Read A Mummy in Her Backpack / Una momia en su mochila Online
Authors: James Luna
Flor no querÃa discutir con su mamá, pero estaba segura que una de las ruedas en el patÃn izquierdo estaba suelta. Su mamá le sirvió un plato con huevos, pero Flor no levantó la cabeza.
â¿Estás segura que no estás enferma? âpreguntó.
Flor sacudió la cabeza. Su mamá suspiró. Adrián entró, se sentó y empezó a comer.
âFlor âdijo. Flor no respondióâ. ¡Flor! âdijo otra vez. Y, otra vez, Flor no levantó la cabeza. Al final, le preguntó â¿Por qué pusiste tu mochila cerca de mi puerta?
Flor levantó la vista.
Adrián volvió a decir â¿Por qué pusiste tu mochila cerca de mi puerta?
Flor respondió âNo lo hice . . .
Su mamá los interrumpió â¡Ah! Tu papá debe haberla dejado ahÃ. Pensé que la habÃa dejado cerca de tus patines. Supongo que tuvo que salir corriendo y la dejó cerca de tu puerta, Adrián, en lugar de la de tu hermana.
Flor corrió a la habitación de Adrián. AllÃ, recargada contra la pared estaba su mochila. La levantó, corrió a su recámara, cerró la puerta y la abrió.
âBuenos dÃas âdijo Rafa, asomándose.
Flor suspiró de alivio. âBuenos dÃas âle respondióâ. Estaba preocupada por ti.
Rafa se levantó. âAh, estoy bien. Ese cuarto es enorme. ¡Y hay tantas herramientas! Esas botas con llantas son bien interesantes. Espero que no te moleste, pero le puse la cuarta llanta. Creo que lo hice bien.
âEso fue lo que le pasó a mis patines âdijo Flor. Luego le sonrió a Rafaâ. Gracias por arreglarlos.
âDe nada ârespondióâ. ¿Vamos de vuelta a la escuela?
âSà âdijo Flor. Luego le sonaron las tripasâ. Pero primero voy a desayunar algo. âSe detuvo, y agregóâ ¿Te traigo algo?
Rafa sonrió. âNo. Estoy bien. No he tenido hambre desde hace cien años.
Flor rio, y regresó a la mesa para desayunar.
Se sentÃa segura mientras caminaba a la escuela. En el camino vio a Sandra, pero Sandra estaba muy adolorida con la caÃda y tenÃa demasiado miedo como para molestarla. Rafa se quedó quieto en la mochila. En cuanto llegó a la escuela, Flor buscó a Lupita y juntas fueron con el señor GarcÃa que estaba tirando la basura del desayuno en el contenedor, pan francés aguado.
â¿Nos puede dar una caja? âpreguntó Flor.
âPor supuesto âdijoâ. ¿De qué tamaño?
Flor levantó la mochila â¿De este tamaño?
âNo hay problema ârespondióâ. ¿La quieres ahora o después de clases?
âBueno âdijo Florâ, necesitamos más ayuda.
â¿Tiene que ver con Rafa? âpreguntó.
Flor miró al suelo. Bajó los hombros. âRafa tiene que regresar a su casa.
â¿A su casa? âpreguntó el señor GarcÃa.
âTiene que estar allà para el DÃa de los Muertos âagregó Lupita.
â¡Caramba! âdijo el señor GarcÃa, hablándole a la mochilaâ. No tienes mucho tiempo. ¿Eso no será en . . . ? Oigan, ¿cómo lo van a hacer?
Después lo comprendió. Miró a Flor.
âAsà es que para eso necesitas la caja.
âSà âdijo Florâ. Pero necesitamos más de su ayuda. Necesitamos que usted lo mandé a Guanajuato hoy.
â¿Qué? âdijo.
â¿Lo podrÃa mandar por correo por nosotras? âle pidió Flor.
âNi siquiera saben cuánto cuesta mandar algo por correo . . . digo, mandar a alguien tan lejos âalegó.
âSÃ, sà sabemos âinterrumpió Lupitaâ. Ayer lo averiguamos en la red.
âAquà lo tenemos âcontinuó, sacando una hoja de papel de su mochilaâ. De acuerdo al sitio del correo podemos enviar a Rafa a México usando el servicio Express global sin documentación por sesenta y siete dólares y veinte centavos sin seguro. Lo siento, Rafa.
âNo te preocupes âdijo Rafaâ. Estoy ansioso por regresar a casa.
â¡Sesenta y siete dólares! âexclamó el señor GarcÃaâ. Yo no tengo dinero para eso.
âY veinte centavos âagregó Rafa con una sonrisa.
âMejor métete en mi mochila, Rafa âdijo Florâ. Te puede ver alguien.
Rafa le sonrió a Flor y obedientemente se metió en la mochila. Luego Flor se volteó hacia el señor GarcÃa.
âLupita y yo tenemos cuarenta dólares, veinte cada una, que hemos ahorrado de nuestros cumpleaños. Le podemos pagar los otros veintisiete bien rápido.
âY veinte centavos âagregó el señor GarcÃa.
âAh, tenemos veinte centavos âdijo Lupita, tenÃa dos monedas de diez centavos en la mano.
âMuy bien âle dijoâ. ¿Y qué es lo que tenemos que hacer?
En ese momento sonó el timbre. Lupita corrió a su salón.
âTenemos que irnos âdijo Florâ. Lo buscaremos durante el recreo.
En cuanto llegaron todos los niños al salón, la señorita King, como siempre, recogió la tarea. Flor, como siempre, ya tenÃa la suya lista para entregar. Cuando la señorita King llegó al escritorio de Sandra, preguntó â¿Qué te pasa, Sandra?
Sandra, que tenÃa la cabeza agachada, respondió âIntenté hacer la tarea. Pero se me hizo tan difÃcil, y la cabeza me dolÃa tanto por lo que me pasó ayer. Lo intenté, Señorita King. Lo intenté. âY lloró más fuerte que antes.
La señorita King suspiró âNo te preocupes, Sandra. Ya veremos qué hacer.
Sandra miró a su maestra. â¿Me puede ayudar Flor durante el receso? Me ayudó tanto ayer cuando me lastimé. Y es tan buena con las matemáticas.
âMe parece buena idea, Sandra âdijo la señorita King. Luego se volteó hacia Florâ. Flor, me gustarÃa que le ayudaras a Sandra con la tarea de matemáticas durante el recreo.
¿Qué podÃa hacer Flor? No podÃa decir,
Lo siento, Señorita King, tengo que ayudarle a una momia a regresar a México
â. Está bien âcontestó entredientes, observando su escritorio.
Durante el recreo, la señorita King dijoâ Tengo guardia en el patio otra vez. Sandra, tienes suficiente tiempo para terminar los primeros diez problemas. Gracias por ayudar, Flor. Lupita, sal, por favor.
Cuando se cerró la puerta, Flor dijo âBien, Sandra, saca tu libro.
Sandra se levantó y se sentó al lado de Flor. âSupongo que hoy no puedes ir a ver al conserje, ¿verdad? Ni modo.
Algo adentro de Flor se apretó. ¡Qué tramposa! Trató de mantener la calma.
âNo sé de qué estás hablando âdijo Florâ. Vale más que nos apuremos si quieres terminar la tarea.
Sandra sacó un lápiz y lo tiró al suelo. Mientras lo levantaba, tiró la mochila de Flor.
â¡Ay! âdijo Rafa.
Sandra saltó. â¡Sà tienes algo adentro! âgritó, se paró y se alejó del pupitre.
Flor levantó rápidamente la mochila y la colgó en su silla. â¡Ya te dije lo de la momia! âdijo, fulminando a Sandra con la miradaâ. Deja mi mochila en paz, o . . . âse calmó y encontró la forma de atacar a Sandraâ. Vale más que acabes la tarea o le voy a decir a la señorita King que te pusiste a jugar, y sabes que a mà me lo cree todo.
Sandra se volvió a sentar, pero lejos de Flor. âBien. Entonces ¿cuáles son las respuestas? âdijo.
Flor revisó los problemas. âEl número uno es cuarenta y siete. El número dos es quince y quedan dos.
Sandra anotó las respuestas. Sonó la campana justo cuando estaba terminando.
La señorita King entró al salón, y preguntó â¿Ya acabaron, Sandra?
Sandra le entregó el trabajo a la señorita King. La maestra frunció el ceño. Flor le tocó el brazo.
âNo quiso hacer caso âdijo Florâ. Sólo querÃa las respuestas. Asà es que le di las respuestas equivocadas.
â¡Pero Señorita King! âgritó Sandraâ. ¡Flor tiene una momia en su mochila!
Flor se quedó inmóvil un segundo. ¿Qué podÃa decir? ¿Cómo reaccionarÃa la señorita King? Luego la clase retumbó con las risas.
âSÃ, cómo no âdijo Matt.
â¡Una momia! âagregó Jasonâ. Yo tengo un zombi en la mÃa. ¿Lo quieres ver? âLevantó su mochila.
Los chicos empezaron a caminar alrededor del salón como zombis. De un momento a otro, todos los estudiantes, excepto Flor y Sandra, estaban caminando como zombis. Hasta Lupita entró en el juego.
â¡Siéntense todos ya!, si no ¡ustedes, los zombis, estarán castigados después de clases! âordenó la señorita King.
Todos se sentaron. La señorita King miró a Sandra enojada, movió la cabeza y dijo âEstás castigada durante el almuerzo. Tendrás que hacer tu tarea, y está vez bien hecha. No vuelvas a molestar a tus compañeros con tus historias locas.
Aliviada, Flor se sentó. Lupita le pegó con el codo, y Flor se encogió de hombros.
Más tarde, el señor GarcÃa llamó de la oficina y consiguió permiso para que las niñas se quedaran a ayudarle después del almuerzo para “limpiar” la cafeterÃa.
Lo que hicieron fue conseguirle una caja a Rafa. Usaron una caja vacÃa del papel de la fotocopiadora, cinta adhesiva y papel blanco para envolverla. Flor escribió una carta en español para el museo. Esto es lo que decÃa:
Me encontré a esta momia, Rafael Rigoberto Pérez Hernández, en mi mochila cuando llegué a casa después de mi visita al museo, y ahora se la regreso. No ha sido dañada en ninguna forma. Espero que la puedan volver a su lugar para que pueda disfrutar del DÃa de los Muertos. Me gustó mucho su museo y espero volver algún dÃa
.
Sinceramente,
Flor Moreno
Cuando todo estuvo listo, el señor GarcÃa volteó a mirar a Rafa âYa es hora de entrar, hombre.
âMuchas gracias por todo âdijo, estrechándole la mano. El señor GarcÃa no sonrió, pero le estrechó la mano de todos modos.
âAdiós, Rafa âdijo Lupita.
âGracias âdijo Rafa. Extendió la mano.
Lupita mantuvo las manos detrás de su espalda; no querÃa estrechar la mano de una momia, aunque fuera de una buena como Rafa. Luego volteó a mirar a Flor âEres tan maravillosa. Estoy contento de haberte conocido. Gracias por enseñarme parte de los Estados Unidos, pero en especial gracias por tener un corazón tan lindo.
âCuÃdate mucho âdijo Flor y abrazó a la pequeña momiaâ. Mi mamá dice que a lo mejor volvemos a Guanajuato el año que entra. Quizás nos veamos entonces.
âEso espero âdijo sonriendo.
Luego Flor le sujetó la carta con un seguro en la camisa. La pequeña momia se metió a la caja y el señor GarcÃa la cerró, le puso cinta adhesiva y la envolvió siguiendo las instrucciones que las niñas le imprimieron. Les explicó a las niñas que el correo no cerraba hasta las 5:00 y que él salÃa a las 3:30. Que no le serÃa difÃcil mandar a Rafa. Lupita y Flor le dieron los cuarenta dólares y veinte centavos. No querÃa recibir el dinero, pero él no disponÃa de sesenta y siete dólares. Sin embargo, sà tenÃa los veinte centavos, asà es que dejó que las niñas se quedaran con las dos monedas de diez.
Flor no durmió bien las siguientes noches. Se preguntaba si Rafa estaba bien, y si habÃa llegado a Guanajuato a tiempo. Cada mañana, cuando Lupita y Flor le daban los buenos dÃas al señor GarcÃa, éste les preguntaba â¿Supieron algo?
âNo, todavÃa no ârespondÃa Flor. Los tres estaban nerviosos por Rafa. QuerÃan estar seguros de que habÃa llegado bien.
Flor y su familia pasaron las tardes decorando su casa para el DÃa de los Muertos. Le quitaron las cosas a un librero, lo cubrieron con tela roja y colocaron fotografÃas de los tatarabuelos. Al lado de las fotos pusieron floreros y velas blancas.
Flor y Lupita decidieron contarles a sus mamás lo que habÃa pasado inmediatamente después de que mandaron a Rafa por correo. Fue muy raro porque sus mamás no se enojaron mucho. De hecho, la mamá de Flor llamó a su hermano en Guanajuato a la mañana siguiente para que fuera al museo a confirmar si Rafa habÃa llegado bien.
Rafa habÃa llegado ¡justo un dÃa antes de la celebración! Todos estaban contentos por él.
Cuando llegó el DÃa de los Muertos, Flor le llevó pan de muerto al señor GarcÃa, estaba recién hecho. Lupita llevó calaveras de azúcar que su tÃa habÃa hecho.
Ese dÃa, cuando Flor llegó a casa, su mamá estaba sentada frente al altar que habÃan armado. Esta viendo un viejo álbum de fotos. Le enseñó a Flor todas las fotos de su papá, de su mamá, de su abuelo âel tatarabuelo de Florâ y de su tatarabuela.
Flor notó lo serio que estaban todos en las fotos, todos menos el niño parado en un lado de la foto. TenÃa una pequeña sonrisa en sus labios y un brillo travieso en los ojos.
â¿Quién es él? âle preguntó a su mamá.
âEse âdijo la mamá de Florâ es tu tataratÃo Rafael. Mi abuela decÃa que era un travieso.
Flor inmediatamente reconoció la cara.
La mamá de Flor le tomó la mano a su hija. âSupongo que sigue siendo un travieso âdijo sonriendo.
Flor le llevó la foto al señor GarcÃa a la escuela. ¡Por poco y se desmaya! ¡Quién se iba a imaginar que eso fuera posible! Pero realmente pasó.
Después de ese dÃa, cada vez que la mamá de Flor hacÃa empanadas de calabaza le mandaba unas cuantas al señor GarcÃa. La mamá de Lupita hasta le mandó tamales para la Navidad. Las mamás trataron de pagarle los 27 dólares, pero él no los aceptó. De hecho, jamás le contó esto a nadie, pero cuando llegó la Navidad les dio a Lupita y a Flor una tarjeta con veinte dólares a cada una. Y cada DÃa de los Muertos, mientras las niñas cursaban la primaria, se juntaban, comÃan pan dulce y tomaban chocolate caliente, y recordaban a Rafa, la pequeña momia.