Sin volverse, Jingqiu dijo:
—No te quedes ahí. Vete. Quiero escribir.
Percibía que él todavía estaba detrás, pero no se volvió para mirarlo y, temblando, cogió la pluma para escribir. Al cabo de un rato intuyó que se había marchado, se dio la vuelta y encontró la habitación vacía. Se quedó abatida. Estaba convencida de que Mayor Tercero se quedaría un poco más, de que quizá seguiría allí, para siempre. Pero ¿qué le ocurría? Lo olvidaría, sí, olvídalo, no pienses más en él. Sería fácil. No le había costado hablarle de una manera brutal. Cada vez que él la miraba con aquellos ojos de cordero degollado, ella se mostraba decidida e inflexible. Pero ella estaba resentida. ¿Cómo podía hacer eso? No le había dicho más que unas pocas palabras, ¿y ya se había marchado?
Entonces recordó que su comportamiento también había sido deshonroso. Se regañó a sí misma. Él es bueno contigo, procura no hacerte enfadar, y tú le haces daño a propósito con tu displicencia; y, lo peor de todo, ¿lo único que te sabe mal es que se haya ido? Se reprendió aún más y fingió ir al retrete de la parte de atrás para ver si se había marchado. Pasó por la sala y por la cocina; no estaba. Escuchó atentamente y no oyó su voz. Se había ido de verdad. Desanimada, siguió buscándolo, desesperada por encontrarlo.
Lo descubrió en el molino, y le daba vueltas mientras la tía echaba el trigo. En cuanto lo vio, supo que no se había marchado, desapareció la confusión y volvió a sumirse en la desconfianza. En voz baja lo llamó «traidor», se dio la vuelta y retornó a su habitación.
Durante los días siguientes ella no le hizo caso. Él buscó alguna oportunidad de hablarle y preguntarle qué le sucedía, pero ella no le contestaba, hasta que finalmente le soltó:
—En lo más profundo de ti, sabes si tus actos son buenos o no.
—No te entiendo —dijo él—. Dime, ¿qué he hecho exactamente?
Pero ella no lo escuchó, se fue a su habitación y fingió escribir. Sabía que él no se iría enfadado, de manera que cada vez se mostraba más insolente y fría con él, y no le daba ninguna explicación. Que sufriera. Por alguna razón tenía el derecho de atormentarlo. ¿Era porque podía? ¿O era porque él se había aprovechado de ella, aquel día en la montaña? ¿Lo estaba castigando?
Cuando al Grupo para la Reforma Educativa le llegó el momento de regresar a Yichang, Jingqiu se dio cuenta de que todavía tenía el problema de cómo llevar las nueces a casa. Sabía que no quería que Lin las transportara, y mucho menos Mayor Tercero. No podía pedir ayuda a nadie de su grupo, pues todos acarreaban su equipaje, y con eso ya tenían bastante. ¿Quién tendría fuerza suficiente para ayudarla a transportar un cesto de nueces?
—Que las lleve Lin —le sugirió Yumin—. Casi nunca va a Yichang, y para él será divertido. Si quieres puedo pedirle a mi suegro que mande a Lin en algún viaje de trabajo. Puede acompañar a tu grupo, e incluso podría conseguir puntos de trabajo de la brigada.
Jingqiu se dijo que aquella idea sonaba todavía peor. Involucrar en aquel asunto al señor Zhang solo conseguiría unirla más a la familia.
Hasta el día antes de marcharse, cuando Fang regresó de Río Yanjia, Jingqiu no había encontrado una salida a su apurada situación. Fang acompañaría al grupo, pero, como ella no podía transportar el cesto, Lin también iría para ayudarla. Su tarea principal sería acompañar al grupo a la ciudad, y daba la casualidad de que, de paso, podrían ayudar a Jingqiu con las nueces. Fang dijo que hacía mucho tiempo que tenía ganas de ir a Yichang, pero que antes no había tenido a nadie con quien ir. Ahora era su oportunidad. La tía y Yumin también necesitaban unas cuantas cosas de la ciudad que Fang podía comprar. A Jingqiu no se le podía haber ocurrido mejor solución y, comprendiendo que ese plan también sería una buena manera de castigar a Mayor Tercero, aceptó.
Lin estaba de lo más entusiasmado, y también la tía, que le preparó sus mejores ropas y le enseñó toda la etiqueta que se le ocurrió para ese viaje. Le dijo que a la madre de Jingqiu debía llamarla «profesora», y no quedarse siempre en medio como un pasmarote. Al comer debía masticar con cuidado y tragar lentamente, y no comer como si acabara de salir del taller. Debía andar con paso liviano y mover los brazos suavemente a los lados, y procurar no chocar con las cosas. Le fue explicando, aclarando todas las posibles situaciones que podían aparecer —fueran importantes o insignificantes—. Era como si ella se muriera de ganas de ir en su lugar.
Por la noche Mayor Tercero fue a visitarlos. Toda la familia se sentía animada y nerviosa, y estaban ultimando los preparativos para el viaje de Lin. La tía y Yumin metieron las nueces en una bolsa y añadieron algunas judías secas, col seca y verduras secas y saladas como regalo para la familia de Jingqiu.
Jingqiu se iba poniendo cada vez más nerviosa a medida que los preparativos se hacían más complicados, y superaban con mucho sus expectativas. Intentó explicar que el hermano y la hermana solo iban de visita a Yichang, y la ayudarían a transportar las nueces, pero los demás se comportaban como si Lin se fuera de casa por primera vez a conocer a sus suegros. Jingqiu quiso impedir el viaje, pero no le salían las palabras; era demasiado complicado rechazar una propuesta hecha con tanto afecto, sería como darle un puñetazo a una cara sonriente. La tía no le había dicho a Lin que llamara a la madre de Jingqiu «suegra», sino simplemente «profesora». Y después de tanto tiempo viviendo con la familia de la tía, ¿cómo se iba a negar a que su hijo y su hija la visitaran?
A Mayor Tercero se le veía perdido e inseguro en medio del ajetreo de todo el mundo, y su expresión solo cambió cuando se enteró de que Lin iba a acompañar a Jingqiu hasta Yichang. Se quedó helado, petrificado en medio del torbellino de actividad.
Jingqiu se lo quedó mirando, exultante de gozo. «¿No tienes tú novia? Y si tú puedes tener novia, ¿no puedo tener yo a alguien que me eche una mano?». Había lamentado permitir que Lin transportara las nueces, con la molestia extra que aquello causaría, pero ahora la decisión le parecía excelente. Era una forma perfecta de represalia.
—¿Tienes alguna bolsa de viaje que te sobre? —le preguntó Yumin a Mayor Tercero—. Una que él pueda cargar en la mano. En la ciudad no estará presentable si no lleva una bolsa.
Mayor Tercero vaciló, y al momento dijo:
—Tengo una que utilizo cuando voy de viaje. La traeré. —Pasó un buen rato antes de que volviera con un par de bolsas, y le entregó una a Lin, diciendo—: ¿Podrás llevarlas tú solo? Si no, puedo venir mañana a ayudarte. Tengo el día libre.
—Puedo llevarlas yo solo, ¿acaso no traje el cesto de nueces desde casa de mi tía? No solo puedo llevar las nueces, sino que también puedo ayudarles con las bolsas. No hace falta que vengas.
Mayor Tercero le lanzó una mirada a Jingqiu, como rogándole que lo invitara. Ella esquivó sus ojos y volvió a su habitación a recoger sus cosas. Mayor Tercero la siguió y le preguntó:
—¿Puedo hacer algo para ayudarte?
—No.
—¿Por qué se lo has pedido a Lin? Si va, faltará al trabajo. Yo tengo el día libre mañana, ¿por qué no…?
—Olvídalo, es demasiada molestia.
Él se quedó de pie a su lado, mudo, y solo reaccionó tras verla meter sus cosas en una bolsa del ejército.
—He traído unas cuantas bolsas, ¿necesitas alguna?
—No. Me iré con la misma bolsa que traje.
Él continuó mirándola mientras ella apretujaba las cosas en la bolsa con aire enfadado.
—Cuando vuelvas a tu casa, dile a tu madre de mi parte que espero que se mejore. —Tras unos momentos de silencio añadió—: Avísame cuando se te acabe el azúcar y te llevaré más.
—Gracias, pero no hace falta.
—¡Pero tu madre tiene que mejorar lo antes posible!
—Ya lo sé.
Después de otro rato de silencio, Mayor Tercero dijo:
—Vuelve cuando tengas oportunidad. Ven en mayo o junio a ver las flores del espino.
El día en que se conocieron él también la había invitado a ver las flores. Jingqiu había estado segura de que volvería para verlas, pero ahora no sabía qué contestar. En cierto modo, las flores del espino habían perdido su significado. Le invadió el desaliento por tener que abandonar aquel lugar, no quería irse, ni siquiera teniendo a aquel mentiroso al lado. Lo miró y vio la misma tristeza en su cara, la cara que una vez había prometido no volver a ver.
Los dos se quedaron en silencio hasta que Jingqiu dijo:
—Si te quedas aquí, Fang no se atreverá a meterse en la cama. Vete.
—Muy bien, me voy. —Pero no se movió—. Estás a punto de marcharte y aún no me has dicho por qué estás enfadada conmigo.
Ella no contestó, en su garganta se iba agolpando un sollozo.
—¿Has dicho… que sí?
—Si he dicho que sí, ¿a qué?
—A lo de Lin.
—No es asunto tuyo.
Mayor Tercero procuró no perder la compostura.
—Cuando he ido a recoger las bolsas, he escrito una carta para dejar claros mis sentimientos. —Dejó la carta en el escritorio, demoró la vista en ella y se marchó.
Jingqiu miró la carta, que estaba doblada en forma de paloma. Debe de ser una carta de ruptura, porque la ha escrito al saber que Lin venía conmigo. ¿Qué otra cosa podía decir? No tenía valor para abrirla, pero se la quedó mirando, odiando a Mayor Tercero.
Ella también quería escribirle una carta, decirle cuatro frescas. Agarró la misiva para ver qué tenía que decir Mayor Tercero en su defensa. Era breve.
Mañana te vas y Lin te acompaña, no yo. Has tomado una decisión y la respeto, solo espero que te haya salido del corazón. Tienes talento artístico de verdad, pero has nacido en una mala época, por lo que no puedes darle rienda suelta. No te subestimes. Debes tener fe en el dicho: «Si el cielo me creó, debo ser de utilidad». Algún día tu talento será reconocido.
Tus padres son víctimas de una injusticia, y no fue culpa suya. No debes considerarte inferior por culpa de tu clase social, ellos no han hecho nada para granjearse esa repulsa. Durante treinta años, el río fluye hacia el este, durante cuarenta años, el río fluye hacia el oeste; los que hoy están en lo más bajo quizá mañana estén en lo más alto, así que no te denigres.
Sé que no te gusta que te hable de tus trabajos temporales, pero quiero insistir en que son labores demasiado peligrosas, así que no las hagas. Si algo te ocurriera, tu madre quedaría aún más afligida. No hay que hacer ostentación de la fuerza física y, si no puedes levantar algo, no debes obligarte a hacerlo; y si no puedes tirar de un vehículo, tampoco debes hacerlo. Tu cuerpo es un capital para la revolución, y si abusas de él no conseguirás nada.
Me ignoras, y no te culpo. Eres inteligente y prudente, y debes de tener tus razones, aun cuando no me las digas. No voy a obligarte, pero si alguna vez me las quieres contar, por favor, hazlo.
Estar contigo estos últimos meses me ha hecho feliz y ha llenado mi vida. Me has ayudado a experimentar una dicha que no conocía, y para mí significa mucho. Si durante este tiempo he hecho algo malo, algo que no te gustara, espero que acabes perdonándome.
Jingqiu y el Grupo para la Reforma Educativa se marcharon el domingo a las ocho de la mañana. Al principio a Jingqiu le preocupaba que el grupo la criticara por traer a Fang y a Lin con ella, pero en realidad sus profesores la elogiaron por haberse integrado tan bien con los campesinos pobres y de clase baja, y lo argumentaron como prueba de que habían nacido en ella profundos sentimientos proletarios.
Lin transportaba la gran bolsa de nueces, así como los efectos personales de Jingqiu, y Fang ayudaba a las otras dos chicas con su equipaje. El ambiente era bullanguero, pues todos reían y charlaban. Extrañamente, no parecía el mismo interminable camino de montaña que en el viaje de ida, aunque quizá el hecho de conocer el camino y pensar en la vuelta a casa hizo que llegaran al espino en lo que pareció un abrir y cerrar de ojos. Era finales de abril y todavía no había florecido.
Jingqiu tenía calor y, mientras todo el mundo descansaba bajo el árbol, se fue hasta un lugar apartado y se quitó el jersey. Mientras se lo sacaba por la cabeza, se acordó del día en que estuvo paseando por allí con Mayor Tercero. Miró en dirección al lugar donde habían estado aquel día. Se quedó observándolo durante un rato, sin estar segura de los sentimientos que la embargaban.
Cuando Jingqiu llegó a casa se encontró a su madre muy enferma y postrada en la cama, pálida. Su hermana mantenía en equilibrio un madero curvo sobre una gran roca delante del comedor de la escuela, intentando cortarlo para hacer leña. Aquella escena desgarró el corazón de Jingqiu, y corrió hacia su hermana, le quitó el hacha de la mano y comenzó a cortar ella misma el leño, dando indicaciones a su hermana de que comenzara a cascar nueces para su madre.
—Hermano, ¿por qué no la ayudas con la leña? —le dijo Fang a Lin. Como si acabara de despertar de un sueño, Lin dio un paso hacia delante, le quitó el hacha a Jingqiu y comenzó a partir leña.
En aquella época todo el mundo utilizaba el carbón para hacer fuego. La leña era parte de la economía planificada, de manera que cada familia recibía tan solo seis kilos de leña al mes, y una vez utilizada ya no se podía conseguir más. Para ir tirando, muchas familias nunca apagaban el fuego. Por la noche utilizaban finas virutas de carbón que agregaban al fuego para que ardiera lentamente, y a la mañana siguiente le añadían más carbón. Tal vez el día anterior habían descuidado un poco el fuego, y se les había apagado. La última vez que Jingqiu había hecho leña les había dejado un buen montón, pero ya se había terminado. Por suerte Jingqiu ya estaba de vuelta, pues de lo contrario aquella noche no habrían podido cocinar.
Lin cortó el resto de leña de la familia y la amontonó para un uso posterior. Fang se rio de los trocitos de madera que la familia de Jingqiu utilizaba para encender el fuego, pues cada uno debía de tener unos siete u ocho centímetros de largo. En su casa metían ramas enteras en el fogón. Lin le había oído decir a Jingqiu que su familia solo disponía de entre tres y cinco ramas para todo el mes, por lo que prometió traer leña de su casa la próxima vez que fuera a la ciudad.
Encendió el fuego, pero tardó mucho en prender, por lo que Jingqiu utilizó un abanico para atizar furiosamente las llamas. Se apresuró para preparar pronto la comida a fin de que Lin y Fang tuvieran tiempo de darse una vuelta por la ciudad después de comer y antes de coger el autobús de vuelta. Fang quiso ayudarla, pero, a pesar de que buscó por todas partes, no encontró el armarito de la cocina ni la tabla de cortar.