Congo (32 page)

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Authors: Michael Crichton

Tags: #Aventuras

BOOK: Congo
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El significado del experimento no era enseñar a los simios a que usaran herramientas de piedra, sino demostrar que la habilidad de hacerlas estaba a su alcance. El experimento de Wright fue una razón más para pensar que los seres humanos no somos tan únicos como lo imaginamos.

—Pero ¿por qué diría Amy que no eran gorilas?

—Porque no lo son —dijo Elliot—. Estos animales no tienen aspecto de gorilas ni se comportan como tales; son diferentes. —A continuación expresó su creencia de que estos animales no sólo habían sido adiestrados, sino que habían sido criados,
tal vez cruzados
con chimpancés o, aunque pareciera extraño, con seres humanos.

Pensaron que estaba bromeando. Pero los hechos eran inquietantes. En 1960, los primeros estudios de la proteína en la sangre cuantificaron el parentesco entre hombre y simio. Bioquímicamente, el pariente más cercano del hombre resultó ser el chimpancé, mucho más próximo que el gorila. En 1964 se realizó, con éxito, el primer trasplante de riñones de chimpancé en un ser humano. Las transfusiones de sangre también fueron posibles.

Pero el grado de similitud no fue conocido totalmente hasta 1975, cuando los bioquímicos compararon el ácido ribonucleico de los chimpancés y hombres. Con sorpresa se descubrió que la diferencia entre aquéllos y éstos era de apenas un 1%. Casi nadie quiso reconocer una consecuencia de esto: con las modernas técnicas de hibridación de ácido ribonucleico y de implantación embrionaria, los cruces entre simios eran seguros, y los cruces entre hombres y simios, posibles.

Por supuesto, en el siglo XIV los habitantes de Zinj no tenían forma de comparar los filamentos de ácido ribonucleico. Pero Elliot señaló que habían subestimado los recursos de los habitantes de Zinj, quienes por lo menos habían logrado, hacía quinientos años, llevar a cabo complicados procedimientos en el adiestramiento de animales, llegando a un nivel que los científicos occidentales sólo habían podido alcanzar diez años atrás.

Y tal como lo veía Elliot, los animales adiestrados por los zinjianos presentaban un problema terrible.

—Debemos hacer frente a la realidad —dijo—. Los tests de inteligencia a que hemos sometido a Amy indican que su coeficiente es de noventa y dos. Prácticamente es tan inteligente como un ser humano, y en muchos sentidos, más inteligente, más perceptivo y sensible. Es capaz de manipularnos por lo menos con la misma habilidad que nosotros a ella.

»Estos gorilas grises poseen la misma inteligencia, pero han sido criados con un solo propósito: el de ser los equivalentes entre los primates, de los doberman, animales guardianes, de ataque, adiestrarlos por su sagacidad y fiereza. Pero son más inteligentes y tienen más recursos que los perros. Y continuarán sus ataques hasta que nos hayan matado a todos, tal como han hecho con cuantos se han acercado a este lugar hasta ahora.

3
A través de los barrotes

En 1975, el matemático S. L. Berensky examinó la literatura escrita sobre el lenguaje de los primates y llegó a una conclusión sorprendente. «No hay duda —anunció— de que los primates son muy superiores al hombre en inteligencia».

Según Berensky, «la pregunta conspicua, que todo visitante al zoo se hace intuitivamente, es: “¿Quién está detrás de los barrotes? ¿Quién está enjaulado, quién libre?”… A ambos lados de los barrotes, puede observarse a los primates haciéndose muecas mutuamente. Es demasiado fácil decir que el hombre es superior porque es quien ha hecho el zoo. Nosotros imponemos nuestra clase especial de horror: el cautiverio en jaulas, una forma de castigo entre nuestra especie, asumiendo que los demás primates sienten lo mismo que nosotros».

Berensky comparó los primates con los embajadores extranjeros: «Durante siglos, los simios se las han arreglado para llevarse bien con las personas, como embajadores de su especie. En los últimos años, incluso han aprendido a comunicarse con las personas mediante el lenguaje de los signos. Pero se trata de un intercambio diplomático unilateral; ninguna persona ha intentado vivir en una sociedad de simios, dominar su lenguaje y sus costumbres, comer sus alimentos, vivir como ellos. Los simios han aprendido a hablar con nosotros, pero nosotros nunca hemos aprendido a hablar con ellos. ¿Quién, entonces, tendrá un intelecto mayor?».

Berensky agregó una predicción: «Llegará el momento en que las circunstancias obliguen a alguna persona a comunicarse con una sociedad de primates según las condiciones impuestas por éstos… Sólo entonces se darán cuenta las personas del egoísmo condescendiente con que tratan a otros animales».

La expedición de STRT, aislada en las profundidades de la selva tropical del Congo, debía hacer frente ahora a este problema. Debían vérselas con una nueva especie de animal, similar al gorila, y tratar con él, de alguna manera, respetando sus condiciones.

Esa noche Elliot transmitió a Houston los sonidos semejantes a resuellos grabados en la cinta, que fueron retransmitidos a San Francisco. La transcripción que siguió a la transmisión fue breve:

Seamans escribió:
TRNSMISN RECBDA, AYUDARÁ

IMPORTNT NCSITO TRADCCION PRONT
, escribió Elliot.
¿CNDO LISTA?

ANÁLISIS COMPTR DIFICLES - PROBLMS XCDN MGNTD LS CH/J.

—¿Qué quiere decir eso? —preguntó Ross.

—Dice que los problemas de traducción exceden la dificultad del lenguaje de signos chino, o incluso del japonés.

Ella no sabía que existiera un lenguaje de signos chino o japonés, pero Elliot le explicó que todos los idiomas principales tenían lenguaje de signos, y que cada uno seguía sus propias reglas. Por ejemplo, el BSL, lenguaje británico de signos, es totalmente distinto del ASL, lenguaje estadounidense de signos, aunque el inglés escrito y hablado son virtualmente idénticos en los dos países.

Los distintos lenguajes de signos tienen una gramática y sintaxis distinta, y cada uno obedece a distintas tradiciones de signos. El lenguaje chino de signos utiliza el dedo medio, apuntando hacia arriba, para expresar varias cosas, como la frase «dentro de dos semanas» o la palabra «hermano», pero esta seña se considera insultante e inaceptable en el lenguaje estadounidense de signos.

—Pero éste es un idioma hablado —observó Karen Ross.

—Sí —dijo Elliot—, pero es un problema complicado. No creo que podamos traducirlo en poco tiempo.

Para la noche, tenían dos nuevas informaciones. Ross envió una simulación computable a Houston que volvió con un curso de probabilidad de tres días y una desviación estándar de dos días para encontrar las minas de diamantes. Esto significaba que debían estar preparados a pasar otros cinco días en el lugar. La comida no era problema, pero las municiones sí: Munro propuso usar gases lacrimógenos.

Esperaban que los gorilas grises usaran una técnica distinta, y eso hicieron: atacaron inmediatamente después de que oscureció. La batalla de la noche del 23 de junio se vio realzada por las explosiones de la metralla y el siseo del gas. La estrategia fue efectiva: los gorilas fueron rechazados, y esa noche no regresaron.

Munro estaba satisfecho. Anunció que tenían suficiente gas lacrimógeno para mantener a raya a los gorilas por una semana, tal vez más. Por el momento, sus problemas parecían resueltos.

DÍA 12
ZINJ

24 de junio de 1979

1
La ofensiva

Poco después del alba, descubrieron los cuerpos de Mulewe y Akari cerca de su tienda. Al parecer el ataque de la noche anterior había sido un intento eficaz de desviar la atención de la gente del campamento de modo que un gorila pudiera entrar, matar a los porteadores, y volver a salir. Lo más perturbador era el hecho de que no hallaron ninguna pista que indicara cómo podría haber cruzado la cerca electrificada.

Una cuidadosa búsqueda reveló que una sección de la cerca había sido cortada en la parte inferior. Al lado, en el suelo, había un palo largo. Los gorilas habían usado el palo para levantar la cerca, para que uno pudiera pasar, arrastrándose. Y, antes de irse, habían vuelto a poner la cerca en su estado original.

Costaba mucho aceptar la inteligencia que revelaba este comportamiento. «Una y otra vez —dijo Elliot más tarde—, teníamos que enfrentarnos a nuestros propios prejuicios respecto de los animales. No hacíamos más que esperar que los gorilas actuaran de una manera estúpida y previsible, pero nunca lo hacían. Jamás los tratamos como adversarios flexibles, aunque ya habían logrado reducir nuestras filas en una cuarta parte».

A Munro le resultaba difícil aceptar la hostilidad calculada de los gorilas. Su experiencia le había enseñado que en su medio natural los animales eran indiferentes al hombre. Finalmente llegó a la conclusión de que esos simios «habían sido adiestrados por el hombre».

—Debo pensar en ellos como si se tratase de seres humanos —dijo—. La pregunta, es: ¿qué haría yo en ese caso?

Para Munro, la respuesta era clara: tomar la ofensiva.

Amy aceptó conducirlos hasta la parte de la jungla donde, según ella, vivían los gorilas. Para las diez de la mañana, avanzaban por las laderas de las colinas al norte de la ciudad armados con fusiles. Al poco tiempo encontraron rastros de gorilas: excrementos y nidos en los árboles y en el suelo. Munro se alteró por lo que vio: algunos árboles tenían veinte o treinta nidos, lo que indicaba una población numerosa.

Diez minutos después encontraron un grupo de diez gorilas grises comiendo unas enredaderas suculentas: cuatro machos y tres hembras adultos, un gorila joven, y dos crías que retozaban. Los adultos tomaban el sol y comían indiferentes a todo. Había varios animales más, que dormían echados y roncaban ruidosamente. Todos parecían encontrarse notablemente desprotegidos.

Munro hizo una señal con la mano: los hombres sacaron el seguro de sus armas. Estaba preparado para disparar contra el grupo cuando Amy le tiró de la pernera de los pantalones. Miró hacia atrás. «Recibí el susto más grande de mi vida. En la cuesta había otro grupo, tal vez de diez o doce animales, y luego vi otro grupo, y otro más, y un cuarto. Debía de haber trescientos gorilas grises, o más. La ladera estaba
repleta
de ellos».

El grupo más numeroso de gorilas salvajes que se ha avistado estaba formado por treinta y un ejemplares. Fue en Kabara, en 1971, y esa cantidad ha sido puesta en duda. La mayoría de los investigadores opina que se trataba de dos grupos vistos juntos por un momento, pues en general los gorilas van en grupos de diez o quince. Elliot pensó que trescientos animales era «una visión pavorosa». Pero más le impresionó la conducta de los animales. Mientras dormían o comían bajo el sol, se comportaban como gorilas comunes, aunque había diferencias importantes.

«Desde que los vi, me di cuenta de que se comunicaban mediante un lenguaje de signos. Las vocalizaciones jadeantes eran notables, y claramente constituían una forma de lenguaje. Además, usaban signos, aunque no se parecían en nada a los que conocemos. Hacían sus gestos con las manos extendiendo los brazos de una manera grácil, como bailarinas tailandesas. Estos movimientos de las manos parecían complementar las vocalizaciones de suspiros.

»Obviamente, estos gorilas habían elaborado por su cuenta, o alguien se los había enseñado, un sistema de lenguaje mucho más sofisticado que el lenguaje puro de signos de los simios de laboratorio del siglo XX».

En un rincón de su mente, Elliot consideró que se trataba de un descubrimiento excitante, mientras al mismo tiempo compartía el miedo de los que estaban con él. Agazapados detrás del denso follaje, contenían el aliento, observando cómo comían todos los gorilas en la colina opuesta.

Aunque parecían pacíficos, los seres humanos que los observaban sentían una tensión rayana con el pánico por el hecho de estar tan cerca de esa cantidad de gorilas. Finalmente, a una señal de Munro, echaron a andar por el sendero, y regresaron al campamento.

Los porteadores estaban cavando tumbas para Akari y Mulewe en el campamento. Eso les recordó el peligro que acababan de correr. Procedieron a discutir las alternativas que tenían.

—No parecen ser agresivos durante el día —dijo Munro dirigiéndose a Elliot.

—No —convino Elliot—. Su comportamiento parece típico; casi más indolente que el de los gorilas comunes durante el día. Probablemente la mayoría de los machos duerme de día.

—¿Cuántos de los animales que vimos en la colina serían machos? —preguntó Munro. Habían llegado a la conclusión de que solamente los machos participaban en los ataques. Munro quería saber las posibilidades que tenían.

—La mayor parte de los estudios —dijo Elliot— establece que los machos constituyen el quince por ciento de un grupo. Y se ha demostrado que las observaciones aisladas subestiman el tamaño del grupo en un veinticinco por ciento. Hay más animales que los que se ven en un momento dado.

La aritmética era desalentadora. Según sus cálculos, en la colina había unos trescientos gorilas, lo que significaba que probablemente habría unos cuatrocientos, de los cuales el quince por ciento eran machos. Eso quería decir que había unos sesenta animales que atacaban, y sólo nueve en el grupo de defensa.

—Difícil —dijo Munro, sacudiendo la cabeza.

Amy tenía la solución:
«Irse ahora»
, dijo por señas.

Ross preguntó qué decía y Elliot le explicó:

—Quiere que nos vayamos. Creo que tiene razón.

—No sea ridículo —dijo Ross—. No hasta que no encontremos los diamantes.

«Irse ahora»
, volvió a decir Amy.

Miraron a Munro. De algún modo, todos habían decidido que éste diría qué harían a continuación.

—Quiero esos diamantes tanto como cualquiera —dijo—. Pero si morimos no nos servirán de mucho. No tenemos otra alternativa. Debemos irnos, si podemos.

Ross lanzó una maldición.

—¿Qué quiere decir con eso de «si podemos»? —preguntó Elliot.

—Quiero decir —dijo Munro—, que a lo mejor no nos dejan.

2
Partida

De acuerdo con las instrucciones de Munro, sólo llevaron provisiones mínimas de comida y municiones. Dejaron todo lo demás: tiendas, cerca de protección, equipo de comunicaciones, todo. Partieron al mediodía.

Munro echó un vistazo por encima del hombro, esperando haber tomado la mejor decisión. En la década de 1960, los mercenarios del Congo tenían un dicho irónico: «No salgáis de vuestras casas». Tenía múltiples significados, entre los que se incluía el más obvio: en primer lugar no debían haber ido al Congo. También quería decir que una vez establecidos en un campo fortificado o ciudad colonial, no era prudente salir a la jungla circundante, mera cual fuese la provocación. Muchos amigos de Munro habían muerto en la jungla por haber salido estúpidamente de su casa.

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