Cerulean Sins (63 page)

Read Cerulean Sins Online

Authors: Laurell K. Hamilton

Tags: #Fantástico, #Erótico

BOOK: Cerulean Sins
5.31Mb size Format: txt, pdf, ePub

Musette se deslizó cerca de nosotros en su vestido salpicado por sangre blanco. Sus ojos eran azules otra vez. Tejió sus manos por la energía de la bestia de Richard, jugando entre nosotros dos, sin tocar, literalmente jugaba con la energía.

—Oh, serías muy bueno para comer,
très bon, très très bon
. —Ella rió, y fue el tipo de risa que te hace mirar dos veces en un bar, una risa hecha para llamar la atención. El sonido no estaba acorde con la sangre seca que llevaba como una máscara en su rostro.

Richard dejó que la ira llenara sus ojos y la dirigió a ella. Era una mirada que creo que habría hecho retroceder a cualquiera en la habitación. Musette rió otra vez.

Richard se giró hacia ella. A su ira no le importaba quien era ella, nadie lo haría.

—Esto no es de su incumbencia. Cuando hayamos terminado con esto, entonces y sólo entonces, vamos a hablar a los vampiros.

Musette echó hacia atrás la cabeza y rió, no hay otra palabra para describirlo. Se echó a reír hasta que las lágrimas salieron de su rostro, tenía tallados surcos de sangre seca. La risa murió lentamente, y cuando abrió los ojos de nuevo, eran de color miel.

El aliento de Richard estaba atrapado en su garganta. Estaba lo suficientemente cerca de él para saber que había dejado de respirar, sólo por un momento.

El olor de las rosas estaba en todas partes.

—¿Te acuerdas de mí, lobo? Puedo sentirlo en tu miedo. —Un ronroneo contralto estremeció mi piel, y vi estremecerse a Richard también—. Voy a jugar con vosotros más tarde, lobo, pero por ahora… —se giró y miró a Asher—… por ahora voy a jugar con él.

Asher aún estaba pegado a la pared, haciendo un silencio absoluto como solo los viejos pueden hacer. Se había hundido en el silencio de la eternidad, tratando de no involucrarse en esto, tratando de ocultarse de la vista. No iba a funcionar.

Como un órgano de Musette, Belle se deslizó hacia él, comenzó a extenderse fuera de ella. El vestido dorado oscuro superponía al blanco como un fantasma. El pelo negro asemejaba la propagación de las llamas alrededor de su fantasma, movido por un viento que corría por la habitación, el viento del poder de Belle.

—¿Qué está pasando? —Susurró Richard, y ni siquiera sé si él quería escuchar la respuesta, pero le contesté de todos modos.

—Musette es la sustituta de Belle Morte.

Sus ojos eran de todo para que la forma fantasmal de Belle anulara el otro cuerpo, cuando dijo:

—¿Qué significa eso exactamente?

—Significa que estamos en un montón de mierda de problemas.

Me miró entonces.

—Soy Ulfric, Anita, eso no cambia sólo porque algunos vampiros de alto rango lleguen a la ciudad.

—Eres Ulfric, Richard, bien, jódete tú mismo, pero no nos destruyas a todos mientras lo haces.

Parte de la ira se había escapado lejos sobre la marea de miedo. Es imposible ser más cercana y personal con el poder de Belle y no temerle.

—Soy Ulfric, o no lo soy, Anita. Soy amo o esclavo, no se puede ser ambas cosas.

Levanté las cejas hacia él.

—Sí, de hecho, se puede. —Levanté una mano—. No tengo tiempo esta noche, Richard. Mañana, si todos estamos vivos, entonces podemos hablar de ello, ¿vale?

Él frunció el ceño.

—Ella no está aquí en carne y hueso, Anita, son sólo juegos de metafísica. ¿Qué tan malo puede ser?

Me di cuenta en ese momento de que Richard seguía viviendo en ese otro mundo. El mundo donde la gente juega cosas justas y en la horrible realidad eso nunca sucede. Debe haber sido un lugar pacífico para vivir, el planeta en el que gente como Richard llamaba casa. Siempre había admirado ese punto de vista, pero nunca había vivido allí. El problema es que Richard no vivía allí tampoco.

El silencio inicial fue cortado por un grito. Los hombres leopardo habían retrocedido, en cuclillas a los pies de Bella Morte. Sólo Micah quedó en pie. Se ponía delante de Asher, pero era pequeño, como yo, y no podía ocultar a Asher completamente.

Miré a Richard, y tenía una mirada de tal daño en sus ojos. Nunca se despertaría y olería la sangre. Él sinceramente no iba a cambiar.

Me aparté de él y empecé a caminar hacia Asher y Micah. Jean-Claude se movió junto a mí, me ofreció su mano, y la tomé. Nadie más se movió con nosotros. Los hombres rata no podían atacar a Musette. Los hombres leopardo estaban haciendo su mejor esfuerzo, pero eso no iba a ser suficiente. Sólo los lobos podrían habernos ayudado, y Richard no se lo permitiría.

En ese momento me pregunté cuánto tiempo pasaría antes de empezar a odiar a Richard.

CUARENTA Y OCHO

No entendía por qué gritaba Asher. No veía sangre ni carne desgarrada, pero seguía gritando. Luego, a medida que nos acercábamos, noté como la carne de su cara comenzaba a desaparecer. Era como si la piel se desprendiera de los huesos, como si el contacto de Belle le drenara dejándole seco, no de sangre, sino de todo lo demás.

Me arriesgué a echar un vistazo a Jean-Claude, por un segundo pude ver cuánto le afectaba, luego su rostro se quedó en blanco. Sentí como se alejaba, escondiéndose tras ese vacío.

—Ella podría matarte de esta manera. —Su voz sonaba vacía.

—Pero tú eres inmune a ella, ¿verdad? No te mataría.

—Es nuestra
sourdre de sang
, ninguno de nosotros es inmune a su contacto.

Me detuve y lo empujé hacia atrás.

—Entonces quédate aquí. No necesito más gente de la que preocuparme.

No discutió, pero su mirada resbaló sobre mí para fijarse en Asher. No estaba segura de que me hubiera oído, y no tenía tiempo para comprobarlo. Estaba ya medio corriendo, cuando Micah empujó a Belle hacia atrás, utilizando su cuerpo para romper el contacto con Asher.

Asher se derrumbó lentamente resbalando sobre la pared, y el rostro radiante de Belle se acercó a Micah. En el momento en que sus labios se tocaron, sentí el
ardeur
llenar la habitación como agua caliente, derramándose como gotas que quemaban mi piel. Mis piernas se congelaron en mitad de un paso, y tropecé. Me quedé allí, atrapada entre Asher apoyado contra la pared y Micah perdido en ese ardiente abrazo. Era consciente de que podía llevar a Micah a la muerte con el
ardeur
en cuestión de días, pero una parte de mí sabía que Belle podría hacerlo mucho más rápido.

La mano de Asher se extendió hacia mí, delgada, era como huesos cubierta de papel de seda. Micah estaba tratando de arrastrarse lejos de Belle, del cuerpo de Musette, pero ella se encaramó sobre él, sujetándole los brazos a la espalda, sus labios carmesí brillaban como una niebla roja en su rostro. Por un momento pude sentir a Asher muriendo, a falta de una palabra mejor, desapareciendo. Jean-Claude se acercó a él, pero era consciente de que no tenía vida para compartir. Entonces, la cruz en mi pecho empezó a brillar.

Mi carne ardió, como si la cinta negra empujara el calor hacia dentro, gritaba mientras tiraba de la cinta para alejarla de mí, la cruz resplandecía con su luz blanca, caliente, como una estrella cautiva en una cadena.

Micah se tambaleó hacia atrás en los brazos de Belle Morte. Jean-Claude extendió la capa de terciopelo negro sobre su cuerpo y el de Asher. Los demás vampiros ocultaron sus rostros y sisearon a la luz. Percibí un movimiento por el rabillo del ojo un segundo antes de que Angelito se estrellara contra mí. No quedaba nadie que pudiera detenerlo. La cruz era un arma de doble filo.

Me agarró de un brazo, levantándome del suelo, su otra mano se cerró en torno a la cruz. Le golpeé en la garganta con tres dedos, tan firmes como la punta de una lanza. La falta de aire le obligó a soltarme, pero se aferró a la cruz, y al caer, la cadena se rompió, cortándome en el cuello al desprenderse. En el momento en que la cruz estuvo en su poder, la luz empezó a desvanecerse.

Musette se volvió hacia mí, sus ojos eran pozos de fuego oscuro y dorado, y Belle ya no era solo como una imagen fantasmal superpuesta en su cuerpo, esta vez, era como si estuviera viendo doble. Miraba los ojos oscuros y dorados de Musette. Pero en mi cabeza era Belle. Belle en carne y hueso, un poco más alta que Musette, con el largo pelo negro cayendo en ondas hasta las rodillas, el oro oscuro de su bata mostrando un triángulo de piel blanca, su rostro como tallado en una perla y una mueca en los perfectos labios rojos. Envolvió sus blancas manos alrededor de mis brazos, sus largas uñas oscuras, arañando las mangas de terciopelo. Me apretó contra su cuerpo y se inclinó para poner un beso en mi boca.

Una pequeña voz gritaba en mi cabeza:

—No dejes que te toque. —Pero no podía moverme, no podía escapar, ni siquiera estaba segura de querer hacerlo.

Su boca roja se cernía sobre la mía. Su aliento empujando contra mis labios. El mundo olía a rosas. Entonces, de repente, noté el sabor de los labios de Asher en mis labios. Besándome como lo había besado antes. Un sabor que me hizo abrir los ojos, me permitió apartarme de la boca de Belle y me ayudó a dar marcha atrás.

Sus ojos estaban fijos en mí, eran piscinas de fuego dorado, como agua marrón bajo la luz del sol. Me di cuenta de que me había desmayado, y ella me sostenía como si estuviéramos bailando. Su mano estaba detrás de mi cabeza, empujándome hacia su beso.

Sentí un movimiento y miré hacia atrás para ver a Richard. Belle también le vio.

—Interfiere, y reviviré de nuevo el
ardeur
, lobo. No has traído ninguna mujer contigo. ¿Crees que te salvarás? No lo harás. El
ardeur
sólo quiere ser alimentado, lobo, no importa cómo.

Richard vaciló. Pude sentir su temor en mi boca junto con el regusto del beso de Asher.

Jean-Claude apareció súbitamente junto a Belle.

—Sé que me quieres. —Abrió los brazos en un gesto dramático que desplegó la oscuridad de su chaqueta sobre sus brazos extendidos, el pelo derramándose a su alrededor—. Aquí estoy.

No sé qué habría pasado, o lo que ella hubiera dicho, porque de repente el recuerdo de Asher haciéndome el amor resultó abrumador. Fue como lo ocurrido con Jason, pero más fuerte, mejor y peor al mismo tiempo. Mi espalda se arqueó y me convulsioné en los brazos de Belle. Con un grito de sorpresa mis manos trataron de agarrar el aire frente al rostro de Belle. Ella me soltó, y vi, vagamente, como a través de un velo blanco, como sus manos agarraban a Jean-Claude.

Richard me agarró antes de que golpeara el suelo, acunándome en sus brazos. Parecía preocupado. Puso su mano sobre mi rostro.

—Anita, ¿estás herida?

Me las arreglé para sacudir la cabeza, pero aun viendo la preocupación en el rostro de Richard, volví la cabeza para mirar hacia Asher. No pude evitarlo. Asher, con el pelo cayendo como doradas guirnaldas de un árbol de Navidad en torno a un rostro que era poco más que carne pegada al cráneo. Sus labios eran una fina y dura línea alrededor de unos dientes que, en su mayoría, eran colmillos. Sólo sus ojos seguían perteneciendo a Asher, piscinas de fuego azul pálido, como si el cielo de invierno pudiera quemar.

En el momento en que vi sus ojos, traté de apartarme de los brazos de Richard, en un intento de acercarme a Asher.

—Anita, Anita, ¿qué pasa? —Me giró en sus brazos, obligándome a mirarle.

Encontré mi voz, pero todo lo que pudo decir fue:

—Asher.

Miró al vampiro caído, y el disgusto era evidente en su rostro.

—Lo sé, Anita, lo siento.

No estaba segura de por qué se disculpaba, y no me importaba. Había algo más por lo que debería preocuparme, algo que había olvidado. Pero no podía pensar más que en los ojos de Asher, y en que tenía que ir junto a él. Tenía que hacerlo.

Richard se levantó de repente, conmigo aún en sus brazos. Sentí un sonido, como un millar de pequeñas garras rayando el suelo. Ratas, miles de ratas chirriando, corriendo como una ola de pelo a través del suelo de la cueva.

El poder de Asher retrocedió, y fui consciente de lo mucho que le había costado dejarme ir. Supe, en ese instante, que era la única capaz de alimentarle, de darle la energía suficiente para mantenerse con vida.

Richard hizo un pequeño sonido de consternación, se giró y pude ver que había palidecido. Las heridas, en la cabeza de los dos vampiros a sus pies, se desvanecían lentamente. Estaban sanando. Sus extraños ojos de gato miraban alrededor. Ni siquiera quedaba una cicatriz que indicara el lugar donde las balas habían penetrado.

Other books

Slap Shot by Rhonda Laurel
The McKinnon by James, Ranay
Firefly Beach by Meira Pentermann
Dead and Beloved by McHenry, Jamie
The Failsafe Prophecies by Samantha Lucas
Love by the Yard by Gail Sattler
Butterfly Skin by Sergey Kuznetsov
Dark Warrior Rising by Ed Greenwood
Bitter Drink by F.G. Haghenbeck