Aventuras de «La mano negra» (8 page)

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Authors: Hans Jürgen Press

BOOK: Aventuras de «La mano negra»
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3. Un peine

«La mano negra» pensaba que con un gancho en el mango, el rastrillo podía haber sido utilizado como anzuelo para coger la llave.

—Esto es obra de un especialista en el oficio —opinó Kiki c. a.

—¿Quién ha sido el último que ha utilizado el rastrillo? —preguntó Adela al vigilante.

—El último fue el jardinero. Ayer estuvo cortando el césped.

Félix se inclinó y examinó los cortes de la hierba.

—¿Qué clase de hombre es el jardinero? —se informó.

—Es difícil de decir —opinó Roldán—. No lleva mucho tiempo con nosotros.

En ese momento, Kiki c. a. señaló algo que estaba en la hierba.

—¡Mirad allí!

Kiki c. a.lo levantó en alto; era un peine de bolsillo marca Delux.

—Lo tiene que haber perdido el ladrón —reflexionó Adela.

—O el jardinero —se opuso Félix—. Yo opino que el jardinero puede ser el culpable.

La pandilla fue en busca del jardinero y lo encontró en el jardín de los dragones, segando césped.

—Hola, ¿qué hay? —les preguntó, y se secó el sudor de la frente.

—¿Perdió usted algo ayer? —preguntó Félix.

—¿Yo? No. No echo nada en falta.

—Es verdad —dijo Rollo riendo—, ya lo vemos.

¿Por qué no pertenecía el peine al jardinero?

4. El grito

—Desde luego, un hombre calvo no puede perder un peine —opinó Adela—. Pero ¿de quién será entonces?

Rollo examinó otra vez el peine con la lupa y descubrió un cabello negro rizado.

—Esto quizá nos ayude más adelante —dijo Félix, y metió peine y cabello en un sobre.

—¿Y ahora? —pregunto Kiki c. a.

—Ahora tenemos que buscar refugio rápidamente —dijo Adela—, pues está empezando a llover.

«La mano negra» corrió bajo el tejadillo que bordeaba la casa del elefante y observó con atención a los visitantes, que iban de prisa hacia la salida. Había pasado aproximadamente una media hora cuando un grito resonó en el parque. Luego se oyeron otros muchos gritos.

La pandilla estaba como electrizada.

—¡Allí! —gritó Félix, y señaló un edificio.

Echaron a correr y se pararon ante una pajarera. Félix miró alrededor rápidamente y mostró la puerta de la jaula.

—¡No está cerrada! —dijo—o Y ahí hay plumas.

—¿Habrán robado un papagayo? —preguntó Adela.

—Vamos a ver —dijo Rollo.

—¡En efecto! —contestó casi al mismo tiempo Kiki c. a.—, han robado una cacatúa. E incluso sé cómo se llama.

¿Qué nombre tenía la cacatúa robada?

5. ¡Aquí está
Clara
!

La cacatúa que habían robado se llamaba
Clara
.

—¡Qué lástima! —dijo el vigilante—o Es la que mejor hablaba de toda la familia de los papagayos.

—¿Y qué podemos hacer ahora? —preguntó Adela.

—No es fácil robar un animal que habla —opinó Kiki C. a.

—Exacto —dijo Rollo—. Si el ladrón lo tiene consigo, se delatará a sí mismo.

—Entonces tiene que sacar a
Clara
de la ciudad tan rápido como le sea posible —dedujo Kiki C. a.

—Por ejemplo, en tren.

Félix se apuntó a la frente con el dedo índice y gritó

—¡Caramba! ¡Esto es algo! Tenemos que ir a la estación.

Estaban cargando el vagón postal del tren de la tarde cuando llegó «la mano negra». Se acercaron al carro de los paquetes y llamaron en voz baja:


¡Clara! ¡Clara!

—Aquí no hay ninguna
Clara
—dijo severamente un empleado del ferrocarril.

La pandilla quiso explicarle de qué
Clara
se trataba mientras escuchaba con atención cualquier ruido. Muy bajo, pero con claridad se oyó una voz:

—¡Aquí echtá
Clara
! ¡Aquí echtá
Clara
!

Todos se quedaron quietos, observando los paquetes hasta que Rollo levantó la mano.

—Ahí. En ese paquete debe de estar
Clara
. Tiene una dirección extraña...

¿Cómo se llamaba el destinatario del envío?

6. Investigación por hilo

—Curioso nombre: lord Caro —dijo Adela.

—Posiblemente es un nombre falso —opinó Félix—. ¿Vamos a Villagarcía?

—Nos lo podemos ahorrar —dijo Kiki C. a.—. ¿Para qué está el teléfono?

Diez minutos más tarde «la mano negra» estaba en una cabina telefónica. Félix marcó.

—Estafeta de Villagarcía —respondió una voz.

—¿Conocen ustedes a un tal lord Caro? —preguntó Félix.

—Un momento, por favor.

El momento duró casi tres minutos y Adela tuvo que echar dinero dos veces, pues era una conversación interurbana.

—Esto va a ser muy caro —opinó.

—¡Chist! —dijo Félix, y escuchó con atención. Cuando terminó la conversación, respondió—: ¡Gracias!

—¿Qué pasa? —le preguntaron los demás.

—Como era de esperar, lord Caro es desconocido allí.

En ese momento, alguien llamó fuertemente a la puerta de cristal de la cabina.

—¿Cuánto tiempo vais a tardar todavía? —protestó fuera un hombre.

Kiki c. a. abrió la puerta.

—¡Entre, señor director! —dijo—o Hemos terminado.

Kiki C. a. le dio a Félix un codazo en el costado y anunció:

—Lord Caro irá en breve a Villagarcía.

—¿Es eso verdad? —preguntó Félix.

—Sí —contestó Kiki C. a. alegremente—. Tiene algo que hacer allí personalmente.

¿Qué profesión tenía lord Caro?

7. La señora mentía

El espectáculo Trix con el mago lord Caro se presentaba aquella misma noche. «La mano negra» acudió al teatro municipal y se coló en el patio donde los artistas descargaban el vestuario. Disimuladamente, observaban cuanto sucedía.

—¿Y si preguntamos quién es lord Caro? —dijo Rollo en voz baja.

—No —advirtió Félix—, así llamaríamos la atención.

—Claro, ¿sabes qué es mejor?

—Lo sé —dijo Adela—. Es mejor hacernos los tontos. —Se dirigió a una señora muy pintada que se esforzaba en sacar un maletín de entre dos cajas—: ¿Puedo ayudarla? —preguntó Adela, mientras la ayudaba a tirar del maletín.

—¡Muchas gracias! —dijo la señora.

—¡Cuántas cajas! —exclamó Adela sorprendida—. ¿Lleva usted animales dentro?

—Sí —contestó la señora—. Conejos y palomas.

—¿También lleva animales salvajes? —preguntó Adela, y pensó en la pequeña pantera que habían robado en el parque zoológico.

La señora la miró con desconfianza.

—¡No! —dijo secamente, y se marchó.

—Yo creo que miente —aclaró Adela un poco más tarde a los otros.

—Es posible —opinó Félix—. Pero no lo podemos probar.

—Sí que podemos —dijo Rollo—. Apuesto a que aquí también hay animales salvajes. Leed lo que dice allí.

¿Qué había leído Rollo?

8. El señor Heinrich

—Una caja que tiene la inscripción «Cuidado, animal peligroso», no creo que contenga precisamente conejos —aclaró Rollo.

—Mañana iremos a la representación —dijo Félix.

El programa comenzaba a las 16.00, y por fin se levantó el telón para el
show
mágico de lord Caro.

—Es una cacatúa —se le ocurrió decir a Kiki c. a. en cuanto vio un pájaro en el escenario.

También los otros lo habían visto. Pero ¿era en realidad
Clara
?

—¡Señoras y señores! —Lord Caro tosió ligeramente—. Primero quisiera presentarles al señor Heinrich, mi ayudante. —Lord Caro sostenía un micrófono ante la cacatúa—. ¿ Tendría la bondad de saludar al público, señor Heinrich?

—Buenos días, señoras y señores.

Por el altavoz se oyó una voz como un graznido. Luego, lord Caro habló un rato con la cacatúa. «La mano negra» movía incrédula la cabeza. No podía ser
Clara
. De pronto Félix se golpeó las rodillas.

—¡La cacatúa no abre el pico!

—¿Será ventrílocuo lord Caro? —murmuró Adela.

—Silencio —gruñó una señora junto a ellos.

Después de un rato Rollo dijo en voz baja:

—Nadie imita la voz de los pájaros. ¡Atención al cable del altavoz!

¿De dónde provenía la voz del pájaro?

9. Huella reciente

Un hombre, cuyas puntas de los zapatos asomaban por debajo de la cortina, imitaba la voz de la cacatúa.

—Tiene que venir el vigilante del zoo —susurró Félix—. Él conoce a
Clara
.

A continuación, abandonaron la sala y se dirigieron al zoo.

El vigilante estaba en el sector de fauna tropical.

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