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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

Cetaganda (29 page)

BOOK: Cetaganda
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Tragó saliva y consiguió aclararse la voz.

—Ustedes saben más que yo, señoras. —Aunque en realidad, le parecía que ya sabía quiénes eran. Su mirada recorrió el círculo y parpadeó para controlar el vértigo—. Sólo conozco a la Doncella. —Hizo un gesto hacia Rian. Sobre una mesa baja, desplegada frente a ella, habían dispuesto todos los objetos sagrados de la emperatriz, incluyendo el Sello y la Gran Llave falsa.

Rian inclinó la cabeza como si admitiera lo razonable de su ruego y procedió a presentar a las damas con un conjunto sorprendente de hautnombres y hautítulos. Sí… ahí estaban las consortes de las ocho satrapías planetarias. Rian era la novena, la representante de la emperatriz. Las mujeres que controlaban y creaban el hautgenoma, las que tenían el control de la raza del futuro, estaban reunidas allí en un consejo extraordinario.

No cabía duda de que la cámara estaba preparada para esas reuniones, que sólo podían celebrarse cuando las consortes viajaban al Jardín Celestial con los envíos de futuros bebés. Miles intentó identificar a las consortes del príncipe Skyle, llsum Kety y el Rond. La mujer de Kety, consorte de Sigma Ceta, era una de las de cabello plateado, la de edad más parecida a la emperatriz. Rian la presentó como la haut Nadina. La rubia trigueña servía al príncipe Slyke de Xi Ceta y la morena era la consorte de Rho Ceta. Miles se preguntó otra vez por el significado de los títulos, que las convertían en esposas de los planetas, no de los gobernadores.

—Lord Vorkosigan —dijo la haut Rian—. Me gustaría que usted les contara a las consortes su versión de cómo llegó a su poder la Gran Llave falsa, y todos los hechos subsiguientes.

¿Todos? Miles no la culpaba en absoluto por cambiar de estrategia, jugar con las cartas bien escondidas y pedir refuerzos. No les sobraba el tiempo, de eso estaba seguro. Pero le disgustaba que lo tomaran por sorpresa. Habría sido agradable que ella se lo consultara. ¿Ah, sí? ¿Cómo?

—Veo que captó usted mi indicación de que anulara el ataque a la nave del príncipe Slyke —dijo Miles, que quería entender algo más la situación.

—Sí. Espero que me lo explique usted a su debido tiempo.

—Discúlpeme, milady. No quisiera insultar a nadie aquí… Pero si una de las consortes es una traidora, si está de acuerdo con el gobernador sátrapa, esta sesión significaría entregarle información sobre lo que sabemos… ¿Está usted segura de que está entre amigos?

La tensión que se sentía en la cámara podía explicar infinitas traiciones, Miles estaba convencido de eso. Rian levantó una mano, como para dominar la situación.

—Lord Vorkosigan es extranjero. No entiende nuestra posición. —Lo miró y le hizo un gesto con la cabeza—. Hay traición, sí, pero no en este nivel. Más abajo.

—¿Ah, sí?

—Hemos llegado a la conclusión de que el gobernador no es capaz de manejar el hautgenoma por sí solo, aunque tenga la Llave y el banco. La haut de su satrapía no cooperaría con esa usurpación, esa perversión total de las costumbres. El gobernador está pensando en designar una nueva consorte, una persona que esté bajo control. Todo indica que esa persona ya ha sido elegida.

—Ah… ¿y ya saben quién es?

—No, todavía no —suspiró Rian—. Todavía no. Lamento decir que es alguien que no comprende el propósito de los haut. Si supiéramos qué gobernador es, podríamos deducir a cuál de las hautmujeres ha sobornado. Si supiéramos quién es la mujer, entonces…

Mierda, la triangulación tenía que darse pronto, pronto. Miles se mordió el labio, después dijo, despacio:

—Milady. Si puede hacerlo, dígame algo sobre las burbujas de fuerza. Eso de que están ligadas a una persona en particular… ¿Por qué están todos tan convencidos de que son seguras? La almohadilla de esos paneles de control parece un detector de palma, pero eso no es posible: las almohadillas de detección de palma son instrumentos fáciles de violar.

—Ya comprenderá usted que no puedo darle los detalles técnicos, lord Vorkosigan, no a usted —dijo Rian.

—No espero que lo haga. Sólo información general.

—Bueno… están programadas genéticamente, por supuesto. Se pasa la mano por la almohadilla para dejar algunas células cutáneas. La almohadilla las analiza.

—¿Y rastrea todo el genoma? Seguramente eso significaría mucho tiempo de análisis.

—No, claro que no. El programa examina una docena de marcadores críticos que identifican a una mujer haut. Empezando por la presencia de un par de cromosomas X y siguiendo luego por una lista dispuesta en un esquema en árbol hasta obtener la confirmación.

—¿Qué posibilidad hay de que los marcadores se dupliquen en dos o más individuos?

—Nosotras no hacemos clones, lord Vorkosigan.

—No hablo de clones, me refiero a esa docena de factores, sólo para engañar a la máquina.

—La posibilidad es muy remota.

—¿Incluso entre miembros muy cercanos de la misma constelación? —Ella dudó, intercambió una mirada con lady Pel, que levantó las cejas, pensativa—. Tengo una razón para preguntar esto —prosiguió Miles—. Cuando el ghemcoronel Benin me entrevistó, dejó escapar una información importante. Dijo que seis hautburbujas habían entrado en la rotonda del funeral durante el intervalo en el que colocaron el cadáver de Ba Lura a los pies del catafalco y que eso le presentaba un problema de muy difícil solución. No enumeró las burbujas, pero no dudo que ustedes son capaces de hacerle escupir la lista. Esto significaría un examen de muchísimos datos pero… suponiendo que ustedes examinaran los marcadores de las seis hautmujeres en los archivos y controlaran los posibles duplicados casuales entre mujeres vivas… Si la mujer está sirviendo al sátrapa, tal vez haya colaborado también en el asesinato. Y en ese caso, tal vez podrían encontrar a la traidora sin salir del Criadero Estrella.

Rian, alerta de pronto, se sentó otra vez con un suspiro.

—Su razonamiento es correcto, lord Vorkosigan. Podríamos hacerlo… si tuviéramos la Gran Llave.

—Ah —dijo Miles—. Sí, claro… —Cambió de una posición tensa y firme, casi de desfile, a una de descanso, desinflado—. No sé si servirá de algo, pero tanto mi análisis de la situación como las escasas pruebas que conseguí arrancarle el ghemcoronel Benin apuntan al príncipe Slyke o al haut Ilsum Kety. El haut Rond iría en tercer lugar, pero mucho más lejos. Pero como Rho y Mu Ceta serían los que soportarían el golpe si se desatara un conflicto abierto con Barrayar, yo me inclino por Slyke o Kety, sin duda. Hechos… recientes… señalan a Kety. —Dirigió una mirada al círculo—. ¿Hay algo que las consortes hayan visto u oído, algo que pueda ayudarnos a determinar el nombre del culpable con mayor certeza?

Un murmullo de negativas.

—Desgraciadamente, no —dijo Rian—. Ya discutimos el problema esta tarde. Por favor, empiece.

Como usted quiera, milady, la responsabilidad es toda suya.

Miles respiró hondo y se lanzó a contar la verdad completa de lo que le había pasado desde el momento en que Ba Lura se lanzó al vehivaina personal de los enviados de Barrayar. Suprimió solamente sus opiniones personales. De vez en cuando, se detenía para que Rian tuviera la oportunidad de hacerle alguna señal, indicarle de alguna manera que mantuviera algo en secreto. Pero al parecer, ella no quería secretos. En lugar de señales, le formulaba hábiles preguntas, le recordaba detalles como para que no se dejara nada en el tintero.

Lentamente, Miles entendió que Rian veía que el problema del secreto era como un arma de dos filos. Lord X era capaz de asesinar a Miles, tal vez también a Rian. Pero hasta el político cetagandano más megalomaníaco tendría grandes problemas en acabar con las ocho consortes al mismo tiempo. La voz de Miles cobró seguridad.

Sintió que las teorías que sostenían sus frases se transformaban. Rian se parecía cada vez menos a una damisela en peligro. En realidad, se preguntó si él no estaría tratando de salvar al dragón. Bueno, los dragones también necesitan que los salven alguna que otra vez… Cuando él relató el intento de asesinato del día anterior, ninguna de las mujeres parpadeó siquiera. Lo que hubo, tal vez, fue un murmullo de apreciación por la elegancia de forma y estilo del atentado y una leve desilusión por el fracaso. Sin embargo, las mismas juezas se negaron a apreciar la originalidad del gobernador en su intento de invadir el territorio de las mujeres haut. Las consortes de Sigma y Xi tenían miradas cada vez más pétreas e intercambiaban gestos expresivos de vez en cuando.

Cuando Miles terminó, se produjo un largo silencio en la cámara. ¿Hora de presentar el plan B?

—Tengo una sugerencia —dijo Miles con valor—. Recuperen todos los bancos genéticos de las naves de los gobernadores. Si lo entregan todo, el gobernador se quedará con las manos vacías. Si se resiste a entregar el banco sabremos quién es.

—¿Recuperarlos? —dijo la haut Pel, con voz desmayada—. ¿Tiene usted idea de cuánto nos costó llevarlos hasta las naves?

—Pero él podría llevarse el banco y la Llave y huir —objetó la mujer morena, la Consorte de Rho Ceta.

—No —dijo Miles—. Eso es lo único que no puede hacer. Hay demasiados saltos de agujero de gusano con guardias del Emperador entre él y su planeta. Militarmente hablando, la huida abierta es imposible. Nunca lo conseguiría. No puede revelar nada hasta que esté a salvo en órbita de… Algo Ceta. En cierto modo, lo tenemos acorralado hasta que termine el funeral. —Claro que ese momento ya casi ha llegado…

—Pero así, volvemos al problema de cómo recuperar la Llave —señaló Rian.

—Una vez que el banco esté aquí, tal vez sea posible negociar la devolución de la Llave a cambio de… digamos, una amnistía. O decir que él la robó… lo cual es cierto… y hacer que Seguridad de Cetaganda la recupere. Cuando los otros gobernadores se libren de la evidencia incriminatoria que tienen entre manos, tal vez ustedes, señoras, consigan separar al traidor del rebaño. Tal vez los otros gobernadores accedan a colaborar. Digamos que eso abre unas cuantas opciones tácticas.

—Lo que puede hacer es amenazar con destruir la Llave —se preocupó la Consorte de Sigma Ceta.

—Seguramente usted conoce a Ilsum Kety mejor que nadie, haut Nadina —dijo Miles—. ¿Le parece que lo haría?

—Kety es un joven… variable —dijo ella, sin ganas—. Todavía no estoy convencida de que sea el culpable. Pero por lo que sé de él, no puedo afirmar que sus acusaciones sean imposibles, lord Vorkosigan.

—¿Y su gobernador, señora? —Miles hizo un gesto a la Consorte de Xi Ceta.

—El príncipe Slyke es un hombre… decidido e inteligente. El complot que usted describe está dentro de sus capacidades. No… no estoy segura.

—Bueno, en último caso… la Gran Llave se puede reproducir, ¿no es cierto?

Ya fuera con un empujón o con una frenada, el gran plan de la emperatriz estaría guardado en un cajón durante una generación. Un resultado positivo desde el punto de vista de Barrayar. Miles sonrió con alegría. Un gruñido leve recorrió la habitación.

—Recuperar la Gran Llave intacta es prioridad uno —declaró Rian con firmeza.

—Él quiere implicar a Barrayar —dijo Miles—. Tal vez lo decidió por cálculo frío, por análisis astropolítico, pero estoy seguro de que en este momento el motivo es personal.

—Si reclamo los bancos genéticos —apuntó Rian con lentitud—, perderemos para siempre la oportunidad de distribuirlos.

La Consorte de Sigma Ceta, Nadina, de pelo plateado, suspiró:

—Esperaba vivir para ver cumplido el plan de la Dama Celestial. Ella tenía razón… Sé que Cetaganda sufre un estancamiento, lo he visto crecer a lo largo de mi vida.

—Ya habrá otras oportunidades —dijo otra dama de pelo plateado.

—La próxima vez hay que hacerlo con más cuidado —dijo la Consorte de Rho Ceta, la de los bucles castaños—. Nuestra Señora confió demasiado en los gobernadores.

—No estoy segura de eso —dijo Rian—. Sus únicas órdenes fueron que distribuyera copias inactivas como resguardo. Ba Lura sentía los deseos de nuestra Señora con mucha fuerza, pero no entendía su sutileza. No fue idea mía tratar de distribuir la Llave ahora y no estoy segura de que fuera idea de ella. No sé si Ba Lura llegó a algún acuerdo con ella por separado o fue un malentendido. Y ahora es imposible saberlo. —Inclinó la cabeza—. Pido perdón al Consejo por mi fracaso. —Su tono de voz sugirió a Miles el dolor de una herida voluntaria.

—Hiciste lo que pudiste, querida —dijo la haut Nadina con amabilidad. Pero luego agregó con mayor firmeza—. Pero no deberías haberlo intentado sola.

—Así me lo pidieron.

—La próxima vez, pon un poco menos de énfasis en el me y un poco más en la orden misma.

Miles trató de no encogerse ante la aplicación general de esa amable admonición.

Un pesado silencio dominó la cámara.

—Tal vez podamos considerar una alteración del genoma que haga más controlables a los hautlores —dijo por fin la Consorte de Rho Ceta.

—Si queremos una expansión renovada, necesitamos todo lo contrario —objetó la consorte más morena—. Más agresividad.

—El ghemexperimento, es decir, filtrar combinaciones genéticas favorables desde el resto de la población hacia las clases altas, me parece suficiente en ese sentido —dijo la haut Pel.

—Nuestra Señora, en su sabiduría, quería más variedad, no más uniformidad —concedió Rian.

—Creo que hace mucho tiempo, cuando dejamos a los haut machos librados a sus propios recursos, cometimos un error —insistió la Consorte de Rho Ceta, obstinada.

Y la de tez morena contestó:

—Pero ¿cómo vamos a seleccionar entre ellos si no hay libre competencia?

Rian levantó una mano para detener a las otras.

—Estos temas más amplios tendrán que ser discutidos en breve, pero éste no es el momento. Estoy convencida de que antes de proseguir con el plan de expansión, debemos depurarlo. Pero eso… —suspiró— es tarea de la nueva emperatriz. Lo que debemos hacer ahora es decidir con qué situación se va a enfrentar ella cuando llegue. ¿Cuántas apoyan la recuperación de los bancos de genes?

Ganaron los votos a favor. Muchos tardaron en llegar, pero finalmente se consiguió un voto unánime a través de un intercambio de miradas inescrutables. Miles respiró, aliviado.

Los hombros de Rian cayeron con pesadez.

—Entonces, ésas son mis órdenes. Que vuelva todo al Criadero Estrella.

—¿Rótulo de los envíos? —preguntó la haut Pel en tono práctico.

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