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Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

Bruja blanca, magia negra (42 page)

BOOK: Bruja blanca, magia negra
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Todavía resentida, bajé los escalones cubiertos de sal que conducían hacia el jardín y seguí el mismo camino que había recorrido la semana anterior. Había muchas posibilidades de que Al no accediera a mi petición y me viera obligada a mandar a Bis de vuelta a casa para coger la bolsa que solía llevarme cuando pasaba la noche fuera provocando que Al se echara unas risas y que yo realizara diez hechizos más antes del amanecer del día siguiente.

Miré hacia atrás y descubrí la ventana de la cocina cubierta de pixies, pero Jenks no se encontraba entre ellos. Poco a poco me liberé del sentimiento de culpa por haberme marchado a sabiendas de que no podía seguirme, pero tampoco me iba a enfrentar a ninguna situación peligrosa. Era como cuando le pedías a tu entrenador saltarte la carrera ese día para descansar. Podía llevarme un tortazo, pero no me jugaba la vida.

—No va a colar —me dije entre dientes mientras pasaba por encima del pequeño muro que separaba el jardín en el que cultivaba las hierbas para los hechizos del cementerio. El frío parecía clavarse en mi pecho como un cuchillo, y aminoré la marcha para no congelarme la nariz por respirar demasiado rápido. La fatiga no era nada nuevo y disponía de todos los trucos para mantenerla a raya. Podía sentir la línea luminosa brillando de forma tenue en mi mente, pero en lugar de acercarme a ella, me dirigí hacia la estatua de Pierce. No necesitaba estar encima de una línea para hablar con Al, y el área de tierra no consagrada rodeada por terreno santificado evitaría que Al pudiera deambular por ahí si decidía pasar a este lado.

El monolito de Pierce, que representaba a un ángel de rodillas agotado tras la batalla, resultaba espeluznante; con un aspecto no del todo humano, con los brazos demasiado largos y los rasgos que empezaban a consumirse a causa de la polución y la baja calidad de la piedra. Aquella sería la tercera vez que utilizaba aquel trozo de cemento de color rojo para invocar demonios, y el hecho de que empezara a tomármelo como una costumbre más resultaba preocupante.

—¿Bis? —exclamé alzando la voz. Entonces di un respingo cuando la gárgola aterrizó en el hombro del ángel como una exhalación, levantando una leve ráfaga de aire que olía a polvo de roca.

—¡Por todos los demonios! —grité, volviéndome hacia la iglesia para ver si alguien había notado mi sobresalto—. ¿Qué me dices de una advertencia, tío?

—Lo siento —se disculpó el ser adolescente de treinta centímetros de altura, pero sus ojos rojos giraban divertidos a tal velocidad que supe que no lo sentía en absoluto. Su piel pedregosa se había vuelto negra al absorber todo el calor nocturno que había podido, pero sería capaz de cambiarla, incluso si se encontraba en un estado letárgico, a la salida del sol. Cuando creciera, tendría un mayor control sobre su sueño, pero en aquel momento, como la mayoría de los adolescentes, durante las horas de sol dormía como un lirón. Jenks le permitía vivir en nuestra iglesia a cambio de que vigilara el terreno durante las cuatro horas, alrededor de medianoche, en las que los pixies solían dormir. Había estado haciendo mucho más que eso desde que las temperaturas habían descendido por debajo del nivel de tolerancia de los pixies. Él y Jenks se llevaban de maravilla, puesto que a Bis lo habían echado de su antigua basílica por escupir a la gente y a Jenks eso le parecía estupendo.

—¿Por qué está Jenks enfadado con usted? —preguntó plegando las alas.

Torcí el gesto.

—Porque cree que tiene que protegerme y voy a sitios a los que él no puede venir —expliqué—. ¿Se nos oye desde aquí?

La gárgola se encogió de hombros y miró hacia la iglesia.

—Solo cuando gritan.

Solo cuando gritamos
.

Tras sacudir la nieve de la base de la estatua del ángel, dejé las galletas en el suelo y saqué el espejo.

—¡Guau! ¡Qué alucine! —exclamó Bis en el momento en que el cristal de color vino devolvió el reflejo de la luz de la luna. Bajé la vista para mirarlo y sentí cómo el frío atravesaba la piel de mis guantes. Estaba de acuerdo con él, aunque era de la opinión de que algo que se utilizaba para invocar demonios no debería ser hermoso. Aquel era mi segundo espejo, hecho con un palo de madera de tejo, un poco de sal, vino, una pizca de magia y un montón de ayuda de Ceri. El primero lo había estrellado contra la cabeza de Minias cuando el demonio me había dado un susto de muerte. Ceri también me había ayudado a hacerlo. Era un glifo de contacto, no una maldición invocadora, y el pentáculo rodeado por un doble círculo junto con los símbolos podía abrir una senda hasta siempre jamás y con cualquier demonio con el que quisiera hablar. No necesitaba conocer su nombre de invocación, solo el común. Eso, y la palabra mágica que permitía entrar en contacto con la magia comunal del demonio. Algunos días deseaba no conocer aquella palabra.

Con los nervios a flor de piel, me encorvé para sentarme en el borde del monolito, junto a las galletas, y coloqué el espejo sobre mis rodillas intentando que no se cayera. A continuación, me quité el guante de la mano derecha y coloqué la palma en la cavidad del amplio pentáculo. El cristal tintado me pareció congelado sobre mis dedos desnudos, y el espejo hechizado trasladó el frío de la noche a mi interior. Alzando la vista hacia Bis, que me vigilaba muy de cerca, dije:

—Si Al se presentara, sitúate en terreno consagrado, ¿de acuerdo?

La gárgola, del tamaño de un gato, agitó nerviosamente las alas.

—Vale.

Satisfecha, presioné con mayor firmeza y estiré la mano para tocar la cercana línea luminosa.

La energía que parecía haber captado el frío de la noche se abrió paso y se contrarrestó en mi interior con una inusual oleada de vértigo. Sorprendida, me incliné hacia atrás hasta que mis hombros chocaron con la estatua en busca de equilibrio. ¿
Qué demonios es esto
? El flujo de energía era irregular y hacía que me sintiera casi mareada. La extraña sensación podía deberse a la delgadez de mi aura. Tal vez las auras funcionaban como filtros para nivelar las subidas y bajadas y convertirlos en una corriente constante. Cuanto más tiempo sujetaba la línea, peor me sentía.

Bis descendió y se situó junto a mi rodilla con expresión preocupada; las garras de sus zarpas parecieron aumentar de tamaño al entrar en contacto con la nieve.

—¿Se encuentra bien, señorita Morgan? —preguntó.

Asentí lentamente con la cabeza.

—Estoy algo mareada —dije apoyando de nuevo el espejo sobre las rodillas para esconder detrás de mi oreja el mechón de pelo que flotaba en el aire.

—Su aura sigue siendo demasiado fina —dijo Bis—. ¿Está segura de que es una buena idea hacer esto?

Lo miré pestañeando para librarme de los restos del vértigo.

—¿Puedes ver las auras? —pregunté. Apenas terminé de decirlo, puse los ojos en blanco. Bis era capaz de ver todas y cada una de las líneas luminosas de Cincinnati, del mismo modo que yo podía ver auras en el cielo diurno. Cuando él me tocaba, yo también podía verlas. ¿Cómo no iba a ver las auras?

Allí fuera hacía un frío glacial, y dado que ya estaba conectada a una línea, solo me faltaba llamar a Al. Con un ligero temblor de manos producido por el mareo, presioné fuertemente con la mano y pensé:
Mater tintinnabulum
para abrir una conexión. La energía de la línea luminosa penetró en mi interior y mis labios se separaron cuando jadeé. ¡Dios! Tener un aura tan fina era una mierda (sentía que iba a marearme de nuevo) y me pregunté cuánto tardaría en volver a la normalidad.

Cerrar los ojos era aún peor, de manera que me esforcé por mantenerlos abiertos. Era como si me encontrara en un enorme espacio abierto, pero a diferencia de las ocasiones anteriores, en las que me parecía escuchar a un montón de gente hablando en susurros, solo percibía unas pocas voces.
Al
, pensé de nuevo, concretando mi objetivo, y sentí que una parte de mí salía volando en una dirección desconocida mientras una débil vibración parecía retumbar en mi mente.

Estaba contactando con el demonio, lo que era diferente de invocarlo. Si invocaba a Al en el interior de un círculo, estaría sometido a mis caprichos y se vería atrapado en el interior hasta que saliera el sol o consiguiera escapar por medio de algún engaño o por falta de interacción con la persona que lo había invocado. Por otro lado, también estaría cabreado, puesto que tendría que pagar el precio de cruzar las líneas. No, estaba llamándolo, que resultaba mucho más barato desde el punto de vista de las máculas demoníacas. Podía ignorarme, aunque nunca renunciaba a la oportunidad de charlar un poco y de lucirse. También podía utilizar la conexión para dar el salto hasta nuestra realidad, y aquella era la razón por la que lo hacía allí fuera. Por mucho que hubiéramos llegado a un acuerdo, Algaliarept era un demonio, y no tendría el más mínimo inconveniente en hacer daño a Ivy o a Jenks solo para que me enfadara y verme impotente.

Como era de esperar, el demonio respondió de inmediato, y el inusual vértigo debido a la delgadez de mi aura se desvaneció. Mi visión periférica se restringió hasta que mi campo visual quedó reducido a una especie de túnel.

¿
Bruja piruja
?, retumbaron sus pensamientos en los míos. Parecía sorprendido y confundido, y fue casi como si pudiera escuchar el elegante y preciso acento de la televisión británica que solía utilizar. No tenía ni idea de por qué hablaba así.
Es pronto
, pensó, dándome la impresión de que se esforzaba por ordenar las ideas que flotaban en su mente.
Es pronto
, ¿
verdad
? A continuación vaciló unos instantes y pensó: ¡
Maldita sea
! ¡
Pero si son las cuatro de la mañana
!
Si lo que quieres es que intercambiemos mi nombre de invocación por esa vieja marca de Newt, la respuesta es no. Me gusta la idea de que me debas dos marcas, y estoy disfrutando de que no me obliguen cada dos por tres a cruzar las líneas para contestar a alguna pregunta estúpida proveniente de alguna persona estúpida. Incluida tú
.

La preocupación de que nunca cumpliera nuestro acuerdo se apoderó de mí, pero necesitaba su nombre para ganarse la vida y, antes o después, querría recuperarlo. Estaba endeudado hasta las cejas y, por si no bastara, tenía que sufrir la humillación de no disponer de un familiar que le preparara los hechizos y maldiciones. Para colmo, ahora vivía en un cuchitril de mala muerte en lugar de en la mansión subterránea de diez habitaciones de la que se quejaba continuamente. Había tenido que venderla toda, a excepción de la cocina y la habitación delantera, para sobornar a los peces gordos demoníacos y que le dejaran en libertad condicional.

A pesar de sus continuas quejas, no era tan desdichado, pero yo era la única bruja viva cuyos hijos, técnicamente, podían ser demonios… y le pertenecía. Bueno, más o menos. Era su discípula, no su familiar, y solo disponía de mí una vez a la semana. Por desgracia para mí, era los sábados. No es que estuviera saliendo con nadie, pero a las chicas les gusta tener los fines de semana libres por si acaso.

El hecho de que todavía estuviera en posesión de su nombre de invocación implicaba que no podía seguir ejerciendo por cuenta propia su trabajo de engañar a gente estúpida para que se convirtieran en siervos demoníacos y venderlos al mejor postor. La posibilidad de que pudieran invocarme a través de su nombre no me resultaba tan molesta como había pensado en un principio. Se me daba tan bien hacer que se aterrorizaran que no se les volvería a ocurrir invocar a Al y estarían a salvo. Tan pronto como Al se enterara, querría recuperar su nombre. Esperaba.

La curiosidad se apoderó de él cuando me quedé en silencio, y finalmente añadió: ¿
Qué quieres
?
Si crees que voy a dejarte volver antes mañana por haber empezado antes hoy, te equivocas
.

Busqué a Bis con la mirada. La gárgola parecía preocupada, movía inquieta sus zarpas y utilizaba la punta de una de sus alas para rascarse la espalda.

—Esto… —dije en voz alta para que el joven ser de piedra pudiera escuchar, al menos, la mitad de la conversación—. ¿Podrías darme la noche libre? No me encuentro muy bien.

Percibí una ligera confusión de fondo, pero Al estaba solo, de lo contrario habría captado sus pensamientos sobre quienquiera que estuviera con él. ¿
Que no te encuentras bien
?, pensó. Entonces vaciló y tuve la impresión de que no estaba contento con su aspecto. Sentí un ligero aumento de energía en su mente, seguido por un arrebato de satisfacción, entonces añadió: ¿
Quieres que te dé la noche libre porque no te encuentras bien
?
No
.

Percibí que estaba a punto de interrumpir la conexión y le espeté:

—Pero ¡si te he hecho galletas! —gimoteé sabiendo que si me hacía la tonta, tal vez cediera. Sabía de sobra que no era estúpida, pero le gustaba que me lo hiciera, como si pudiera manipularlo. Y, al fin al cabo, era eso lo que hacía, de manera que estaba por ver quién era el más listo de los dos.

El leve cosquilleo que provenía de él tocó los faldones de terciopelo verde y encaje, y supuse que se estaba acicalando.

¿
Y qué demonios me importa
?, pensó, pero había surgido un destello de interés oculto y sonreí al ver la expresión preocupada de Bis.

Exhalé, sin importarme que Al pudiera percibir mi alivio por el hecho de que no se hubiera largado dejándome con la palabra en la boca.

—Escucha, ayer me atacó una banshee y me succionó la mayor parte del aura. No me encuentro bien y me mareo cuando intercepto una línea, de manera que no creo que pueda serte de mucha utilidad.

Se me ocurren otras muchas cosas que hacer
, pensó, y
para ninguna de ellas hace falta estar de pie
.

—Muy gracioso, pero estoy hablando en serio —le dije preguntándome a mí misma por qué lo había interrumpido. Su mente estaba concentrada en… ¿ordenar su casa? ¡
Por Dios bendito
! ¿
Iba a ordenar su casa para mí
?—. Me hubiera gustado traerte la baja, pero he tenido que escaparme del hospital para venir a hablar contigo.

Sentí un arrebato de rabia y luego, de forma totalmente inesperada, se desvaneció. Entonces desvié la vista hacia Bis. Mierda. ¿Al iba a cruzar la línea?

—¡Márchate, Bis! —exclamé alarmada. Entonces solté un grito ahogado cuando una oleada de vértigo me sobrepasó como si hubiera sido una enorme ola.

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