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Authors: Marvin Harris

Tags: #Ciencia

Caníbales y reyes (6 page)

BOOK: Caníbales y reyes
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Esta teoría explica por qué razón la domesticación de plantas y animales se produjo en los mismos tiempos y lugares del Viejo Mundo. Ambas domesticaciones formaban parte de una intensificación regional generalizada que sentó las bases de la aparición de un nuevo sistema de producción. En Zawi Chemi Shanidar —una de las primeras aldeas de Irak— había ovejas domesticadas hace casi once mil años. En Ali Kosh (Irán) se hallaron vestigios de cabras domesticadas que se remontan de nueve mil quinientos a nueve mil años atrás, junto con variedades domesticadas de trigo, cebada y avena. Algunos arqueólogos han identificado el mismo complejo —plantas y animales domesticados— en Jarmo, de Irak, que datan de hace ocho mil ochocientos años.

Retornemos ahora a Mesoamérica. Al igual que sus casi contemporáneos de Oriente Medio, los cazadores-recolectores «de amplio espectro» del período Ajuereado en Tehuacán hicieron buen uso de los cereales, dos de los cuales —el amaranto y el maíz— fueron posteriormente domesticados. MacNeish observa que la recolección de semillas ofrecía un rendimiento del trabajo comparable a la agricultura y que, al igual que ésta, proporcionaba cosechas que podían ser almacenadas. ¿Por qué, entonces, el pueblo de Tehuacán no se asentó cerca de los parajes en que crecía el amaranto o el grano? ¿Era debido a que carecían de genios que les dijeran cómo hacerlo? ¿O fue, como ha sugerido un arqueólogo, a causa de misteriosos «cambios en la organización sociopolítica que no tenían nada que ver con el clima o la densidad de la población»? Estas son alternativas muy pobres, dadas las notorias diferencias entre los vestigios de los restos de las especies animales de México y las de Oriente Medio. La domesticación de anímales en Tehuacán no mantuvo el mismo ritmo que la domesticación del amaranto y los cereales por la sencilla razón de que todas las manadas de animales domesticables se habían extinguido localmente como resultado de los cambios climatológicos y de la matanza excesiva. Si deseaban comer carne, las poblaciones de Tehuacán necesitaban trasladarse libremente en respuesta a las costumbres estacionales de sus presas, principalmente ciervos selváticos, conejos, tortugas y otros animales y aves pequeños. De ahí su resistencia a invertir el tipo de esfuerzo que los recolectores de semillas del Oriente Medio ponían en sus casas, en sus hoyos para asar y en sus instalaciones de almacenamiento. De ahí también su postergación de una vida aldeana plena hasta después de haber agotado incluso los animales más pequeños, mucho después de haber domesticado muchas especies de plantas.

No estoy diciendo que Mesoamérica estuviera totalmente desprovista de especies domesticables. Hacia finales de la secuencia del Valle de Tehuacán, se criaban perros y pavos como alimento. Pero el potencial dietético de esos animales era insignificante en comparación con los rumiantes y herbívoros del Viejo Mundo. Los perros pueden ser importantes fuentes de proteínas sólo si se los cría como comedores de carroña y los pavos compiten con los seres humanos por los cereales. Los únicos animales del Nuevo Mundo comparables a las ovejas y las cabras eran las llamas y las alpacas, que sobrevivieron exclusivamente en Sudamérica y no pudieron desempeñar ningún papel en las etapas formativas de la vida aldeana de Mesoamérica.

Por supuesto, los indios sudamericanos domesticaron finalmente a las llamas, a las alpacas y a los conejillos de Indias (también ausentes de Mesoamérica). Estos animales sirvieron como importante fuente cárnica de los pueblos andinos desde aproximadamente el año 2500 antes de nuestra era en adelante. No se conoce lo suficiente acerca de las fases incipientes de la agricultura de los Andes para explicar a qué se debió la ausencia de aldeas pre-agrícolas basadas en la recolección de simientes y en la caza de llamas y alpacas semidomesticadas. Una de las posibilidades es que resultaba muy difícil criar llamas y alpacas en cautividad. Su pariente salvaje mas cercano, la vicuña —cuya lana es muy codiciada—, no puede domesticarse en virtud de que los animales se niegan a celebrar sus elaborados rituales de cortejo cuando están confinados. Otra de las posibilidades es que los parajes silvestres de quinoa no eran lo bastante productivos para inducir al establecimiento de una aldea cercana. Pero el esclarecimiento de este punto exige una investigación más profunda.

El agotamiento de recursos animales en las zonas del Nuevo Mundo en las que se desarrolló la agricultura, tuvieron consecuencias de largo alcance. Determinó trayectorias divergentes en los dos hemisferios e impartió a cada uno de éstos un ritmo de desarrollo diferente. Esto explica el motivo que determinó que Colón «descubriera» América y que Powhatan no «descubriera» Europa, que Cortés conquistara a Moctezuma y no a la inversa. En el Viejo Mundo, la domesticación de ovejas y cabras fue rápidamente seguida por la de porcinos, vacunos, camellos, asnos y caballos. Estos animales fueron incorporados al sistema agrícola y sentaron las bases de progresos tecnológicos adicionales. En las aldeas plenamente sedentarias, podía diversificarse el grano para alimentar a los asnos y a los bueyes, que a su vez podían ser enganchados para arrastrar arados y otros objetos pesados. Las cargas fueron transportadas en primer lugar sobre narrias, luego sobre cilindros y, finalmente, sobre ruedas. Esto condujo a un transporte cada vez más eficiente y, más importante aún, puso los cimientos de la ingeniería mecánica y, en consecuencia, de todas las máquinas complejas. En el Nuevo Mundo, la rueda fue inventada por los indios americanos, quizá como contribución a la alfarería y, sin duda alguna, como un juguete, pero su desarrollo posterior se interrumpió por la falta de animales adecuados para arrastrar cargas pesadas. Las llamas y las alpacas eran inútiles como fuentes de tracción y el bisonte —de todos modos difícilmente domable— vivía fuera de las áreas nucleares de cultivos incipientes y de formación de estados. El fracaso en desarrollar la tecnología de la rueda significó que el Nuevo Mundo quedó muy retrasado en todos los procesos de alzamiento, de acarreo, de molienda y de fabricación en los que desempeñaran un papel importante las poleas, los engranajes, las ruedas dentadas y las tuercas.

Las diferencias entre las faunas de ambos hemisferios al final de la matanza excesiva del pleistoceno también tuvieron otras consecuencias. No es posible comprender los modelos de economía política, religión y preferencias alimenticias de ambos hemisferios sin tener en cuenta el papel desempeñado por los animales domésticos como fuente de proteína animal. En capítulos posteriores volveré a referirme a estos temas.

Lo que hasta este momento he demostrado es que la aparición de la vida aldeana fue una respuesta a los agotamientos producidos cuando se intensificó el modo de subsistencia basado en la caza-recolección. Pero en Oriente Medio, una vez hecha la inversión en el tratamiento del grano y en las instalaciones correspondientes para su almacenamiento, la elevación de los niveles de vida y la abundancia de calorías y proteínas hicieron sumamente difícil que no se tolerara o estimulase el aumento de la población. Las dietas ricas en calorías y medianamente altas en proteínas, redujeron la efectividad de la lactancia prolongada como método contraceptivo. En esa etapa las mujeres se habían vuelto más sedentarias y podían cuidar tanto a un nuevo bebé como, al mismo tiempo, a un hijo de tres o cuatro años de edad. Las tareas agrícolas absorbían el trabajo de los niños y las poblaciones podían extenderse hacia tierras vírgenes. Partiendo de cien mil personas en el año 8000, la población de Oriente Medio probablemente superó los tres millones de habitantes cerca del año 4000 antes de nuestra era, o sea que en cuatro mil años multiplicó por cuarenta su población. Este aumento supuso renovadas presiones en los niveles de vida y dio principio a una nueva ronda de intensificación y a nuevo ciclo de agotamientos. Los recursos forestales demostraron ser especialmente vulnerables al incremento de animales domésticos. Grandes zonas se convirtieron en malezas y las tierras comenzaron a erosionarse. Una vez más la carne resultó escasa, descendieron los niveles nutritivos, aumentaron las enfermedades transmitidas por los animales domésticos, las presiones reproductoras se intensificaron vertiginosamente y toda la región se vio en el umbral de nuevas y enormes transformaciones que afectarían todos los aspectos de la vida. Y todo esto no tuvo lugar sin otro costo al que aún debo referirme: el costo de la guerra en expansión.

4 El origen de la guerra

Cualquier antropólogo puede nombrar una serie de pueblos «primitivos» que, por lo que se sabe, nunca hicieron la guerra. Mi lista preferida incluye a los habitantes de las Islas Andamán, que viven cerca de la costa de la India, los shoshoni de California y Nevada, los yahgan de Patagonia, los indios mission de California, los semai de Malasia y los recientemente contactados tasaday de Filipinas. La existencia de los grupos mencionados sugiere que el homicidio intergrupal organizado quizá no formó parte de las culturas de nuestros antepasados de la Edad de Piedra. Quizá. Pero la mayoría de las pruebas ya no sustentan esta perspectiva. Es verdad que unos pocos pueblos modernos de nivel de grupo no muestran interés por la guerra e intentan evitarla, pero varias culturas de mi lista se componen de refugiados que han sido arrojados a zonas lejanas por vecinos más combativos. La mayoría de los cazadores-recolectores conocidos por los investigadores modernos lleva a cabo alguna forma de combate intergrupal en el cual los equipos de guerreros intentan, deliberadamente, matarse entre sí. William Divale ha identificado treinta y siete grupos de este tipo.

Los partidarios de la tesis de que la guerra se originó con las comunidades aldeanas y con el crecimiento del estado sostienen que los cazadores-recolectores contemporáneos no son realmente representativos de los pueblos prehistóricos. Algunos expertos sostienen, incluso, que todos los incidentes de la lucha armada entre los cazadores-recolectores reflejan la alteración de las formas «primitivas» como consecuencia del contacto directo o indirecto con las sociedades de nivel estatal. Los arqueólogos todavía no han podido resolver esta controversia. El problema reside en el hecho de que las armas de la guerra prehistórica habrían sido idénticas a las utilizadas para la caza y de que el análisis de esqueletos no permite determinar con facilidad las muertes provocadas por heridas en los órganos vitales. Las pruebas de cráneos mutilados y cortados se remontan a quinientos mil años o más. Los famosos cráneos del hombre de Pekín tenían la base aplastada… probablemente para obtener un acceso a los sesos. Esta es una práctica común entre los caníbales modernos, la mayoría de los cuales considera los sesos como un manjar exquisito. ¿Pero cómo podemos saber si los individuos a los que pertenecen los cráneos murieron combatiendo? Gran parte del canibalismo actual no se practica con los enemigos sino con los parientes más próximos venerados. En cuanto a las cabezas cortadas, pueblos contemporáneos como los manoses de Nueva Guinea guardan los cráneos de los parientes cercanos y los utilizan en prácticas rituales.

La primera prueba arqueológica realmente fiable acerca de la existencia de la guerra, es la construcción de aldeas y poblaciones fortificadas. La más antigua es el Jericó prebíblico, donde en el 7500 antes de nuestra era ya se había construido un complejo sistema de murallas, torres y zanjas defensivas o fosos, de modo que no quedan dudas de que ya entonces la guerra era una parte importante de la vida cotidiana.

En mi opinión, la guerra es una práctica muy antigua, aunque sus características difirieron en las épocas sucesivas de la prehistoria y la historia. Durante el período paleolítico superior, la violencia intergrupal debió estar moderada por la ausencia de límites territoriales claramente definidos y por los cambios frecuentes de la pertenencia al grupo a consecuencia del matrimonio entre parientes y de un alto volumen de visitantes. Los estudios etnográficos han demostrado que el núcleo residente de un típico grupo cazador-recolector moderno cambia de estación en estación, e incluso de día en día, a medida que las familias van y vienen entre los campamentos de los parientes del marido y de la esposa. Mientras la gente se identifica con el territorio en el que nace, no tiene que defenderlo a fin de ganarse el sustento. De ahí que la adquisición de territorio adicional como consecuencia de la derrota o la aniquilación de fuerzas enemigas, rara vez constituye un motivo consciente para participar en batallas. Los grupos generalmente inician el combate como consecuencia de una acumulación de agravios personales entre individuos influyentes. Si las personas agraviadas pueden reunir un número suficiente de parientes que simpatizan con su causa o que tiene resentimientos propios contra los miembros del grupo tomado como blanco, es posible organizar una acción bélica.

Un ejemplo de guerra entre grupos cazadores-recolectores tuvo lugar a finales de los años veinte de nuestro siglo entre los grupos tiklauila-rangwila y mandiiumbula de Bathhurst y las Islas Melville, del norte de Australia. Los tiklauila-rangwila fueron los instigadores. Se pintaron de blanco, formaron una agrupación bélica y anunciaron sus intenciones a los mandiiumbula. Se fijó una hora para el encuentro. Cuando los dos grupos se reunieron, ambos bandos «intercambiaron algunos insultos y acordaron encontrarse formalmente en un espacio abierto donde había lugar suficiente». Al caer la noche —para continuar con el relato ofrecido por Arnold Pilling y C. W, Hart—, los individuos de los dos grupos intercambiaron visitas, puesto que las agrupaciones bélicas incluían a parientes de ambos bandos y nadie consideraba a todos los miembros del otro grupo como enemigos. Al amanecer, ambos grupos formaron filas a los dos lados del claro. Las hostilidades comenzaron cuando algunos ancianos se echaron en cara sus agravios, a gritos. Dos o tres individuos se destacaron para recibir una atención especial.

Asi que cuando comenzaron a arrojarse lanzas, las arrojaron individuos que actuaban movidos por razones basadas en disputas individuales.

Puesto que los ancianos eran quienes más lanzas arrojaban, la puntería solía ser poco certera.

Con bastante frecuencia la persona alcanzada era algún no combatiente inocente o una de las ancianas chillonas que pasaban entre los luchadores, profiriendo gritos obscenos y cuyos reflejos para esquivar las lanzas no eran tan rápidos como los de los hombres… En cuanto alguien era herido, incluso una vieja aparentemente ajena a la cuestión, la lucha se detenía de inmediato hasta que ambos bandos podían evaluar las implicaciones de este nuevo incidente.

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