B-10279 Sobreviviente de Auschwitz (4 page)

BOOK: B-10279 Sobreviviente de Auschwitz
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- Por ejemplo, cuando se aproximaban las fiestas de pascuas, por tradición, nuestro pueblo en lugar de pan consumía "matzá", galletas. La administración Rumkowskí (Bairat), tranquilizó a la población del ghetto con una publicación que decía: "Está en proceso la matzá de harina de sorgo, la gente podrá optar por uno o por otro". Nuestra familia optó por matzá, pero esta galleta de sorgo no era nada rendidora y pasamos la fiesta de pascuas con un hambre terrible.

¿Los alemanes podían entrar al ghetto para ensañarse y molestar a la población?

- No sucedió esto, pero lo efectuaron de otro modo. Funcionaba la “Kripo", policía criminal. La tarea era elegir entre los habitantes del ghetto a los pudientes. A los que antes de la guerra eran dueños de un comercio, por medio de castigos y torturas les exigían que les entregaran joyas u otros valores. El citado era desnudado y con látigos le propinaban castigos; era golpeado brutalmente. El padre de mi amigo tenía antes de la guerra una carnicería; fue llamado por la Kripo. Logró sobrevivir por su fortaleza física, pero quedó destrozado. Por casualidad pasé por el lugar donde estaba la mansión de la Kripo (antes de la guerra había allí un convento). Quedé horrorizado al oír los gritos desde esa mansión amurallada. Traté de evitar pasar por ese lugar otra vez. Durante cuatro años y medio, fueron víctimas allí, centenares de hombres.

¿Los niños que nacieron en el ghetto tenían alguna posibilidad de sobrevivir?

Los pocos que allí nacieron no tenían posibilidad de desarrollarse, estaban condenados. Los niños de más de dos años tenían más oportunidad para subsistir, porque la ración diaria era la misma para menores como para mayores. Los niños en el ghetto maduraban antes de tiempo. Eran callados, en sus rostros faltaba la alegría, se les veía tristes. Comprendían lo que significaba vivir allí.

¿Pudiste lograr algún progreso en tu nuevo trabajo?

A medida que pasaba el tiempo aprendía algo nuevo. El encargado de la parte mecanizada, sección tornos, me eligió para integrar su grupo.

Era para mí muy reconfortante el pase a esta sección, porque tenía una pasión muy grande por aprender tornería. Mi superior de nombre Gurvitz ya era técnico en el ramo, poseía grandes conocimientos en mecánica y al lado de él tenía la posibilidad de aprender y hacer avances.

EN EL AÑO 1942

El tiempo transcurría lentamente y nos acercamos al invierno del 42.

En el frente del este, el ejército alemán quedó detenido por el intenso frío, nevadas y por la resistencia cada vez mayor de los soviéticos.

Para nosotros, los que estábamos encerrados en el ghetto, no se vislumbraba por el momento ninguna salvación que sólo podía llegar desde afuera.

Los alemanes solicitaron a medida que pasaba el tiempo una mayor producción. La necesidad principal que tenían era la confección de vestimenta para sus soldados que quedaron empantanados.

La administración del ghetto alegaba que no disponía de suficientes máquinas. En poco tiempo empezaron a llegar grandes transportes de máquinas de coser. Los alemanes las habían confiscado de las zonas por ellos ocupadas. Las máquinas llegaban todos los días, muchas de éstas eran modelos antiguos. La cantidad era tan grande que colmaba todos los depósitos disponibles.

Por orden de los alemanes fue abierta la gran iglesia (Catedral), que fue convertida en depósito para apilar las máquinas que seguían llegando.

Esta iglesia ocupaba una manzana, estaba ubicada en la zona del ghetto y frente a ésta pasaba el tranvía. La calle estaba toda alambrada. Los polacos que pasan miraban con estupor por las ventanillas del tranvía como los pobladores del ghetto estaban profanando su iglesia. Era una táctica de los alemanes para inculcar odio hacia nosotros. Mucha gente de nuestro establecimiento fue destinada para ayudar a la descarga. Pero llegó un día en que el ingreso de maquinaria declinó y cesó por completo. La llegada de esta gran cantidad de máquinas de coser creó un problema, porque a la mayoría de estas les faltaba la bobina. Puede ser que se hubieran perdido en el transporte y esto era lo más probable. Los alemanes no las pudieron proporcionar sus industrias funcionaban sólo para crear armamentos con fines bélicos.

Los más expertos de nuestra planta opinaban que no estaban en condiciones de fabricarla, porque se trataba de mía pieza de alta precisión y no disponíamos de los medios necesarios. Pero el dirigente de nuestra sección demostró que era factible.

Prácticamente a mano, confeccionó la primera bobina y funcionó perfectamente. El hecho llegó al presidente del ghetto, Rumkowski. Este se hizo presente, concediendo a nuestro establecimiento un privilegio. Consistía en elevar el trabajo de 8 a 12 horas diarias, compensadas con una sopa adicional.

La primera bobina fue puesta en exposición, tenía un brillo igual a un espejo. Rumkowski exigió 100.000 a corto plazo. No era una tarea fácil. El responsable del proyecto fue el dirigente de nuestro grupo. Quedó ascendido a instructor y bajo su dirección se comenzaron los trabajos necesarios. Había que hacer dibujos moldes, matrices, inventar sistemas.

Los días de trabajo de 12 horas parecían interminables. Pero la sopa adicional nos venía bien.

El frío ya se hacía sentir a esta altura del año y una bombita eléctrica que tenía pegada cerca del torno me servía para calentarme los dedos congelados. A mediodía en la planta, el trabajo quedaba cortado por una llora y esto nos posibilitaba consumir la sopa.

Eran dos muchachas las que estaban a cargo de la tarea de repartirla, una controlaba las tarjetas y la otra la despachaba. La muchacha con el cucharón en la mano, tenía suma habilidad para conformar a sus hambrientos "clientes".

Si había algún reclamo, volcaba el contenido de nuevo en el cucharón para comprobar si el reclamante tenía razón.

La sopa consistía en tres trocitos de papas y el resto era líquido. A mi me despachaba bien, me recompensaba por el pelapapas que había hecho para ella.

Recuerdo el día cuando de improviso apareció el comisario del establecimiento. Nuestra sección que estaba ubicada al fondo del local ya estaba ocupada en sus tareas. El motor principal ya había entrado en su función habitual, pero las personas de las otras secciones, por ser un amanecer muy frío, se hallaban todavía alrededor de una especie de estufa de la que emanaba calor. El comisario entró a inspeccionar y al no encontrar todavía a la gente en sus respectivos lugares de trabajo, castigó a todos los operarios de esa planta. El castigo consistió en no repartir las tarjetas para consumir el alimento diario (la sopa), a excepción de nuestra sección, pues nos repartieron los cupones sin problemas. Pero nos solidarizamos con los demás compañeros y los devolvimos. Prácticamente no había probado un bocado en todo el día. Cuando llegué a casa caí extenuado.

El tiempo transcurría lentamente y parecía una eternidad. La dieta que se soportaba en el ghetto debilitaba a todos.

Nos enteramos que los alemanes quedaron estancados en el frente ruso, sin hacer avances de importancia. Para proteger a las tropas del congelamiento de los pies, se creó en el ghetto una nueva industria. Consistía en fabricar botines de paja. Primero se trenzaba la paja, luego se confeccionaba el botín, finalmente se le daba un baño con un preparado asfáltico. Varios miles de mujeres se especializaban en este tipo de trabajo.

Otra industria era la que fabricaba alfombras de los retazos de sastrería o simplemente de trapos de vestimenta o de sábanas que venían en grandes cantidades y no se sabia de donde. Luego supimos que éstos venían de los campos de exterminio, de la gente que fue llevada a las cámaras de gas. Las alfombras las utilizaban para las trincheras. Centenares de mujeres se especializaban en diseñarías, todas a mano y en colores, lo que les daba un aspecto muy original. Los alemanes necesitaban la mano de obra del ghetto y trataron de mejorar en algo a los desfallecientes trabajadores. Mi hermana Ana trabajaba en mía fábrica de alfombras. Locales, donde antes de la guerra se exhibían películas, quedaron habilitados y fueron convertidos en comedores populares. A los operarios de los establecimientos industriales por necesitar de su mano de obra especializada y regalada, se les compensaba con una cena adicional. Esas cenas bien servidas sólo duraban dos semanas, pero salvaron a muchos de la inanición. Funcionaron algún tiempo y quedaron interrumpidas.

- ¿Se logró algún progreso con respecto al proyecto de fabricación de las bobinas?

- El instructor del grupo quien tenía la mayor responsabilidad trabajó sin tregua. Inventaba diferentes e interesantes aparatos para cada función específica. Al lado de él yo tenía oportunidad de aprender. A la vez quedé contagiado de su entusiasmo y del empeño extraordinario de mi superior. Estábamos casi seguros, que a corto plazo íbamos a tener un éxito rotundo. Pero aconteció algo que interrumpió el proyecto que casi estaba por concretarse. Los alemanes descubrieron en algún lugar desconocido para nosotros, un escondrijo donde había gran cantidad de partes de máquinas de coser y también bobinas originales americanas. Miles de repuestos Singer (Simanco), fueron proporcionados a la dirección de nuestro establecimiento. Los moldes fueron ubicados en un estante y allí permanecieron sin prestar ninguna utilidad.

La penosa vida en el ghetto seguía sin variantes. Se acercaba el tan temido invierno y no se vislumbraba ningún cambio. Había que enfrentar la difícil situación y luchar para sobrevivir.

EN EL AÑO 1943

El año 1943, comenzó con importantes acontecimientos. En el diario local alemán apareció en la primera página la foto del Gral. Von Paulus, en un recuadro negro y el título decía que había caído en la batalla de Stalingrado. Lo ascendieron a mariscal y decretaron tres días de duelo. La verdad de este acontecimiento fue otra. Hitler había ordenado a este general conquistar la ciudad de Stalingrado para abrirse paso a los ricos yacimientos petrolíferos de aquella zona. Von Paulus, al mando del sexto ejército, lanzó una gran ofensiva pero fracasó. Quedó aislado por el ejército soviético y obligado u rendirse. Esta versión se obtuvo de los radioescuchas que lo captaron por onda corta, de Londres o Moscú. Dicha noticia se esparció y llegó a los habitantes del ghetto produciendo alegría y esperanza.

¿Este revés influyó en algo para que cesaran las persecuciones?

En absoluto, el departamento de asuntos raciales seguía con el plan de aniquilamiento. De los poblados y ciudades cercanas fueron capturados judíos y trasladados al ghetto de Lodz. Varios miles de ellos llegaron, algunos eran familiares nuestros. Mis padres hicieron lugar para dos primos. No todos tenían la suerte de ser evacuados a Lodz, mucha gente fue llevada hacia un destino desconocido para ellos; al exterminio.

Había pasado un tiempo relativamente corto y surgió un acontecimiento de honda preocupación. Rumkowski, hizo saber en un discurso, que los alemanes exigían se les entregara a los niños que tuvieran hasta 10 años y a los mayores desde los 50 años. La tesis alemana era que el ghetto iba a quedar transformado en un campo de trabajo y los niños iban a ser trasladados a otro lugar. Se les daría una mejor educación y los mayores se ocuparían de esa tarea.

Rumkowski, encomendó a la policía del ghetto cumplir con la exigencia alemana. Por medio de un registro comenzaron la tarea de seleccionarlos. Pero les fue imposible, las madres se les opusieron tenazmente.

- ¿Hubo alguna reacción alemana Frente a esta oposición?

- La reacción alemana no se hizo esperar. Los nazis emplearon sus métodos a los que nadie osaba oponerse. En la plaza frente a nuestra vivienda observamos que se hacían trabajos con troncos de madera y esto nos llamó la atención. Una vez finalizados nos dimos cuenta que se trataba de cadalsos. Los alemanes decretaron el toque de queda; bajo la pena de muerte estaba prohibido salir a la calle. En vehículos militares aparecieron oficiales nazis pertenecientes a la Roll Komando; eran corpulentos, tipos especialmente adiestrados. Vehículos con ametralladoras fueron colocados alrededor de la plaza. Apareció un camión que trajo en su interior a hombres que ya tenían las manos atadas hacia atrás. Eran judíos capturados de lugares cercanos de Lodz. Los nazis con látigos los hicieron subir al cadalso uno por uno. Un joven de unos 18 años se resistió. Los latigazos caían sobre el desdichado; destrozado lo arrastraron para ahorcarlo. El último grito desesperado de los sentenciados era: Shma Israel (Oye Dios de Israel). El eco seguirá por siempre retumbando en mis oídos. En dos cadalsos fueron ahorcados 18 hombres. Cumplida la sentencia los nazis formaron con el brazo en alto, señal de que la tarea fue cumplida en honor a Hitler. Varios días los hombres estuvieron expuestos con las sogas en el cuello, mostrando un espectáculo horripilante. El propósito era atemorizar a la población del ghetto. El toque de queda estaba vigente. Los comandos alemanes acompañados de la policía del ghetto, iban casa por casa y seleccionaban preferentemente a los niños y a los ancianos.

Cuando llegaron a nuestro edificio de apartamentos, reconocí que eran los mismos verdugos alemanes que ahorcaron en la plaza a los 18 hombres. A gritos exigían a todos bajar al patio del edificio. Amenazaban con fusilar de inmediato a los que no obedecieran. Con armas cortas y látigos, seleccionaron un numeroso grupo entre los vecinos. Fueron llevados en un camión y luego evacuados a un destino desconocido.

Después de finalizada la guerra, se pudo saber que perecieron en el campo de exterminio Maidanek.

Entre ellos fue mi hermanito Leibush, de 10 años.

En todas las casas se oían llantos, en todas faltaban integrantes. Un verdadero duelo colectivo. Los nazis castigaban a la población del ghetto donde más dolía, 25 mil habitantes fueron evacuados, la mayoría niños. Por mucho tiempo los padres de los pequeños que les fueron arrancados de los brazos, no se pudieron reponer del shock, quedaron destrozados y envejecidos.

El toque de queda fue levantado después de 15 días de duración y la gente del ghetto tuvo que reincorporarse a sus tareas cotidianas.

- Después de este acontecimiento ¿hubo alguna reacción entre la población?

- Todos sentíamos un odio incontenible contra los nazis. Este acontecimiento provocó un deseo de venganza sin límite. Pero estábamos en una situación deplorable. Nos encontrábamos dentro de una gran cárcel impotentes para vengarnos. Un acto contra los alemanes era impensable, podía significar un alto costo en vidas humanas. Mataran a cientos y quizás a miles de nosotros. Lo sensato era resistir y esperar.

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