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Authors: Alastair Reynolds

Tags: #ciencia ficción

Ciudad abismo (99 page)

BOOK: Ciudad abismo
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—Bueno, ¿tengo el trabajo o no?

Sí, probablemente sí, pero tendría que ver a otros candidatos antes de tomar la decisión final. Me levanté y le estreché la mano, pequeña y letal.

—Obviamente estás entre los primeros de la lista. Y, aunque no consigas el puesto del que hemos hablado, hay otra razón por la que me gustaría guardar tu nombre en mis archivos.

—¿Sí?

Pensé en Gideon; todavía prisionero allí abajo después de todos aquellos años. Había prometido bajar de nuevo al abismo (aunque solo para matarlo), pero nunca llegaba el momento adecuado. Sabía que seguía vivo, porque el Combustible de Sueños todavía llegaba a la ciudad, aunque en cantidades diminutas y muy disputadas. Seguía habiendo un comercio perverso basado en la venta de sus terrores, destilados en un formato que pudieran asimilar los cerebros humanos. Pero debía de estar cercano a la muerte y pronto mi voto no tendría sentido.

—Solo una operación que puede que tenga en mente; eso es todo.

—¿Y cuándo sería eso?

—Dentro de un mes, más o menos; quizá tres o cuatro.

Ella volvió a sonreír.

—Soy buena, señor Mirabel. Tendrá que rezar porque no me hagan otra oferta mientras tanto.

Me encogí de hombros.

—Si tiene que pasar, pasará.

—Bueno, quién sabe.

Nos dimos de nuevo la mano y ella se dirigió hacia la puerta. Miré por la ventana; el crepúsculo llegaba, las luces se encendían en la Canopia; los diminutos puntos de luz de los teleféricos se balanceaban a través de la eterna penumbra marrón. Más abajo, como una llanura cubierta de hogueras, las farolas y los mercados nocturnos del Mantillo reflectaban un brillo rojo plomizo en la Red. Pensé en los millones de personas que habían encontrado la forma de considerar aquella ciudad como su hogar, incluso después de las transformaciones sufridas desde la Plaga. Después de todo, ya habían pasado trece años. Había adultos allí abajo que no tenían recuerdos reales de cómo era todo antes.

—¿Señor Mirabel? —dijo ella vacilando en la puerta—. ¿Otra cosa?

Me di la vuelta y le dediqué una sonrisa educada.

—¿Sí?

—Lleva aquí más tiempo que yo. ¿Es posible que este sitio llegue a gustarme alguna vez?

—No lo sé —dije con un encogimiento de hombros—. Solo sé una cosa.

—¿Que es…?

—La vida es lo que tú haces de ella.

Notas

[1]
N. de la T.: en castellano en el original
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[2]
N. de la T.: en castellano en el original
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[3]
N. de la T.: en castellano en el original
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[4]
N. de la T.: en castellano en el original
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[5]
N. de la T.: en castellano en el original
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[6]
N. de la T.: en castellano en el original
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[7]
N. de la T.: El nombre del planeta en inglés es «Sky's Edge» y con él el autor hace un juego de palabras difícil de reflejar en castellano entre el nombre de Sky-Firmamento y “edge”, que puede significar “borde” o “ventaja”.
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ALASTAIR REYNOLDS, nació en Barry, una ciudad portuaria no muy lejos de Cardiff y situada en Gales del Sur, en 1966. Reynolds creció entre las vías férreas, grúas y montañas de carbón olvidadas de la época antes de la Segunda Guerra Mundial en que Barry era un importante puerto de exportación de carbón. Tras la guerra, Barry se convirtió además en el lugar donde decenas de máquinas de vapor eran llevadas para ser desguazadas y convertidas en chatarra, otra de las imágenes que forman parte de los recuerdos infantiles del autor.

Reynolds pasó algunos años de su infancia en Cornwall. En esa época se aficionó a la ciencia ficción a través de la revista
Speed & Power
, que empezó a publicar historias de Arthur C. Clarke y en particular la historia «Encuentro con Medusa», y después de Isaac Asimov, sus dos pilares iniciales dentro del género. Después regresó a Gales, volviendo primero a Barry y después en distintos pueblos alrededor de Bridgend.

Estudió secundaria en la Pencoed Comprehensive School (1977-1985). Durante esos años empezó a escribir historias para sí mismo, muchas influidas por las novelas de Larry Niven. A los dieciséis años terminó su primera novela y con dieciocho terminó una segunda, en la época en la que estaba leyendo a Joe Haldeman, Gregory Benford y Frederik Pohl entre otros. Después se trasladó a Newcastle, ciudad por la que Reynolds reconoce sentir una gran debilidad, donde, a pesar de haberse sentido siempre muy inclinado por las artes, decidió estudiar Física y Astronomía. Fue allí donde descubrió la revista
Interzone
, en la que ha publicado la mayor parte de sus relatos desde entonces. Durante tres años envió sus historias sin éxito, hasta que en 1989 por fin consiguió su primera venta. Después de los tres primeros años en Newcastle tuvo que trasladarse de nuevo a St Andrews, en Escocia, para completar la carrera.

Después de entregar su tesis, Reynolds se mudó a Holanda en 1991, donde conoció a su actual pareja Josette. Trabajó como investigador para la Agencia Espacial Europea (ESA) entre 1991 y 1994 y después como posdoctorado hasta 1996 en la Universidad de Utrecht. Desde su traslado a Holanda vive en la ciudad costera de Noordwijk.

Actualmente trabaja para la ESA en el desarrollo de una nueva clase de detector astronómico, especialmente capacitado para estudiar las estrellas binarias, ayudando en las pruebas y la definición del sistema así como en la interpretación y análisis de los datos que obtienen durante las campañas de observación.

Sus autores favoritos, y los que más le influenciaron durante sus principios, son principalmente americanos, lo que le convierte quizá en un autor de estilo inusitado entre la tradicional ciencia ficción británica. Los que Reynolds reconoce admirar son Arthur C. Clarke, James White y Bob Shaw. Más adelante descubrió a Gregory Benford y Philip K. Dick, y tras oír hablar del cyberpunk, William Gibson y en especial Rod Sterling se añadieron a la lista, junto a autores más clásicos como Ballard y Gene Wolfe. Además ha compartido barra de bar más de una vez con Paul McAuley. Entre sus aficiones se encuentra el cine, especialmente las películas de Bogart, David Lean, westerns clásicos y películas bélicas.

Le gusta montar a caballo y tocar la guitarra, aunque reconoce que su habilidad en ambos casos dista de ser perfecta; pintar, afición que no ha perdido aun a pesar de su carrera en ciencias, beber cerveza y quedarse mirando durante largos ratos a fotografías de viejas máquinas de vapor.

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