Read Saga Vanir - El libro de Jade Online
Authors: Lena Valenti
Sí, te oigo. Lo sé. —Dilo.
—No eres una calientapollas.
—Me has hecho sentir sucia, Caleb.
Caleb apoyó la frente en su hombro y se lo besó con dulzura.
—Perdóname. Quería molestarte porque me estabas rechazando. No pensaba nada de lo que dije.
Aileen cerró los ojos e inspiró.
—Bebe,
mo bréagha donn
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. Toma lo que es tuyo —rogó él. No fue consciente del hielo que se había depositado en su corazón hasta que Caleb, con esa voz grave y seductora, le había dicho eso en aquel idioma que empezaba a recordar. Todo el hielo frío se había deshecho ante su reclamo.
Su mente se trasladó a los recuerdos de Thor y Jade.
Una noche los espió haciendo el amor. Thor le susurraba eso al oído de su madre Jade. Mo bréagha donn. Mi chica hermosa.
Su chica hermosa. Ella era la de Caleb, pensó mientras él la abrazaba rodeándole el vientre con más fuerza.
Su cuerpo entró en calor. Su mente contactó con su cuerpo y con su corazón y se deshizo en los brazos duros y llenos de promesas sensuales de Caleb. Todas las barreras mentales desaparecieron cuando Caleb le habló en su lengua paterna y entonces se fundió con él. Sintió que su hogar regresaba, que retomaba sus orígenes y que, por fin sabía, a quien pertenecía. Recordaba el gaélico.
—¿Qué quieres de mí, Caleb? ¿Qué? —susurró ella abatida, pasando los labios por la sangre del antebrazo de Caleb. Cómo le gustaba su sabor. Cómo lo necesitaba. Caleb cerró los ojos y suspiró de placer cuando ella lamió descaradamente la marca de sus incisivos.
—
Liuthad, mo álainn
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.
—¿Todo? Pero yo no soy lo que tú quieres —musitó contra la herida, contrariada por lo que deseaba hacer y por lo que suponía que no debería hacer.
—Basta, Aileen —le pidió con la voz desgarrada. —Olvida lo que te he dicho esta mañana. Sé
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muy bien quién eres y qué significas para mí, pero tienes que demostrártelo a ti misma —lamió el
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Ja
lóbulo de su oreja y lo mordisqueó provocando que ella se estremeciera. —Necesito que me
de
calmes, porque esta mierda que me han dado —deslizó la mano del vientre hasta uno de sus
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pechos y lo cubrió por completo hasta que se le hinchó y se le endureció, —me está volviendo
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loco. Y yo sólo puedo pensar en meterme dentro de ti —le masajeó el pecho con la mano y luego
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la deslizó hasta su cadera. Allí tomó el camisón, que estaba arrugado sobre su cintura, y lo deslizó
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hacia arriba mientras besaba la piel que poco a poco se iba descubriendo.
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A Aileen le costaba respirar. Caleb lamía y besaba su espalda y a ella le temblaban las piernas.
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Un beso en el coxis, otro en la columna, un lametón en la espalda, un pequeño mordisco en la
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nuca.
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Mo bréagha donn: en celta gaélico significa 'mi chica hermosa'.
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Liuthad, mo álainn: en celta gaélico significa 'todo, bella mía'.
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Caleb acabó sacándole el camisón por la cabeza y dejándola completamente desnuda delante de él. Volvió a apoyar la mano derecha en la pared y acercó su pecho a la espalda de ella. Aileen dirigió sus labios a la herida sangrante de Caleb. Sabía que estaba desnuda de espaldas a él y no se atrevía a girarse y encararlo. Estaba completamente vulnerable y sensible a cualquiera de sus acciones.
Caleb se deleitó en las curvas de su cuerpo, en su piel y gruñendo de placer se apretó contra ella.
—Deseo ser parte de ti —murmuró deslizando la mano izquierda hasta su vientre. —No quiero volver a pelearme contigo porque eso me destroza. Voy a ser paciente y comprensivo. Quiero aprender a estar junto a ti. Ha sido tanto tiempo sin depender de nadie, tanto tiempo tomando yo todas las decisiones, que me cuesta compartir, me cuesta delegar. Pero quiero hacerlo contigo, quiero hacerte feliz... y voy a luchar por ello.
—Caleb...
—Y para empezar, quiero llegar hasta donde me deje tu cuerpo, hasta donde tú me permitas —
deslizó los dedos hasta su triángulo de rizos negros y jugó con ellos. —Darte un placer sublime, ese placer que sólo se consigue entre las parejas vanirias. ¿Me dejas entrar?
Aileen inspiró profundamente y le acarició el antebrazo con la mejilla. ¿Qué podía hacer ante él, ante sus súplicas sinceras? Sintiéndose impotente y completamente a su merced le clavó los dientes en la parte interna de la muñeca y bebió de él sin ser gentil ni delicada. Toda la rabia, todo el dolor por ser tan débil frente a él fue expresado en ese mordisco. Caleb sintió que su erección crecía tanto que hasta le dolía. Tensó la mano sobre el sexo de Aileen y lo apretó, jadeando de placer y haciendo que ella se quejara al sentir el tirón de su vello púbico.
Aileen dio un respingo al sentir cómo él la amarraba y cerraba el puño sobre sus rizos más íntimos y decidió beber más, tirando de su piel y clavando los colmillos con más fuerza, reteniendo el brazo de Caleb con sus manos. Mientras bebía, sentía cómo el hombro cicatrizaba por sí solo y cómo la mejilla y el labio dejaban de escocerle. Caleb la estaba curando. Caleb gimió y apartó el antebrazo. Se hizo un desgarro y provocó que Aileen casi sollozara de la frustración. La seguía teniendo cogida por sus partes más íntimas, pero esta vez había abierto la mano y extendido uno de sus dedos por la apertura.
Aileen sentía que estaba húmeda y le dio igual. Necesitaba a Caleb. Caleb se echó la mano a la bragueta del pantalón y liberó su pene, que palpitaba y señalaba las nalgas de Aileen como si fuera Colón el Conquistador. Deslizó la mano del brazo herido, que
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todavía palpitaba por el furioso mordisco de Aileen, y lo dirigió por detrás de sus muslos, alzando
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su pierna derecha en un ángulo de noventa grados respecto a su pierna izquierda, mientras que
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con la otra mano seguía humedeciéndola, presionándole el clítoris de forma continuada.
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—Poco a poco, mi nena. Sé que estás enfadada. No pienses que te privo de mí —le dijo
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dulcemente. —Pero no puedes beber demasiado ahora, cariño —se apretó contra ella y colocó la
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punta de su pene en la entrada de Aileen. —El veneno corre por mi sangre y no quiero que te
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sientas tan mal como yo. Necesito que tú me mantengas en tierra, ¿me entiendes?
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Aileen se apoyó con las dos manos en la pared y dejó caer la frente hacia delante. Así logró
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permanecer en equilibrio, pues sólo se sostenía con la pierna izquierda. Intentó tomar aire de
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manera trémula.
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—Estás enojada. Yo también lo estoy conmigo mismo, ¿sabes? —acarició los labios internos con
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el glande.
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—¿Por qué? —ella se sentía insegura en esa posición. Así lo hacían los animales, no parecía muy decoroso. —Caleb... ¿qué me haces?
—Porque eres lo más bonito que me ha pasado en toda mi larga existencia y no sé cómo hacerte sonreír. No dejo de estropearlo todo y quiero que tú te sientas bien conmigo. Aileen quiso llorar al oír su declaración.
Caleb alzó un poco más su pierna, se pegó a su espalda y la empaló de un solo empujón. Aileen ahogó un grito y colocó una mejilla contra la pared. Seguro que no era decoroso, pero en esa posición lo sentía hasta en el estómago y el placer venía acompañado de ligeras punzadas rozando el umbral del dolor.
Caleb le dio pequeños besos calmantes en la barbilla, en la ceja, en la comisura de los labios. Tenía que acostumbrarse a él.
—¿Te sientes bien? —se apretó más contra ella, deslizándose hacia fuera y metiéndose de nuevo. —¿Te duele en esta posición? —Caleb la seguía acariciando entre los rizos y la penetraba a la vez con su sexo ardiente y lujurioso.
—No... No me duele —inspiró larga y profundamente.
Caleb profundizó más la embestida y casi la levantó del suelo. Aileen dejó caer la cabeza hacia atrás y se apoyó en el hombro de él.
—No sé si me puedo controlar —susurró Caleb acariciándole el pelo con la mejilla. Estaba temblando de la agonía y necesitaba liberarse. —El veneno me hace pensar en cosas... me nubla la razón.
Aileen lo miró a los ojos por encima de su hombro.
Él estaba cogiendo grandes bocanadas de aire, moviéndose en su interior y frunciendo el ceño para controlarse. Estaba sufriendo y a ella no le gustaba verlo así. La agonía de él era también la suya.
Aileen cerró los ojos y supo qué tenía que hacer. Derribó sus barreras mentales para que ambos compartieran sus pensamientos y lo dejó entrar en su cabeza. Caleb rugió de satisfacción al poder iniciar de nuevo la comunicación mental con ella.
Por el amor de Dios... Ese vanirio atrevido se la quería comer entera. Sólo pensaba en vaciarse dentro de ella, en practicar el kamasutra por completo.
Caleb intentó salir de su mente al ver que ella se asustaba ante lo que él estaba pensando, ante la fuerza de lo que sentía. Era consciente de que su mente conjuraba con crudeza todo tipo de imágenes lujuriosas, el veneno lo mantenía sobreexcitado. Para calmarse, se mordió él mismo en
el brazo. El dolor lo mantendría cuerdo e impediría que hiciera daño a Aileen con su
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comportamiento un tanto depravado.
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—Quieto... —le suplicó ella tomándolo de la cara y obligándolo a que la mirara. —No te hagas
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eso.
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Él tenía los labios manchados de su propia sangre y sus ojos verdes la miraban desesperados
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por advertirla del peligro que corría en sus manos.
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—No quiero hacerte daño... yo... yo te deseo demasiado, Aileen. Y tú no sabes nada de sexo.
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Te... te asustarás —meneó la cabeza con impotencia.
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—Ese veneno te está haciendo daño a ti —murmuró ella acariciándole la mejilla. —Tu mente es
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un infierno de perversión, Caleb —confesó Aileen con una chispa de diversión y preocupación en
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los ojos.
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Caleb quiso retirarse de su mirada oscurecida de anhelo. Seguro que le desagradaba por
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completo lo que había visto. Seguro que él la disgustaba.
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Tampoco podía sentir qué era lo que ella veía en él, porque el afrodisíaco lo tornaba un egoísta y hacía que sólo se interesara y se centrara en sus necesidades.
—Aileen. Aún estás a tiempo. Si te avergüenzo sólo tienes que rechazarme abiertamente y... Aileen tensó todo su cuerpo y lo atravesó con la mirada.
—Chist —ciega de dolor por la insinuación de Caleb, cubrió su boca con la mano. —No me avergüenzas. Eso nunca.
Caleb sonrió y sus ojos verdes se oscurecieron y brillaron victoriosos. Aileen se equivocaba. Ella lo deseaba. Tomó la mano de Aileen y la retiró de su boca para guiarla a la pared. Aileen miró
estupefacta cómo él entrelazaba sus dedos con los de ella y apoyaba la mano sobre la suya, encarcelándola en la pared.
Si Caleb la provocaba para saber si sentía algo por él, ella había caído como una tonta.
—Apóyate bien, pequeña —susurró él mientras se clavaba más adentro de ella. Aileen apretó los dientes para no insultarle y decirle todo tipo de soeces verduleras. Aquello era una invasión en toda regla, sólo que esta vez, ella aceptaba todo lo que él pudiera darle.
—Ya has decidido —dijo él rodeándole un pecho con una mano. —No hay vuelta atrás. Ahora vas a aliviarme. ¿Vas a demostrarme que eres mi cáraid, mo carbhaidh? —la embistió de nuevo. Aileen buscó la mano que él tenía en su pecho y entrelazó los dedos con los de él para llevárselos a la boca. La había llamado caramelo mío.
Caleb la observó hipnotizado. Aileen lamió y besó sus dedos, uno por uno y él volvió a penetrarla con más dureza, sin perder de vista sus propios dedos largos y morenos que desaparecían en la hermosa boca de Aileen. Luego ella le plantó un beso tierno y lleno de admisión en el centro de su masculina mano para llevarla definitivamente sobre su pecho, a la altura del corazón, y mantenerla cautiva. El cerró los dedos sobre su seno con la mano de ella encima de la suya.
Caleb comprobó que su mano casi la doblaba en tamaño y se sintió inmenso y bruto a su lado.
—Aileen —se movía más rápido en su interior. —Lo quiero todo, ¿me oyes? Tómame como quiero.
—Toma todo lo que quieras de mí, Caleb. No me voy a romper y no te tengo miedo. Me entrego toda. Te lo doy todo. Liuthad —repitió en gaélico mientras dejaba que él la invadiera de un modo profundo y frenético. —Sé que no me harás daño, así que... hazlo, Caleb—ordenó ella moviendo las caderas para acoplarse a su ritmo. —
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. Santo Dios... Aileen le ordenaba que la tomara «mordisco a mordisco». Caleb hundió su cara en
el cuello de ella, liberó la mano de Aileen que sostenía contra la pared y deslizó la suya por debajo
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de su rodilla levantando la pierna y abriéndola más a su violenta invasión.
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Caleb gemía descontrolado, se hundía en ella de un modo rudo y posesivo. Aileen lo aceptaba y
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lo dejaba hacer, siguiendo sus embestidas, arqueándose en el momento adecuado, apretando
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cuando tenía que apretar. No era suave ni tierno, sino duro y castigador. Pero a ella le gustaba, la
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encendía como una llama.
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El calor llegó a su interior, un cosquilleo placentero. Luego la explosión que tensó sus cuerpos
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por completo y los liberó de cualquier inhibición.
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Caleb clavó sus colmillos en el hombro de ella, sano y completamente cicatrizado, y la sostuvo
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dominante como un animal mientras seguía embistiéndola. Aileen gritó de dolor y de placer y se
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dejó caer hacia atrás hasta apoyarse en el amplio y sudoroso cuerpo de Caleb. Él ardía y ella
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también.
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Beag is beag: en celta gaélico significa 'mordisco a mordisco'.
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Caleb soltó su pierna y llevó su mano a su vientre, apretándola y obligándola a sentir cómo él se movía a la altura de su ombligo, obligándola a sentir sus propios espasmos musculares. Caleb no cesaba en su ritmo, no parecía agotarse, y Aileen se sentía hinchada y sensible. Él desclavó los colmillos del hombro de Aileen, liberándola, pero no detuvo sus envites. Aileen siseó y volvió a apoyar la cabeza en el hombro de él. Tomó la mano de Caleb que seguía sosteniendo sobre su corazón y la llevó hasta su entrepierna. Inclinó la cabeza hasta el mentón obstinado del vanirio y deslizó sus labios suavemente hasta su boca entreabierta buscando un beso.
Él giró la cabeza en su dirección y rozó su mejilla con la nariz. Aileen tomó aire. Caleb estaba sacudiendo su cuerpo tenía un animal afrodisíaco en su sangre, pero Caleb seguía ahí con ella intentando ser tierno, intentando darle placer. No le haría daño. Eso la tranquilizó. Aileen guió los dedos de Caleb hasta su abertura y lo instó a que hurgara en ese botón de placer de ella. Al mismo tiempo, levantó un poco la cabeza y apresó su labio inferior, lamiéndolo y succionándolo. Caleb abrió la boca y le ofreció la lengua perversamente y ella la aceptó también ofreciendo la suya. Luego los labios se juntaron y se unieron en un beso húmedo y arrollador que los llenó de más inquietud y anhelo.
Aileen se apartó para poder respirar y reclamó su atención con los ojos entrecerrados, moviendo las caderas para frotar su clítoris contra los dedos de él. Caleb, que seguía moviéndose sin tregua en su interior, alzó una ceja divertido, pero no movió
ni un solo dedo.
—¿Qué quiere mi guerrera? —su voz sonaba enronquecida por el placer.
—Acaríciame —musitó contra sus labios sin ninguna vergüenza. —Acaríciame aquí —apretó los dedos de él contra su entrepierna.
Caleb se deshizo ante su ruego.
—Lo que tú desees —la besó con tanta fuerza que ella creyó que iba a perder el conocimiento. Sus dedos encontraron diestramente el capullo hinchado y resbaladizo y lo frotaron. —Todo lo que desees, todo, te lo daré.
Aileen gimió y permitió que él entrara aún más profundamente. Las llamas recorrieron su cuerpo.
El viento entró a través de las ventanas y los refrescó, pero no había nada que pudiera detenerlos, nada que pudiera apagar el fuego de sus cuerpos acoplándose. Los músculos internos de ella palpitaron con tanta fuerza en su orgasmo que provocaron que Caleb eyaculara violentamente. Gritó contra la espalda de Aileen y a ambos les flaquearon las
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rodillas. Se deslizaron de la pared al suelo, todavía unidos.
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Aileen permanecía sentada sobre los muslos de Caleb. Él estaba dentro de ella como una estaca
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y respiraba agitadamente contra su espalda. Tenía las dos manos apretándole los pechos de
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manera acaparadora, casi cruel.
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Aileen respiraba fuertemente, intentaba recuperar el conocimiento con el cuello echado hacia
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atrás y apoyado por completo en el hombro de él. Abrió los ojos y vio los ojos famélicos e
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implorantes de Caleb que la miraban pidiendo más.
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El se meció de nuevo en su interior, sin pedirle permiso, simplemente tomando de ella cuánto
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quería, y ella se rindió.
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Caleb deslizó una mano de nuevo hasta su parte más íntima y volvió a frotar su entrepierna,
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pero ella siseó al sentirlo demasiado estimulado.
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—Espera —le pidió ella deteniendo su mano.
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—No puedo —contestó él levantándose con ella encima y llevándola al baño. Con una orden mental abrió el agua de la ducha de multichorros y la metió dentro. Con cuidado dejó que ella hiciera pie en el suelo y se salió de su interior exhalando el aire dolorosamente. Aileen se apoyó en la pared y dejó que el agua humedeciera todo su cuerpo, pero los chorros la estimulaban más que la relajaban. Estaba demasiado excitada. Oyó a Caleb tirar algo al suelo. Ella se giró para verlo y se encontró con el pecho de él a un centímetro de su cara. El agua corría por su piel, como la corriente de un río sobre las rocas. Volvía a arrinconarla contra la pared y su erección seguía como un mástil impertérrito, tocando su ombligo. Aileen sonrió. Era como un león, no dejaba a su presa hasta que acababa con ella. Él la miró de arriba abajo, como quién ve un pastel y no sabe por dónde empezar a comérselo. La apresó por la cintura y la alzó.
—Caleb... —gimió ella cuando la levantó y la obligó a rodearle la cintura con las piernas.
—Ya no tengo pantalones —susurró él colocándolos a los dos en un chorro que los bañaba de arriba abajo. La abrazó con fuerza y apoyó su frente en el cuello de ella para pedirle consuelo. Cómo le gustaba sentir la piel de Aileen contra la suya, completamente abrazados. Aileen se quedó sin habla. Levantó una mano y le acarició el pelo negro, húmedo, liso y largo hasta las paletillas. Lo mimó y lo acarició.
Caleb seguía temblando.
Aileen deslizó sus labios por la curva de su cuello y llegó hasta su oreja. Sabía lo que le estaba pidiendo el vanirio. Sonrió al darse cuenta de que él la reclamaba de nuevo. Era completamente insaciable.
—¿Qué quieres? ¿Quieres más? —preguntó ella seductora plantando un dulce beso en su oreja.
Caleb levantó la vista y juntos volvieron a enardecerse con sólo mirarse.
—Más... más... —dijo él recorriendo sus muslos con las manos. Pasó los antebrazos por debajo de sus rodillas y colocó las manos bajo sus nalgas, reteniéndola. Aquella posición la alzaba más y colocaba su cuerpo en una mejor inclinación para la penetración.
—Caleb... —gimió ella dejándose invadir y mordiéndose el labio mientras se estremecía. —Con cuidado...
—Tsss... tranquila, pequeña —murmuró él sobre su boca. Él mismo la movió arriba y abajo con sus propias manos y, orgulloso, sentía cómo Aileen se cerraba en torno a él y respondía con descaro a sus penetraciones. —Te tengo.
Aileen enredó los dedos en su pelo, se enderezó pegando sus pechos a los de él y lo besó. Fue
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un beso que implicaba la entrega absoluta de una mujer a un hombre y él le respondió con el
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mismo ímpetu.
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—Sí... me tienes... —susurró ella deslizando los labios por su mandíbula y llegando a su cuello.
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