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Authors: Brent Weeks

Al Filo de las Sombras (41 page)

BOOK: Al Filo de las Sombras
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Garoth se puso en pie con movimientos vacilantes y convocó a Neph.

El vürdmeister lo encontró de pie en el balcón, contemplando el cuerpo aplastado de la joven en el patio de abajo.

—Ocúpate de ella, Neph. Dile a Trudana que espero que se esmere —dijo el rey dios, conmovido en lo más hondo—. El suyo era un gran espíritu.

—¿Deseáis... ? —El lodricario tuvo uno de sus falsos accesos de tos y Garoth sintió rebrotar el odio que le tenía—. ¿Deseáis que os mande otra concubina? —Tuvo cuidado de no mirar hacia la evidencia de la excitación insatisfecha de Garoth.

—Sí —respondió el rey dios con tono neutro. «Maldita seas, Khali, sí.»

—Si nos disculpáis, conde Drake —dijo Terah de Graesin—, necesito vuestras estancias.

El conde Drake salió cojeando con su bastón mientras varios guardias tomaban posiciones fuera de la tienda.

Kylar seguía desconcertado. Terah de Graesin conocía a Durzo. Si la duquesa conocía a su maestro, significaba que lo conocía por trabajo. Eso significaba que lo había contratado.

—Entonces —dijo ella—, Logan está vivo. Eso es... estupendo.

La duquesa tenía la voz grave y sedosa, una voz con fama de seductora, pero claro, se suponía que todo en Terah de Graesin era sensual. A Kylar no se lo parecía. Vale, era guapa. Tenía la boca ancha, los labios carnosos y el tipo de figura que resultaba inalcanzable para la mayoría de las mujeres de la nobleza que se pasaban el día sin hacer nada más agotador que dictar órdenes al servicio. Quizá fuera porque era un poco demasiado consciente de que era guapa. Llevaba mucho maquillaje —aplicado con criterio y sutileza, pero mucho— y se había depilado las cejas hasta reducirlas a finas líneas. La verdad era que se comportaba como si Kylar debiese admirarla, y eso lo cabreaba.

Lo que lo cabreaba aún más era que, para mirarla a los ojos con el disfraz puesto, tendría que mantener la vista fija en sus pechos que, había que reconocerlo, eran muy resultones. Maldición, ¿por qué eran tan fascinantes los pechos?

—Y bien, ¿quién te paga para que salves a Logan de Gyre? —preguntó.

—No esperaréis de verdad que responda a eso —dijo Kylar. Su única baza era que Blint tendía a ser brusco y discreto. Si Terah de Graesin lo conocía, sabría eso.

—Maestro Blint —dijo, con cara de haber tomado una decisión pero sin dejar de hablar con aquella voz conscientemente seductora—, eres el único hombre que conozco que ha matado a dos reyes. ¿Cuánto puedo pagarte para matar a un tercero?

—¡¿Qué?! ¿Queréis que mate al rey dios?

—No. Sencillamente, no salves a Logan de Gyre. Doblaré lo que te pague tu cliente.

—¿Qué? —preguntó Kylar—. ¿Por qué? Ahora mismo necesitáis todos los aliados que podáis conseguir. Logan atraería a miles de personas a vuestros estandartes.

—El problema es que... En fin, ¿sabrás mantener un secreto, Durzo? —Sonrió.

—¿Confiaríais vuestros secretos a un asesino?

—¡Sabía que dirías eso! —exclamó la duquesa con tono triunfal, casi entre risas—. Me dijiste lo mismo la última vez, ¿recuerdas?

—Hace ya tiempo —dijo Kylar, con un nudo en la garganta.

—Bueno, me alegro de que te acordases el tiempo suficiente para matar a mi padre.

Kylar parpadeó.

—Dime, ¿lo hiciste antes o después de matar al rey Gunder?

—Me pagan para matar, no para hablar de ello. —«¡Dioses! ¿Su propio padre?»

—Y por eso puedo confiar en ti. Aunque te recordaré que ya te he dado dinero para que no me mates, de manera que no puedes hacerme lo que yo hice a mi padre.

—Por supuesto que no.

Tardó un segundo en hacerse una composición de lugar. La duquesa debía de haber conocido a Durzo cuando este aceptó un encargo para su padre, el duque Gordin de Graesin. ¿Quizá Gordin había contratado a Durzo para que matase al rey Davin? El duque de Graesin debió de pensar que Regnus de Gyre ascendería al trono a la muerte del rey Davin, con lo que haría reina a su otra hija, Catrinna. La madre de Logan, Catrinna de Graesin, había sido hermanastra de Terah, aunque le sacase casi veinte años.

—¿Y por qué dejar morir a Logan? —preguntó Kylar.

—Porque no renuncio con facilidad a las cosas que me pertenecen, Durzo Blint. Como bien sabes.

—¿No os parece que quizá deberíais preocuparos de arrebatarle el trono a los khalidoranos antes de dedicaros a asesinar a vuestros aliados?

—No necesito una lección de civismo. ¿Te interesa ganar dinero por no hacer nada, o deseas tenerme como enemiga? Un día seré reina, y te encontrarás con que tienes una adversaria implacable.

—Siete mil coronas —dijo Kylar—. ¿Cómo sé que las tendréis? Si los khalidoranos os exterminan, no quiero quedarme con una mano delante y otra detrás.

La duquesa sonrió.

—Ese es el Durzo Blint que recuerdo. —Se sacó del dedo un anillo bien gordo con un rubí más gordo incluso engarzado—. No lo manosees, por favor. Perteneció a mi padre, y no vale ni la mitad de las ocho mil que te daré por él cuando me haga con el trono. Habrá una prima si me traes una prueba de la muerte de Logan.

—Parece justo —dijo Kylar.

—Preveo que algunos de mis aliados se volverán... problemáticos en el futuro. Tendré más encargos para ti. Eso, si no has perdido tu toque.

—¿Qué se supone que significa eso?

—Cuando no respondiste a mi llamamiento hace un mes, tuve que acudir a otros.

—Nunca encontraréis a nadie tan bueno como yo. —Eso, por lo menos, era puro Durzo Blint.

Terah de Graesin se relamió y sus ojos se llenaron de un hambre repentina. Kylar no reconoció la expresión, pero no le hizo gracia, fuera lo que fuese. La duquesa sonrió.

«¿Qué está esperando? ¿Que le tire los trastos?» El momento pasó.

—Muy bien, pues buenos días —dijo la duquesa con un tono plano que no aclaraba a Kylar si tenía razón o no. Se acercó a él para darle un beso en cada mejilla. Eso puso su cara real justo al nivel del pecho de la duquesa, pero tuvo suerte. Terah no se acercó lo suficiente para tocar sus auténticos labios con los pechos ni su mejilla ilusoria con los labios. El espejismo permaneció intacto.

En cuanto la duquesa se fue, Kylar salió disparado. Saltó a lomos de su caballo y salió del campamento por la parte norte, preocupado de que Terah pudiese tener vigilada de alguna manera la salida occidental. Desplazó su disfraz para que la cara de Durzo quedara a la altura de la suya en vez de por encima, y poder ver la expresión de los guardias. Los centinelas le dejaron salir sin hacer preguntas, no obstante, y cuando llevaba un kilómetro y medio recorrido empezó a bajar la guardia. El corazón todavía le latía desbocado mientras pensaba en lo que aquello significaba para Logan. Aunque sacase a su amigo de las Fauces, el camino que quedaba por delante no sería fácil. Por lo menos ya sabría quiénes eran sus enemigos.

Entraba en un terreno salpicado de árboles cuando algo susurró en su mente con tono tranquilo:

—Agáchate.

—¿Qué? —preguntó en alto.

Una flecha atravesó el pecho de Kylar.

El impactó lo tumbó en la silla de montar, pero su caballo siguió adelante, ajeno a todo. Kylar tosió sangre. Cuántos errores había cometido. Durzo nunca le habría perdonado su descuido. Bajar la guardia, volver al camino cuando le preocupaba que pudiesen haber enviado alguien tras él, llevarse su caballo en vez de robar otro. Bastaba un error para matarte, y él había cometido muchos.

Dioses, le quemaban los pulmones.

—Te he dicho que te agachases.

Una forma envuelta en sombras salió de detrás de un árbol y asió las riendas de su caballo con la mano que no sostenía una espada.

El ejecutor bajó sus sombras; no eran ni la mitad de buenas que las de Durzo, por no hablar de las de Kylar. Era Wrable Cicatrices.

—Joder, vaya tela —dijo el ejecutor—. ¿Durzo Blint? Mierda.

—¿Qué tal, Ben? —saludó Kylar. Vaya tela, en efecto: se había dejado puesto el disfraz de Durzo y, si lo hubiese mantenido a la altura de su maestro, la flecha de Ben Wrable le habría pasado por encima del hombro.

Cada vez le costaba más mantener el disfraz, a la vez que era dolorosamente consciente de la importancia de hacerlo. Si Terah creía que había matado a Durzo, Kylar todavía podría regresar. Eso presentaba su propio conjunto de problemas, pero muchos menos que revelar que era tanto Durzo Blint como Kylar Stern, y además inmortal.

—¡Mierda, Durzo! Ni siquiera sabía que eras tú. Esa zorra pija de la Graesin me ha dicho «trabajo especial, facilito, paga doble». ¿Qué carajo hacías yendo por el camino, Dur?

—Nada... —Kylar tosió—. Un error.

—Basta con uno, supongo. Mierda, colega. Habría luchado contigo, qué menos.

—Te habría matado —dijo Kylar. Lo asaltó un repentino pánico. ¿Y si aquella era su última vida? No tenía ninguna garantía de volver. El Lobo nunca se lo había explicado. Dioses, había sido una absoluta locura dejar que el duque Tenser de Vargun lo matase por dinero.

—Probablemente.

Wrable Cicatrices soltó otro taco. Se había ganado su apodo por las innumerables cicatrices que tenía en la cara. Había llegado a Cenaria de pequeño desde algún punto de Friaku y había pasado una temporada como esclavo. Era uno de los pocos que se había ganado la libertad en los fosos de lucha. Kylar creía que él mismo se había hecho las cicatrices, características de su pueblo. Pero el tipo hablaba sin acento, era demasiado niño cuando dejó su país, así que si había seguido algún ritual concreto, lo habría aprendido de los rumores sobre los friakíes, no por observación directa.

—¿Cómo voy a fardar de esto, Durzo? Solo te he atravesado con una flecha, joder. No es manera de matar al mayor ejecutor de la historia.

—Pues mira que funciona la mar de bien. —Kylar tosió.

—Mierda —exclamó Ben, asqueado.

—Invéntate algo —sugirió Kylar. Volvió a escupir sangre al toser. Había olvidado lo divertido que era morirse.

—No puedo hacer eso —dijo Wrable—. Es deshonrar a los muertos. Te persiguen si lo haces.

—Lo siento muchísimo por ti, hay que joderse —rezongó Kylar, que estaba resbalando de la silla. Cayó al suelo con un ruido sordo y se golpeó la nuca con la tierra pero, sin saber cómo, el disfraz aguantó.

Ben arrugó la frente.

—Espera —dijo, discurriendo. Wrable Cicatrices nunca había sido una lumbrera—. ¿Quieres decir que te honraría más que la gente creyese que has muerto en un combate heroico? —preguntó. La idea le gustaba—. ¿Me permitirías contar eso sin acosarme desde el otro barrio? Te dejaría en buen lugar, lo juro.

—Depende —respondió Kylar. Su visión ya empezaba a volverse blanca—. ¿Vas a cortarme alguna parte del cuerpo? —Sería muy propio de su suerte; despertar sin cabeza o algo por el estilo. ¿Qué pasaría en ese caso? ¿Moriría de verdad si alguien se llevaba su cabeza?

—La zorra quería una prueba.

—Llévale el anillo. Llévate mi caballo, mi ropa, todo lo que necesites, pero deja mi cuerpo en paz; di que eres supersticioso o algo así y podrás contar la historia como te apetezca. Solo deja mi cuerpo...

Kylar se quedó en blanco. El pensamiento empezaba a embotársele. Creyó notar que su corazón se relentizaba mientras se le derramaba la sangre por el interior del pecho.

—Es justo. ¿Estás preparado, amigo? —preguntó Ben.

Kylar asintió.

Ben Wrable lo apuñaló en el corazón.

Capítulo 44

—He estado trabajando en la malla —dijo la hermana Ariel—. Está sembrada de trampas de un modo realmente interesante. ¿Quién dices que te la puso?

—¿Y si te lo digo me dejas irme? —replicó Vi. «No es que seas muy sutil, ¿eh, mala puta?»

Estaban regresando al camino después de dar un enorme rodeo para evitar el campamento rebelde de Havermere. Vi notaba que la hermana Ariel había querido entrar en el campamento, pero temía que eso proporcionara a Vi alguna oportunidad de escapar.

—¿Por qué vamos hacia el oeste? —preguntó Vi—. Creía que la Capilla quedaba al nordeste.

—Así es. Pero todavía no he terminado lo que me mandaron a hacer —respondió Ariel.

—¿Qué es? —preguntó Uly. Iba sentada en la silla detrás de Vi en ese momento, y ambas estaban atadas mágicamente. Vi se alegraba de que la niña hubiese planteado la pregunta. La hermana Ariel sí respondía a las preguntas de Uly. Probablemente tuviera algo que ver con los repetidos intentos de huida de Vi, que las habían dejado a las dos magulladas e irritables.

—Pretendo reclutar a alguien especial, y espero poder encontrar a una mujer que se ajuste a lo que busco en el campamento rebelde. Por desgracia, Vi ha demostrado ser un culo de mal asiento.

—Nunca mejor dicho —comentó Uly.

Vi torció el gesto. Ariel no solo le había dejado el cuerpo lleno de arañazos al tirarla a las zarzas, sino que después le había dado unos azotes en el trasero. La vida en la silla de montar era sufrida.

—¿O sea que yo no cuento como alguien especial? —preguntó Vi—. Ya has dicho que tengo un Talento inmenso. O lo que sea. —Lo dijo con tono desdeñoso, pero sentía curiosidad... y, extrañamente, algo de indignación por no dar la talla.

—Oh, las dos sois muy especiales. Pero ninguna valéis para lo que necesito —aclaró Ariel. La zorra disfrutaba dándoselas de misteriosa.

—¿Cómo que las dos? —preguntó Vi.

—Pienso llevaros a ambas a la Capilla, pero ninguna de las dos podéis cumplir...

—¿Por qué nos llevas a las dos?

Ariel miró a Vi, perpleja. Entonces rompió a reír.

—Uly tiene Talento, Vi.

—¿Qué? —Vi no daba crédito.

—Bueno, es raro encontrar mujeres con Talento, no lo negaré. Pero, si solo una mujer de cada mil tiene Talento, eso no quiere decir que solo encuentres juntas a dos mujeres con Talento una vez de cada millón. ¿Me sigues?

—No —respondió Uly. Vi tampoco la seguía.

—Las personas con Talento tienden a sentir una afinidad recíproca, aunque ninguna de ellas sepa por qué. Con frecuencia las encontramos juntas, lo cual es fantástico para nosotras... en general. Quizá seas demasiado joven para tanta verdad, Ulyssandra, pero es probable que esa afinidad sea el único motivo de que una asesina por lo demás despiadada no cargue contigo en su ya apabullada conciencia.

—¿Quieres decir que me habría matado? ¿Es verdad, Vi? —preguntó Uly.

Vi se alegró de que la niña estuviera sentada a su espalda para que no pudiera ver la culpa que llevaba escrita en la cara. ¿Por qué le importaba lo que Uly pensase?

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