—¿Dónde están los utensilios de cocina?
—No tenemos.
Lo cierto es que no tenían nada: estaban en la indigencia. Su mesa era un viejo pupitre escolar, en sus taburetes se habían sentado escolares, y las camas estaban hechas de bancos de la escuela atravesados de planchas de madera. Las sábanas estaban limpias, pero remendadas. Los cuencos se guardaban en una palangana vieja, y la tabla de cortar era también un trozo de pupitre.
Lin resopló de indignación.
—¿Cómo es posible que seáis más pobres que nosotros, que vivimos en el campo? —Fang le lanzó una mirada a su hermano para hacerle callar.
Con gran esfuerzo consiguieron preparar la comida, y a continuación se sentaron a compartirla. La casa era una antigua aula escolar dividida en dos, catorce metros cuadrados en total. Su hermano vivía en la habitación exterior, mientras que Jingqiu, su madre y su hermana dormían en la interior. Desde que habían mandado a su hermano al campo, Jingqiu había dormido en la habitación exterior, donde también comían, y su hermana y su madre en la interior.
Mientras comían entró una ráfaga de viento que trajo copos de lo que parecía nieve negra.
—Maldita sea —exclamó Jingqiu.
Se puso en pie de un salto y fue a buscar periódicos para cubrir la comida que estaba sobre la mesa, e invitó a todo el mundo a cubrir sus cuencos, pero aquel polvo misterioso ya les había rociado. Fang preguntó qué era, y Jingqiu contestó que ese polvo procedía de la cáscara de arroz que tostaban en el comedor de enfrente. La chimenea del comedor de la Escuela Secundaria n.º 8 siempre expulsaba esa cáscara quemada, y como la casa de Jingqiu no tenía buen techo, en cuanto el viento arrastraba la cáscara, esta se colaba entre las grietas que quedaban entre las tejas. En la casa de al lado vivían dos familias, pero, como la nieve negra les parecía intolerable, habían pedido un nuevo alojamiento a la escuela y se habían mudado. Sin embargo, la escuela trataba a su madre de otra manera, y no les habían dado ningún otro lugar donde vivir, con lo que tenían que conformarse.
Jingqiu estaba afligida. No tenía planeado revelar todos aquellos detalles de la pobreza de su familia a Fang y Lin. Pero había algo por lo que estaba agradecida: que Mayor Tercero no hubiera venido con ella. De haber visto aquello Mayor Tercero, que se había criado en la casa de un cuadro del partido, ¿no habría dado media vuelta y se habría marchado? Habría sido peor eso que el que la mandara al infierno.
Cuando hubieron acabado de comer, Jingqiu acompañó a sus dos invitados a la ciudad, pero como ya eran las cuatro no tuvieron tiempo de ir de compras. Se fueron corriendo a la estación de larga distancia y compraron billetes para el último autobús de vuelta a la capital del condado. Jingqiu estaba avergonzada; habían gastado dinero en unos billetes solo para ayudarla a transportar unas nueces para su madre.
De vuelta a casa, mientras Jingqiu recogía sus cosas, hizo un descubrimiento sorprendente: alguien había colocado dentro de su bolsa del ejército el dinero que ella había pedido prestado y devuelto a Mayor Tercero. Estuvo repasando en su mente todo lo que había ocurrido después de que ella le diera el dinero, pero él no había tenido ninguna oportunidad de dejarlo allí. ¿La había estado siguiendo todo el día? Y, si era así, ¿cómo había podido meterle el dinero en la bolsa? Decidió que al día siguiente les devolvería al señor Lee y al señor Chen el dinero que les debía, mientras buscaba alguna manera de saldar su deuda con Mayor Tercero. Encontrar una manera de devolver el dinero, de ver de nuevo a Mayor Tercero, era como tapar un rescoldo al rojo vivo para volver a encender el fuego, y esa idea la hizo feliz.
De nuevo, volvió a pensar en la carta de Mayor Tercero y el poema que le había escrito en su cuaderno. Procuró esconderlos, pues sería desastroso que su madre los viera y se preocupara, por no hablar de que los encontrara otra persona. Leyó la carta unas cuantas veces más, todavía incapaz de decidir qué clase de carta era. No se trataba de una recapitulación, sino más bien de una misiva del tipo «mirar hacia atrás al tiempo que miramos hacia delante», y afirmaba que en el futuro debían «hacer persistentes esfuerzos», es decir, que su «amistad durará años», o algo parecido. Como si pusiera un punto y aparte a esos últimos meses y en el fondo dijera que «esos meses habían sido deliciosos, pero ahora pertenecen al pasado».
Jingqiu era conocida por su habilidad para interpretar textos; era la escritora de la clase. Sus profesores siempre la elegían para formar parte del equipo de propaganda, para ser la responsable de la revista. En aquella época, las clases se turnaban para pintar los carteles de grandes caracteres con tinta y pincel. En ellos se criticaba a alguien o alguna idea, o se informaba de los avances que hacía la clase en su educación industrial, agrícola y militar. Jingqiu tenía habilidad a la hora de escribir y pintar, ya fuera con un solo pincel o con una serie de pinceles unidos, caracteres grandes o pequeños. Todo esto se le daba bien. Era capaz de hacer sola un cartel que ocupara toda la pared.
Sus profesores de chino siempre alababan sus redacciones con los términos más elogiosos, sobre todo el señor Luo, que la consideraba «llena de talento e ingenio». Leía sus redacciones delante de la clase, las mandaba acompañadas de elogios a la Delegación del Ministerio de Educación, y siempre las incluía en su folleto «Los mejores escritos de la Escuela Secundaria n.º 8 de Yichang». La escuela había organizado dos competiciones de redacción en el pasado, y Jingqiu las había ganado en ambas ocasiones, obteniendo fama entre los estudiantes. Los compañeros de clase de Jingqiu, los chicos incluidos, le llevaban textos que no comprendían, como cartas de amor y notas de ruptura, en parte porque sabían que tendría la boca cerrada, y también porque su profesor siempre ensalzaba su «superior capacidad de entendimiento». Rápidamente captaba lo esencial de una idea, incluso lo que estaba escrito en la prosa más redundante y prolija.
Pero ni siquiera su «superior capacidad de entendimiento» conseguía descifrar lo que intentaba decir Mayor Tercero en su «redacción». ¿Era una carta de amor o una nota de ruptura? Las notas de ruptura que había leído anteriormente comenzaban diciendo cosas como «El viento y la lluvia disipan la primavera, y la desaparición de la nieve saluda su regreso». No sabía a quién se le había ocurrido esa frase, pero le parecía que en las cartas de ruptura siempre aparecían cambios de estación que simbolizaban los cambios afectivos del corazón.
Jingqiu también había leído unas cuantas cartas de amor. Los muchachos más groseros y pícaros solían preguntar directamente: «¿Quieres salir conmigo?» o «¿Quieres ser mi pajarito?». En una ocasión, su clase se preparaba para denunciar a un compañero de clase, y le pidieron a Jingqiu que revisara el material. Encontró una obscena carta de amor que contenía la frase «Los dientes de ajo huelen bien». Sabía que se trataba de un código secreto y que tenía que cambiar el orden de las letras «dientes de ajo», pero aunque lo intentó durante horas no halló la solución.
Casi todas las cartas de amor relativamente cultas que Jingqiu había leído utilizaban epítetos del
Libro Rojo de Mao
o versos de su poesía. En aquella época, la más popular era una que gustaba mucho a los chicos y decía: «Espera a que florezcan las flores de la montaña, y ella sonreirá desde las matas». Se acordó de un chico que malinterpretó ese verso y escribió «y ella sonreirá desde las patas», pero por suerte le dio a Jingqiu su carta de amor para que ella le echara un vistazo. Jingqiu se rio hasta que le dolió la barriga, y le ayudó a reescribir la frase, explicándole meticulosamente cada error. El muchacho dejó escapar un grito ahogado al comprenderlo: «Yo también me preguntaba cómo podía sonreír desde las patas».
Sin la menor duda, la carta de Mayor Tercero no se podía considerar una carta de amor, pues en ninguna parte utilizaba la frase «y ella sonreirá desde las matas», ni tampoco le pedía «¿quieres salir conmigo?». Por no mencionar la ausencia de una frase como «¿Nuestra relación podría dar un paso más y dejar de ser solo camaradas?». También se había referido a ella simplemente como Jingqiu, y no había añadido «mi querida». Al firmar no había puesto su apellido, Sun, y solo había escrito Jianxin, que sonaba un tanto escalofriante, pues de haber eliminado otro carácter, entonces habría escrito «una ambición de lobo al descubierto». Pero era normal eliminar una sílaba en un nombre de tres sílabas, y casi todo el mundo lo llamaba así.
Así fue como Jingqiu decidió que aquella carta era sobre todo una recapitulación, un poco como la canción que siempre cantaban al final de las reuniones, «Para surcar el océano se necesita un timonel»; en cuanto oías los primeros acordes, sabías que aquello se estaba acabando. Se acordó de que cuando era pequeña iba con su padre a un salón de té a escuchar lecturas. Cuando recitaban el verso favorito de su padre, el narrador utilizaba una maza de juez para llevar el ritmo: «Florecen dos flores, cada una en su propio tallo». A lo mejor Mayor Tercero también estaba utilizando esta técnica narrativa. El tiempo que habían pasado juntos había sido una rama en flor, y, ahora que las flores se habían marchitado, él recogía todo y regresaba a casa, a su otra rama.
Jingqiu decidió no contestar. Si otra persona veía la carta de Mayor Tercero probablemente no la investigarían como una carta de amor, pero se consideraría un texto reaccionario. «Durante treinta años el río fluye hacia el este, durante cuarenta años fluye hacia el oeste» tenía ese tono de pensamiento poco realista de un enemigo de clase. Además, frases como «naciste en la época equivocada», «tus padres son víctimas de una injusticia», etcétera, delataban un cierto resentimiento contra la sociedad, y eso era extraordinariamente reaccionario. Si alguien encontraba aquella carta, sería el final de Mayor Tercero. Y en cuanto que protectora y cómplice a la hora de propagar esas opiniones reaccionarias, también sería el final para ella.
En los últimos años a los contrarrevolucionarios activos se los había tratado con dureza, y las opiniones reaccionarias que mostraban insatisfacción con la realidad existente eran atacadas sin contemplaciones. De vez en cuando aparecían carteles reaccionarios en la Escuela Secundaria n.º 8, y en cuanto ocurría, un manto de terror rodeaba la escuela y todo el mundo se sentía inseguro. Jingqiu se acordó de un día que jugaba en el campo de deportes y de repente se oyó un chirrido y los altavoces comenzaron a denunciar la aparición de un cartel reaccionario.
Aquellas investigaciones aterraban a Jingqiu. Se había quedado con el pincel en la mano contemplando embobada el papel blanco que tenía delante, incapaz de dibujar un trazo. ¿Qué haría si daba la casualidad de que su letra era la misma que la de ese cartel de grandes caracteres? Teniendo en cuenta su origen social, ¿tendría alguna oportunidad? ¿Cómo podías demostrar que tu letra no era la misma que la del cartel reaccionario?
En el fondo de su corazón, Jingqiu odiaba a la gente que escribía aquellos carteles reaccionarios. ¿Por qué lo hacían? Podías escribirlos alegremente, claro, pero eran otros los que sufrían las consecuencias de sus actos. Jingqiu estaba segura de que un número considerable de sus neuronas morían de miedo cada vez que se llevaba a cabo una de esas investigaciones. Una vez apareció en su clase uno de esos carteles ofensivos. Aquel día Jingqiu había estado escribiendo el comunicado de su grupo en la pizarra que había fuera de su aula. Todavía no había terminado cuando oyó una voz procedente del altavoz de la escuela que convocaba a todo el mundo al campo de deportes, y la voz pronunció las temidas palabras «cartel reaccionario» y su emplazamiento: la pizarra del primer curso, clase uno.
Jingqiu casi se desmaya. ¿Había cometido un error al escribir en la pizarra? Llevaron a los de su clase a un aula distinta y les pidieron que escribieran las frases estipuladas en una hoja de papel en blanco. En aquella ocasión no tardaron en descubrir al culpable, un necio alumno llamado Tu Jianshe. Después de la escuela, aburrido y sin nada que hacer, había cogido un trozo de tiza y había comenzado a garabatear y dibujar, escribiendo sin darse cuenta algunas palabras del
Libro Rojo de Mao
: «Nunca olvides la lucha de clases». Pero no se había fijado, y se le había olvidado la palabra «olvides», con lo que había acabado escribiendo «nunca la lucha de clases». Lo peor es que procedía de una familia cuyos orígenes sociales eran malos. Se lo llevaron de inmediato, y Jingqiu no tenía ni idea de qué había sido de él.
Jingqiu estaba muerta de preocupación, pero era incapaz de romper la carta de Mayor Tercero, así que lo que hizo fue arrancar el membrete de la unidad geológica, el nombre de ella y el de Mayor Tercero y arrojar los trocitos al retrete. Luego cogió un trozo de tela y cosió un pequeño bolsillo en su chaqueta acolchada, metió dentro la carta y el poema y lo volvió a coser. Como cosía magníficamente y utilizó puntadas ocultas, era imposible ver que allí había un remiendo sin fijarse atentamente.
Jingqiu volvió a la escuela el día después de su regreso, pero los alumnos no pasaron mucho tiempo en el aula. Aprendían lo que era la producción industrial, la agricultura, el adiestramiento militar, la medicina: muchas cosas, en realidad, siempre y cuando no estuvieran en los libros. La clase de Jingqiu iba a comenzar sus estudios de medicina no mucho después de su regreso de Aldea Occidental. Casi todos los estudiantes irían a una población llamada Guanlin, donde se alojarían con los campesinos de la localidad y asistirían a la clase en el hospital militar de la zona. Como Jingqiu no podía pagarse ni el billete de autobús ni lo que costaba el comedor, se quedó en Yichang junto con los otros niños pobres, a los que mandarían a hospitales de la ciudad. Puesto que esos alumnos no iban a experimentar la miseria de la vida rural, lo que iría en detrimento de su desarrollo, la escuela decidió enviar al director de la escuela primaria colindante con la Escuela Secundaria n.º 8, el señor Zheng, para que los introdujera en la medicina tradicional china.
Aquello les mantuvo ocupados. El fin de semana se reducía al domingo, y mientras que de lunes a sábado Jingqiu tenía que ir al hospital a estudiar medicina, fichando al entrar y salir con las enfermeras, los domingos los pasaba con el señor Zheng. Y, para rematar su frenético horario, también había viajes esporádicos a las afueras de la ciudad para recoger hierbas con las que fabricar medicamentos para los campesinos pobres y de clase baja.