era la supervivencia de los valores sociales tradicionales. Las actitudes mentales se adaptaban lentamente a pesar del ritmo acelerado del cambio durante la Guerra Civil. El aborto voluntario seguía siendo socialmente inadmisible y condenado públicamente tanto por motivos sociales como morales. Las restricciones religiosas y sociales y el peso de la cultura tradicional de género persistían todavía y eran muy difíciles de superar. Desde un punto de vista práctico, la excesiva burocracia que acarreaban los servicios de aborto hacía muy difícil que las mujeres pudieran mantener el anonimato y por eso temían las repercusiones sociales que su decisión pudiera provocar si llegaba a ser del dominio público. Las mujeres se demoraban en hacer valer públicamente sus derechos reproductivos y lógicamente estaban condicionadas por las pautas culturales de su época.
   Lo más significativo era que el aborto no se convirtió en una cuestión pública que movilizara a las mujeres. Ninguna de las grandes organizaciones femeninas que participaron en la lucha antifascista incluyó el tema del aborto en sus programas. El Secretariado Femenino del POUM fue el único que lo debatió públicamente y aplaudió la nueva reforma, aunque con reservas. Es interesante señalar que las críticas de esta organización se centraban en la política sexual, ya que se tenía la impresión de que las nuevas facilidades para el aborto podrían tener consecuencias negativas para las mujeres, que verían mucho más presionadas para consentir las proposiciones sexuales de los varones.
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De acuerdo con su línea argumental, el “libertinaje revolucionario” imperante que practicaban los hombres revolucionarios podría desembocar fácilmente en un acoso sexual manifiesto, pues las mujeres ya no podrían alegar miedo al embarazo para evitar las relaciones sexuales.
   Aún es más significativo el increíble silencio de la organización anarquista femenina Mujeres Libres sobre la “reforma eugénica del aborto” patrocinada por sus compañeros de ideología. La organización no discutió nunca la nueva legislación en su revista y nunca planteó el problema del aborto durante los años de la guerra. Aunque Mujeres Libres era sumamente activa en su oposición a la prostitución, el aborto no constituía, bajo ningún concepto, una prioridad en su programa. El silencio de la organización acentuaba las continuas dificultades que para las mujeres entrañaba la discusión pública de un tema que todavía se consideraba socialmente tabú y una amenaza para su cohesión social colectiva.
   El hecho de que, históricamente, el aborto haya sido un asunto público de los varones fue, sin duda, determinante a la hora de impedir que las mujeres se identificaran con facilidad con esta nueva política sanitaria. Además, las deficiencias y los gastos del servicio, la desaprobación de la profesión médica y de la comunidad y lo ajeno del ambiente hospitalario, todo ello contribuyó a que el aborto clandestino siguiera siendo una opción atractiva para muchas mujeres. La concentración de las mujeres en la lucha antifascista y la breve existencia de la reforma eugénica del aborto dificultó el desarrollo de una estrategia concebida por parte de ellas para derribar los obstáculos tradicionales y crear su propia agenda en torno a sus derechos reproductivos. El aborto continuó formando parte de la cultura clandestina; siguió siendo una realidad social marginada a pesar de la dinámica del cambio social del momento. Tradicionalmente, los historiadores han definido el aborto como una cuestión femenina e incluso como una cuestión feminista, pero, en España, las restricciones morales y de género seguían siendo tan fuertes que ni siquiera en este período de cambio revolucionario llegó a formar parte del programa de las mujeres. Las condiciones de género definían todavía la cuestión del aborto como masculina, a pesar de que las mujeres vieron ampliados sus roles y opciones de género durante los años de la Guerra Civil. El aborto legal estaba en el programa revolucionario de los anarquistas, pero las mujeres no se identificaban con este objetivo y durante la guerra y la revolución tomaron decisiones diferentes en cuanto al establecimiento de sus prioridades.
EPÍLOGO

 

 

¿La batalla perdida?

 

   La guerra alteró la vida cotidiana de las mujeres y los estilos de vida habituales, y generó una respuesta masiva e inmediata de apoyo activo contra Franco y la agresión fascista. Transformó la vida de las mujeres en muchos aspectos dándoles una mayor autonomía de movimiento y decisión de la que hicieron uso inmediatamente. A pesar de las duras condiciones, muchas mujeres vivieron la Guerra Civil como una experiencia emocionante que les permitiría desarrollar su potencial hasta un punto que la sociedad española nunca les había consentido con anterioridad. La nueva participación de las mujeres en tareas masculinas como la guerra de trincheras, los servicios comunitarios y la asistencia social, el trabajo en las fábricas o en los transportes, fue para muchas una experiencia liberadora. El amor propio y una mayor confianza en sus aptitudes aportaron a las mujeres nuevas expectativas respecto a su propio rol en la sociedad y una conciencia más amplia de sus derechos. Exigieron un mayor reconocimiento de su condición social como mujeres así como el derecho al empleo, la formación profesional y una participación directa en todas las esferas relacionadas con el esfuerzo bélico.
   El dinamismo femenino fue patente durante toda la guerra, como lo demostraron al emprender nuevas actividades sociales, económicas y militares. Se organizaron a una escala sin precedentes; crearon organizaciones femeninas específicas con el objetivo político de combatir el fascismo y contribuyeron eficazmente a promover un nuevo movimiento de masas femenino en los pueblos y ciudades de toda la España republicana. Demostraron una capacidad de organización considerable y canalizaron la respuesta colectiva y organizada de las mujeres al fascismo, al tiempo que concretaban sus preocupaciones y sus necesidades hasta entonces desatendidas.
   Las mujeres se comprometieron en la lucha contra el fascismo y rompieron con su habitual aislamiento de la vida pública y política. Construyeron barricadas, cuidaron a los heridos y organizaron las labores de auxilio y la asistencia infantil. Cosieron y tejieron y, mediante su trabajo voluntario, surtieron a los soldados de uniformes, prendas de vestir y el equipo necesario. Las mujeres trabajaron en el transporte público, en las fábricas de municiones y en las granjas. Algunas otras también rompieron completamente con sus roles de género convencionales y participaron activamente en la contienda como milicianas. Tomaron las armas y pugnaron porque las aceptaran como un soldado más en el frente. Al principio, las milicianas simbolizaron la lucha contra el fascismo e incitaron a otras a participar en las actividades de resistencia. La decisión de convertirse en una mujer soldado también desafiaba las convenciones sociales. Las milicianas lucharon en los frentes al mismo tiempo que proporcionaban a los soldados los servicios de auxilio necesarios, pero su valor, tenacidad y entrega no fueron suficientes para lograr que las aceptaran en un papel militar y no pudieron impedir que, al final, la imagen de las milicianas fuera desacreditada viéndose obligadas a retirarse a la retaguardia. Pero allí desempeñaron un papel decisivo en la supervivencia diaria al igual que en el mantenimiento de la resistencia civil a la violenta embestida del fascismo.
   La educación y la cultura eran claves para la liberación de la mujer y se convirtieron en las metas primordiales de un programa femenino colectivo. Todos los grupos femeninos se ocuparon del analfabetismo de miles de mujeres españolas y abordaron conjuntamente la demanda urgente de programas educativos para adultos; a pesar de las dificultades de la guerra, pusieron todo su entusiasmo en hacer llegar estos programas a miles de centros de los pueblos, pequeñas localidades y ciudades de toda la España republicana. Las mujeres dieron clases y organizaron actividades culturales y artísticas así como servicios de biblioteca para adultas durante toda la guerra. A través de escuelas, institutos, conferencias y cursos, Mujeres Libres trató de cumplir el objetivo establecido de emancipación de la tríada de la esclavitud: su condición innata como mujeres y trabajadoras y su fomentada ignorancia. Las activistas de la Agrupación Mujeres Antifascistas y de Unió de Dones aprovecharon la oportunidad para desafiar a “la civilización masculina” con las armas de la educación y la cultura. A través de su constante dedicación a los programas educativos adaptados a las necesidades específicas de las mujeres, persiguieron denodadamente su libertad y emancipación.
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La educación y enriquecimiento cultural de las mujeres fueron grandes logros del movimiento femenino durante la guerra y la revolución.
   Como colectivo social, también superaron su silencio histórico. Impusieron su voz y expresaron públicamente su opinión colectiva sobre la política, la guerra, el antifascismo, el feminismo y las necesidades de las mujeres. Editaron y publicaron numerosos periódicos y revistas; algunos ejemplos, como el de
Mujeres Libres
, eran proyectos exclusivamente femeninos, mientras que en otros casos colaboraban colegas y camaradas varones.
Companya, Emancipación, Muchachas, Mujeres
(Madrid),
Mujeres
(Bilbao),
Mujeres
(Valencia),
Mujeres Libres, Noies Muchachas, Pasionaria
y
Trabajadoras
demostraron que las mujeres tenían capacidad de organización así como iniciativa para crear plataformas literarias y medios de comunicación para sus ideas y para la expresión concreta de una interpretación de la guerra desde la perspectiva de género. Aunque esta empresa colectiva pudo llevarse a cabo gracias a la ayuda de periodistas profesionales, lo que mantuvo vivos a estos periódicos y revistas fue el entusiasmo de estas escritoras y editoras noveles que finalmente pudieron tener su propio foro impreso. Las mujeres expresaron con palabras su compromiso con el esfuerzo bélico antifascista y sus voces fueron escuchadas.

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