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Authors: Brent Weeks

Al Filo de las Sombras (37 page)

BOOK: Al Filo de las Sombras
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—Ahora mis Juramentados te encontrarán, y morirás —dijo Khali—. Ya has vaciado tu glore vyrden, ¿no?

—Vete —dijo él.

Khali se rió.

—Qué gracioso. Creo que me quedaré contigo.

Entonces su voz se extinguió, y Solon se derrumbó sobre las piedras. Khali estaba en Cenaria. Los Ursuul harían feralis y los rebeldes serían aniquilados. Todo su servicio en la guarnición había sido para nada. Todo lo que acababa de descubrir no serviría de nada. Debería haber vuelto a casa, a Seth, hacía doce años. Había fracasado.

Abrió los ojos y vio a un grupo de los Juramentados, envueltos en gruesas capas negras y con las caras ocultas tras unas máscaras sin facciones del mismo color, que avanzaban entre los cadáveres de la muralla. De vez en cuando uno paraba, desenfundaba una espada y remataba a alguien. Después limpiaba su espada, para que la sangre no se congelase y la pegara al interior de su vaina.

Se acercaban hacia él. No podía hacer nada. Estaba atado y el horizonte apenas empezaba a clarear. Ni armas ni magia, el vir era su única escapatoria. Aunque fuese un suicidio, por lo menos podría llevarse por delante a muchos.

Quizá podría ser más listo que ella. Si tan solo lograse sobrevivir (y qué estúpido sería morir a manos de un matón disfrazado cualquiera), podría luchar contra Khali. No era invencible. No era una diosa. Había hablado con ella. La había entendido. Podía luchar contra ella. Solo necesitaba el poder para hacerlo.

El corazón le latía desbocado. Era exactamente lo que Dorian había dicho que él mismo sentiría la tentación de hacer. Solon creía que las tentaciones habían terminado, pero esa era la última. La más difícil. Dorian tenía razón. La había tenido en todo.

«Oh, Dios... Señor, si estás ahí... Me desprecio por rezar ahora que no tengo nada que perder, pero qué coño, si me ayudas a sobrevivir...»

La oración de Solon se vio interrumpida cuando un pesado cadáver le cayó encima. Abrió la boca y respiró hondo. Empezaba a exhalar cuando se le derramó sobre la boca un chorro de sangre caliente del cadáver. Tenía un sabor metálico y ya empezaba a espesarse.

Casi vomitó mientras la sangre le resbalaba por la barbilla, el cuello y la barba, pero se quedó paralizado cuando oyó el roce de un pie sobre la piedra cerca de él.

El Juramentado le quitó el cuerpo de encima, pero no se alejó.

—Mira a este, Kaav —dijo con un marcado acento khalidorano.

—Otro gritón. Me encanta cuando hacen eso —opinó una segunda voz—. Debió de cabrear a sus compañeros, ¿eh? Debió de ser uno de los primeros en chalarse si lo ataron así.

El primer Juramentado se acercó y se inclinó sobre Solon, que oyó sisear su respiración a través de la máscara que le tapaba la cara. El hombre se puso en pie y le dio una patada en el riñón.

Sintió un dolor tremendo, pero no emitió sonido alguno. El Juramentado le pateó un par de veces más. A la tercera, el cuerpo de Solon le traicionó, y tensó los músculos. Era demasiado difícil seguir tumbado e inerte.

—Sigue vivo —dijo el hombre—. Mátalo.

Solon sintió que se le salía el corazón por la boca. Era el fin. Tenía que recurrir al vir y morir.

«Espera.» La voz era tan apacible, tan sencilla y clara que parecía proceder de fuera de él.

Solon se mantuvo inmóvil.

«En el mismo instante en el que oiga el acero...» No sabía qué haría. ¿Tomaría el vir? Entonces quedaría en manos de Khali.

El otro Juramentado gruñó.

—Mierda, se me ha helado la espada. Juraría que la había limpiado.

—Bah, déjalo. Entre el frío y lo que sangra estará muerto en cinco minutos. Si pudiese quitarse las cuerdas lo habría hecho cuando Ella ha pasado.

Y se alejaron.

Capítulo 40

Cuando Vi despertó, atada con fuerza por las muñecas, los tobillos, los codos y las rodillas, lo primero que vio fue una mujer entrada en años con el pelo ralo y castaño encanecido, un cuerpo macizo, la cara redonda y arrugada y unos ojos penetrantes. Podía adivinarse por su postura que nunca había llevado zapatos que no fuesen cómodos. La maga la estaba mirando. Detrás de Vi ardía una hoguera, y cerca de ella había un pequeño fardo que probablemente fuese Uly, atada e inmovilizada como ella.

—Bala futa —dijo Vi. Estaba amordazada. No era un simple pañuelo atado de cualquier manera alrededor de su boca, sino una mordaza seria. Daba la impresión de que habían envuelto una piedra con un pañuelo y se la habían metido en la boca, para después rodearle la cara con un montón de finas cintas de cuero y así garantizar que no pudiese hablar.

—Antes de que empecemos, Vi —dijo la mujer—, quiero decirte algo muy importante. Si huyes de mí, cosa que no conseguirás, no corras hacia el bosque. ¿Has oído hablar del Cazador Oscuro?

Vi la fulminó con la mirada en la medida en que se lo permitió su boca parcialmente abierta por la mordaza, y luego decidió que no tenía nada que perder por dejar que la vieja hablase. Negó con la cabeza.

—Eso explicaría por qué te lanzaste al galope hacia tu muerte, supongo —dijo la mujer—. Soy la hermana Ariel Wyant Sa’fastae. El Cazador Oscuro fue creado hace unos seiscientos cincuenta años por un mago llamado Ezra, quizá el mago con más Talento que haya vivido nunca. Ezra estuvo en el bando perdedor de la guerra de la Oscuridad. Era uno de los generales en los que más confiaba Jorsin Alkestes, la clase de hombre que parecía capaz de hacerlo todo, y hacerlo todo superlativamente. Lo siento, superlativamente significa que lo hacía todo de maravilla.

—Fe lo je fignifica, forra —dijo Vi, aunque era mentira.

—¿Cómo? Da igual. Ezra creó una criatura que percibía la magia y ciertos tipos de criaturas que hoy en día están extintas, algo por lo que puedes dar las gracias a cualquier dios que favorezcan tus supersticiones: los kruls, ferozis, feralis, blaemirs y demás. Creó demasiado bien a su cazador perfecto, y no pudo controlarlo. Empezó a matar a cualquiera que tuviese Talento, tras escapar cuando Ezra dormía. Al final, se enfrentaron en combate singular; por supuesto, nadie sabe lo que pasó porque no había nadie delante. Sin embargo, los niños con Talento de Vuelta del Torras dejaron de morir y nadie volvió a ver nunca al Cazador Oscuro, ni a Ezra. Con todo, fuera lo que fuese lo que hizo Ezra, no mató al Cazador Oscuro. Solo lo encerró aquí dentro. En este bosque. Unos diez pasos al norte de donde desgraciadamente tuve que matar a tu caballo está la primera salvaguarda. Esa defensa te señala para morir.

—Todo mago, maga o meister que ha intentado penetrar en el bosque de Ezra en estos seiscientos años ha muerto. Murieron magos poderosos que llevaban potentes artefactos, artefactos que a su vez atrajeron a otros magos, etcétera. Pase lo que pase en el bosque, aun si el Cazador Oscuro es un mito, pase lo que pase allí dentro, nadie regresa. —La hermana Ariel hizo una pausa y luego su voz adoptó un tono animado y jovial—. Por lo tanto, si huyes, no vayas al norte. —Ariel arrugó la frente—. Perdona si hago algo mal. Nunca había secuestrado a nadie... a diferencia de ti.

«Mierda.»

—Ah, sí, Ulyssandra ardía en deseos de contarme todo lo que sabía sobre ti, ejecutora.

«Remierda.»

—Hablando del tema. No eres una ejecutora, Vi. No es que no haya habido mujeres ejecutoras, pero lo que tú eres es una
maja uxtra kurrukulas
, una maga silvestre, una maga salvaje...

—¡Bala futa! ¡Bala futa! —Vi se revolvió contra sus ataduras. No sirvió de nada.

—¿Qué, no me crees? Una ejecutora, Vi, aunque sea de la variedad femenina, puede usar su Talento sin hablar. Entonces, si eres una ejecutora, ¿por qué no escapas?

No había nada, absolutamente nada en el mundo que Vi odiase más que la sensación de impotencia. Preferiría que Hu le pasara sus zarpas por el pelo. Preferiría que el rey dios la montase. Se contorsionó en el suelo y se arañó la piel contra las cuerdas. Intentó gritar, pero solo logró hundirse una parte del pañuelo en la garganta. Se atragantó, tosió y, por un momento, pensó que iba a morir. Entonces recobró el aliento y se quedó quieta.

Ariel frunció el entrecejo.

—En realidad no disfruto con esto. Espero que algún día lo comprendas. Voy a quitarte la mordaza, ¿entendido? No puedes huir de mí, ni siquiera con tu Talento, y vas a tener que descubrirlo tarde o temprano, de manera que ya puestas podríamos dejarlo claro ahora para ahorrarte el máximo de dolor posible. Pero antes de que luches contra mí, como espero que las primeras palabras que salgan de tu boca sean insultos, mentiras o un intento de usar magia, quisiera hacerte una pregunta.

Los ojos de Vi quemaron agujeros en la maga. La muy zorra. Se iba a enterar en cuanto le quitase la mordaza.

—¿Quién es el vürdmeister de extraordinario talento que te lanzó este conjuro?

Los planes de fuga se esfumaron. Era un farol. Tenía que ser un farol. Pero ¿cómo?

«Nysos. ¿Qué me hizo aquel hijoputa?» Sería muy propio del rey dios echarle un jodido conjuro. ¿No se había imaginado algo por el estilo cuando estuvo en el salón del trono? ¿Y si no habían sido imaginaciones?

—Porque ese conjuro no es cualquier cosa —prosiguió la hermana Ariel—. Me he dedicado a estudiarlo durante las últimas seis horas mientras estabas inconsciente y todavía no sé para qué sirve. Algo que sí sé es que contiene una trampa. Y el vürdmeister, porque sin duda presenta las señales de ser la magia de un hombre, lo ha fijado de unas maneras interesantes. A mí se me considera poderosa entre mis hermanas. Una de las magas más poderosas que han conseguido los colores en los últimos cincuenta años. Y es demasiado resistente para que yo lo rompa, eso salta a la vista de inmediato. Verás, hay tramas que pueden deshacerse hilo por hilo y hay tramas que debes reventar, nudos fordeanos por así decirlo... ¿Estás familiarizada con los nudos fordeanos? Da igual. Este conjuro tiene de los dos tipos. Las trampas podrían deshacerse, pero la trama central habrá que romperla con sumo cuidado. Aunque pudiese hacerlo yo misma, probablemente te dejaría como secuela algún daño cerebral permanente.

—La fordaza.

—¿Qué? Ah.

La hermana Ariel permaneció sentada con las piernas cruzadas y murmuró. Cayeron las ataduras de la cara de Vi. Esta escupió el pañuelo (¡en efecto, había envuelto una piedra con él, la muy perra!) y respiró. No aferró su Talento. Todavía no.

—¿El resto? —preguntó, señalando las demás ligaduras con un gesto de la cabeza.

—Hum. Lo siento.

—Es un poco difícil hablar contigo si estoy tumbada de lado.

—También es verdad.
Loovaeos
.

El cuerpo de Vi se sentó erguido y salió flotando hacia atrás hasta apoyarse en un árbol.

—¿Conque ese es tu cebo? ¿Un farol sobre un conjuro que me han echado y que no podré quitarme de encima hasta que lleguemos a la Capilla, de donde por aquellas casualidades de la vida me será imposible escapar?

—En efecto.

Vi se mordisqueó los labios. ¿Eran imaginaciones suyas, o había un leve resplandor en torno a Ariel?

—Es un cebo bastante bueno —reconoció.

—Mejor que lo que ofrecemos a la mayoría de las chicas.

—¿Siempre secuestráis a las chicas?

—Como ya te he dicho, esta es mi primera vez. Por lo general no hace falta recurrir al secuestro. Las hermanas que se encargan del reclutamiento tienen muchas maneras de ser persuasivas. Se consideró que yo tenía poco tacto para ese cometido.

Qué sorpresa.

—¿Cuál es el cebo habitual? —preguntó Vi.

—Ni más ni menos que ser como las reclutadoras, que tienden a ser guapas, encantadoras, respetadas y, no en menor medida, a salirse siempre con la suya.

—¿Y el anzuelo es? —preguntó Vi.

—Ah, ¿seguimos con la metáfora piscatoria?

—¿Qué?

—Da igual. El anzuelo es la servidumbre y la tutela. Es como un aprendizaje: de siete a diez años de servicio antes de convertirte en hermana de pleno derecho. Después eres libre.

Vi había tenido aprendizaje suficiente para diez vidas. Bufó. «Haz que siga hablando. Ya que estamos descubriré todo lo que pueda.»

—Has dicho que en realidad no soy una ejecutora. Hago lo que todos los ejecutores.

—Pero tienes problemas con el Abrazo de la Oscuridad, ¿no es así?

—¿El qué?

—La invisibilidad. No puedes hacerte invisible, ¿verdad?

¿Cómo sabía eso?

—No es más que una leyenda. Sirve para encarecer los precios. Nadie se vuelve invisible.

—Ya veo que vas a pasar mucho tiempo desaprendiendo cosas que crees saber. Los auténticos ejecutores pueden hacerse invisibles. Pero los magos no practican la invisibilidad. Tu Talento prácticamente tiene que vivir en tu piel. La invisibilidad requiere una consciencia total de tu cuerpo, tan profunda que se extiende a sentir cómo incide la luz en cada parte de tu piel. Lo que tú eres es algo diferente; a decir verdad, algo prohibido por un tratado de hace ciento treinta y... hum... ciento treinta y ocho años. Digamos que los alitaeranos se acalorarían mucho si te hubiésemos adiestrado así nosotras. Verás, si dominaras un puñado de cosas más, serías una maga de guerra. Uf, vas a causarle a la rectora unos cuantos quebraderos de cabeza, eso está claro.

—Que te den por culo —dijo Vi.

La hermana Ariel se inclinó hacia ella y le dio un bofetón.

—Habla con educación.

—Que te den por culo —repitió Vi sin inflexión alguna.

—Vamos a dejar algo claro, pues —dijo la hermana Ariel, mientras se ponía en pie—.
Loovaeos uh braeos loovaeos graakos
.

Una fuerza invisible puso a Vi de pie. Sus ataduras cayeron. Una daga salió volando de su macuto y aterrizó a sus pies.

Vi no recogió el arma. No se paró para no perder tiempo. Con una maldición canalizó su Talento en un puñetazo titánico contra el estómago de la hermana Ariel.

La fuerza del golpe hizo que la maga se despegara del suelo. Salió disparada por encima de la hoguera y cayó arrastrándose sobre la tierra al otro lado, pero Vi no se movió. Ni siquiera intentó correr. Estaba mirando su mano flácida.

Era como si hubiese golpeado acero. Le sobresalían huesos de la piel. Sus nudillos eran un amasijo ensangrentado. Tenía la muñeca rota. Los dos huesos del antebrazo se le habían partido. Uno de ellos le presionaba la piel desde dentro, amenazando con asomar.

La hermana Ariel se levantó y se sacudió el vestido grande y suelto. Saltó una nube de polvo. La maga bufó con sorna al mirar a Vi, que acunaba su brazo.

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