Contra el viento del norte (16 page)

Read Contra el viento del norte Online

Authors: Daniel Glattauer

Tags: #Romántico

BOOK: Contra el viento del norte
10.69Mb size Format: txt, pdf, ePub

13 minutos después

Fw:

¡Eh, Emmi!, ¿ya te has dormido?

35 segundos después

Re:

Me gustaría oír tu voz, Leo.

25 segundos después

Fw:

¿Cómo dices?

40 segundos después

Re:

Que me gustaría oír tu voz.

Tres minutos después

Fw:

¿Sí? ¿De veras? ¿Y en que habías pensado? ¿Quieres que grabe una maqueta y te la envíe? ¿Qué quieres oír? ¿Basta con una prueba de micrófono, «un, dos, tres, probando»? ¿O quieres que cante una canción? (Cuando por casualidad pillo un tono, ya no se me escapa, y no suena nada mal.) Podrías acompañarme con el piano…

55 segundos después

Re:

¡Ahora mismo! ME GUSTARÍA OÍR TU VOZ AHORA MISMO, LEO. Dame ese gusto, por favor. Llámame. 83 17 433. Déjame un mensaje en el contestador. Por favor, por favor, por favor. Sólo unas palabras.

Un minuto después

Fw:

Y a mí me gustaría oír cómo pronuncias esas frases que en tus mensajes escribes con mayúsculas. ¿A gritos? ¿Con voz estridente? ¿Chillando?

Dos minutos después

Re:

Bueno, está bien, Leo, te propongo lo siguiente: tú me llamas ahora y me grabas uno de tus mensajes. Por ejemplo: «¿Sí? ¿De veras? ¿Y en qué habías pensado? ¿Quieres que grabe una maqueta y te la envíe? ¿Qué quieres oír?…», etc. Y luego te llamo yo y digo: «¡Ahora mismo! ME GUSTARÍA OÍR TU VOZ AHORA MISMO, LEO. Dame ese gusto…», etc.

Tres minutos después

Fw:

Contrapropuesta: de acuerdo, pero dejémoslo todo para mañana. Primero tengo que recobrar la voz. Además, estoy muerto de cansancio. Sesión de contestador, esta noche, sobre las nueve, con una buena copa de vino. ¿Te parece bien?

Un minuto después

Re:

Vale. Que pases bien el resto de la noche, Leo. Gracias por estar ahí. Gracias por acogerme. Gracias por existir. Gracias.

45 segundos después

Fw:

¡Ahora voy a quitar el ordenador de la cama!

Buenas noches.

La noche siguiente

Asunto: Nuestras voces

Hola, Emmi.

¿Lo hacemos?

Tres minutos después

Re:

Pues claro, ya estoy impaciente.

Dos minutos después

Fw:

¿Y si no te gusta mi voz? ¿Si te impresiona? ¿Y si piensas: así ha estado hablando conmigo este tío todo el tiempo? (¡Salud! Estoy bebiendo vino francés corriente.)

Un minuto y medio después

Re:

¿Y al revés? ¿Y si mi voz no te gusta? ¿Y si se te encoge el ombligo? ¿Si luego no quieres seguir charlando conmigo? (¡Chinchín! Yo bebo
whisky
, si está permitido. Estoy demasiado nerviosa para tomar vino.)

Dos minutos después

Fw:

Tomemos los dos últimos mensajes que acabamos de enviar. ¿De acuerdo?

Tres minutos después

Re:

Pero son mensajes complicados, se componen casi sólo de preguntas. Es difícil pronunciar preguntas cuando se le habla a alguien por primera vez. Sobre todo para las mujeres. Las mujeres resultan vocalmente perjudicadas con las preguntas, porque tienen que subir el tono al final de las frases, o sea, se ven obligadas a usar registros más agudos aún. Si encima están nerviosas, les puede hacer gallos la voz. ¿Entiendes lo que quiero decir? Los gallos suenan muy ridículos.

Un minuto después

Fw:

¡EMPECEMOS AHORA MISMO, EMMI! Yo hablo el primero. En cinco minutos hablas tú. Cuando terminemos de hablar, nos mandamos un correo electrónico. Y DESPUÉS escuchamos los mensajes del contestador. ¿Entendido?

30 segundos después

Re:

¡Un momento! Tu número de teléfono, si tienes la bondad.

35 segundos después

Fw:

¡Oh, perdón! 45 20 737. Bueno, empiezo.

Nueve minutos después

Fw:

He terminado. Ahora tú.

Siete minutos después

Re:

Ya está. ¿Quién escucha el primero?

50 segundos después

Fw:

Los dos al mismo tiempo.

40 segundos después

Re:

Vale, nos escribimos luego.

14 minutos después

Re:

¿Por qué no escribes, Leo? Si no te gusta mi voz, puedes decírmelo a la cara (a la bandeja de entrada) sin miedo. Me parece que en la selección de los mensajes he sido claramente discriminada por ser mujer. Y el ruido rasposo en mi voz no proviene de mí, sino del
whisky
. Si no me escribes ahora mismo, me bebo toda la botella. Y en caso de intoxicación etílica te cobraré los gastos de hospitalización.

Dos minutos después

Fw:

Me he quedado sin habla, Emmi. Quiero decir: estoy sorprendido. Te imaginaba completamente distinta. Dime: ¿realmente hablas así siempre? ¿O has impostado la voz?

45 segundos después

Re:

¿Cómo hablo?

Un minuto después

Fw:

¡De un modo tremendamente erótico! Como la presentadora de un programa de sexo.

Siete minutos después

Re:

Eso suena bien, puedo aceptarlo. Tú tampoco estás precisamente flojo. Eres mucho más atrevido hablando que escribiendo. Tienes una auténtica voz ronca. Mi pasaje favorito es: «¿Así ha estado hablando conmigo este tío todo el tiempo?». Sobre todo las palabras «tío» y «hablando». En «tío» es la «i». Tu «i» es sensacional. En realidad no es un sonido, sino mas bien un murmullo, un susurro, como si echaras el humo de un porro por entre los dientes. En «hablando» es «blan», lo dices de un modo increíblemente obsceno, muy sexy, como una provocación a…, da igual a qué, en todo caso, lo dices como una provocación a la que uno responde. «Blan», en la forma en que tú lo dices, podría ser el nombre de una nueva píldora para la potencia sexual. Blan en lugar de Viagra, según el modelo acústico de Leo Leike, sería buenísimo.

Cuatro minutos después

Fw:

A mí lo que más me fascina, Emmi, es la forma en que dices «ombligo». Nunca antes había oído a nadie decir «ombligo» de un modo tan encantador, tan dulce, tan oscuro, tan claro, y jamás te hubiera creído capaz de decirlo así a ti. Sin chillar, sin barbotar, sin berrear. Una manera de decir «ombligo» realmente bonita, delicada, elegante, suave, aterciopelada. Y «whisky», sí, eso también suena muy noble. «Whis» como una cuerda que se hace vibrar. «Ky» como una llave que abre tu… mmm… dormitorio. (Mi botella de vino tinto se está acabando, ¿lo has notado?)

Un minuto después

Re:

¡Sigue bebiendo, Leo! Me gusta cuando has bebido un poco. Eso en combinación con tu voz me pone algo…

20 minutos después

Re:

¿Dónde te has metido, Leo?

Diez minutos después

Fw:

Un momento. Estoy abriendo otra botella de vino. ¡El vino francés corriente es tan bueno, Emmi! Se bebe muy poco vino francés. Poco y pocas veces. Si bebiéramos más vino francés, más y más a menudo, seríamos todos más felices y dormiríamos mejor. Tienes una voz muy erótica, Emmi. Me gusta tu voz. Marlene también tenía una voz muy erótica, pero diferente. Marlene es mucho más fría que tú, Emmi. La voz de Marlene es profunda pero fría. La voz de Emmi es profunda y cálida. Y dice
whisky
.
Whisky
.
Whisky
. ¡Brindemos por nosotros! Estoy bebiendo vino tinto francés. Volveré a leer todos tus mensajes, Emmi, y sonarán totalmente distintos. Hasta ahora siempre había leído tus mensajes con la voz equivocada. Los leía siempre con la voz de Marlene. Emmi era para mí Marlene, Marlene muy al principio, cuando aún nada se sabía. Entonces sólo había amor y nada más. Todo era posible. ¿Estás bien, Emmi?

Cinco minutos después

Re:

¡Oh, no! ¿Por qué tienes que beber tan deprisa, Leo? ¿No puedes esperar un poco? Por si acaso ya estás tumbado con la frente sobre el teclado: buenas noches, amigo mío. Es estupendo charlar contigo. Estupendo, pero a veces —por cierto, siempre que empieza a ponerse interesante— demasiado breve (por motivos etílicos). Bueno, al menos tengo el contestador. Antes de irme a la cama pondré un par de veces más a Leo Leike, el de «¿Así ha estado hablando conmigo este tío todo el tiempo?». Seguramente será bueno contra el viento del norte.

12 minutos después

Fw:

¡No te vayas a la cama todavía, Emmi! Aún estoy despierto, estoy bien. ¡Ven a mi casa, Emmi! Tomemos otra copa. Susúrrame al oído «whisky, whisky, whisky». Di: «Ombligo». Y señálatelo. ¡Conque éste es el famoso ombligo de la famosa Emmi!, diré yo. Te lo prometo: sólo te pasaré el brazo por encima del hombro. Sólo un abrazo. Sólo un beso. Sólo un par de besos, nada más. Besos totalmente inofensivos. Necesito saber cómo hueles, Emmi. Tengo tu voz en la cabeza, ahora necesito tu olor en la nariz. Hablo en serio, Emmi: ven a mi casa. Te pago el taxi. Ah…, no, tú no quieres. Es igual, ya pagará alguien el taxi. Hochleitnergasse 17, ático 15. Ven a mi casa. ¿O quieres que vaya yo a la tuya? También puedo ir yo. Olerte tan sólo una vez. Besarte tan sólo una vez. Nada de sexo. Estás casada, ¡por desgracia! Nada de sexo, lo prometo. Lo prometo, Bernhard. Sólo quiero oler tu piel, Emmi. No quiero saber qué aspecto tienes. No encendamos las luces. Completamente a oscuras. Sólo un par de besos, Emmi. ¿Es algo malo? ¿Es infidelidad? ¿Qué es infidelidad? ¿Un correo electrónico? ¿O una voz? ¿O un olor? ¿O un beso? Quiero estar contigo ahora. Quiero que nos abracemos. Pasar una noche con Emmi, sólo una. Yo cierro los ojos. No necesito saber cómo es. Sólo necesito olerla y besarla y tocarla, muy cerca. Río de felicidad. ¿Eso es infidelidad, Emmi?

Cinco minutos después

Re:

«¿Así ha estado hablando conmigo este tío todo el tiempo?» Buenas noches, Leo. Es bonito charlar contigo. Increíblemente bonito. ¡Tremendamente bonito! Podría acostumbrarme. Me he acostumbrado.

Capítulo8

A la mañana siguiente

Sin asunto

Buenos días, Leo. Malas noticias. Debo ir a Tirol del Sur. Bernhard está en el hospital. Dicen los médicos que ha sufrido un colapso por calor o algo por el estilo. Tengo que ir a recoger a los niños. Me duele la cabeza. (¡Demasiado
whisky!
) Gracias por la hermosa noche de ayer. Yo tampoco sé qué es «infidelidad». Sólo sé que te necesito mucho, Leo, muchísimo. Y mi familia me necesita a mí. Ya me marcho. Mañana volveré a escribirte. Espero que te encuentres bien después de tanto vino francés corriente…

Al día siguiente

Asunto: Todo en orden

¿No hay ningún mensaje de Leo? Sólo quería decirte que hemos vuelto. Bernhard ha venido con nosotros. Tuvo un colapso circulatorio, pero ya se ha recuperado. Escribe, Leo…, ¡por favor!

Dos horas después

Asunto: Para el señor Leike

Distinguido señor Leike:

Me cuesta un gran esfuerzo escribirle. Le confieso que me avergüenza hacerlo, y con cada línea será mayor el bochorno que yo mismo me cause. Soy Bernhard Rothner, creo que no hace falta que me presente con más detalles.

Señor Leike, me dirijo a usted para pedirle un favor muy grande. Sé que cuando le diga de qué se trata se quedará atónito o incluso escandalizado. A continuación intentaré explicarle los motivos. No soy un excelente escritor. Lamentablemente no lo soy, pero me esforzaré por expresar en esta forma desacostumbrada para mí todo lo que me tiene preocupado desde hace meses, lo que poco a poco ha ido alterando mi vida, la mía y la de mi familia, también la de mi mujer, cosa que creo poder juzgar bien después de todos los años que hemos vivido en armonía. El favor que quería pedirle es que se encuentre usted con mi mujer, señor Leike. ¡Hágalo de una vez, por favor, para que acabe esta pesadilla! Somos personas adultas, no puedo exigirle nada. Tan sólo puedo rogarle encarecidamente que se encuentre con ella. Mi inferioridad y mi debilidad me hacen sufrir. No sabe lo humillante que es para mí redactar estas líneas. Usted en cambio no ha mostrado ni la más mínima flaqueza, señor Leike. No tiene nada que reprocharse. Y yo tampoco, desgraciadamente. Desgraciadamente, yo tampoco tengo nada que reprocharle. A un fantasma no se le puede reprochar nada. Usted no es concreto, señor Leike, no es tangible, no es real, es tan sólo una fantasía de mi mujer, ilusión de dicha infinita de los sentimientos, éxtasis apartado de la realidad, una utopía de amor hecha de letras. Contra eso no puedo hacer nada, tan sólo esperar a que el destino sea clemente y acabe convirtiéndolo en una persona de carne y hueso, en un hombre de perfiles definidos, con virtudes y defectos, con puntos sensibles. Hasta que mi mujer no pueda verlo a usted como me ve a mí, como un ser vulnerable, una criatura imperfecta, un ejemplar de la defectuosa especie humana, hasta que no se encuentre usted con ella cara a cara no dejará de ser superior. Sólo entonces tendré la posibilidad de plantarle cara, señor Leike. Sólo entonces podré luchar por Emma.

«No me obligues a hojear mi álbum familiar, Leo», le escribió una vez mi mujer. Pues, en lugar de ella, ahora soy yo quien se ve obligado a hacerlo. Cuando nos conocimos, Emma tenía 23, yo era su profesor de piano en el conservatorio, catorce años mayor que ella, bien casado, padre de dos hijos encantadores. Un accidente de tráfico redujo nuestra familia a un montón de escombros: el pequeño de 3 años, traumatizado; la mayor, gravemente herida; yo, con daños permanentes; la madre de los niños, Johanna, mi mujer, muerta. Sin el piano me habría hundido. Pero la música es vida, mientras suene nada muere para siempre. Cuando se es músico y se toca un instrumento, los recuerdos se viven como si fueran hechos inmediatos. Eso me levantaba la moral. También estaban mis alumnos y mis alumnas, tenía una distracción, una tarea, un sentido. Pues sí, y de repente estaba… Emma. Aquella joven vivaz, dinámica, descarada, preciosa, empezó a recoger nuestras ruinas por sí misma, sin esperar nada a cambio. Esas personas excepcionales vienen al mundo para combatir la tristeza. Son muy pocas. No sé qué habré hecho para merecerla, pero de pronto la tenía a mi lado. Los niños la recibieron con los brazos abiertos, sí, y yo me enamoré perdidamente de ella.

¿Y ella? Ahora, señor Leike, se preguntará usted: pues bien, ¿y Emma? ¿Es posible que esa estudiante de 23 años también se haya enamorado del caballero de la triste figura que frisaba los 40 y por aquel entonces sólo vivía de teclas y tonos? Ésa es una pregunta que no puedo responder, ni a usted ni a mí mismo. ¿Hasta qué punto fue sólo la admiración por mi música (en aquel tiempo yo tenía mucho éxito, era un concertista de piano muy aplaudido)? ¿Cuánto había de compasión, simpatía, deseos de ayudar, capacidad de estar ahí en los momentos difíciles? ¿Cuánto le recordaba yo a su padre, muerto prematuramente? ¿Cuánto se había encariñado con la dulce Fiona y el adorable Jonas? ¿En qué medida era mi propia euforia la que en ella se reflejaba?, ¿en qué medida amaba solamente mi inagotable amor por ella y no a mí? ¿Hasta qué punto disfrutaba con la seguridad de que yo jamás la decepcionaría a causa de otra mujer, con la lealtad de por vida, con mi eterna fidelidad, de la que podía estar segura? Créame, señor Leike, nunca me habría atrevido a acercarme a ella si no hubiese notado que me demostraba un cúmulo de sentimientos tan intensos como yo a ella. De manera patente se sintió atraída por mí y por los niños, quiso formar parte de nuestro mundo, llegó a formar parte de nuestro mundo, una parte fundamental, decisiva, el centro mismo. Dos años más tarde nos casamos. De eso hace ya ocho años. (Perdón, acabo de estropear su jueguecito, he desvelado uno de los tantos secretos: la «Emmi» que usted conoce tiene 34 años.) No había día que no me asombrara de tener a mi lado a aquella belleza joven y vital. Y todos los días temía que «ocurriera», que viniese uno más joven, uno de sus muchos pretendientes y admiradores. Y Emma diría: «Bernhard, me he enamorado de otro. ¿Qué hacemos?». Ese problema no apareció. Llegó uno mucho peor. Usted, señor Leike, el silencioso «mundo exterior». Ilusiones de amor por correo electrónico, sentimientos que se intensifican sin cesar, ansia creciente, pasión insatisfecha, todo encaminado a un objetivo que sólo es real en apariencia, un objetivo supremo que se aplaza una y otra vez, la cita de las citas que nunca tendrá lugar, porque superaría la dimensión de la dicha terrenal, la satisfacción absoluta, sin punto final, sin fecha de caducidad, que tan sólo puede vivirse en la mente. Contra eso no puedo hacer nada.

Other books

Risen by Sharon Cramer
Report of the County Chairman by James A. Michener
The Stranger Came by Frederic Lindsay
Lacy Williams by Roping the Wrangler
Covet by Tara Moss
Day Beyond the Dead (Book 1) by Dawn, Christina