Agentes del caos I: La prueba del héroe (37 page)

Read Agentes del caos I: La prueba del héroe Online

Authors: James Luceno

Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción

BOOK: Agentes del caos I: La prueba del héroe
10.68Mb size Format: txt, pdf, ePub

Droma se desplomó al suelo y comenzó a gatear de un lado a otro, gimiendo de dolor.

Han recuperó el aliento y se acercó a él.

—Tiene que haber algo que pueda hacer para ayudarte.

—Sí —dijo Droma, mirándole con los ojos llenos de lágrimas—. Aprende a caer con más suavidad. Aprende a caer mejor.

Han se sentó como pudo, con las manos reposando sobre las rodillas flexionadas.

—Eso es fácil de decir para alguien con cola —dejó que pasara un momento y sonrió—. Me has salvado el cuello, Droma. No lo olvidaré. Droma soltó una risilla.

—No podía dejarte caer. Como tú dijiste, eres demasiado famoso para morir.

—Más te vale creerlo —dándole una palmada en la espalda, Han le ayudó a levantarse—. Vamos, quizá todavía estemos a tiempo de alcanzarlos. Droma resopló con exasperación.

—Nunca te rindes, ¿no?

Han le sonrió por encima del hombro.

—Gracias a ti tengo una segunda oportunidad.

—La próxima vez me lo pensaré dos veces —murmuró Droma.

Con el ryn cojeando tras él, Han recorrió el pasillo a grandes zancadas, hacia la puerta del hangar. Pero incluso antes de llegar estaba claro que el mecanismo de apertura había sido inutilizado por un certero disparo láser.

A pesar de ello, Han dio unos golpecitos al asa y se giró hacia Droma, frunciendo el ceño.

—A Reck no se le escapa nada.

Volvieron por donde habían venido y giraron varias veces a la derecha, hasta llegar a una puerta… que también había sido inutilizada por disparos láser. Igual sucedió con todas las puertas que accedían al hangar desde esa parte del
Reina
. Pero cuando dieron la vuelta completa y llegaron a la primera puerta, el pasillo apestaba al astringente olor del plastiacero derretido, y alguien estaba cortando un semicírculo perfecto en la superficie de la puerta.

—Un cortacascos —dijo Han nervioso.

Droma y él se hicieron a un lado mientras el cortador continuaba con su tarea. Momentos después, un disco enorme de aleación cayó al suelo con un estruendo atronador, y rodó unos metros por el pasillo, girando como una moneda antes de acabar asentándose en el suelo. Entre nubecillas de humo blanco agitadas por la presión diferencial surgieron doce soldados de élite de la Nueva República con cascos negros y uniformes de combate A/KT, llevando rifles láser E-15A y lanzagranadas.

Han y Droma se ocultaron en un hueco de la pared mientras los soldados avanzaban en tromba por el pasillo, aparentemente ignorantes del hecho de que la mayoría de los miembros de la Brigada de la Paz ya habían abandonado la nave. Han señaló a Droma la abertura circular de la puerta. En el espacioso hangar presurizado estaba la aerodinámica nave de asalto en la que habían llegado los soldados, además de dos Ala-X.

Uno de los pilotos de los cazas salía de la cabina cuando Han se le acercó corriendo y le preguntó si había visto alguna nave saliendo del hangar.

El piloto se quitó el casco y se apartó la larga melena de la cara.

—Creo que han salido tres lanzaderas, pero yo no he visto ninguna —el piloto miró a Han y a Droma con desconfianza—. ¿Quiénes sois vosotros?

Han estaba pensando qué nombre darle para poder ponerse al mando de una nave, cuando otro transporte atravesó el campo de fuerza transparente del hangar y se sometió al agarre de la gravedad artificial del crucero.

A Han le costó un momento aceptar que realmente se trataba del
Halcón
.

Droma rió, burlón.

—Mira lo que se ha tragado el
Reina
.

Han se giró hacia él con las cejas arqueadas y la boca en forma de O.

—Oye, que estás hablando de mi nave.

Droma miró a Han, luego al
Halcón
y luego a Han otra vez.

—¿Tu nave?

Sin molestarse en explicárselo, Han se precipitó al hangar mientras el
Halcón
se asentaba sobre sus enormes discos de aterrizaje. Estaba esperando al final de la rampa de estribor cuando Luke, Mara y Leia aparecieron. Tras ellos llegaron R2-D2 y C-3PO, que, al ver a Han, alzó los brazos y casi se tropieza al acercarse a él.

—¡Gracias al creador, sigue usted vivo! —exclamó el androide—. ¡No sé qué hubiera hecho si mis actos hubieran contribuido a su desaparición! —se giró hacia su compañero—. Verás, Erredós, por muy en contra que estén las posibilidades, siempre queda una posibilidad de vencerlas.

A Leia se le iluminó la cara. Intentó correr a los brazos de Han, pero él la evitó con rudeza.

—¿Has visto alguna nave saliendo de aquí al llegar? —le preguntó él. Ella negó con la cabeza.

—Nosotros…

—Leia, éste es Droma —dijo él rápidamente, arrastrando al ryn entre ellos—. Droma, mi mujer, Leia.

Leia parpadeó.

—¿Droma? ¿Quién…?

—La corbeta —dijo Han a Luke—. ¿Se ha ido?

—No, Han…

—Reck debe de estar camino de la nave yuuzhan vong —dijo Han, mirando fijamente a Droma.

—¿Reck? —preguntó Leia.

—La Brigada de la Paz —dijo Han, como si fuera una sola palabra—. Han rescatado a las desertoras.

Luke le contempló con profundo interés.

—¿Desertoras?

Han se giró hacia él y hacia Mara, que tenía un aspecto delicado, y apretó los puños al recordar lo que Elan había dicho sobre la enfermedad propagada por los yuuzhan vong.

—No hay tiempo para explicaciones —dijo, corriendo rampa arriba. Droma miró a Leia.

—Encantado de conocerte —dijo, y corrió también por la rampa, arrastrando la cola rígida tras de sí.

Luke miró a Leia, atónito.

—Han, espera —comenzó decir, pero Leia le puso una mano en el brazo para impedirle que siguiera.

—No, Luke, déjalo —mira, a la rampa mientras Han y su compinche desaparecían en el interior de nave—. Necesita hacer esto.

Han se impulsó hasta la cabina delantera y cayó directamente en el asiento del piloto. Ya estaba pulsando interruptores y palancas cuando entró Droma.

—¿Conoces los YT-1300? —preguntó Han, mirando hacia atrás y con ambas manos yendo de un lado a otro.

—Nuestra caravana desde el Sector Corporativo incluía varios 1300. Pero no nos gustaba alardear de eso.

Han hizo una mueca y señaló el asiento del copiloto.

—Ponte el cinturón. De éste sí vale la pena alardear.

Droma sorteó los asientos traseros y se acomodó en la gigantesca silla a la derecha de Han.

—Hay que ser una persona de dimensiones considerables para llenar este asiento —dijo.

Han dejó de hacer lo que estaba haciendo y miró a Droma. Y por un instante, tuvo una visión de Chewbacca. Sentado cuan largo era, el wookiee tenía una sonrisa en la cara y las grandes patas colocadas detrás de la cabeza despeinada. Su pelo color canela brillaba como recién lavado, y sus dientes resplandecían. Se giró hacia Han y expresó su alegría con un agudo aullido. Luego se rió a carcajadas que resonaron por toda la nave.

Han sintió una profunda calidez en el pecho y los ojos se le llenaron de lágrimas. Tuvo que tragar saliva para poder hablar.

—Eso no lo dudes —murmuró, girándose hacia el ventanal.

Droma contempló la cabina mientras el
Halcón
se activaba y los retro-propulsores lo acercaban hacia la transparencia magnética del muelle, y, más allá, al campo de estrellas.

—Pensé que me habías dicho que la gente que te rodeaba era rica. Han soltó una risilla y señaló con un pulgar por encima del hombro.

—El tío de negro que has visto ahí es Luke Skywalker.

Droma se quedó impresionado.

—¿Skywalker, el Jedi?

—El mismo que viste y calza. Y mi mujer es Leia Organa.

Droma se rascó la cabeza.

—¿Así que tu nombre real es Han Organa?

—Solo —gruñó Han, molesto—. Han Solo —cuando vio que Droma se le quedaba mirando como si nada, añadió—: ¿Me estás diciendo que no has oído hablar de mí?

—Puede que sí —admitió Droma—, pero los ryn conocemos a tanta gente.

Han dejó escapar un largo suspiro y se concentró en la tarea que tenía por delante. El espacio local estaba ocupado por un frenesí de naves de guerra y fuego cruzado, pero la batalla real tenía lugar bastante lejos del crucero, allí donde el ovoide yuuzhan vong se defendía del brutal ataque de los rayos láser y los torpedos de protones.

En el tiempo que Leia empleó en aterrizar el
Halcón
, la corbeta de la Brigada de la Paz había conseguido separarse del
Reina
y ahora se encontraba intercambiando disparos con cuatro Ala-X, mientras se dirigía hacia el lado más alejado del mayor de los planetoides cercanos. Cerca de ese planetoide, el portacruceros de la Nueva República flotaba como un sable láser. Los cazas y los coralitas se enzarzaban igualados en tumultuosa batalla.

—Activa el verificador de amigos y enemigos para que identifique a las lanzaderas clase Martial de la flota de los Sistemas de Sienar —ordenó Han a Droma mientras aumentaba la potencia de los motores del
Halcón
.

Droma encontró el verificador e inició la búsqueda.

—He encontrado uno —dijo casi de inmediato—. En dirección a la nave yuuzhan vong.

Han apretó los labios. En el fragor de la batalla, los pilotos de la Nueva República no habían reconocido a la lanzadera como enemigo.

—Ése es Reck —dijo.

—Jamás le alcanzaremos.

Han le miró de reojo.

—No te dejes engañar por la edad, colega.

Pese a la elevada presión del compensador de inercia, el repentino aumento de velocidad del
Halcón
dejó pegado a Droma al respaldo del asiento. Su estrafalaria gorra salió volando y los ojos se le abrieron como platos por la sorpresa.

Dejó escapar un grito estridente.

—¡Madre mía, qué nave! ¡Qué maravilla!

Han se limitó a sonreír.

—Cuando recuperes el aliento, dime lo que haya sobre la lanzadera.

—Sigue acercándose a la nave enemiga —dijo Droma, emocionado.

—Vamos, rápido —apremió Han a su nave.

De repente, el sistema de comunicaciones se activó.


Halcón Milenario
, aquí el
Thurse
. Embajadora, creía que le había dicho que se mantuviera al margen.

—La embajadora Organa Solo se encuentra actualmente a bordo del
Reina
—dijo Han cogiendo el auricular de la consola.

—¿Eres tú, Han? Soy Mak Jorlen.

—¡Mak!

—¿Qué haces ahí, Han?

—Voy tras una lanzadera que contiene algo que quiere la Nueva República. Mak, quizá necesite ayuda para volver en cuanto lo tenga.

—Afirmativo,
Halcón Milenario
. Y, Han, bienvenido otra vez a la causa. Ahora sí que tenemos posibilidades de ganar.

Han sintió que Droma le miraba fijamente.

—Esto es cada vez más curioso—dijo Droma.

Han activó el controlador de tiro de autoseguimiento del láser cuádruple de popa del
Halcón
, situó a la lanzadera en fuga dentro de la cuadrícula del monitor y acercó la mano derecha al gatillo del mando.

Estaba a punto de disparar cuando, sin previo aviso, el
Halcón
pareció hundirse en una anomalía gravitatoria. Han apenas tuvo tiempo de accionar los propulsores para dar marcha atrás e impedir que su nave chocare contra su presa de la peor forma posible.

De hecho, la lanzadera se había detenido bruscamente y flotaba a la deriva en el espacio.

—Es como si hubiera chocado contra un campo repulsor —dijo Han mientras hacía unos ajustes rápidos en los controles.

Droma asintió.

—Parece parada.

Cuando la distancia entre el
Halcón
y el transbordador se redujo hasta sólo unos kilómetros, Han se quitó el cinturón y se puso en pie.

—Toma el mando —dijo a Droma—. Sitúa el
Halcón
a su costado Utiliza el rayo tractor si es necesario. Yo prepararé los ganchos de abordaje de babor.

—¿Estás pensando en abordarlo? —soltó Droma, mirándole atónito—Los yuuzhan vong han de saber lo que contiene. ¿Y si esa nave nos ataca?

Han miró por el ventanal. A cierta distancia, iluminada por brillante; explosiones esféricas, la fragata yuuzhan vong libraba una fragorosa batalla.

—Entonces tendré que actuar con rapidez —dijo Han, y salió apresuradamente de la cabina.

En el puente de la fragata yuuzhan vong, Nom Anor estudiaba la imagen aumentada del villip que mostraba a la lanzadera rechazada y evidentemente dañada por el dovin basal. La misma nave enemiga que había destruido al dovin basal auxiliar se había unido a la lanzadera a la deriva, y los que hubieran subido a bordo, fueran o no Jedi, debían estar intentando recuperar a la Sacerdotisa previamente rescatada por la Brigada de la Paz.

Nom Anor encontró dificultades para centrarse en un único aspecto de la batalla, mientras veía cómo diezmaban a los coralitas y acosaban la nave personal del comandante Malik Carr. Pero tal y como había dejado muy claro Harrar, no había nada más importante que la recaptura de Elan.

—Deje que la nave de la Nueva República siga al lado de la lanzadera un poco más antes de comenzar la persecución —le dijo a su subalterno—. Debe parecer creíble, pero sin llegar a alcanzarlos. Para entonces prácticamente habrán exterminado a nuestros coralitas, y nuestro salto final de esta farsa podrá parecer creíble.

Miró por el ventanal, hacia el caótico campo de batalla.

—Gloria a todos vosotros, guerreros —dijo en voz baja a los pilotos de los coralitas.

Vestido con un traje de presión y armado con un rifle láser, Han flotó por el tubo plegable de vapor que enlazaba magnéticamente el brazo de babor del
Halcón
con el lado de estribor de la lanzadera. Utilizando los garfios, Han se impulsó a sí mismo.

Se detuvo en la escotilla de la lanzadera para comunicarse con Droma por el auricular del casco una última vez antes de entrar.

—¿Alguna respuesta?

—Ninguna —le dijo Droma una vez más—. Igual ha sufrido un impacto sin que nos hayamos dado cuenta. Abróchate bien el traje.

—Ya, gracias —dijo Han.

Quitó el seguro de rifle, acercó una mano enguantada al tirador externo de la escotilla y entró en la cámara de aire del transbordador. Cuando la puerta se selló de nuevo, y el compartimento se recicló, alzó el rifle a la altura de las caderas y pulsó el interruptor de apertura interno.

Nadie acudió a recibirlo a la puerta.

Other books

La muerte de lord Edgware by Agatha Christie
Shake Loose My Skin by Sonia Sanchez
These Dead Lands: Immolation by Stephen Knight, Scott Wolf
Little Death by the Sea by Susan Kiernan-Lewis
The Blue Bath by Mary Waters-Sayer
Boonville by Anderson, Robert Mailer
Dead Girl Walking by Silver, Ruth