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Authors: Ai Mi

Tags: #Drama, Romántico

Amor bajo el espino blanco (15 page)

BOOK: Amor bajo el espino blanco
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Capítulo 14

Lo más emocionante era que el verano ya estaba en puertas, y Jingqiu podría ir a trabajar. Estaba dispuesta a hacerlo cada día, sin descanso, durante todo el verano. Los cálculos más optimistas indicaban que podía sacar ochenta o noventa yuanes. Incluso antes de tenerlos en el bolsillo ya había decidido en qué gastarlos. Primero le devolvería a Mayor Tercero el dinero que le debía y a continuación le compraría a su madre una bolsa de agua caliente. Su madre sufría a menudo dolores de espalda, y eso podría aliviarla. En la actualidad utilizaba una botella de cristal llena de agua caliente, pero a veces goteaba y su superficie era limitada.

También pensaba comprar media cabeza de cerdo: un vale para medio kilo de carne te permitía conseguir un kilo de cabeza de cerdo. La oreja y la lengua las podía guisar en salsa de soja, la carrillada para hacer cerdo refrito, y las sobras para una sopa. Solo de pensar en el cerdo refrito con ajos tiernos se le hacía la boca agua, y se moría de ganas de comprarla enseguida. La familia a veces pasaba meses sin probar la carne, y experimentaba sentimientos de culpa por haber comido la carne que Mayor Tercero le había llevado en Aldea Occidental, y que no había podido enviar a casa para que la compartieran su madre y su hermana.

Sus ingresos también le permitirían comprar material para hacerle ropa a su hermana. Hacía mucho que había decidido que su hermana no iba a pasar por la misma humillación que ella. Quería comprarle un par de botas de goma de media caña. Era un derroche, pero hacía mucho que su hermana las pedía. Jingqiu había detectado una cierta mirada de envidia en sus ojos cada vez que veía a alguien que llevaba unas.

Su hermano todavía debía dinero de sus raciones de arroz, y Jingqiu esperaba utilizar parte del dinero para pagar como mínimo algo de la deuda. Los estudiantes a los que mandaban al campo a menudo pasaban hambre, con lo que de vez en cuando robaban verduras y pollos a los campesinos de clase media y baja. En muchos lugares los estudiantes se habían hecho enemigos de los campesinos, y más de una vez habían acabado a golpes. También ocurría que campesinos de diferentes aldeas formaban una banda para ir a dar una paliza a los chicos de ciudad, y luego estos formaban un grupo para hacer lo mismo en venganza. Recientemente, su hermano había sido herido por un grupo de campesinos. Decía que había tenido mucha suerte, pues los demás estudiantes habían sufrido heridas graves. Algunos no podían andar y había que llevarlos a cuestas. Solo su pequeño grupo había podido huir lo bastante deprisa, y las lesiones habían sido solo superficiales.

Tras este incidente los estudiantes apaleados y sus padres se habían reunido en Yichang para discutir sus opciones. Los estudiantes mantenían que los campesinos habían cometido un error, y que ellos no habían robado nada. La gente de la ciudad denunció el incidente a la brigada y a la comuna, y luego al comité del partido de la prefectura, y posteriormente el comité del partido consintió en enviar a alguien para reunirse con ellos y escuchar sus quejas.

Aquella noche Jingqiu asistió a la reunión con su madre y su hermano. Esperaron durante horas. Se había propagado el rumor, aunque nadie supiera el origen, de que el secretario había estado cenando y bebiendo con un invitado, y, como estaba un poco achispado, no estaba seguro de que pudiera recibirlos aquel día. Algunos estudiantes estaban echados en el vestíbulo, incapaces de moverse tras la paliza; otros se habían sentado, y tenían la cara hinchada y alguna extremidad rota por los golpes, y en torno a ellos los padres hervían de cólera, ¿y el secretario se atrevía a empinar el codo?

Un sentimiento de odio se apoderó de Jingqiu. Sabía que Yichang constituía una zona militar independiente, y que el padre de Mayor Tercero era un oficial con un rango sin duda superior a nivel regional. Se imaginaba que Mayor Tercero habría crecido en un recinto con guardias armados, junto a su prometida. Se acordaba de lo que Yumin le había dicho: «Nosotras no hemos nacido para ser amigas de los altos funcionarios». Jingqiu había comprendido sus palabras, pero solo al ver el recinto del comité del partido con sus propios ojos pudo hacerse una idea cabal de lo que había querido decir. Ella y Mayor Tercero eran de mundos distintos. Mientras aguardaba al secretario del partido, se imaginó que esperaba al padre de Mayor Tercero, y el resentimiento se adueñó de ella.

Cuando ya llevaban un tiempo, a algunos padres les entró miedo: ¿no sería una trampa? «Nos rodearán, nos acusarán de “atacar una organización del gobierno” y acabaremos todos en la cárcel». Poco a poco todos se fueron poniendo nerviosos, y la madre de Jingqiu dijo: «Vámonos. A lo mejor los demás pueden plantar cara de este modo, pero no es el caso de la gente como nosotros. Una paliza es una paliza. Quiero decir que, muy bien, podemos sentir lástima por nosotros mismos, pero ¿tenemos alguna esperanza de que un secretario del partido atrape a esos campesinos?».

A Jingqiu la cobardía de su madre le parecía detestable, e insistió en que se quedaran un poco más, diciendo: «Si tienes miedo, esperaré sola». La madre de Jingqiu no tuvo más remedio que quedarse con ella. Cuando al final apareció un funcionario, no era el secretario y nadie sabía cuál era su rango, pero les dijo que representaba al secretario y anotó sus declaraciones antes de mandarlos de vuelta a casa.

Nunca volvieron a oír hablar del asunto. La madre de Jingqiu se consolaba diciendo: «Da igual, así son las cosas». Tragándose las lágrimas, volvió a mandar al campo a su hijo, que aún no se había recuperado de las heridas. Por suerte lo hicieron responsable de poner a secar la cosecha, un trabajo mucho más fácil que salir a trabajar al campo, aunque solo ganara la mitad de puntos de trabajo, así que a final de año necesitaría más dinero para su ración de arroz.

Teniendo en cuenta todos aquellos gastos necesarios para su familia, el primer día de las vacaciones de verano Jingqiu le pidió a su madre que la llevara a ver a la directora del comité de barrio, la directora Li, para poder encontrar un trabajo. Aquella mañana a primera hora madre e hija fueron a casa de la directora Li y esperaron. La madre de Jingqiu le había dado clases al hijo de la directora Li, Kunming, de manera que la directora Li fue muy amable con ella. Le pidió a la madre de Jingqiu que volviera a casa mientras ella le buscaba un trabajo a su hija. Cada año Jingqiu le permitía a su madre llevarla ante la directora Li, y luego esta insistía en que su madre volviera a casa. Jingqiu se sentía un poco avergonzada porque en la escuela Kunming y ella no tenían gran cosa que decirse, pero ahora ahí estaba, esperando en su casa y pidiéndole ayuda a su madre.

A esa hora, las empresas que necesitaban trabajadores temporales mandaban un capataz a la casa de la directora Li, el cual depositaba su petición antes de las nueve de la mañana. Si la persona que buscaba empleo no lo había encontrado a las nueve, entonces aquel día no tendría ninguna oportunidad. Casi siempre, cuando conseguían un trabajo este duraba al menos unos cuantos días, hasta que la tarea quedaba completada, y luego los trabajadores temporales regresaban a la casa de la directora Li a esperar un nuevo empleo.

Aquel día había una abuela sin dientes y de edad indeterminada esperando con Jingqiu. Esta la reconoció: habían trabajado juntas antes. La gente la llamaba la abuela Cobre. Su verdadero nombre era Tong, que quería decir «niño», pero que pronunciado con una entonación algo distinta significaba «cobre». Jingqiu consideraba que aquel apodo le venía como anillo al dedo, considerando el hecho de que seguía trabajando a su avanzada edad. Al parecer, a su hijo lo habían matado a golpes durante una sesión de denuncia, y su esposa había huido, dejándole a la abuela Cobre un hijo en edad escolar para que lo cuidara. Jingqiu no soportaba pensar en lo que le pasaría al nieto si la abuela moría.

Estuvieron un rato esperando hasta que vieron a un capataz llegar en busca de trabajadores. Necesitaba músculo para descargar arena de un barco que había atracado en el río. Jingqiu se ofreció voluntaria pero el hombre no parecía muy satisfecho con ella; no quería una mujer, las mujeres no podían cargar arena. La directora Li le dijo a Jingqiu que no se pusiera nerviosa.

—Solo te permitiré aceptar trabajos menos duros.

Luego llegó otro capataz en busca de trabajadores para apisonar tierra, pero, a pesar de los valientes esfuerzos de Jingqiu, tampoco la quiso. Era demasiado joven y desde luego no lo bastante fuerte. Y, en todo caso, los apisonadores necesitaban tener un vozarrón para cantar.

—No tengo miedo, cantaré —contestó Jingqiu.

—Muy bien, cántame una canción.

—Yo cantaré, sé cantar —intervino la abuela Cobre. Arrugando la nariz se puso a cantar: «Monjas y monjes han visto la luz, hay que ver. Día y noche piensan en sus amantes, hay que ver…».

¿Pero qué pasa aquí?, se preguntó Jingqiu. Creía que lo que buscaba era un hombre… A lo mejor ese trabajo tampoco era adecuado para ella, después de todo. Observó cómo la abuela Cobre se alejaba con el capataz, y la mujer iba tan contenta como si su nombre hubiera aparecido en la lista de candidatos aprobados en los exámenes imperiales.

Jingqiu esperó hasta las diez, pero no surgió ningún trabajo, así que se dio por vencida y volvió a casa. Pasarse el día entero en casa sin trabajar era como estar sentada sobre una alfombra de clavos o, peor aún, como si alguien te metiera la mano en el bolsillo y te sacara un yuan. Anhelaba la llegada de la mañana siguiente, cuando podría regresar a la casa de la directora Li a esperar un empleo.

Pero al tercer día seguía sin tener trabajo; el único que había disponible consistía en mover arena con una pala. El capataz le dijo que los que había contratado unos cuantos días antes no habían aguantado y se habían ido. No había tenido más opción que volver a buscar más trabajadores. Jingqiu le estuvo suplicando durante horas antes de que finalmente aceptara darle una oportunidad:

—Pero si te marchas antes de que acabe el día no te pagaré ni medio jornal.

Jingqiu aceptó sin vacilar.

Se sentía entusiasmada por tener trabajo. Estaba un paso más cerca de ser partícipe de verdad en la revolución comunista de China. Siguió al capataz hasta el muelle, y llegaron justo en el momento en que los trabajadores temporales hacían una pausa. No había ni una mujer entre ellos, y los hombres se la quedaron mirando divertidos. Uno de ellos dijo en un tono poco amistoso:

—Si has venido a trabajar, estamos listos. Perderemos mucho tiempo ayudándote. ¿Por qué no te vas a hacer un trabajo más fácil? Así no te ganarás un salario con el trabajo duro de los demás.

—Trabajamos en equipos de dos —añadió otro—. Uno saca la arena del bote, el otro la amontona. Pero ¿quién va a sacar la pajita más corta y trabajar contigo? Se agotará sacándola del bote y luego llevándola hasta el montón, tendrá que hacer un montón de kilómetros extra.

—No te preocupes, trabajaré sola —replicó Jingqiu sin inmutarse—. No moveré menos que vosotros.

—Primero inténtalo —dijo el capataz—. Si es demasiado duro, no seas tozuda. No tienes seguro de trabajo y te podrías hacer daño.

Alguien que la reconoció dijo:

—Tu madre es profesora. Qué familia tan codiciosa, ¿para qué necesitáis el dinero extra?

Cuando el capataz se hubo marchado, puso una mueca lasciva.

—Hoy hace calor, y tener una chica por aquí es un fastidio. Cuando empecemos a sudar nos quitaremos la camiseta, así que no te hagas la tímida, ¿entendido?

Jingqiu no les prestó atención. «Si vosotros no sois tímidos a la hora de quitárosla, ¿por qué voy a serlo yo?». Bajó la cabeza y preparó su cesto de bambú para llevarlo pértiga al hombro. Había llegado el momento de ponerse a trabajar, así que siguió a los hombres hasta la orilla. El barco permanecía unido al embarcadero mediante una plancha fina y alargada de poco más de un palmo de ancho que se balanceaba al pisar. El río llevaba mucha agua. El verano era la estación de las crecidas, una época en la que el río arrastraba barro y arena, que dejaban unas vetas rojas en el agua amarilla. Daba miedo. Un cobarde no caminaría por esa plancha con las manos vacías, y mucho menos llevando al hombro pesados cestos de arena.

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que Jingqiu llevara cestos al hombro, y enseguida comenzó a dolerle la espalda. Por suerte su pértiga era muy buena; no demasiado larga y algo flexible. Como puede atestiguar cualquiera que haya llevado una pértiga al hombro, si esta es demasiado rígida no se ondula cuando caminas, y utilizarla es agotador, pero un poco de flexibilidad hace que la carga sea más ligera.

Cada carga era de casi cincuenta kilos, y cada vez que Jingqiu llenaba los cestos y cruzaba la estrecha plancha sentía como esta se balanceaba debajo de ella de manera alarmante. Le daba miedo pisar en falso y caer al río. Sabía nadar, pero el agua estaba llena de piedras. No se ahogaría, pero con toda probabilidad moriría al golpearse con una roca. Con la mirada fija al frente, y conteniendo el aliento, pasó por la plancha.

Una vez habías salido del bote tenías que amontonar la arena. La ribera era bastante llana al principio, pero luego había una cuesta empinada, y si ya costaba subirla con las manos vacías, mucho más con dos pesados cestos de arena. Ahora comprendía por qué los hombres se habían dividido en equipos de dos; tras la espeluznante experiencia de la plancha, las piernas no te sostenían. Si otra persona transportaba la arena por la ribera, ella podría volver al bote y contar con un momento de descanso, pero como trabajaba sola y tenía que hacer las dos cosas, no le quedaba más opción que enlazar una tarea con otra.

Al cabo de dos rondas ya estaba empapada en sudor. Hacía un sol achicharrante y, como no había agua para beber, se dijo que le daría una insolación y se desmayaría. Pero entonces se acordó de que recibiría un yuan y veinte céntimos por ese día de trabajo, lo que, unido al miedo por no haber encontrado empleo durante dos días seguidos, le hizo apretar los dientes y seguir adelante.

No supo cómo consiguió pasar la jornada. En casa fingió encontrarse bien para no preocupar a su madre. Aquel día estaba tan cansada que después de comer y lavarse se derrumbó en la cama.

Al día siguiente se levantó temprano. El dolor de la víspera no había sido nada comparado con el que sentía ahora. Por fin comprendía lo que significaba que te doliera todo el cuerpo. Tenía la piel de los hombros en carne viva, hasta el punto de que no se podía poner la ropa. También tenía rozada la piel de la nuca por el constante desplazamiento del peso sobre los hombros. Las piernas le pesaban enormemente, y en los brazos tenía graves quemaduras del sol. Le dolían solo con la salpicadura del agua.

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