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Authors: Martin Gardner

Tags: #Ciencia, Ensayo

¿Tení­an Ombligo Adan y Eva? (38 page)

BOOK: ¿Tení­an Ombligo Adan y Eva?
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Hay otra fuente de convicción en la existencia de Dios, relacionada con la razón y no con los sentimientos, que me parece que tiene mucho más peso. Se deriva de la extrema dificultad, o más bien imposibilidad, de concebir este inmenso y maravilloso universo, incluyendo al hombre con su capacidad de mirar hacia el pasado remoto y el futuro lejano, como el resultado del azar ciego o de la necesidad. Cuando pienso en eso, me siento inclinado a buscar una Primera Causa, poseedora de una mente inteligente en cierto modo análoga a la del hombre; y merezco que me llamen teísta. Por lo que yo recuerdo, esta conclusión estaba firmemente arraigada en mi mente en la época en que escribí
El origen de las especies
; y desde entonces se ha ido debilitando muy poco a poco, con muchas fluctuaciones. Pero entonces surge la duda: ¿se puede uno fiar de la mente humana, que, tal como yo creo plenamente, se ha desarrollado a partir de una mente tan inferior como la que poseen los animales más inferiores, cuando saca unas conclusiones tan grandiosas?

No pretendo arrojar la más mínima luz sobre estos abstrusos problemas. El misterio del principio de todas las cosas es insoluble para nosotros; y yo, por lo menos, me conformo con seguir siendo agnóstico.

Cuando Bertrand Russell fue encarcelado por oponerse a la entrada de Inglaterra en la Primera Guerra Mundial, el alcaide de la prisión le preguntó cuál era su religión. Russell le respondió «agnóstico». Después de pedirle que lo deletreara, el alcaide suspiró y dijo: «Bueno, hay muchas religiones, pero supongo que todos adoramos al mismo Dios». «Aquel comentario —dice Russell en su autobiografía— me mantuvo animado durante aproximadamente una semana».

26. El Judío Errante

(Este ensayo se publicó por primera vez en
Free Inquiry
, verano de 1995)

Porque el Hijo del Hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces dará a cada uno según sus obras. En verdad os digo que hay algunos entre los presentes que no gustarán la muerte antes de haber visto al Hijo del Hombre venir en su reino.

Evangelio de san Mateo, 16: 27, 28

Esta declaración de Jesús, citada en el Evangelio de san Mateo y repetida en palabras muy similares en los de Marcos (8:38, 9:1) y Lucas (9:26, 27), es para los fundamentalistas de la Biblia uno de los pasajes más perturbadores del Nuevo Testamento.

Es posible, por supuesto, que Jesús jamás pronunciara estas frases, pero todos los estudiosos están de acuerdo en que los cristianos del siglo I esperaban que la Segunda Venida se produjera durante su vida. En Mateo 24, después de describir las espectaculares señales de su inminente retorno, como la caída de estrellas y el oscurecimiento de la Luna y el Sol, Jesús añade: «En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todas estas cosas sucedan». Hasta 1933, aproximadamente, los adventistas del Séptimo Día racionalizaban esta profecía de un modo muy ingenioso. Argumentaban que una espectacular lluvia de meteoros ocurrida en 1833 era la caída de estrellas, y que en 1870 se produjo un misterioso oscurecimiento del Sol y la Luna en Estados Unidos. Jesús había querido decir que una futura generación contemplaría estos sucesos celestiales, y ésa sería la que experimentara su Segunda Venida.

Durante casi cien años, los predicadores y autores de libros adventistas aseguraron al mundo que Jesús iba a regresar durante la vida de algunos de los que contemplaron la gran lluvia de meteoros de 1833. A partir de 1933, la Iglesia fue abandonando poco a poco esta interpretación de las palabras de Jesús. Pocos fieles actuales están enterados de que su Iglesia proclamó en tiempos esta creencia.

Aunque los adventistas siguen creyendo que Jesús regresará muy pronto, ya no imponen condiciones para una fecha aproximada.

¿Cómo explican las declaraciones de Jesús citadas en ese párrafo? Siguiendo a san Agustín y otros antiguos comentaristas cristianos, entienden que la profecía se refiere a la Transfiguración de Cristo. Ellen White, la profetisa que junto con su marido fundó el adventismo del Séptimo Día, lo expresó de esta manera en su vida de Jesús,
The Desire of Ages
: «Se había cumplido la promesa del Salvador a sus discípulos. En lo alto del monte se representó en miniatura el futuro reino de la gloria…».

Desde los tiempos de Jesús, cientos de sectas adventistas, empezando por los montañistas del siglo II, han interpretado que las declaraciones proféticas de Jesús sobre su retorno se referían a su generación. La excitación apocalíptica creció a medida que se aproximaba el año 1000. Una excitación similar ganó fuerza al acercarse el año 2000. La expectación ante la Segunda Venida no se limita a las sectas adventistas. Los fundamentalistas de las principales ramas del protestantismo insisten cada vez más en la inminencia del retorno de Jesús. El baptista Billy Graham, por ejemplo, advierte periódicamente de lo poco que falta para la batalla de Armagedón y la aparición del Anticristo. Le gusta recalcar que la Biblia dice que la Segunda Venida ocurrirá después de que se haya predicado el Evangelio a todas las naciones. Y esto no pudo ocurrir, insiste Graham, hasta la aparición de la radio y la televisión.

El predicador Jerry Falwell está tan convencido de que pronto experimentará el éxtasis —será arrebatado en el aire para contemplar el retorno de Jesús— que una vez dijo que no había hecho planes para su entierro. Austin Miles, que en otro tiempo trabajó para Pat Robertson, revela en su libro
Don't Call Me Brother
(1989) que en cierta ocasión Pat consideró en serio un plan para televisar la aparición del Señor en los cielos. En la actualidad, el principal heraldo nacional de la inminente Segunda Venida es Hal Lindsay. Sus numerosos libros sobre el tema, el primero de los cuales fue
The Late Great Planet Earth
, se han vendido a millones.

Durante los últimos dos mil años, individuos y sectas han estado fijando fechas para la Segunda Venida. Cuando el Señor no se presenta, lo más frecuente es que no se reconozca el fallo total.

En lugar de eso, se encuentran errores en los cálculos y se fijan nuevas fechas. En New Harmony (Indiana), George Rapp fundó una secta adventista llamada de los rappitas. Cuando Rapp se puso enfermo, declaró que si no estuviera seguro de que el Señor quería que él y su rebaño contemplaran el retorno de Jesús, pensaría que aquélla era su última hora. Y diciendo eso, murió.

La Iglesia católica, siguiendo a san Agustín, trasladó hace mucho tiempo la Segunda Venida a una fecha no especificada del futuro. Los protestantes liberales han tendido a tomarse la Segunda Venida como poco más que una metáfora del gradual establecimiento de la paz y la justicia en el mundo. Julia Ward Howe, ministra unitarista, tenía esta interpretación en mente cuando hizo comenzar su famoso «Himno de batalla de la República» con las palabras «Mis ojos han visto la gloria de la llegada del Señor…». Los fundamentalistas protestantes, en cambio, creen que Jesús describió hechos históricos reales que precederán a su retorno literal a la Tierra para derrotar a Satán y juzgar a los vivos y a los muertos. También consideran impensable que el Señor haya hablado sin fundamento sobre la época de su Segunda Venida.

La dificultad de interpretar las palabras de Jesús acerca de que algunos de sus oyentes no conocerían el sabor de la muerte antes de que él regresara está en que describió los hechos exactamente con las mismas palabras que utilizó en Mateo 24. Está claro que aquí no se estaba refiriendo a su transfiguración, ni tal vez (como también ha apuntado alguien) al hecho de que pronto se establecería su reino mediante la formación de una Iglesia. Suponiendo que Jesús quería decir exactamente lo que dijo, y que no se equivocaba, ¿cómo se puede justificar esta profecía sin ambigüedades? Durante la Edad Media se urdieron varias leyendas maravillosas para preservar la exactitud de las profecías de Jesús. Algunas se basaban en San Juan 21. Cuando Jesús le dice a Pedro «sígueme», Pedro ve que Juan camina detrás de él y pregunta: «Señor, ¿y éste, qué?». La enigmática respuesta del Señor es: «Si yo quiero que éste permanezca hasta que yo venga, ¿a ti qué te importa?». Se nos dice que esto dio lugar a un rumor, según el cual Juan no moriría. Sin embargo, el autor del cuarto Evangelio añade: «Mas no dijo Jesús que no moriría, sino "si yo quisiera que él se quedara hasta que yo venga, ¿a ti, qué?"». En la Edad Media, algunos teólogos especularon que tal vez Juan no muriera. Tal vez siguiera vagando por el mundo, o hubiera sido ascendido al cielo en vida. Una leyenda más popular decía que Juan había sido enterrado en estado de animación suspendida, con el corazón aún latiendo débilmente, para permanecer en su desconocida tumba hasta que Jesús regrese.

Estas especulaciones acerca de Juan se desvanecieron rápidamente, a medida que iba cobrando forma una nueva y más sugestiva leyenda. Tal vez Jesús no se refería a Juan, sino a algún otro, cuando dijo que podía querer que alguien se quedase. Esto explicaría también los comentarios citados en el pasaje. Alguien no mencionado en los Evangelios, que vivió en tiempos de Jesús, fue condenado de algún modo a permanecer vivo durante siglos, hasta el Día del Juicio, vagando por el mundo y suspirando por la muerte.

¿Quién era este Judío Errante? Algunos decían que Mateo, a quien Pedro le cortó una oreja. Otros pensaban que pudo ser el ladrón impenitente que fue crucificado junto a Jesús. Tal vez fuera Pilatos, o uno de los siervos de Pilatos. La versión que acabó predominando identificaba al Judío Errante con un tendero —su nombre varía—, que vio a Jesús pararse ante su puerta, tambaleándose bajo el peso de la cruz que acarreaba. Viendo lo lenta y penosamente que andaba el Señor, el hombre golpeó a Jesús en la espalda, apremiándolo para que caminara más deprisa. «Andaré —replicó Jesús—, pero tú te quedarás hasta que yo regrese». Como castigo a su desconsideración, el tendero está condenado a vagar por el mundo, suspirando desesperadamente por la muerte pero sin poder morir. En algunas versiones de la leyenda, sigue teniendo siempre la misma edad. En otras, envejece una y otra vez, sólo para ser restaurado de nuevo a su juventud. La leyenda parece haberse originado en Inglaterra en el siglo XIII, y se extendió rápidamente por toda Europa. Recibió un tremendo empuje a principios del siglo XVII, cuando se publicó en Alemania un folleto acerca de un zapatero judío llamado Ahasuero que aseguraba ser el Errante. El folleto se reeditó hasta el infinito en Alemania y se tradujo a otros idiomas. El resultado fue una manía comparable a las manías actuales de ver ovnis, abominables hombres de las nieves y a Elvis Presley. Durante los dos siglos siguientes, docenas de personas que aseguraban ser el Judío Errante aparecieron en ciudades de Inglaterra y de toda Europa.

En Estados Unidos, en una fecha tan tardía como 1868, apareció un Judío Errante en Salt Lake City, la ciudad de la secta adventista de los mormones. Ahora resulta imposible distinguir qué casos individuales fueron puros rumores, cuáles fueron fraudes montados por impostores y cuáles fueron casos de autoengaño psicótico.

El Judío Errante se convirtió en uno de los temas favoritos de la gente, e inspiró cientos de poemas, novelas y obras teatrales, sobre todo en Alemania, donde este tipo de obras ha seguido proliferando hasta nuestros días. Incluso Goethe empezó a escribir una epopeya sobre el Errante, pero sólo terminó unos pocos fragmentos. No es difícil de entender que los antisemitas de Alemania y otros muchos países interpretaran que el zapatero remendón representaba a todo el pueblo de Israel, un pueblo condenado por Dios por haber rechazado a su hijo como Mesías.

Gustave Doré produjo doce excelentes grabados que describen episodios de la vida del Judío Errante. Se publicaron por primera vez en París en 1856, acompañando a un poema de Pierre Dupont. No tardó en haber ediciones inglesas con traducciones del poema.

La novela más conocida sobre el Judío Errante es, con gran diferencia, la del francés Eugéne Sue
Le Juif Errant
, que se publicó en forma de serial en París en 1844-1845 y después se editó en diez tomos. Anteriormente, la obra de George Croly en tres tomos,
Salathiel
(1827, más tarde retitulada
Tarry Thou Till I Come
) («Quédate hasta que yo vuelva») había tenido un éxito enorme. (En Don Juan, canto 11, estrofa 57, Byron llama a su autor «Reverendo Roley-Poley»). En
Prince of India
(1893) de Lew Wallace, el Judío Errante es un riquísimo potentado oriental.

La obra de George Macdonaid Thomas Wingfold,
Cúrate
(1876) presenta al Judío Errante como un pastor anglicano. Habiendo presenciado la Crucifixión, y presa de constante angustia por su pecado, Wingfold es incapaz de vencer una extraña compulsión. Cada vez que encuentra un crucero de carretera, e incluso una cruz en lo alto de una iglesia, siente un impulso irresistible de trepar a la cruz, enroscarse a ella con brazos y piernas y permanecer allí colgado hasta que cae al suelo inconsciente. Se enamora, pero, comprendiendo que su amada envejecerá y morirá mientras él se mantiene joven, intenta suicidarse lanzándose a un volcán en actividad. Su amada le sigue, pero resulta incinerada por la lava fundida. Sorprendentemente, hay un final feliz. Jesús aparece, perdona al Errante y le conduce al Paraíso para reunirse con la mujer que murió por él. La novela no figura entre las mejores de las muchas y admiradas fantasías de este escritor escocés.

My First Two Thousand Years
, de George Sylvester Viereck y Paul Eidridge (1928), pretende ser la autobiografía erótica del Judío Errante. Los dos mismos autores escribieron en 1930
Salome, la judía errante
, una novela igualmente erótica que narraba sus dos mil años de escarceos amorosos. La novela más reciente sobre el Errante es obra del ex comunista alemán Stefan Heym, seudónimo de Hellmuth Flieg. En este libro.
El Judío Errante
, publicado en Alemania en 1981 y en Estados Unidos tres años después, el Errante es un jorobado que vaga por los caminos en compañía de Lucifer. La fantasía termina con la Segunda Venida, el Armagedón y el perdón del Errante.

La famosa novela de Sue merece un rápido comentario adicional. El Errante es Ahasuero, un zapatero remendón. Su hermana Herodías, esposa del rey Herodes, se convierte en la Judía Errante. Los hermanos son personajes secundarios de una trama muy complicada. Ahasuero es alto, con una única ceja negra que se extiende sobre los dos ojos como una marca de Caín. En las suelas de sus botas de hierro hay siete clavos que dejan señales en forma de cruz cuando camina sobre la nieve. Dondequiera que vaya, se produce un brote de cólera. Con el tiempo, los dos hermanos son perdonados y se les concede «la felicidad del sueño eterno».

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