Chamán (87 page)

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Authors: Noah Gordon

BOOK: Chamán
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Sonámbulo manipuló la “serpiente” para que pareciera que reptaba por el cuerpo de Ardilla Trepadora hasta que la cabeza quedó cerca de la cara, zigzagueando. El hechicero entonó algunas palabras en su lengua, pero Chamán no intentó leer el movimiento de sus labios. Estaba observando a Ardilla Trepadora.

Vio que la joven clavaba los ojos en la serpiente y los abría desmesuradamente. El hechicero hizo que la serpiente girara y reptara por su cuerpo hasta quedar encima del punto en que se encontraba el niño.

Chamán sintió un estremecimiento en el canal.

Vio que Rachel abría la boca para protestar, pero con la mirada le advirtió que no lo hiciera.

Los colmillos tocaron el vientre de Ardilla Trepadora. De repente Chamán sintió que se producía una dilatación. La joven dio un tremendo empujón y el niño bajó con tanta facilidad que no resultó difícil tirar de él; tenía los labios y las mejillas azules, pero enseguida empezaron a tornarse rojos. Con un dedo tembloroso, Chamán le quitó la mucosidad de la boca. El diminuto rostro se retorció de indignación, y la boca se abrió. Chamán notó que el abdomen del pequeño se contraía para introducir el aire, y supo que los demás estaban oyendo un chillido agudo. Tal vez en re bemol, porque el vientre le vibraba de la misma forma que el piano de Lillian cuando Rachel tocaba la quinta tecla negra del extremo.

El y el hechicero regresaron al arroyo para lavarse. Sonámbulo parecía dichoso. Chamán estaba muy pensativo. Antes de abandonar la cabaña, había vuelto a mirar la enredadera para asegurarse de que sólo era una enredadera.

—¿La chica creyó que la serpiente devoraría a su bebé, y lo soltó para salvarlo?

—Mi canción decía que la serpiente era manitú malo. Manitú bueno la ayudó.

Se dio cuenta de que la lección decía que la ciencia puede ayudar a la medicina hasta ese punto. Luego recibe una tremenda ayuda si existe una fe o una creencia en alguna otra cosa. Era una ventaja que el hechicero tenía sobre el médico, porque Sonámbulo era sacerdote y al mismo tiempo médico.

—¿Eres Chamán?

—No. -Sonámbulo lo miró fijamente-. ¿Conoces las Tiendas de la Sabiduría?

—Makwa nos hablaba de las siete tiendas.

—Si, siete. Para algunas cosas, estoy en la cuarta tienda. Para otras muchas cosas, estoy en la primera tienda.

—¿Algún día te convertirás en Chamán?

—¿Quién va a enseñarme? Wabokieshiek está muerto. Makwa-ikwa está muerta. Las tribus están dispersas, ya no existe el Mide u Jiwin.

Cuando yo era joven y sabía que quería ser un guardián de los espíritus, oí hablar de un viejo sauk, casi un Chamán, que vivía en Missouri. Lo encontré y pasé dos años a su lado. Pero murió de viruela febril. Ahora busco a los ancianos, para aprender de ellos, pero quedan muy pocos y casi ninguno sabe nada. A nuestros niños les enseñan inglés en las reservas, y las Siete Tiendas de la Sabiduría desaparecen.

Chamán se dio cuenta de que Sonámbulo estaba diciendo que él no tenía facultades de medicina a las que enviar cartas solicitando el ingreso. Los sauk y los mesquakie eran los últimos vestigios, y les habían robado su religión, su medicina y su pasado.

Tuvo la breve y espantosa visión de una horda de seres de piel verde que caía sobre la raza blanca que poblaba la tierra, dejando sólo unos pocos supervivientes perseguidos a los que sólo les quedaban rumores de una civilización anterior, y los débiles ecos de Hipócrates, Galeno, Avicena, Jehov, Apolo y Jesús.

Fue como si el pueblo entero se hubiera enterado casi al instante del nacimiento del niño. No eran personas expresivas, pero Chamán vio sus miradas de aprobación mientras caminaba entre ellos. Charles Keyser se le acercó y le confió que el caso de esa joven era similar al parto que había matado a su esposa el año anterior.

—El médico no llegó a tiempo. La única mujer que había allí era mi madre, y ella no sabía más de lo que sabía yo.

—No debe culparse. A veces simplemente no se puede salvar a alguien. ¿El bebé también murió?

Keyser asintió.

—¿Tiene más hijos?

—Dos niñas y un varón.

Chamán supuso que una de las razones por las que Keyser había viajado a Tama era para buscar esposa. Al parecer, las indias de Tama lo conocían y lo apreciaban. En diversas ocasiones, varias personas que pasaron a su lado lo saludaron llamándolo Charlie Granjero.

—¿Por qué le llaman así? ¿Acaso ellos no son también granjeros?

Keyser sonrió.

—No como yo. Mi padre me dejó cuarenta acres de la tierra de Iowa más negra que jamás pueda imaginar. Yo cultivo dieciocho acres y planto sobre todo trigo otoñal.

Cuando vine aquí por primera vez intenté mostrarle a esta gente cómo se debe sembrar. Me llevó algún tiempo comprender que ellos no quieren granjeros blancos. Los hombres que les vendieron esta tierra debieron de pensar que los estaban engañando, porque es una tierra pobre. Pero ellos amontonan maleza, hojarasca y basura en los huertos y dejan que todo eso se pudra, a veces durante años. Luego plantan las semillas, utilizando palos en lugar de arados. Los huertos les proporcionan montones de comida. Además en estas tierras hay mucha caza menor, y en el río Iowa abunda la pesca.

—Realmente hacen la vida de los viejos tiempos que vinieron a buscar -comentó Chamán.

Keyser asintió.

—Sonámbulo dice que le ha pedido que atienda a algunos otros enfermos. Me encantaría ayudarle, doctor Cole.

Chamán ya contaba con la ayuda de Rachel y de Sonámbulo. Pero pensó que aunque Keyser parecía un habitante más de Tama, no se sentía absolutamente cómodo y tal vez necesitaba la compañía de otras personas ajenas a la tribu. Le dijo al granjero que le agradecía su ayuda.

Los cuatro formaban una pequeña y extraña caravana mientras iban de una cabaña a otra, pero pronto fue evidente que se complementaban.

El hechicero hacía que la gente los aceptara, y entonaba sus oraciones.

Rachel llevaba una bolsa de golosinas y era especialmente hábil para ganarse la confianza de los niños; y las manos enormes de Charlie Keyser tenían la fuerza y la amabilidad que le permitían mantener a alguien sin moverse cuando era necesario.

Chamán arrancó una serie de dientes picados y se sintió complacido al ver a los pacientes que, aunque escupían sangre, sonreían porque la fuente de su sufrimiento había desaparecido de pronto.

Abrió furúnculos, quitó un dedo gordo de un pie infectado y Rachel estuvo ocupada escuchando con el estetoscopio el pecho de los que tenían tos. A algunos les administraba jarabe, pero otros tenían tuberculosis y se vio obligado a decirle a Sonámbulo que no se podía hacer nada por ellos. También vio medía docena de hombres y varias mujeres que estaban aletargados por el alcohol, y Sonámbulo le informó que había otros que estarían borrachos si pudieran conseguir whisky.

Chamán era consciente de que habían muerto más indios a causa de las enfermedades de los blancos que de las balas. Sobre todo la viruela había devastado las tribus del bosque y la planicie, y él había llevado consigo una pequeña caja de madera que contenía algunas vacunas.

Sonámbulo se mostró muy interesado cuando Chamán le dijo que tenía una medicina para prevenir la viruela. Pero le resultó muy difícil explicar en qué consistía. Les rasparía el brazo e insertaría diminutas partículas del virus en la herida. Se desarrollaría una ampolla roja que produciría picor, y que alcanzaría el tamaño de un guisante pequeño.

Se convertiría en una llaga gris con forma de ombligo, rodeada por una amplía zona roja, dura y caliente. Después de la inoculación, la mayor parte de la gente pasaría aproximadamente tres días enferma con el virus de la vacuna, una enfermedad mucho más suave y benigna que la viruela, pero que proporcionaría inmunidad contra la mortal enfermedad. Aquellos que se sometieran a la inoculación probablemente tendrían dolores de cabeza y fiebre. Después de la breve enfermedad, la llaga se volvería más grande y más oscura a medida que se secaba.

Luego se desprendería la costra, aproximadamente el vigesimoprimer día, dejando una cicatriz rosada y llena de hoyitos.

Chamán le dijo a Sonámbulo que le explicara esto a la gente, y que ellos decidieran si querían recibir el tratamiento. El hechicero volvió pocos minutos después. Todos querían que los protegieran de la viruela, dijo, de modo que emprendieron la tarea de inocular a toda la comunidad.

A Sonámbulo le correspondió la tarea de hacer que la gente formara una fila delante del médico blanco, y de asegurarse que sabían lo que les haría. Rachel se sentó en el tocón de un árbol y con dos escalpelos raspaba partículas muy pequeñas de la vacuna que había en la caja de madera. Cada vez que aparecía un nuevo paciente, Charlie Keyser le cogía el brazo izquierdo y lo levantaba, dejando al descubierto la parte interna del brazo, la zona que probablemente sufriría menos golpes y roces accidentales. Chamán utilizó un escalpelo puntiagudo para hacer algunos cortes superficiales en el brazo, y luego colocaba una pequeña cantidad de virus en cada corte.

No era complicado, pero debía hacerse con mucho cuidado, y la fila avanzaba con lentitud. Cuando por fin el sol empezó a ponerse, Chamán interrumpió la tarea. Aún había que vacunar a la cuarta parte de la población de Tama, pero él les dijo que el consultorio del médico estaba cerrado, y que volvieran por la mañana.

Sonámbulo tenía el instinto de un predicador baptista próspero, y esa noche convocó a todo el pueblo a una reunión para agasajar a los visitantes. En un claro se preparó y encendió una fogata, y la gente se sentó en el suelo, a su alrededor.

Chamán se sentó a la derecha de Sonámbulo. Perro Pequeño se situó entre Chamán y Rachel, para poder traducirles lo que se decía. Chamán vio que Charlie estaba sentado junto a una mujer delgada y sonriente, y Perro Pequeño le dijo que era una viuda que tenía dos niños pequeños.

Sonámbulo le pidió al doctor Cole que les hablara de Makwa-ikwa, la mujer que había sido la Chamán de la tribu.

Chamán imaginaba que sin duda todos los reunidos sabían más que él acerca de la matanza que había tenido lugar en Bad Ax. Lo que había sucedido donde el río Bad Ax se une al Mississippi les habría sido relatado miles de veces junto al fuego. Pero él les dijo que entre los que habían sido asesinados por los Cuchillos Largos se encontraba un hombre llamado Búfalo Verde -cuyo nombre Sonámbulo tradujo como Ashti bugwa-gupichee- y una mujer llamada Unión de Ríos, o Matapya. Les contó que Dos Cielos, la hija de diez años que ambos tenían, había llevado a su pequeño hermano más allá del fuego de los rifles y cañones del ejército de Estados Unidos, nadando por el Masesibowi mientras sostenía la suave piel del cuello del niño entre sus dientes para evitar que se ahogara.

Chamán les contó cómo la niña llamada Dos Cielos había encontrado a su hermana Mujer Alta, y cómo las tres criaturas se habían escondido entre la maleza como liebres hasta que los soldados los habían descubierto. Y cómo un soldado había cogido al pequeño sangrante y nunca más habían vuelto a verlo.

Y les contó que las dos niñas sauk fueron trasladadas a una escuela cristiana de Wisconsin, y que el misionero había dejado embarazada a Mujer Alta, a la que habían visto por última vez en 1832, cuando se la llevaron para convertirla en criada de una granja de blancos, más allá de Fort Crawford. Y que la niña llamada Dos Cielos había escapado de la escuela y había logrado llegar a Prophetstown, donde un Chamán llamado Nube Blanca, Wabokieshiek, la había acogido en su tienda y la había guiado por las Siete Tiendas de la Sabiduría, y le había dado un nombre nuevo: Makwa-ikwa, la Mujer Oso.

Y que Makwa-ikwa había sido la Chamán de su pueblo hasta que fue violada y brutalmente asesinada por tres hombres blancos en Illinois, en 1851.

Todos escuchaban con expresión grave, pero nadie lloró. Ya estaban acostumbrados a los relatos de horror sobre aquellos a los que amaban.

Se pasaron de mano en mano un tambor de agua hasta que llegó a donde se encontraba Sonámbulo. No era el tambor de agua de Makwa ikwa, que había desaparecido cuando los sauk se marcharon de Illinois, pero Chamán vio que era similar. Junto con el tambor habían pasado un palo, y Sonámbulo se arrodilló delante del tambor y empezó a tocarlo en ráfagas de cuatro golpes rítmicos, y a cantar:

Ne-nye-ma-uía-wa,

ne-nye-ma-wa-wa,

ne-nye-ína-wa-uía

,

ke-ta-ko-ko, na-na.

Lo golpeo cuatro veces,

lo golpeo cuatro veces,

lo golpeo cuatro veces,

golpeo nuestro tambor cuatro veces.

Chamán miró a su alrededor y vio que la gente cantaba con el hechicero, y que muchos de ellos sostenían calabazas entre las manos y las agitaban al ritmo de la música, como había hecho él con la caja de puros lleno de canicas durante las clases de música de la escuela.

Ke-te-ína-ga-yo-se ye-ya-ya-ni,

Ke-te-ína-ga-yo-se ye-ya-ya-ni,

Me-to-se-ne-ni-o Iye-ya-ya-ni,

Ke-te-ía-ga-yo-se ye-ya-ya-ni.

Bendícenos cuando vienes,

bendícenos cuando vienes,

el pueblo, cuando vienes,

bendícemos cuando vienes.

Chamán se inclinó y colocó la mano en el tambor de agua, justo debajo del parche. Cuando Sonámbulo lo golpeó, fue como sujetar un trueno entre sus manos. Miró los labios de Sonámbulo, y vio con placer que era una de las canciones de Makwa que él conocía, y cantó con ellos.

...Wi-a-ya-ni,

ni-na ne-gi-se ke-lvi-to-se-tne-ne ni-na.

...Vayas donde vayas,

camino a tu lado, hijo mío.

Alguien se acercó con un leño y lo arrojó al fuego, produciendo una columna de chispas amarillas que se elevaron formando un remolino en el cielo oscuro. El fulgor del fuego mezclado con el calor de la noche lo hizo sentirse mareado y débil, preparado para ver visiones. Miró a su esposa, preocupado por ella, y se dio cuenta de que la madre de Rachel se habría puesto furiosa al verla: llevaba la cabeza descubierta, el pelo desordenado y enredado, el rostro brillante de sudor y los ojos resplandecientes de alegría. A él nunca le había parecido más mujer, más humana y más deseable. Ella vio que la miraba y sonrió mientras se inclinaba por delante de Perro Pequeño para hablarle. Alguien que tuviera el oído sano se habría perdido sus palabras a causa del ruido del tambor y los cánticos, pero Chamán no tuvo problemas para leer el movimiento de sus labios.

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