—Déjame pensar algo. Voy a probar una cosa y, si no te gusta, me lo dices.
Se puso en pie y se cubrió con la guerrera, y a continuación, de cara a Jingqiu, la atrajo hacia él y la envolvió con sus brazos.
Jingqiu se quedó allí sentada, con la cabeza apoyada contra su vientre, y se dijo que debía parecer que él estaba embarazado, con aquel vientre sobresaliendo bajo su guerrera. No podía parar de reír. Mayor Tercero agachó la cabeza y la miró:
—¿Te ríes porque parece que esté encinto?
Mayor Tercero lo había adivinado y había utilizado una expresión tan «frititaria» como «encinto», lo que la hizo reír aún más. Atrajo a Jingqiu hacía sí agarrándola por las solapas de la chaqueta y la apretó más fuerte entre sus brazos.
—Ahora ya no parece que esté encinto. —Pero él también comenzó a temblar—. ¿Eres tú quien me ha contagiado este tembleque?
Jingqiu se inclinó hacia su pecho y de nuevo aquel olor la mareó. Deseó con todas sus fuerzas que él la abrazara más fuerte, que extrajera todo el aire de su interior. Avergonzada, se lo dijo, pero no tuvo valor para rodearlo con sus brazos. Los tenía colgando a los lados, como si estuviera en posición de firmes, cada vez más apretada contra él.
—¿Todavía tienes frío? —preguntó Mayor Tercero. La abrazó aún con más fuerza, y ella se sintió mejor, cerró los ojos y se ocultó en los pliegues de su ropa. Sería capaz de dormirse así y de no volver a despertar nunca.
Mayor Tercero tembló un poco más y a continuación dijo en voz baja:
—Jingqiu, Jingqiu, creía… creía que nunca podría volver a abrazarte, pensaba que la última vez te habías asustado mucho. Ahora te tengo en mis brazos, pero ¿podrías pellizcarme para comprobar que no estoy soñando?
Ella levantó la cabeza.
—Pellizcarte ¿dónde?
—Donde quieras —dijo él riendo—. Pero no hace falta que lo hagas ahora. No puedo estar soñando, porque en mis sueños no hablas así.
—¿Y cómo hablo en tus sueños?
—Cuando sueño siempre me evitas y me dices que no te siga, que aparte mis manos de ti y que no te gusta que te toque. ¿Has soñado conmigo?
—Sí. —Ella le habló del sueño en el que él la delataba a las autoridades.
—¿Por qué sueñas eso? —preguntó él, ofendido—. Nunca te haría algo así, no soy de esos. Sé que estás preocupada, y asustada, pero nunca te metería en líos. Solo quiero protegerte, cuidarte, hacerte feliz. Solo haré lo que tú me permitas hacer. Pero siempre me confundes. Dime, dímelo ahora, ¿qué me dejarás hacer por ti? De otro modo, podría hacer algo que no te gustara sin saberlo. Dímelo. Haré lo que sea, puedo hacer cualquier cosa por ti.
A ella le encantaba oírle decir aquellas cosas, pero se preguntó con cautela: «¿Le crees? Te está engañando, eso lo puede decir cualquiera».
—Quiero que me prometas no venir a verme hasta que me gradúe. ¿Serás capaz de hacerlo?
—Sí.
Pero ella no podía evitar pensar en lo que ocurriría después de su graduación.
—Cuando acabe la enseñanza secundaria me enviarán al campo y, una vez allí, ya no me traerán de vuelta.
—Sí que te traerán. —Y, dicho esto, le explicó—: No estoy diciendo que no te ame si no te traen de vuelta. Es que estoy convencido de que acabarás volviendo del campo. Y si no, tanto da, puedo seguirte allí donde te manden.
De hecho, aquello no era ningún problema para Jingqiu, pues, para ella, si dos personas se amaban no tenían por qué estar en el mismo lugar. Lo más importante era su amor, y poco importaba que estuvieran juntos o separados. Por lo que a ella se refería, quizá cuanto más separados estuvieran, mayor sería la prueba de que se amaban de verdad.
—No quiero que vengas conmigo. Solo quiero que me esperes.
—Muy bien. Te esperaré.
Ella fue aún más lejos.
—No puedo tener ninguna relación hasta que no cumpla los veinticinco. ¿Puedes esperar tanto?
—Puedo esperar. Siempre y cuando tú quieras que espere, siempre y cuando eso no te haga infeliz, puedo esperar toda la vida.
—¿Toda la vida? —Jingqiu soltó una risita—. Si esperas tanto y acabas en un ataúd, ¿de qué serviría?
—Para que me creas cuando te digo que puedo esperar toda la vida, para que creas en el amor eterno. —Mayor Tercero susurró—: Jingqiu, Jingqiu, sé que eres capaz de amar a alguien el resto de tu vida, pero no crees que nadie pueda amarte así. Es como si te consideraras insignificante, pero lo cierto es que eres inteligente, hermosa, amable, decente y adorable. No es posible que yo sea la primera persona que se enamora de ti, y no seré la última. Pero creo que soy la que más te ama.
Jingqiu era como un abstemio que de repente ha empezado a beber. El primer trago le había sabido muy fuerte, la había hecho llorar y quemado la garganta. No podía comprender cómo aquellos borrachos conseguían engullir alcohol con tanto entusiasmo. Pero tras unos cuantos tragos te acostumbrabas al sabor fuerte, hasta que al final comenzabas a apreciarlo. A lo mejor solo había un paso hasta convertirse en una auténtica adicta.
Los susurros de Mayor Tercero le habían puesto la piel de gallina. Eran suaves y una delicia para el oído. Jingqiu levantó la vista y se lo quedó mirando, totalmente enamorada, mientras él le contaba cómo se había sentido cuando se conocieron, lo triste que estaba cuando no podía verla, que la había visto jugar al voleibol subido a un andamio cerca de la escuela, que había ido hasta el pueblo de Yumin para recoger nueces y que había «sobornado» al chaval que estaba junto a los grifos para que fuera a buscarla. Había ocurrido, ella se había vuelto adicta a sus palabras, y cuanto más escuchaba, más quería escuchar. Cuando él hizo una pausa, ella le pidió:
—¿Y luego qué? Cuéntame más.
Él se rio y, al igual que le había estado contando historias en la montaña, dijo:
—Muy bien, te contaré más. —Y siguió hablando hasta que de repente se detuvo y comentó—: Bueno, ahora te toca a ti.
Ella eludió la invitación. No podía evitar pensar que era como admitir que él le gustaba, y eso era la definición perfecta de lo que su madre denominaría «un desliz». Y si ella le gustaba a él, era solo porque ella le había dicho que se alegraba de que hubiera vuelto, no había nada extraño en ello. Pero para poder decir que a él le gustaba Jingqiu de verdad tendría que gustarle sin saber que él le gustaba a ella.
—¿Desde cuándo tengo yo tanto tiempo libre como para pensar en eso? Debo ir a clase, hacer deporte.
Él bajó la cabeza y se quedó absorto contemplándola. A Jingqiu el corazón le dio un vuelco. «Se da cuenta de que le estoy mintiendo». Volvió la mirada para evitar sus ojos.
—No es inmoral echar de menos a alguien, ni enamorarse —dijo—. No hay necesidad de sentirse avergonzada. Todo el mundo se enamora tarde o temprano. —Él se mostraba convincente y ella casi estaba a punto de confesar. Pero de repente se acordó de una escena de
Viaje al oeste
, cuando Sun Yukong reta a luchar a un monstruo. El monstruo posee una pequeña botella, y si el monstruo pronuncia tu nombre y tú contestas, la botella te succiona y te conviertes en agua. Era como si Mayor Tercero llevara una botella como esa, y con solo admitir que a ella le gustaba fuera a verse succionada para no salir nunca.
—No creo que sea nada vergonzoso, pero aún soy joven, aún voy a la escuela. No puedo hacer esa clase de planes.
—A veces no es cuestión de planear. Es solo que no puedes evitar sentirlo. Yo no quiero desbaratar tus estudios, ni tampoco quiero que cada noche pierdas el sueño, pero no puedo controlarlo. —La miró y, apenado, pareció tomar una decisión—: Estudia en paz, esperaré hasta que te gradúes, y entonces vendré a buscarte. ¿Qué te parece?
A Jingqiu se le ocurrió de repente que su graduación aún quedaba muy lejos, pues faltaban meses. ¿Quería decir eso que no se verían en todo ese tiempo? Jingqiu quiso explicarle que no era a eso a lo que se refería, que «siempre y cuando nadie se entere, puedes seguir viniendo a verme». Pero se dijo que su expresión delataba que él ya había leído sus pensamientos y la estaba poniendo nerviosa a propósito para que le revelara sus auténticos sentimientos.
—¿La graduación? —dijo ella—. Falta una eternidad. Ya hablaremos de ello entonces, quién sabe cómo estarán las cosas entonces.
—Me da igual como estén, vendré a verte. Pero si antes necesitas algo, tienes que decírmelo, ¿entendido?
Él había tomado una decisión, Jingqiu se daba cuenta, y estaba dolida. Era como si no le importara verla, algo totalmente distinto del deseo de estar siempre con ella que acababa de expresar.
—¿Qué iba a necesitar de ti? —preguntó ella, furiosa—. Lo que necesito en realidad es que no vengas a verme.
Él sonrió, confuso, pero no contestó. Al cabo de un rato dijo:
—Jingqiu, Jingqiu, ¿te hace feliz torturarme así? Si te hace feliz, entonces no tengo nada que decir. Pero si tú… si tú también sufres esta zozobra, ¿por qué tienes que torturarme?
Realmente es un investigador privado, se dijo, impresionada. Puede leer exactamente mis pensamientos. Me pregunto hasta qué punto es poderosa esa botella: ¿sorberá también todo lo que ha averiguado? Comenzó a temblar de manera incontrolable y añadió con firmeza:
—No sé de qué estás hablando.
Él la atrajo más hacia sí y la consoló:
—No te enfades, no lo decía en serio, solo bromeaba. Si yo no te gusto… bueno, no pasa nada. A mí me seguirás gustando. —Frotó la cara contra la coronilla de Jingqiu.
Mientras la acariciaba así, Jingqiu notó que la coronilla se le iba poniendo caliente, y que aquel calor le bajaba a la cara y el cuello hasta que pensó que tenía fiebre. No sabía qué le ocurría, y tomándola con él, dijo:
—¿Qué estás haciendo? Si me frotas la cabeza así, se me queda el pelo todo alborotado. ¿Qué pasará cuando vuelva a mi casa?
Él se rio, e imitando su extraña manera de expresarlo, dijo:
—Que te ayudaré a arreglarlo.
—¿Qué sabes tú de arreglar el pelo? No me lo dejes como un nido de pájaros. —Jingqiu se apartó de él, se deshizo las trenzas y se lo alisó como pudo.
Mayor Tercero inclinó la cabeza y la observó.
—Estás muy bien con el pelo suelto.
—¡Eso es asqueroso!
—Solo deduzco la verdad de los hechos. ¿Nadie te ha dicho nunca que eres guapa? Te lo habrá dicho mucha gente.
—No digas más tonterías. No te estoy escuchando. Si dices algo más, me voy.
—Muy bien, me callo. Pero no es nada malo ser guapa, y si alguien lo dice no significa que tenga malas intenciones. No seas tan modesta y deja ya de enfadarte.
Al ver que ella estaba a punto de hacerse otra vez las trenzas, él dijo:
—No, llévalo suelto y deja que lo vea.
Ahora Mayor Tercero ponía una expresión de súplica, y Jingqiu, conmovida, se quedó indecisa sin saber si dejarle echar un vistazo. Él miraba y miraba, y, sin aliento, de repente dijo:
—¿Puedo besarte la cara? Prometo no besarte en ninguna otra parte.
Ella se dijo que él parecía afligido, como si le faltara el aire. Eso le dio un poco de miedo, pensó que si no aceptaba él moriría. Con cautela le acercó la cara:
—Si me lo prometes.
Él no contestó pero la abrazó con fuerza y apretó los labios contra su mejilla, cubriéndola de pequeños besos, sin salirse de la zona convenida. Su barba pinchaba y tenía el aliento caliente, y la excitaba y asustaba al mismo tiempo. Unas cuantas veces sus labios se acercaron al borde de los de ella. Temiendo que se repitiera lo de la vez anterior, Jingqiu se preparó a mantener los labios bien apretados, pero él apartó los suyos.
Mayor Tercero siguió besándola así y ella comenzó a preocuparse de que la barba le dañara la cara y se la dejara en carne viva. ¿Cómo voy a ir a casa con una mejilla roja y la otra blanca? Ella se apartó lentamente, y mientras se alisaba el pelo farfulló con coquetería:
—¿Por qué no paras?
—No volveré a verte en mucho tiempo.
Ella se echó a reír.
—¿Y qué pasa? ¿Se te ha ocurrido darme muchos besos y guardar algunos para más adelante?
—Ojalá pudiera guardarlos. —Parecía que no se encontraba muy bien, movía las manos sin ton ni son y el pecho le subía y bajaba. Se la quedó mirando.
—¿Qué ocurre? ¿Tengo las trenzas hechas un desastre?
—No —dijo él—, están bien. Se hace tarde, te llevaré a tu casa. Quién sabe si tu madre te estará buscando.
Entonces Jingqiu recordó que no le había dicho a su madre que salía. Nerviosa, preguntó:
—¿Qué hora es?
—Casi las nueve y media.
—Rápido, tengo que volver antes de que salga el último ferry. —Corrieron hacia el embarcadero y ella dijo preocupada—: ¿Dónde vas a pasar la noche?
—Donde sea, en un hotel, en la casa de huéspedes de alguna organización.
No había hoteles ni casas de huéspedes cerca del embarcadero, así que Jingqiu le dijo:
—Entonces no vengas conmigo hasta el río, o no podrás volver, y en mi orilla no hay donde alojarse.
—Eso no es problema.
—No me sigas de muy cerca, no quiero que nadie nos vea llegar al otro lado del río.
—Lo sé, te seguiré a distancia. Solo quiero asegurarme de que llegas al recinto de la escuela. —Mayor Tercero metió la mano en la bolsa, sacó un libro y se lo dio—. Cuidado, dentro hay una carta. Tenía miedo de no poder hablar contigo, así que te escribí una carta.
Jingqiu cogió el libro, sacó la carta y se la metió en el bolsillo.
—¿Dónde has ido? —refunfuñó su hermana cuando llegó a casa—. Mamá te ha estado buscando por todas partes. Se ha caído en una alcantarilla cuando volvía de casa de Wei Hong.
Jingqiu vio que su madre tenía la pierna atravesada por un gran corte rojo que le bajaba por la pantorrilla. Cubierta por el antiséptico que se había aplicado, tenía un aspecto horroroso.
—Qué tarde vuelves. ¿Dónde has estado? —le preguntó su madre subiendo la voz.
—He ido… a casa de Zhong Ping.
—Mamá me ha pedido que fuera a buscarte a casa de Zhong Ping, pero me ha dicho que por allí no habías estado —dijo su hermana.
Jingqiu comenzaba a estar irritada.
—¿Y por qué me buscabas? Ha venido a verme alguien de la Aldea Occidental y he salido. ¿Y qué hacíais vosotras metiendo a todo el mundo en esto? Ahora todos pensarán que he estado…
—No he ido por ahí para que todos se enteraran. Me han dicho que Zhong había venido a buscarte. Y cuando se ha hecho tarde y no volvías, le he pedido a tu hermana que fuera a su casa. Le he dicho a Wei Hong que quería pedirle algo prestado… tu madre no es tan estúpida. No iría por ahí diciéndoles a todos que se ha hecho muy tarde y mi hija no ha vuelto. —Su madre suspiró—. Pero salir y no decirme nada, ni una palabra de a qué hora ibas a volver… Hoy en día es peligroso. Si una chica como tú se topa con algún… granuja, tu vida quedaría destrozada.