Read Star Wars Episodio VI El retorno del Jedi Online
Authors: James Kahn
Han tan sólo meneó la cabeza con un aire de paciencia y cansancio galácticos.
—Bueno —dijo Han—. ¿Y si utilizas tu influencia divina para sacarnos de aquí? —sugirió solícitamente.
—Le ruego que me perdone, Capitán Solo —dijo 3PO, irguiéndose cuan alto era y hablando con el mayor decoro—, pero eso no sería lo adecuado.
—¡Adecuado! —rugió Solo. Siempre supo que ese pomposo androide se iba a pasar de rosca algún día, y éste bien podía ser ese día.
—Va contra mi programación representar a una deidad —replicó 3PO a Solo, como si algo tan obvio necesitara más explicaciones.
Han se movió amenazadoramente hacia el androide de protocolo, hormigueándole los dedos con el deseo de desconectarle.
—Escucha, montón de tornillos, si tú no...
No pudo avanzar más porque quince lanzas Ewook apuntaban amenazadoramente a su cara.
—Sólo estaba bromeando —sonrió Han afablemente.
La procesión de Ewoks tejía lentamente su camino por la cada vez más oscura foresta. Pequeñas y sombrías criaturas avanzaban palmo a palmo por un gigantesco laberinto. El sol casi se había puesto, y las largas sombras cruzadas conferían un aire aún más imponente a los cavernosos dominios. Sin embargo, los Ewoks parecían sentirse como en su casa, doblando con precisión por los corredores de lianas.
Sobre sus hombros llevaban a los cuatro prisioneros —Han, Chewie, Luke, R2— atados a largos palos mediante vueltas y vueltas de fibras de bejucos que los inmovilizaban como si fueran larvas que lucharan dentro de un áspero y frondoso capullo.
Tras los cautivos, 3PO, en una litera toscamente fabricada con ramas que formaban algo parecido a una silla, era llevado sobre los hombros de los pigmeos Ewoks. Como un potentado real, examinaba detenidamente el bosque a través del cual era conducido: el magnífico sol poniente del color del espliego, que podía vislumbrarse por entre los bejucos colgantes; las flores exóticas comenzando a cerrarse; los árboles de edad indefinida, los relucientes helechos. Sabía que nadie antes que él había jamás apreciado todas esas cosas del modo en que él lo hacía. Nadie tenía sus sensores, sus circuitos, sus programas y bancos de memoria. Así, de alguna forma,
él
era el creador de este pequeño universo; de sus imágenes y colores.
Y era una sensación maravillosa.
El cielo estrellado parecía rozar las copas de los árboles a medida que Luke y sus amigos eran izados hasta el poblado de los Ewoks. Al principio no advirtió siquiera que se trataba de un poblado; las pequeñas chispas anaranjadas, en la distancia parecían estrellas. Sobre todo estando atado a un poste boca arriba, observando cómo los brillantes puntitos titilaban entre los árboles directamente encima de él.
Pero cuando se vió alzado por entre intrincadas escaleras y rampas escondidas
alrededor
de los inmensos troncos y, gradualmente, cuanto más subían más grandes y crepitantes eran las luces hasta que, al llegar a los cien metros de altura, Luke advirtió por fin que las luces eran hogueras encendidas
entre
las cimas de los árboles, no estrellas.
Al fin fueron conducidos por un precario camino de madera, demasiado lejos del suelo como para ver nada por debajo, salvo una caída abisal. Durante un instante de debilidad, Luke creyó que iban a ser arrojados fuera del camino para hacerles conocer las tradiciones del bosque. Pero los Ewoks tenían algo distinto en mente.
La estrecha plataforma acababa a mitad del camino,
entre
dos árboles. La primera criatura del grupo aferró un largo bejuco y se balanceó hasta el otro tronco, que Luke sólo podía ver doblando al máximo el cuello, que tenía una gran abertura cavernosa excavada en su titánica superficie. Los bejucos volaron rápidamente de un lado a otro de la sima hasta construir una especie de enrejado entretejido. Luke se encontró siendo arrastrado por encima de la parrilla vegetal, aún atado al poste. Miró una vez hacia abajo, hacia la nada; era una sensación verdaderamente desagradable.
Ya una vez en el otro lado, descansaron sobre una plataforma estrecha e inestable hasta que todo el mundo hubo cruzado. Entonces los pequeños monos-osos desmantelaron la red de bejucos y se introdujeron en el árbol, junto con sus cautivos. Dentro reinaba la más completa oscuridad, pero Luke tuvo la impresión de estar más en un túnel que en una verdadera cueva. Imperaba la sensación de estar rodeados por paredes densas y sólidas, como las de una madriguera excavada en una montaña. Cuando emergieron, cincuenta metros más allá, estaban en la plaza del poblado Ewok.
Cocineros y curtidores, guardias y ancianos, niños y mujeres, de todo había. Las madres Ewoks agruparon a sus berreantes criaturas y se apresuraron a adentrarse en sus chozas, mientras otros murmuraban y señalaban. El aroma de la cena, cocinándose, impregnaba el aire; algunos niños jugaban y los juglares tocaban música extraña y retumbante, utilizando troncos y flautas de caña.
Abajo se extendía la vasta negrura, menor que la del cielo sobre sus cabezas; pero allí, en ese diminuto poblado suspendido entre ambas, Luke sintió luz, calor y una paz especial.
El séquito de captores y cautivos se detuvo ante la mayor de las chozas. Luke, Chewie y R2 fueron apoyados con sus estacas contra un árbol cercano. Han suspendido de una clavija situada encima de un hogar repleto de astillas que recordaban sospechosamente a las utilizadas para asar una barbacoa. Docenas de Ewoks se agruparon a su alrededor parloteando, curiosos, con animados chirridos y graznidos.
Teebo surgió de la choza mayor. Era un poco más grande que la mayoría y tenía un aspecto mucho más fiero. Su piel estaba surcada por franjas grises, claras y oscuras. En lugar de la capucha normal de cuero, llevaba sobre su cabeza un casquete hecho con medio cráneo de algún animal con cuernos y adornado con plumas. Portaba un hacha de piedra y, para ser un pequeño Ewok se contoneaba con jactancia.
Examinó superficialmente a los prisioneros e hizo algún tipo de comentario. Al punto, un miembro de la partida de caza dio un paso al frente. Era Paploo, el Ewok cubierto por una manta que parecía haber sido un poco más amable con los prisioneros.
Teebo conferenció breves momentos con Paploo. La discusión pronto degeneró, sin embargo, en una disputa, ya que Paploo aparentemente apoyaba a los rebeldes y Teebo rechazaba todo tipo de consideración. El resto de la tribu seguía, de pie, el debate con enorme interés, vociferando algún comentario que otro o chirriando excitados.
3PO, cuyo trono había sido depositado en un lugar de honor cerca de la estaca de la que estaba suspendido Solo, seguía la discusión completamente fascinado. Empezó a traducir una o dos veces para Luke y los demás, pero se detuvo a las pocas palabras, porque los polemistas hablaban demasiado rápido, y 3PO no quería perderse la esencia de cuanto se decía. Por consiguiente, no transmitió más información que los nombres de los Ewoks implicados en la discusión.
—No me gusta nada el aspecto de esto —dijo Han, mirando ceñudamente a Luke.
Chewie gruñó, expresando su total acuerdo.
De pronto, Logray salió de la cabaña mayor y silenció a todos los Ewoks con su sola presencia. Más bajo que Teebo, era, sin embargo, objeto del mayor respeto general. También él se cubría la cabeza con medio cráneo, pero éste era el de algún gran pájaro y portaba una sola pluma. Su piel tenía rayas marrón oscuro y su rostro denotaba mayor sabiduría. No llevaba armas, solo un zurrón al costado y un bastón hecho con el espinazo de algún viejo y poderoso enemigo.
Estudió detenidamente a los cautivos, uno por uno. Olfateó a Han y palpó el tejido de las ropas de Luke. Teebo y Paploo comenzaron a barbotear sus puntos de vista, pero Logray parecía absolutamente desinteresado y pronto dejaron de protestar.
Cuando Logray llegó a donde estaba Chewbacca, se quedó fascinado y señaló al Wookiee con su bastón de huesos. Chewie, esperándose algo malo, gruñó amenazadoramente al diminuto hombre-oso. Logray no necesitó más acicate y dio un rápido paso atrás, al tiempo que metía la mano en el zurrón y arrojaba luego unas hierbas en la dirección de Chewie.
—Cuidado, Chewie —avisó Han desde el otro lado de la pequeña plaza—. Ese debe de ser el hechicero de la tribu.
—No —corrigió Luke—; más bien creo que es el médico brujo.
Luke estaba a punto de intervenir, pero decidió esperar. Sería mejor que esa pequeña y seria comunidad extrajera sus propias conclusiones sobre ellos. Los Ewoks, aunque nacían y vivían en las alturas, tenían los pies bien asentados sobre la tierra.
Logray dio varias vueltas en torno a R2, estudiándolo: era una criatura increíble y maravillosa. Lo olfateó, dio primero unas palmaditas sobre su cabeza; y, finalmente, propinó un fuerte golpe al caparazón metálico del robot; luego arrugó su rostro mostrando consternación. Tras pensarlo unos segundos, ordenó que desataran a R2.
La muchedumbre murmuró excitada y dio unos pocos pasos atrás. Las ataduras de bejucos de R2 fueron cortadas por dos guardias, que portaban sendos cuchillos. R2 se deslizó por la estaca y se estrelló — sin ceremonias— contra el suelo.
Los guardias lo pusieron al derecho, pero R2 estaba poseído por la furia. Se fijó en Teebo, al que consideraba el causante de su ignominia y, emitiendo destellos azules, comenzó a perseguir dando vueltas al atemorizado Ewok. La multitud rugió; unos animando a Teebo y otros alentando al trastornado robot.
Al fin, R2 se acercó lo suficiente a Teebo como para aguijonearle con una descarga eléctrica. El dolorido Ewok saltó por los aires chillando terriblemente y corrió todo lo que le permitieron sus chaparras piernecillas. Wicket se deslizó subrepticiamente dentro de la gran cabaña, mientras los espectadores expresaban su indignación o su deleite.
—¡R2, para ya! —dijo 3PO, encolerizado—. Vas a complicar más las cosas.
R2 rodó veloz hasta situarse frente al androide y silboteó una larga y vehemente parrafada:
—Wreee op duu rhee vrrr gk gdk whoo dop drai dup dwiit...
Este estallido ofendió sustancialmente a 3PO. Con un gesto arrogante se sentó muy erguido en su trono.
—Ése no es modo de hablar a alguien de mi posición —se pavoneó.
Luke temía que la situación marchara por derroteros que impidieran controlarla. Vaciando su voz de toda sombra de impaciencia, se dirigió a 3PO:
—3PO, creo que ya es hora de que hables a nuestro favor.
3PO, de mala gana, se dirigió a la peluda asamblea y pronunció un breve discurso, señalando de vez en cuando a sus amigos atados a las estacas.
Logray se molestó visiblemente por el discurso. Agitó su bastón, pateó el suelo y lanzó un torrente tal de improperios dirigidos al dorado androide, que duraron al menos un minuto completo. Al terminar su violenta parrafada, hizo señas a varias criaturas que, devolviendo la misma seña, comenzaron a llenar de leña el hogar sobre el que se encontraba Han.
—Bien: ¿qué es lo que ha dicho? —gritó, preocupado, Han.
—Estoy un poco azorado, Capitán Solo —dijo 3PO, compungido y mortificado—, pero parece que usted será la pieza principal del banquete en mi honor. El Ewok está muy ofendido porque se me ocurrió sugerir otra cosa.
Antes de poder decir nadie una palabra más, los tambores hechos con troncos huecos comenzaron a sonar extrañamente conjuntados. Como si fueran una sola, todas las rizadas cabezas se volvieron hacia la entrada de la cabaña mayor. Por ella salió Wicket y, tras él, el Jefe Chirpa.
Chirpa tenía una piel gris y una voluntad férrea. Su cabeza adornada por una guirnalda entretejida de hojas, dientes y cuernos de animales derribados por él en sus cacerías. En su mano derecha blandía un bastón formado por el hueso más largo de un reptil volador; en su izquierda sostenía una iguana, que era tanto su mascota como su guardián.
Inspeccionó la escena de la plaza con una sola ojeada y luego se giró para esperar al huésped que ahora surgía de la cabaña.
El huésped no era otro que la joven y bella Princesa de Alderaan.
—¡Leia! —gritaron al unísono Han y Luke.
—¡Rahrhah!—ladró Chewie.
—¡Boo dlldwee! —pitó R2.
—¡Su Alteza! —exclamó 3PO.
Sofocando un grito, Leia se abalanzó sobre sus amigos, pero una falange de Ewoks, erigiendo sus lanzas, bloqueó su camino. Ella se volvió al Jefe Chirpa y luego al robot intérprete:
—3PO, diles que ésos son mis amigos. Deben ser liberados en seguida —protestó Leia.
—Eep sqee rheeow —dijo con gran urbanidad 3PO, dirigiéndose a Chirpa y a Logray—-, Sqeeow íroah eep meep erah.
Chirpa y Logray sacudieron sus cabezas con gesto inequívocamente negativo. Logray graznó una orden a sus ayudantes y éstos reanudaron, con nuevos bríos, su tarea de apilar leña bajo Solo.
Han intercambió unas miradas descorazonadas con Leia.
—No sé por qué, pero tengo la sensación de que nos van a tratar muy bien —se quejó Han.
—Luke, ¿qué podemos hacer? —apremió Leia. No había imaginado nada parecido, sólo esperaba que la hubieran guiado los Ewoks hasta su nave, aunque tuviera como mucho, que cenar y albergarse una noche en el campamento Ewok. Decididamente no comprendía a esas criaturas—. ¿Luke? —interrogó.
Han estaba a punto de hacer una sugerencia, pero se detuvo, momentáneamente abatido por la intensa fe de Leia en Luke. Era algo que no había advertido antes, sólo ahora le afectaba.
Antes de que Han pudiera exponer su plan, Luke se adelantó:
—3PO, di a los Ewoks que si no hacen lo que deseas, te enfadarás y utilizarás tu magia.
—Pero, amo Luke, ¿qué magia? —protestó el androide—. Yo no podría...
—¡Díselo! —ordenó Luke con un tono de voz poco habitual en él. En ocasiones, 3PO ponía a prueba incluso la paciencia de un Jedi.
El androide intérprete se encaró con la audiencia y habló con gran dignidad:
—Eemeeblee scheesh oahr aish sh sheestes eep.
Los Ewoks dieron muestras de una gran perturbación, al oír esa proclama. 3PO comenzó a traquetear muy excitado, como si lo hubieran sorprendido falsificando su propio programa.
—No me creen, amo Luke, tal como te dije... —protestó 3PO.
Sin embargo, Luke no estaba escuchando al androide; estaba representándolo en su mente. Imaginándoselo sentado en su trono de ramas, dorado y reluciente, asintiendo a todo y parloteando sobre los asuntos más inconsecuentes. Viéndole sentado en el negro vacío de consecuencia... y comenzando a elevarse lentamente.