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Authors: Frank Herbert

Tags: #Ciencia ficción

Casa capitular Dune (74 page)

BOOK: Casa capitular Dune
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Odrade objetó.

Concédele algún crédito al Tirano. No todo puede haber sido aburrimiento. Más bien como un Navegante de la Cofradía abriéndose camino entre los Pliegues espaciales. La Senda de Oro. Un Atreides pagó por nuestra supervivencia, Murbella.

Murbella sintió la carga de aquello. El pago del Tirano cayó sobre sus hombros. Yo no le pedí que lo hiciera por mí.

Odrade no podía dejar pasar aquello.

Lo hizo de todos modos.

Lo siento, Dar. Pagó. Ahora, yo debo pagar.

¡Así que al fin eres una Reverenda Madre!

Las consejeras se mantuvieron inmóviles bajo su mirada.

Angelika eligió hablar por ellas.
Después de todo, fui la primera elegida.

¡Vigila a esa! Hay un ramalazo de ambición en sus ojos.

—¿Qué respuesta estás pidiéndonos que tomemos con esas brujas? —Alarmada por su propia franqueza. ¿No era también una bruja ahora la Gran Honorada Matre?

Murbella dijo suavemente:

—Las toleraréis y les ofreceréis no violencia de ninguna clase.

Angelika se sintió envalentonada por el suave tono de Murbella.

—¿Es esa una decisión de la Gran Honorada Matre o…?

—¡Ya basta! ¡Podría inundar de sangre el suelo de esta habitación con todas vosotras! ¿Deseáis que os lo demuestre?

No deseaban que se lo demostrara.

—¿Y qué si os digo que es la Madre Superiora la que os está hablando? ¿Le pediréis que siga una política para enfrentarse a nuestro problema? Yo os diré: ¿Política? Ahhh, sí. Tengo una política de cosas sin importancia tales como infestaciones de insectos. Las cosas sin importancia requieren política. Para que la gente como vosotras no vea la sabiduría en mis decisiones, no necesito ninguna política. Me desembarazo rápidamente de las de vuestra clase. ¡Muertas antes de que sepáis siquiera que habéis sido heridas! Esa es mi respuesta a la presencia de lo inmundo. ¿Hay alguna inmundicia en esta habitación?

Era un lenguaje que todas reconocían: el látigo de la Gran Honorada Matre respaldado por la habilidad de matar.

—Vosotras sois mi Consejo —dijo Murbella—. Espero de vosotras la sabiduría. Lo mejor que podéis hacer es fingir que sois sabias.

Una regocijada simpatía por parte de Odrade:
Si ésa es la forma en que las Honoradas Matres reciben y dan órdenes, no va a ser necesario un análisis muy profundo por parte de Bell.

Los pensamientos de Murbella fueron hacia otro lugar.
Ya no soy una Honorada Matre.

El paso de una a otra era tan reciente que descubrió su actuación como Honorada Matre como algo incómodo. Sus ajustes eran una metáfora de lo que podía ocurrir a sus anteriores hermanas. Un nuevo papel, y no lo estaba desempeñando bien. Las Otras Memorias simulaban una larga asociación con ella como esta nueva persona. No había una transubstanciación mística, simplemente nuevas habilidades.

¿Simplemente?

El cambio era profundo. ¿Se daría cuenta de eso Duncan? Le dolía el que él no pudiera ver nunca a través de su nueva persona.

¿Es eso el residuo de mi amor por él?

Murbella se apartó de aquellas preguntas, no deseando una respuesta. Se sentía repelida por algo que iba mucho más profundo de lo que ella se atrevía a ahondar.

Habrá decisiones que debo tomar y que el amor puede impedir. Decisiones para la Hermandad y no para mí misma. Ahí es donde apuntan mis miedos.

Las necesidades inmediatas la obligaron a recuperarse. Despidió a sus consejeras, prometiendo dolor y muerte si fracasaban en aprender aquella nueva limitación.

A continuación, había que enseñar a las Reverendas Madres una nueva diplomacia: coexistir con unas Honoradas Matres que estaban acostumbradas a no coexistir con nadie… ni siquiera con sus propias compañeras. Eso iría siendo más fácil a medida que transcurriera el tiempo. Las Honoradas Matres se deslizaban hacia las maneras Bene Gesserit. Llegaría un día en el que no habría Honoradas Matres; solamente Reverendas Madres con reflejos mejorados y un incrementado conocimiento de la sexualidad.

Murbella se sintió perseguida por palabras que había oído pero que no había aceptado hasta aquel momento.

—Las cosas que haremos para la supervivencia de la Bene Gesserit no tienen límites.

Duncan verá esto. No puedo impedir que lo haga. El Mentat no mantendrá una idea fija de lo que yo era antes de la Agonía. Abre su mente como yo abro una puerta. Examinará esa red. «¿Qué es lo que he atrapado esta vez?»

¿Era esto lo que le había ocurrido a Dama Jessica? Las Otras Memorias llevaban a Jessica entretejida en la trama y la urdimbre del Compartir. Murbella destejió un extremo y exhibió el antiguo conocimiento.

¿
La herética Dama Jessica? ¿Cometiendo un delito en su función?
Jessica se había sumergido en el amor del mismo modo que Odrade se había sumergido en el mar, y las olas resultantes lo habían englobado todo excepto a la Hermandad.

Murbella sintió que aquello la arrebataba hacia un lugar donde no deseaba ir. El dolor se aferró a su pecho.

¡Duncan! ¡Ohhh, Duncan!
Hundió el rostro entre sus manos.
Dar, ayúdame. ¿Qué debo hacer?

Nunca preguntar por qué eres una Reverenda Madre

¡Debo! La progresión está clara en mi memoria y…

Eso es una secuencia. Pensar en ella como en causa-y-efecto te seduce alejándote de la totalidad.

¿Tao?

Más sencillo: tú estás aquí.

Pero las Otras Memorias van hacia atrás y hacia atrás y…

Imagina que son pirámides… interconectadas.

¡Eso son simplemente palabras!

¿Sigue funcionando tu cuerpo?

Me duele, Dar. Ya no tengo ningún cuerpo, y es inútil que…

Ocupamos nichos distintos. Los dolores que yo siento no son tus dolores. Mis alegrías no son las tuyas.

¡No quiero tu simpatía! ¡Ohhh, Dar! ¿Por qué nací?

¿Naciste para perder a Duncan?

¡Dar, por favor!

Así que naciste, y ahora sabes que nunca es suficiente. De modo que te convertiste en una Honorada Matre. ¿Qué otra cosa podías hacer? ¿Aún insuficiente? Ahora eres una Reverenda Madre. ¿Piensas que es bastante? Nunca es bastante mientras sigas con vida.

Estás diciéndome que debo alcanzar siempre más allá de mí misma.

¡Buf! No tomes decisiones sobre esta base. ¿Acaso no has oído? ¡No pienses; hazlo! ¿Elegirás el camino fácil? ¿Por qué deberías sentirte triste a causa de que has encontrado lo inevitable? ¡Si eso es todo lo que puedes ver, limítate a mejorar la descendencia!

¡Maldita seas! ¿Por qué me haces esto?

¿Hacer qué?

¡Hacerme ver a mí misma y a mis antiguas hermanas de esta forma!

¿Qué forma?

¡Maldita seas! ¡Sabes lo que quiero decir!

¿Antiguas hermanas, dices?

Oh, eres insidiosa.

Todas las Reverendas Madres son insidiosas.

¡Nunca abandonas tus enseñanzas! ¿Es eso lo que debo hacer?

¡Qué inocente fui! Preguntarle lo que en realidad hiciste.

Tú lo sabes ahora tan bien como yo. Aguardamos a que la humanidad madure. El Tirano solamente le dio tiempo para crecer y desarrollarse, pero ahora necesita cuidados.

¿Qué es lo que tiene que ver el Tirano con mi dolor? ¡Mujer estúpida! ¿Fracasaste en la Agonía?

¡Sabes bien que no!

Deja de tropezar con lo obvio.

¡Oh, perra!

Prefiero bruja. Es preferible a ramera.

La única diferencia entre la Bene Gesserit y las Honoradas Matres es el mercado. Te casaste con nuestra Hermandad.

¿Nuestra Hermandad?

¡Procreáis para el poder! ¿Es eso diferente de…

¡No lo tergiverses, Murbella! Mantén tus ojos fijos en la supervivencia.

¡No me digas que no tuvisteis poder!

Autoridad temporal sobre una gente deseosa de supervivencia.

¡Supervivencia de nuevo!

En una Hermandad que promueve la supervivencia de otros. Como la mujer casada que da a luz hijos.

Así que todo se reduce a la procreación.

Esa es una decisión que haces exclusivamente para ti misma: la familia y lo que la une. ¿Qué es lo que halaga a la vida y a la felicidad?

Murbella se echó a reír. Dejó caer sus manos y abrió sus ojos, para descubrir a Bellonda de pie ahí, observándola.

—Eso es siempre una tentación para una Reverenda Madre —dijo Bellonda—. Charlar un poco con las Otras Memorias. ¿Quién era esta vez? ¿Dar?

Murbella asintió.

—No confíes en nada de lo que te digan. Son solamente consejos, y tú debes juzgar por ti misma.

Exactamente las palabras de Odrade. Mira a través de los ojos de los muertos a las escenas pasadas hace mucho. ¡Qué espectáculo!

—Puedes perderte ahí dentro durante horas —dijo Bellonda—. Ejerce contención. Asegura tu terreno. Una mano para ti misma y otra para la nave.

¡Ahí estaba de nuevo! El pasado aplicado al presente. Qué rica hacían las Otras Memorias la vida cotidiana.

—Eso pasará —dijo Bellonda—. Se convierte en algo parecido a un sombrero viejo al cabo de un tiempo. —Depositó un informe frente a Murbella.

¡Un sombrero viejo! Una mano para ti misma y otra para la nave. Tanto en unas simples palabras.

Murbella se reclinó en la silla para examinar el informe de Bellonda, recordando de pronto la expresión de Odrade:

La Reina Araña en el centro de mi tela.
La tela podía estar un poco estropeada ahora, pero aún seguía atrapando cosas para ser digeridas. Retuerce un hilo clave y Bell acudirá corriendo, agitando sus mandíbulas en anticipación. Las palabras que retorcían el hilo eran «Archivos» y «Análisis».

Viendo a Bellonda a aquella luz, Murbella captó sabiduría en la forma en que Bellonda la había utilizado, haciendo sus imperfecciones tan valiosas como sus perfecciones. Cuando Murbella terminó el informe, Bellonda seguía aún de pie allí, en su actitud característica.

Murbella reconoció que Bellonda consideraba a todas aquellas que la requerían como inoportunas a las que había que examinar muy atentamente, como la gente que llamaba a Archivos por razones frívolas y tenía que ser puesta en su lugar. Frivolidad: la bestia negra de Bellonda. Murbella encontró aquello divertido.

Murbella mantuvo su diversión oculta mientras examinaba a Bellonda. La forma en que tenía que tratar con ella debía ser escrupulosa. Nada que redujera sus habilidades. Aquel informe era un modelo de concisa y pertinente argumentación. Marcaba los detalles importantes con pocos embellecimientos, los suficientes tan sólo para revelar sus propias conclusiones.

—¿No te divierte llamarme? —preguntó Bellonda.

¡Es más aguda de lo que era! ¿La llamé yo? No con esas palabras exactamente, pero ella sabe cuándo es necesaria. Dice: aquí nuestras hermanas deben ser modelos de humildad. La Madre Superiora puede ser cualquier cosa que necesite ser pero no el resto de la Hermandad.

Murbella palmeó el informe.

—Un punto de partida.

—Entonces deberíamos empezar antes de que vuestras amigas encuentren el centro de los com-ojos. —Bellonda se dejó caer en su silla-perro con una confiada familiaridad—. Tam ya no está, pero podemos enviar a buscar a Sheeana.

—¿Dónde está ahora?

—En la nave. Estudiando una colección de gusanos en la Gran Cala. Dice que cualquiera de nosotras puede aprender a controlarlos.

—Algo valioso si es cierto. Déjala. ¿Y Scytale?

—Aún en la nave. Tus amigas todavía no lo han descubierto. Lo mantenemos discretamente oculto.

—Que siga así. Es un buen elemento de reserva para negociaciones. Y ellas no son mis amigas, Bell. ¿Cómo están el Rabino y su grupo?

—Cómodos pero preocupados. Saben que las Honoradas Matres están aquí.

—Mantenlos discretamente ocultos.

—Es extraño. La voz es distinta, pero oigo a Dar.

—Un eco en tu cabeza.

Bellonda se echó a reír.

—Ahora, eso es lo que tienes que difundir entre las hermanas. Actuamos con una extrema delicadeza mientras nos mostramos como gente a la que hay que admirar y emular. «Puede que vosotras las Honoradas Matres no elijáis vivir como vivimos nosotras, pero podéis aprender nuestras fuerzas.»

—Ahhh.

—Todo se reduce al sentido de la propiedad. Las Honoradas Matres son atraídas por la propiedad de las cosas. «Quiero ese lugar, esa chuchería, esa persona». Toma lo que desees. Úsalo hasta que te canses de ello.

—Mientras nosotras seguimos adelante en nuestro camino admirando lo que vemos.

—Y ese es nuestro fallo. No debemos abandonarnos tan fácilmente. ¡Miedo al amor y al afecto! Mantenerse dueños de sí mismos exige su propia codicia. «¿Ves lo que tengo? ¡Tú no puedes tenerlo a menos que sigas mis caminos!» Nunca adoptes esta actitud con las Honoradas Matres.

—¿Me estás diciendo que debo quererlas?

—¿Qué otra cosa podemos hacer para que nos admiren? Esa fue la victoria de Jessica. Cuando dio, lo dio todo. Tanta cosa reprimida por nuestra manera, y luego esa abrumadora inundación: todo dado. Es irresistible.

—Nosotras no nos comprometemos tan fácilmente.

—No más de lo que lo hacen las Honoradas Matres.

—¡Ello es debido a sus orígenes burocráticos!

—Sin embargo, el suyo es un terreno de adiestramiento preparado para seguir el sendero de la menor resistencia.

—Estás confundiéndome, Da… Murbella.

—¿He dicho que debíamos comprometernos? El compromiso no sólo nos debilita, sino que sabemos que hay problemas que el compromiso no puede resolver, decisiones que debemos tomar no importa lo amargas que sean.

—¿
Pretendes
quererlas?

—Eso es un principio.

—Será una unión sangrienta, el juntar la Bene Gesserit y las Honoradas Matres.

—Sugiero que Compartamos tan ampliamente como sea posible. Puede que perdamos a gente mientras las Honoradas Matres están aprendiendo.

—Un matrimonio en el campo de batalla.

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