Cómo mejorar su autoestima (8 page)

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Authors: Nathaniel Branden

BOOK: Cómo mejorar su autoestima
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Lo malo de usted, Nathaniel, es...

¡Que cree en mí!.

¡Que se niega a verme como una persona corrupta!.

¡Que me hace sentir mi dolor!.

¡Que me hace sentir que hay esperanza!.

En aquel momento estaba llorando, y refunfuñando a la vez. Prosiguió:

Que me hace creer en mí misma!.

¡Que me devolvió a la vida!.

¡Que no me ve como me ven los otros!.

¡Le odio!.

Ahora lloraba sin ningún control.

—Esto es tan difícil... —repetía entre sollozos una y otra vez.

—¿El qué?

Me miró con los ojos temerosos y a la vez esperanzados de un animal salvaje.

—Admitir que lo que usted ve está ahí. Que usted tiene razón, que yo soy inteligente, que soy especial, que
soy buena.

Aun ahora, casi dos décadas después, ese momento ha quedado grabado en mí como uno de los más grandes premios de mi carrera de psicoterapeuta: el momento de ver a un ser humano reuniendo el coraje suficiente como para admitir y aceptar sus propios méritos.

Dieciocho meses después de empezar la terapia, Florencia estudiaba creación literaria en la Universidad de California. Unos años más tarde, ya casada, se ganaba la vida como periodista.

La encontré un día por casualidad en la calle, diez años después de la terapia; quizás no la habría reconocido, si ella no se me hubiera acercado a saludarme con gesto jovial. Iba bien vestida, y se la veía segura de sí misma, sonriente y alegre, en apariencia ya ajena a toda aquella tragedia que había vivido.

—No sé si usted se acuerda de mí, pero yo sí me acuerdo de usted.

Yo dudé un momento.

—Usted es... ¿Florencia?

—Claro. Soy yo.

—¡Qué alegría verla!.

—¿Sabe quién es usted, Nathaniel?

—¿Quién soy?

—Es el hombre que se negó a verme como una vagabunda y una prostituta. Usted me vio como alguien especial. Y me hizo verme así. ¡Dios, a veces lo odié tanto!. Aceptar quién era yo, quién
realmente
era
...
fue lo más difícil que tuve que hacer en mi vida. La gente siempre habla de lo difícil que es aceptar los propios defectos; alguien tendría que hablar de lo difícil que puede ser aceptar nuestras virtudes.

A veces el camino hacia la autoestima es solitario y temible. No podemos saber cabalmente y de antemano cuánto más satisfactorias resultarán nuestras vidas. Pero cuanto más dispuestos estemos a experimentar y aceptar nuestros muchos aspectos peculiares, más rico se volverá nuestro mundo interior, mayores serán nuestros recursos, y más aptos nos sentiremos para afrontar los desafíos y oportunidades de la vida. También es más probable que descubramos —o creemos— un estilo de vida que se adapte a nuestras necesidades individuales.

Hasta aquí hemos tratado de la autoaceptación como una aplicación de la racionalidad y el realismo, el respeto por nuestra propia experiencia, la negación a estar en guerra con nosotros mismos. Pero debemos considerar otro significado, más profundo, de la autoaceptación.

Me refiero al coraje que se requiere para admitir que dentro de nosotros hay un lugar donde, con defectos o sin ellos,
nos gustamos a nosotros mismos.
Mucha gente encuentra esta idea muy difícil de aprehender.

La autoaceptación, en su sentido último, se refiere a una actitud de autovaloración y autocompromiso que deriva fundamentalmente del hecho de que estoy vivo y soy consciente de que
existo.
Es una experiencia más profunda que la autoestima. Es un acto prerracional, premoral de autoafirmación, una especie de egoísmo primitivo que es la marca de nacimiento de todo organismo consciente; y sin embargo, los seres humanos tienen el poder de actuar contra él o anularlo.

Quizás lo que sigue ayudará a aclarar este punto.

A veces, después de que un paciente se ha explayado en detalle sobre su carencia de autoestima, y cuando yo quiero despertar esa otra perspectiva que él o ella parece olvidar, sugiero el completamiento de oraciones y hago que el paciente trabaje con este comienzo:
Si yo estuviera dispuesto a admitir cuánto me gusto en el fondo...

Y luego, al cabo de algunas protestas por parte del paciente, acabo oyendo finales como los siguientes:

¿Y si los demás no están de acuerdo?

Me sentiría molesto.

Tendría que sentir mucho dolor.

Usted se asombraría.

Mucha gente se disgustaría.

Me asustaría.

A mi familia no le gustaría.

No tendría excusas para mi pasividad.

Podría progresar en mi vida.

A continuación sugiero este comienzo:
Lo bueno de simular que no me gusto es...

Que tengo una excusa.

Que nadie espera cosas de mí.

Que la gente siente pena por mí.

Que no tengo que hacer nada.

Que es más fácil.

Que eso es lo que mis padres esperan de mí.

Si yo tuviera el coraje de admitir que, pese a mis defectos, me gusto...

Sería libre.

Diría la verdad.

Tendría que separarme de mi familia.

Me respetaría a mí mismo.

Sería como asomarme a otro mundo.

Todo cambiaría.

El mundo me abriría sus puertas.

Sugiero que se tome usted unos minutos y vuelva a leer estos finales. No los pase de largo apresuradamente. Revelan muchos datos valiosos que pueden tener importancia para usted.

Una actitud de autoaceptación es precisamente lo que un terapeuta eficaz se afana por despertar incluso en una persona poseedora de una bajísima autoestima. Esta actitud puede inspirarla para afrontar cualquier cosa que teme encontrar en su interior, sin caer en el odio por sí misma, sin repudiar su valor como persona o ahogar su voluntad de vivir. Así, alguien puede ser desdichado por experimentar una autoestima pobre y sin embargo aceptarla junto con las dudas sobre si mismo y los sentimientos de culpa: "Los acepto como parte del modo en que me experimento a mí mismo en este momento".

A veces la gente confunde el tema de la autoestima declarando que cualquiera debería poseer una buena autoestima, sin tener en cuenta lo que haga o deje de hacer. Esto es absolutamente imposible. Los que así opinan confunden la autoestima, que por fuerza depende de ciertas condiciones, con la autoaceptación, que puede ser incondicional.

A continuación presento un ejercicio de finalizar oraciones que le permitirá comenzar a explorar el tópico de la autoaceptación en su propia vida.

Tome un cuaderno y en una página en blanco escriba el siguiente principio:
A veces no me gusto cuando...,
y realice de seis a diez finales, lo más rápidamente que pueda. Una vez más, no se preocupe si sus finales no son todos literalmente ciertos. No se censure, o no aprenderá nada.

Después complete estos principios:

Una de las cosas que no me gusta de mí mismo es...

Una de las cosas que me gusta de mi mismo es...

Me gusto menos cuando...

Me gusto más cuando...

Mamá hizo que me viera como...

Papá hizo que me viera como...

Cuando siento que no despierto simpatía...

Cuando me enorgullezco de algo que a nadie más le importa o nadie entiende...

Si tuviera que admitir cuánto me gusto en el fondo...

Lo bueno de fingir que no me gusto es...

Lo temible de admitir que, con errores o sin ellos, me gusto es...

Comienzo a darme cuenta de que...

Si algo de lo que estoy escribiendo es cierto...

Si estuviera dispuesto a respirar profundamente y permitirme experimentar la alegría de ser...

Existen muchas posibilidades de que, si participa usted en este ejercicio plena y conscientemente, se ponga en contacto con esa parte de usted mismo que contiene dudas, miedos y culpas más profundas. Así lo espero.

No obstante, ese descubrimiento no siempre produce placer. A veces asusta. A veces usted querrá apartarse de él, o se negará a aceptarlo, porque sabe, de manera intuitiva, que aceptarlo plenamente equivale, casi con certeza, a afrontar la responsabilidad de vivir conscientemente.

Más de un paciente ha protestado: "¡Si acepto el hecho de que me gusto, tendré que comportarme de otra forma!" O: "¡Si acepto que me gusto, tendré que ser muy consciente!".

Pero cuando uno no vive conscientemente (éste es uno de los aspectos más importantes de la psicología humana), el nivel más profundo y primitivo de nuestro ser tiende, en realidad, a volverse contra nosotros, generando dolor en el nivel de la autoestima. Es ese "yo" más profundo al que ofendemos cuando faltamos a la Integridad que requiere la autoestima positiva. Si yo no poseo la lealtad suficiente para apoyar a un amigo, ese amigo se sentirá traicionado por mí. Por esta razón, si yo no poseo la lealtad suficiente para ayudarme a mí mismo (lo cual significa el coraje de saber que me gusto y de afrontar la responsabilidad de hacerlo), también yo me sentiré traicionado, aunque quizás sea incapaz de explicar mi sentimiento o contar mi experiencia.

Si revisa usted el material de este capítulo, y los ejercicios que hizo, casi con seguridad se sorprenderá al ver que se acepta más a usted mismo en algunas áreas que en otras. Tal vez acepte ciertos atributos físicos, pensamientos, sentimientos o acciones, mientras que niega o rechaza otros. Haga una lista de seis hechos relacionados con usted mismo que le cueste aceptar por completo. Quizá esto le exija un nivel de sinceridad difícil de lograr. Recuerde que "aceptar" no quiere decir "gustar". Después, en su cuaderno, escriba: Lo
difícil de aceptar
(escriba el hecho de que se trate)
es...,
y añada de seis a diez finales. Luego haga lo mismo con el principio
Si yo debiera aceptar
(escriba el ítem)
completamente...
Después:
Si sucede que la verdad es
la
verdad, la acepte yo o no...
Después:
Me doy cuenta de que...

Quizás ahora le resulte más claro que la autoaceptación es un verdadero acto heroico.

¿Qué significaría, en la práctica, que durante los próximos siete días se comprometiera usted a experimentar cada día con nuevos ejemplos de autoaceptación?

La liberación de la culpa

Nuestro objetivo es poseer un concepto de nosotros mismos resistente y positivo, y mantenerlo más allá de nuestra habilidad o falta de ella en cualquier ámbito concreto, y más allá de la aprobación o desaprobación de cualquier otra persona.

Al avanzar hacia esa meta, es de vital importancia el modo en que usted piensa acerca de su conducta (los parámetros por los cuales la juzga y el contexto dentro del cual la ve); sobre todo en los momentos en que se inclina a acusarse a sí mismo. Es obvio que la culpa destruye la autoestima positiva.

Evaluar su conducta encierra algunas preguntas como:

¿Según los parámetros de quién juzga usted su conducta, los suyos o los de otra persona?

¿Trata usted de comprender
por qué
actuó como lo hizo? ¿Recuerda las circunstancias, el contexto y las opciones que, según usted percibió, estaban a su disposición en ese momento?

¿Evalúa usted su conducta como si fuera la de otro?

Cuando piensa en su conducta, ¿Identifica las áreas o circunstancias especificas en las que tiene lugar, o generaliza en exceso y dice: "Lo ignoro", cuando en realidad quizás ignore un tema particular pero conozca bien muchos otros temas? ¿O dice: "Soy débil", cuando en realidad puede faltarle coraje o fuerza en una esfera particular pero no en otras?

Si lamenta sus acciones, ¿trata de aprender de ellas, para que en su conducta futura no repita las mismas equivocaciones? ¿O simplemente sufre por el pasado y sigue pasivamente atado a modelos de conducta que sabe inadecuados?

La respuesta a todas estas preguntas tendrá profundas implicaciones para su autoestima.

Nos sentimos culpables cuando:

  • Al contemplar algo que hemos hecho o dejado de hacer, experimentamos un sentimiento de minusvalía;
  • Nos vemos impulsados a racionalizar o justificar nuestra conducta:
  • Nos ponemos a la defensiva, en actitud combativa, cuando alguien menciona la conducta en cuestión:
  • Nos resulta difícil y penoso recordar o examinar la conducta.

Piense en alguna acción que haya realizado, o que no haya realizado, de la cual se arrepiente, algo lo bastante significativo como para haber hecho mella en su autoestima. Luego pregúntese: ¿según los parámetros
de quién
estoy juzgando? ¿Los míos o los de otro? Si esos parámetros no son en verdad suyos, pregúntese: ¿qué es lo que yo creo
en realidad
sobre esto? Si usted es un ser humano pensante y, con toda honestidad y plena conciencia, no ve nada malo en su conducta, quizás encuentre el coraje necesario para dejar de condenarse en ese mismo instante. O, al menos, tal vez comience a vislumbrar una nueva perspectiva en la evaluación de su conducta.

"Yo solía hacerme reproches —decía Beatriz, en una de nuestras sesiones de terapia— porque nunca quise que mi madre viviera conmigo... es decir, conmigo, mi marido y nuestros hijos. Me educaron según el principio de que el deber hacia los padres es lo más Importante, y que el egoísmo es un pecado. Pero una de las cosas que conseguí con la terapia es prestar atención a lo que yo
realmente
pienso, más que a lo que a veces me digo que pienso. Y la verdad es que para mí esas enseñanzas no tenían ningún sentido, sobre todo al considerar que mi madre siempre dejó bien claro que yo no le gustaba mucho, y que yo sé que ella no me gusta mucho a mí. Nunca nos llevamos bien. Toda su vida estuvo inmersa en el abatimiento y la fatalidad. Si yo me mostraba demasiado feliz, solía decirme que algo no me funcionaba bien. Pensé que, si permitía que mi madre viniera a vivir con nosotros, iba a ser un infierno para mi y mi familia. Así que dije no. Ahora mis hermanas y mis hermanos no me hablan. Yo veo la vida de una manera diferente del resto de la familia. Además, es mi vida, no la de ellos. Así que haré lo que a mí me parece racional, y aceptaré las consecuencias."

No estoy sugiriendo con esto que todos los valores son subjetivos y que la moral es sencillamente lo que un individuo piense o sienta que es moral. En
Honoring the Self
desarrollo mi propio concepto de lo que entiendo por una ética racional y objetiva, una ética de autointerés racional y lógico. Pero en general la gente suele dejarse intimidar por las preferencias valorativas de los demás, a expensas de sus propias necesidades, percepciones y autoestima.

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