Read A Mummy in Her Backpack / Una momia en su mochila Online
Authors: James Luna
âNo hay problema âdijo el señor GarcÃa â. Iré a arreglarlo.
Flor miró hacia abajo y masculló âEs mi culpa. Tiré toallas de papel en el inodoro. Yo lo limpiaré.
El señor GarcÃa no supo qué decir. Flor era una niña tan buena. âNo te puedo dejar hacer eso. Es un trabajo sucio âdijo.
Flor movió la cabeza âNo. No hay . . .
Lupita se rio. âCaca âacabó la frase de Flor.
Flor continuó âSólo son toallas de papel. Yo las sacaré si usted . . .
âSi yo ¿qué? âpreguntó el señor GarcÃa.
âSi deja el baño cerrado hasta después de la escuela.
âPero eso será un desastre. Además, ¿qué van a hacer las otras niñas?
âPueden usar el otro âdijo Flor.
Lupita agregó âY puede cerrar el agua. Vi cómo mi papi lo hizo una vez que se inundó nuestro baño.
âNiñas, ¿por qué no quieren que entre nadie al baño? âpreguntó el señor GarcÃa.
â¿Le puedo mostrar después de clases? ârespondió Florâ. Le prometo que no es nada malo.
El señor GarcÃa miró a Flor y a Lupita. ConocÃa a las niñas desde que estaban en kÃnder. Si Flor le decÃa que no era nada malo, entonces no era nada malo. Asà es que aceptó âEstá bien. Ustedes saquen las toallas de papel, y yo cubriré la puerta con cinta de advertencia.
Luego Flor hizo algo que él no esperaba que hiciera. Miró hacia arriba para ver al señor GarcÃa, le sonrió bien grande y le dio un fuerte abrazo. Asà fue como él supo que habÃa hecho lo correcto.
Mientras los tres caminaban hacia el baño, Lupita le susurró a Flor â¿Qué vamos a hacer después de la escuela?
âEn este momento no lo sé ârespondió Flor.
Lo que Flor no sabÃa es que Sandra las habÃa estado observando. TenÃa sospechas por qué estaba inundado el baño, asà es que le dijo a la señorita King que tenÃa dolor de estómago. En vez de ir a la enfermerÃa, se fue al baño donde Rafa se estaba escondiendo. Cuando llegó a la puerta del baño, se detuvo.
â¿Quién está aquÃ? âgritó Sandra.
Nadie respondió.
âSé que hay alguien aquÃâdijo. Sandra caminó de puntitas en el baño, tratando de mantener sus zapatos y sus pantalones secos. En ese momento llegaron Flor, Lupita y el señor GarcÃa.
âSandra, ¡sal de ahÃ! âgritó Flor.
Sandra no los habÃa escuchado llegar. Con la sorpresa, Sandra se resbaló y se cayó. Se pegó en la cabeza con la pared del baño. Para cuando llegó el señor GarcÃa a su lado, estaba empapada y llorando. El conserje la ayudó a levantarse y la sacó del baño.
â¿Qué estabas haciendo allÃ? âle preguntó Flor. Sandra estaba llorando tanto que no le contestó.
âTienes que tener más cuidado âdijo Lupitaâ. No te preocupes, Sandra. Le vamos a contar a la señorita King lo que pasó.
Todo
lo que pasó.
Sandra lloró más fuerte.
â¿Ven? âdijo el señor GarcÃaâ. El piso mojado es peligroso. Vale más que me dejen a mà limpiarlo.
Flor pensó con rapidez. âSandra se cayó porque la asustamos. Tendré más cuidado.
âEstá bien âdijo élâ. Pero estaremos afuera por si nos necesitas.
El señor GarcÃa le dio a Flor un gancho de alambre para que sacara todas las toallas. Flor pisó con delicadeza adentro del baño inundado. Cuando abrió el baño, Rafa la miró y sonrió. Estaba a punto de decir algo cuando Flor se puso el Ãndice sobre los labios. Rafa asintió y se quedó callado. Sumergiendo el gancho en el inodoro, sacó las toallas empapadas y las dejó caer de sopetón sobre el piso. El sonido que hicieron era tan asqueroso como la idea de lo que podrÃa sacar después. Cuando Flor sacó la última toalla, el agua se fue por el inodoro, en lugar de rebalsarse. Suspiró en señal de alivio.
âListo âanunció al salir del baño. Después cayó en cuenta del desastre que habÃa hechoâ. Supongo que debo recoger las toallas ahora.
âNos encargaremos de eso más tarde âdijo el señor GarcÃaâ. Tengo que llevar a Sandra con la enfermera, y ustedes tienen que regresar al salón.
âTiene razón âdijo Florâ. Pero, por favor, no se olvide de poner la cinta de advertencia.
âVoy a hacer algo mejor âdijoâ. Voy a cerrar con llave y más tarde le pondré la cinta a la puerta.
âPerfecto âdijo Florâ. Muchas gracias. Aquà estaremos después de clases.
Flor y Lupita regresaron al salón y empezaron a contarle a la señorita King lo que le pasó a Sandra. Lupita se aseguró de decirle âSe cayó en agua de inodoro âbien fuerte para que todos la oyeran. La clase irrumpió en risas.
Cuando la secretaria de la escuela llamó y pidió que llevaran las cosas de Sandra a la oficina, la señorita King le dijo a Flor âMandaré a otra persona esta vez. Ya has estado demasiado tiempo fuera del salón.
âEstá bien âdijo Flor. No le molestaba. Sólo querÃa sentarse un poco y pensar.
Flor pasó el resto del dÃa preocupada por Rafa. Comió muy poco de su almuerzo, y le dio las rebanadas de manzana a Lupita. Las niñas hasta caminaron por afuera del baño durante el recreo para asegurarse de que la puerta estuviera cerrada. Durante la hora de ciencias sociales, en lugar de estudiar mapas, Lupita le susurró â¿Crees que Rafa esté bien?
âShhh âdijo Florâ. No digas su nombre.
â¿Qué le vas a decir al señor GarcÃa después de clases?
Flor suspiró. La señorita King pasó cerca de ellas, asà es que Flor señaló a un lugar en el mapa e hizo como que estaba trabajandoâ. Supongo que tendré que decirle la verdad ârespondióâ. Pero no sé cómo.
Flor se encogió de hombros y continuó mirando el libro. No sabÃa qué hacer.
Después de la escuela, Flor y Lupita pasaron por sus hermanitos en sus salones, y luego fueron a buscar al señor GarcÃa. Cuando lo encontraron, Flor preguntó â¿Ya podemos entrar al baño?
âClaro âle dijo.
âTenemos que hacer algo con nuestros hermanos âFlor le susurró a Lupita.
âNo hay problema ârespondió Lupita. Después llamó a los niños, que estaban caminando despacio detrás de ellasâ. ¿Quieren ir al patio antes de irnos a casa? âLos niños corrieron al patio y empezaron a cavar en la caja de arena.
Flor y el señor GarcÃa entraron al baño. El señor GarcÃa abrió la puerta y preguntó âBien, ¿ahora me puedes decir cuál era el problema?
Flor lo dudó y luego asintió. âEspéreme aquÃ. âEntró al baño y salió en unos segundos abrazando la mochila. Miró hacia el suelo y susurróâ. ¿Me promete no decirle a nadie?
El señor GarcÃa lo pensó. TenÃa que decirle al director todo lo que pasaba. SabÃa de un conserje que no reportó a un gato que estaba viviendo debajo de un salón. Lo corrieron cuando el director encontró gatitos en su almuerzo. Esas cosas le pasaban a los conserjes.
Después miró a Flor. Sus grandes ojos cafés estaban rojos y llorosos. ¿Qué más podrÃa hacer?
âTe lo prometo âdijo.
Flor miró a su alrededor para asegurarse de que no habÃa niños cerca. Despacio abrió la mochila. âTodo está bien, Rafa âdijo.
Primero, el señor GarcÃa vio el sombrero de vaquero maltratado y luego la piel amarilla y arrugada. Le recordó la mostaza seca que tallaba del piso de la cafeterÃa después que servÃan banderillas.
âÃl es Rafa âdijo Flor.
Hasta a un conserje que estaba acostumbrado a ver cosas asquerosas, como el señor GarcÃa, le repugnó.
Rafa se levantó y sonrió âBuenos dÃas. Rafael Rigoberto Pérez Hernández, para servirle.
El señor GarcÃa miró a Rafa y luego a Flor. âEstá bien, Flor. ¿Qué está pasando aquÃ? âpreguntó.
Flor le contó de su viaje a Guanajuato, del museo de las momias y que Rafa se escapó metido en su mochila.
El señor GarcÃa frunció el ceño âAsà es que . . . Estoy hablando con una . . . âMovió la cabeza y dijoâ Poner personas en vitrinas y llamar eso un museo me suena raro, pero jamás he estado en Guanajuato. Mi familia es de Jalisco. Pero, llévatelo . . . a casa, y te prometo que guardaré tu secreto. âFlor lo prometió y Rafa se volvió a meter en la mochila. El señor GarcÃa agregó âY en el futuro, prométeme que vas a dejar los inodoros en paz.
âPrometido âasintió Florâ. Gracias.
Flor, Lupita y sus hermanos empezaron a caminar a casa. En el camino, las cosas se complicaron aún más para Flor, Rafa y hasta para el señor GarcÃa.
Las niñas les dijeron a sus hermanos que caminaran enfrente de ellas para poder platicar en privado. Los niños corrieron y empezaron a platicar de súper héroes. Mientras Flor, Lupita y sus hermanos cruzaban la calle, pasaron por la tienda “Todo a dólar”. Los niños pararon y miraron por la vitrina. Las niñas los alcanzaron y también empezaron a mirar. La vitrina estaba llena de diferentes disfraces para la Noche de Brujas, desde súper héroes hasta princesas y zombis. Los trajes colgaban sin gracias y sin vida. Flor se asomó por la vitrina y dijo âEspero que mamá no me compre el disfraz de princesa del que me habló. Quiero disfrazarme de bruja.
â¿Otra vez? âse quejó Lupitaâ. Fuiste bruja en el segundo año.
âSà âdijo Florâ. Pero esta vez ¡voy a dar mucho miedo! No seré una de esas brujitas buenas.
â¿Te pondrás uñas largas y te pintarás la piel de color verde? âpreguntó Lupita.
â¡SÃ! âdijo Florâ. Quiero una peluca de pelo maltratado y zapatos picudos.
Lupita miró a Flor. âYo quiero ser un chango. Mi tÃa ya casi termina mi disfraz.
Flor movió la cabeza. âLe tengo que decir a mi mamá que no me compre ese disfraz. Ya estamos a 24 de octubre.
La mochila de Flor se movió, y ella estuvo a punto de caerse.
âPárale, Rafa âgritó Florâ. ¡Te puede ver alguien!
Las niñas escucharon los gritos ahogados de Rafa, pero no podÃan entender lo que estaba diciendo. Flor miró a su alrededor. Iban pasando unos niños de tercero.
Lupita apuntó detrás de ellos y gritó â¡Córranle! ¡Ahà viene el cucuy!
Los niños corrieron sin mirar atrás. Nadie quiere que lo atrape el cucuy. Jamás volverÃan a ver a sus papás.
Lupita volteó hacia Flor y se rio. âYa no hay nadie. âDespués vio las caras aterrorizadas de Adrián y Gabriel. Les sonrió. âEstaba jugando. Esperen aquÃ.
Flor tomó su mochila y la abrió. Regañó a Rafa â¿Qué te pasa?
âMe cuesta escuchar desde adentro de tu mochila, mija âdijo Rafaâ, ¿dijiste que hoy es el 24 de octubre?
âSÃ âdijo Flor.
â¡Dios mÃo! âgritó Rafaâ. Sólo me quedan ocho dÃas.
âLa Noche de Brujas no es hasta dentro de siete dÃas âcorrigió Lupita.
âNo me refiero a la Noche de Brujas âdijo Rafaâ. El DÃa de los Muertos, ¿sabes?, el dÃa en que se recuerdan a los seres queridos que han partido.
â¿Y? âpreguntó Lupitaâ. ¿Qué importa eso?
Los ojos de Rafa la miraron desde adentro de la mochila y explicó. âEs mi época favorita del año. Toda la familia, mis tataranietos vienen y cantan y traen comida. Tengo que regresar a Guanajuato. Tengo que estar en el museo para entonces.
Flor miró a Lupita. Lupita le regresó la mirada y dijo âOlvÃdalo, Flor. Acabas de regresar. Además, no sabes ni cómo ir a Guanajuato.
âSà sé âdijo Florâ. Te subes a un carro, manejas a Tijuana, te subes a un avión, vuelas a . . . a . . . Guadalajara y tu tÃo te lleva a Guanajuato.
â¡SabÃa que podÃa contar contigo! âdijo Rafa.
â¡Oye! âdijo Florâ. No dije que te llevarÃa. Sólo dije que sabÃa cómo llegar allÃ.
âPero . . . âdijo Rafa.
âLo averiguaré, Rafa âdijo Florâ. Pero primero tengo que irme a casa.
âYo también ârespondió Rafa.
Flor miró exasperada, cerró el zÃper de la mochila, se la puso en la espalada y empezó a caminar. Caminó en silencio con Lupita. Después de unos cuantos pasos, escuchó un llanto.
â¿Qué pasa? âFlor le preguntó a Lupita.
Lupita se dio vuelta. âNada âdijo.
Flor se detuvo y miró a Lupita. â¿No lloraste hace un ratito? âle preguntó a Flor.