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Authors: Laurell K. Hamilton

Tags: #Fantástico, #Erótico

Cerulean Sins (58 page)

BOOK: Cerulean Sins
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Stephen gritó, y el sonido me azotó dándome la vuelta para ver que Valentina había posado una pequeña mano en su estómago descubierto. Ella no estaba alimentándose de su miedo. No le estaba haciendo daño de cualquier manera que pudiera ver. Stephen escondió su rostro, sus largos rizos rubios enredados a través de su rostro, su torso desnudo estaba presionado en la piedra, como si pensara que podía desaparecer.

Valentina deslizó su manita hacia abajo por la cintura, a las caderas de sus pantalones de cuero blanco, y eso arrancó otro grito de la garganta de Stephen. Repentinamente tuve una idea de por qué los gemelos estaban aterrorizando a los chicos.

Bobby Lee se abrió paso a mi lado.

—Los guardaespaldas se supone que deben ir primero, Anita, no detrás.

No hice caso de la rabia, porque sabía que era frustración. Les habíamos dicho a los guardias que no podían comenzar la violencia bajo ninguna circunstancia, que Musette y su equipo tenían que romper la tregua primero. Por lo que se refería a mí esta tregua se había roto.

Avancé hacia Stephen, y un vampiro extraño se atravesó en mi camino. De repente me pregunté por qué nuestros guardias estaban simplemente de pie con las manos en sus muy notorios bolsillos. El vampiro no era tan alto, pero era demasiado voluminoso y no era sólo músculo. Había algo en el encorvamiento de sus hombros. La forma de su cabeza estaba mal, de alguna manera. No había nada concreto en lo que podría poner un dedo, salvo que golpeó el radar como no humano. No humano en formas diferentes de otros vampiros.

También era uno de los pocos vampiros negros que había visto. Algunas personas tenían la teoría de que la misma genética que hacía que muchas personas de ascendencia africana inmune a la malaria también las hacía menos propensas a convertirse en vampiros. Se quedó mirándome, con su piel oscura aunque de alguna manera extrañamente pálida, como el marfil de chocolate. Sus ojos eran de color amarillo dorado, y el momento en que vi en ellos, las palabras no humano vinieron a mi mente.

Otro grito rasgó el aire. No importaba lo que la cosa frente a mí era o no era. No me importaba.

Intenté esquivarlo, pero el vampiro se movió conmigo, no amenazante, pero sin dejarme pasar. La habitación estaba de repente tranquila, muy tranquila. La voz de Gregory se escuchó primero, anormalmente alta en el tenso silencio.

—No me obligues a hacer esto, ¡oh, Dios, no me hagas hacer esto!

Jean-Claude le murmuraba a Musette, y oí su voz, sólo una o dos palabras en francés. Ella estaba básicamente diciendo que ellos no habían roto la tregua, que esto era sólo entretenimiento.

Sentí que se me relajaban los hombros, sentí la decisión acomodarse en el centro de mi cuerpo. Miré al vampiro.

—Eres un cobarde, un feo y cobarde abusador de niños.

El vampiro no reaccionó, me ignoró, y no creí que fuera simplemente un frío guardaespaldas. Traté con algunas opciones más de insultos, sobre todo de su filiación a su apariencia física, y conseguí miradas vidriosas. No habla inglés. Bueno.

—Bobby Lee —dije.

Él se inclinó cerca hacia mí, intentando incluso ahora insinuar su cuerpo entre el gran vampiro malo y yo.

—Sí, señora.

—Abrúmalo con más gente.

—¿Podemos cortar hasta él?

—No.

—Entonces, no pueden esperar durante mucho tiempo.

—Sólo necesito un minuto.

Hizo un pequeño asentimiento.

—Sólo tengo que estirar un minuto para salir de este lío.

Lo miré a los ojos.

—Hazlo.

—Sí, señora.

Hizo una señal con la mano, y todos los hombres ratas se trasladaron a la vez. Dejé de lado la masa de cuero negro, y me dirigí rápidamente hacia Valentina y Stephen.

Estaba hablando antes de que realmente hubiera llegado a ellos. No tenía mucho tiempo. Micah apareció junto a mí. Merle y Noah, segundo guardaespaldas de Micah, prácticamente pegados a su espalda. Me aseguré de que todos mis guardias estaban ocupados con el vampiro. Si las cosas iban mal, tampoco estaba segura de sí Merle o Noah me protegerían si significaba poner en peligro a Micah. Oh, bien.

—Stephen ha sido abusado de niño. Fue abusado sexualmente por su propio padre, y vendido a otros hombres —dije mientras avanzaba. Recordé que Jean-Claude había dicho que Valentina odiaba a los abusadores de niños a causa de su propio pasado.

Ella giró hacia mí esa cara en forma de pequeño corazón, su mano seguía acariciando el hombro de Stephen. Se había desplomado en el suelo, acurrucado en una posición casi fetal.

Estaba a su lado ahora, y los ruidos detrás de mí iban en aumento. Iba a haber una pelea pronto, una mala.

—Te juro que lo que digo es cierto. Míralo, mira el terror que tu toque inspira en él.

Stephen no miraba a ninguna de nosotros. Sus ojos estaban fuertemente cerrados, y sus lágrimas habían manchado el maquillaje de los ojos dejando pistas de negro por la cara. Se abrazó a su cuerpo fuertemente. Se había alejado a sí mismo de lo que estaba pasando, como si todavía fuera un niño.

Valentina le miró, y algo parecido al horror comenzó a crecer en su cara. Miró a su pequeña mano, como si se tratara de algo terrible que acababa de aparecer al final de su brazo.

Sacudió la cabeza.

—No, no, —y más en un francés que no podía seguir.

—Ya viene —dijo Merle, y lo sentí a él y a Noah afianzarse en frente de Micah y yo.

Toqué el brazo de Valentina, y levantó sus ojos vidriosos, en shock y se volvió hacia mí.

—Anula la invocación de Bartolomé, dile porque Gregory le tiene miedo.

Sentí el impacto del violento golpe del vampiro en Merle y Noah, y siguieron adelante, llevando la lucha lejos de nosotros por unos pocos metros. Micah se acercó a mí, listo. Podía cambiar de forma y usar las garras, pero simplemente no tenía la masa corporal suficiente para detener el vampiro.

La voz de Valentina cortó a través de los combates, y se hizo eco a través de la habitación, y me di cuenta que estaba usando los poderes de vampiro para hacerse oír:

—Hemos roto la tregua en primer lugar, la primera sangre está en nuestras manos.

Musette gritó:

—¡Valentina!

Valentina lo repitió en francés esta vez. Los combates se desaceleraron a las palabras de Valentina, despacio, y comenzaron a morir.

Valentina se encaró a Musette, que estaba en un vestido todo blanco, por lo que se veía como una novia.

—Es verdad, Musette. Estos dos hombres han sido maltratados lo suficiente por nosotros. No voy a permitir que continúe.

—Tenía tanto miedo de mí, Valentina, tal miedo a alimentarme —dijo Bartolomé—, ahora lo has echado a perder. —La esbelta figura del muchacho estaba vestido con tela de oro macizo, antiguo, muy del siglo diecisiete, de modo que brillaba mientras se movía.

Valentina habló en voz baja y suave, rápido en francés. La cara de Bartolomé no estaba pálida, pero volvió a mirar a Gregory. Se volvió a mirarme.

—¿Es eso cierto? ¿Su propio padre?

Asentí.

Los sollozos de Gregory eran fuertes en el silencio repentino.

—Forzarse a sí mismo sobre los niños es una cosa malvada —dijo Bartolomé—, usar a sus propios hijos, —escupió en el piso y dijo algo en lo que reconocí era español, pero no pude seguir.

—Los traje aquí esta noche, así que deberían estar bajo mi protección, a salvo. Su padre ha regresado recientemente, y está tratando de reunirse con ellos de nuevo. Están aquí para que no pudiera encontrarlos. No creó a ninguno de los dos.

—No habríamos hecho esto si nos lo hubieran dicho —dijo Bartolomé.

—A Musette se le dijo, —la voz de Jean-Claude parecía llenar la tensión como el agua en una taza.

Todos nos volvimos hacia Jean-Claude, que estaba parado no muy lejos, cerca de la masa de los guardaespaldas que habían detenido a un segundo vampiro como el que me había impedido acercarme a Stephen.

—Le hablé del pasado de Gregory y de Stephen, porque en el momento en que Stephen vio a Valentina y Bartolomé, dijo que no podía alimentarlos. Que los recuerdos que despertarían serían demasiado para que los soportara. Le dije a Musette esto. Si no le hubiera avisado a ella, nunca habría dejado a Stephen y Gregory venir aquí sin Anita o yo mismo para protegerlos.

Todos nos volvimos ahora para mirar a Musette. No llevaba una peluca, pero había rizado su largo cabello por lo que parecía una muñeca de porcelana, con sus labios rojos, sus ojos, su piel pálida, y el vestido blanco del siglo decimoséptimo con su capa adjunta. Nada volvería a tomar su belleza de ella, pero la belleza física no es suficiente para compensar el sadismo.

—¿Es eso cierto? —preguntó Valentina.

—Ahora,
poulet ma
, ¿haría tal cosa?

—Sí —dijo Valentina—. Sí, lo harías.

Los dos vampiros niños miraron a Musette, miraban sin decir palabra, hasta que fue ella la que apartó la mirada, la que parpadeó sus grandes ojos azules. Por un momento, vi lo que pensé que no volvería a ver. Musette estaba avergonzada.

—Bobby Lee, mueve el culo.


Ma petite
, ¿qué estás haciendo?

—Conozco las reglas, Jean-Claude, han perdido su salvoconducto en nuestro territorio. Eso significa que estamos en nuestro derecho de ponerla bajo arresto domiciliario hasta que su pequeña compañía se vaya.

—Pero no podemos hacerle daño, es demasiado importante para Belle —dijo.

—Claro —dije. Miré a Bobby Lee—. Escóltala de vuelta a su habitación y pon la cruz a través de la puerta.

Me miró, luego a Jean-Claude.

—¿Quieres decir que, al igual que esto, podemos hacerles daño, encarcelarlos?

Asentí.

Suspiró.

—Desearía que funcionara de esa manera con los cambiaformas.

—En ocasiones, que los vampiros sean tan civilizados viene muy bien.

Bobby Lee me sonrió, y él y Claudia y una media docena de personas se dirigió hacia Musette. Angelito se colocó delante de ella, bloqueándola de la vista. Su voz sonó clara, aunque oculta.

—No temas, Angelito, el hombre rata no me tocará.

Bobby Lee y Claudia se enfrentaban con Angelito. Él los hizo verse pequeños.

—Podemos hacer esto fácil o difícil —dijo Bobby Lee—. Muévete, e iremos todos tranquilos a las habitaciones. Quédate, y vamos a lastimarte entonces y arrastraré tu culo de regreso a las habitaciones. —Había un deseo en su voz que decía que estaba esperando una pelea. Creo que todos lo estaban. A ninguno de ellos le había gustado tener que estar parados y ver a Stephen y Gregory ser atormentados.

—Hazte a un lado, Angelito —dijo Musette—. Ahora.

Angelito se movió, su cara mostraba cómo de reacio era al hacerlo. Estaba sorprendida de que Musette estuviera siendo tan cooperativa. Ella se me había antojado como alguien que tendría que ser llevado pataleando y gritando.

Bobby Lee alargó la mano hacia Musette. Ella dijo:

—No me toques. —Se detuvo en medio del movimiento como si su mano se hubiera congelado en el lugar.

—¡Tómala, Bobby Lee! —dije.

—No puedo —dijo, y había algo en su voz que nunca había oído antes. Miedo.

—¿Qué quieres decir, con que no puedes? —pregunté.

Llevó su mano hacia atrás, lentamente, y apretó contra su pecho, como si hubiera sido herido.

—Me dijo que no la tocara, y no puedo.

—Claudia —dije.

La gran mujer sacudió la cabeza.

—No puedo.

El primer indicio que tenía sobre cómo las cosas habían ido mal era la rata real que se tambaleaba para oler las faldas blancas de Musette. La miraba con brillantes ojos negros de botón.

Miré a Musette, y sus ojos azules tenían sangrado sólido, por lo que parecía una muñeca rubia ciega. Su rostro estaba exultante con el triunfo.

—Las ratas son tu animal para convocar —dije.

—¿No te lo dijo Jean-Claude? —y la risa en su voz, dijo claramente, que sabía que no lo había hecho.

—Se le olvidó mencionarlo.

—No lo sabía —dijo Jean-Claude—. Su único animal para convocar hace dos siglos atrás era el murciélago. —Su voz sonaba vacía, ocultando lo que estaba sintiendo.

—Se ganó a la rata como su segundo animal hace unos cincuenta años atrás —dijo Asher.

Le di un vistazo.

—Habría sido bueno saber eso.

Se encogió de hombros.

—Nunca se me ocurrió que alguien podría tratar de poner bajo vigilancia a Musette.

Me volví hacia el vampiro en cuestión.

—¿Por qué no usaste tu nuevo poder para deshacerte antes de los guardias rata?

—Quería que fuera una sorpresa —dijo, y sonrió, sonrió suficientemente amplio como para vislumbrar los colmillos. Estaba tan terriblemente satisfecha de sí misma.

—Bien —dije—, todos los guardaespaldas cambiaformas que no resulten ser ratas, muevan el culo.

—Matadlos, —y supe que estaba hablando con Bobby Lee. Eso no lo había previsto. Mierda.

Pero Bobby Lee y Claudia estaban sacudiendo sus cabezas, y alejándose de ella.

—Puedes ordenarnos que no te lastimemos, pero no puedes hacernos herir a otros. No tienes ese tipo de poder, muchacha.

Los seres rata estaban todos retrocediendo, confundidos y preocupados. Más ratas reales habían empezado a corretear desde lo más lejano de la caverna. Uno de los problemas con el uso de un lugar que es creado naturalmente es lo que obtienes de la naturaleza. La naturaleza no es siempre bonita, o amistosa.

Eran los seres hienas los que se movían hacia adelante. Sólo dos de los seres leopardo calificados como guardaespaldas, y dos se quedaron cerca de Micah. El resto de nuestros leopardos habían sido traídos como alimento. Los alimentos no luchan, los alimentos sólo sangran.

Me di cuenta de algo que no había notado antes, no había hombres lobo en la cueva, a excepción de Stephen. ¿A dónde habían ido los guardias hombres lobo?

Musette dijo algo, y no era en francés. De hecho, no era un idioma que ni siquiera podía imaginar. Los dos vampiros con su piel marfil y ojos de oro se colocaron delante de ella.

Jean-Claude dijo:

—Llámalos de regreso,
ma petite
, no los perderé por esto.

—Hay sólo dos de ellos, Jean-Claude.

—Pero no son lo que parecen.

Llamé a todo el mundo fuera y me giré hacia Jean-Claude.

—¿Qué?

Fue Valentina quien se adelantó y respondió a mi pregunta.

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