Silverstone fue interrumpido por el capitán Howes, que dijo:
—¡Usted está loco!
—Sí, al principio creí que estaba loco. Wenlock también creyó que estaba loco cuando intenté decirle por primera vez algo de mis ideas… Fue entonces que reñimos. Ahora creo que no estoy loco. La locura se halla en las generaciones humanas de la historia.
Howes se dio una incrédula palmada en su calvo cráneo, y dijo:
—¿Me está pidiendo que crea que a partir de ahora un rayo de luz láser puede surgir de algún desdichado cuerpo y penetrar en mi pistola cuando yo aprieto el botón? ¡Está usted loco! ¿Cómo puede uno matar a alguien en un universo así?
—Debo admitir que yo tampoco lo veo —dijo Borrow.
—Es extremadamente difícil de ver, lo admito —dijo Silverstone—. Vivimos en una generación que se está consumiendo en la paradoja, debido a que nos hallamos en un punto de revelación. Pero entienda, capitán, está usted equivocado cuando dice que la luz surgirá de un cuerpo hasta su pistola
desde ahora
. Debo hacerle ver que nada en absoluto ha cambiado en el mundo externo; obedece las mismas leyes naturales externas que siempre ha conocido y siempre conocerá. Es sólo nuestra percepción lo que ha cambiado de pronto, lo que se ha aclarado de pronto. Lo que siempre ha sucedido es que esa luz ha brotado de los cuerpos hacia su pistola; entonces usted ha apretado el botón y ha tenido intención de hacerlo.
—¡Eso es una locura, una completa locura! ¡Bush…, usted lo está oyendo! ¡Usted sabe que está desvariando y que las cosas no ocurren así!
—No, empiezo a verlas tal como el profesor las está explicando —dijo Bush—. La acción ocurre como él dice; suena como una locura sólo porque las percepciones de la sobremente son tan retorcidas que Newton enunció, o enunciará, mejor dicho, su ley al revés. La entropía trabaja en dirección opuesta a lo que esperábamos. Eso también suena a locura porque hemos invertido causa y efecto por la misma razón. Los juristas en los tribunales también han utilizado mal sus
post
y
propter hocs
.
Howes hizo un amplio gesto de irritada impotencia.
—De acuerdo… Entonces, si todo ocurre de la forma que dicen usted y Silverstone,
¿por qué no vemos las cosas así?
.
Suspirando, el profesor dijo:
—Ya hemos explicado eso. Nuestras percepciones han sido filtradas a través de las lentes distorsionadoras de la mente, de tal forma que vemos las cosas al revés, del mismo modo que las lentes del ojo ven realmente todas las cosas invertidas —se volvió hacía Borrow, que masticaba unos bocados de carne que Ann había repartido—. ¿Capta
usted
todo esto, amigo mío?
—Encuentro esa historia del disparo más fácil de captar que la idea del universo cerrándose sobre nosotros. Supongamos que dividimos el disparo en una serie de escenas como una historieta, y las numeramos. La primera muestra un cuerpo muerto, horizontal; la segunda, el cuerpo a medio levantarse del suelo; la tercera, el cuerpo casi de pie, con el rayo surgiendo de él; la cuarta, el rayo alcanzando la pistola; la quinta, el botón de la pistola siendo apretado; la sexta, la resolución formándose en la mente del hombre que tiene la pistola. Esas seis escenas existen en el espaciotiempo en su totalidad…, y con nuestra experiencia del viaje mental sabemos que siempre existirán, que pueden ser visitadas una y otra vez como cualquier otro acontecimiento de la historia. De acuerdo; son como seis imágenes de una historieta en una página. Pueden ser leídas de la una a la seis o de la seis a la una, aunque sólo una de las formas es la correcta. Lo único que ocurre es que siempre las hemos leído en la mala dirección. ¿Estoy en lo cierto, profesor?
—Sí, sí, es una buena analogía. Las experimentamos al revés porque nuestros recuerdos están distorsionados. ¿Puede verlo más claro ahora, capitán?
Howes se rascó la nuca y se encogió de hombros.
—Deme otra taza de café, ¿quiere, Ann?
Habían llegado a una especie de pausa. Silverstone y Bush se miraron con expresión casi resignada. Quizá debido al cansancio, el primer arrebato de excitación intelectual de Bush se había apagado. Apenas había tocado su comida. Miró sombríamente las apretadas filas de imprecisos cuerpos a su alrededor, muchos de los cuales, en la ilusión del viaje mental, parecían estar metidos a medias en las rocas de ambiguas formas.
—Ann… ¡Desearía otra taza de café! —repitió Howes secamente.
Ann estaba sentada con las rodillas levantadas, las raciones a su lado, mirando hacia las grises rocas con una expresión de total vacuidad. Alarmado, Bush se inclinó hacia ella y sacudió suavemente su hombro.
—¿Te sientes bien, Ann?
Muy lentamente, ella volvió la cabeza y lo miró.
—¿Vas a apuntar de nuevo tu pistola contra mí, Eddie, para demostrarme el nuevo sistema? Pienso que estáis todos en un sueño…, este horrible lugar os ha hipnotizado. ¿Podéis daros cuenta de que lo que estáis diciendo es simplemente arrancar la vida humana de sus raíces y… y burlarse de ello? ¡Bueno, no quiero oír ni una palabra más! Ya he oído lo suficiente, y deseo volver…, volver al jurásico o
a cualquier otro lugar
, ¡antes que seguir oyéndoos hablar de esas cosas horribles en este basurero horrible! ¡Es como un espantoso sueño! Vuelvo atrás…, o adelante… ¡O como demonios creáis que es!
Silverstone se levantó de un salto; se daba cuenta de que la chica estaba al borde de la histeria.
—¡No! —ansiosamente, le tomó las manos—. ¡Ann, no puedo dejarla partir! Necesito… Todos nosotros necesitamos en esto el sentido común de una mujer. ¿No puede verlo? Somos… una especie de discípulos, un grupo de discípulos. Debemos regresar a 2093 completamente esclarecidos y
explicar
a los demás…
—¡Bueno, a mí no me van a atrapar para explicármelo, Norman! No soy de su clase, y usted lo sabe… Soy tan sólo una persona ordinaria.
—Todos nosotros somos personas ordinarias, y todas las personas ordinarias tienen que hacer frente a la verdad.
—¿Por qué? ¡He vivido treinta y dos años feliz con una mentira!
—¿…feliz, Ann? ¿Realmente feliz, y no asustada en el fondo, consciente como varias generaciones antes del siglo XX de que alguna inmensa y terrible revelación estaba a punto de estallar? ¡La gente tiene que conocer la verdad!
—Déjeme a mí, profesor —dijo Bush, y rodeó a Ann con su brazo—. Por favor quédate y escucha, Ann. Te necesitamos aquí. Todo irá bien. Sé que eres fuerte. Puedes soportar todo esto…
Ann casi consiguió sonreírle.
—¿Fuerte, yo…? Tú dices… ¡Vosotros, los hombres, sois siempre los mismos, en la circunstancia que toque! ¡Os gustan tanto las novedades, las teorías y todas esas estupideces! Mira, todo lo que habéis dicho acerca de rayos volviendo a sus pistolas, explicado en seis escenas…
—Roger lo ha expresado muy claramente.
—¡Muy claramente, sí! —se echó a reír desdeñosamente—. ¿Sabéis realmente de qué estabais hablando? De un muerto volviendo de nuevo a la vida…, yaciendo ensangrentado en el suelo, quizás, y la sangre siendo absorbida de vuelta por sus venas, ¡y luego el tipo levantándose y andando como si nada hubiera ocurrido!
—¡Cristo! —dijeron al mismo tiempo Bush y Borrow.
Ann se puso de pie.
—De acuerdo… ¡Cristo! Tomemos a Cristo. Está colgando en la cruz, recibiendo la espada en el costado, volviendo a la vida, los romanos retirando, desmartilleando los clavos de sus manos, depositándolo en el suelo, dejándolo ir a reunirse con sus discípulos… ¿Es así?
Silverstone palmeó su aprobación.
—¡Lo ha comprendido! ¡Ha sido la primera en comprenderlo! Más tarde iba a plantear el nuevo concepto de la existencia animal y humana, pero…
—¡Al infierno con todo eso! —exclamó Ann, de pie, desafiante, la silueta recortada contra las grises rocas—. ¡Al infierno con los nuevos conceptos! ¡Estáis hablando de hombres muertos volviendo a la vida y ni siquiera lo comprendéis, tan absortos estáis en las teorías! ¡Os lo digo, estáis
locos
!
—En ese sentido, quizá lo estemos —admitió Silverstone, exhibiendo su irónica sonrisa de pájaro—. Ann, pido disculpas. Hemos intentado permanecer ecuánimes. Es una forma humana de considerar las cosas. El disparo era tan sólo un ejemplo que nos propuso el capitán Howes. Hablemos ahora de la vida humana, y le prometo que no será tan terrible cuando lo haya comprendido totalmente.
—¡Los muertos que andan! —Ann se cruzó de brazos y lo miró como si nunca antes lo hubiera visto—. ¡De acuerdo, profesor Norman Silverstone, adelante, asústeme!
—Como Ann ha comprendido, al igual que lo comprendo yo, con el derrumbe de la sobremente, la visión de la vida de la submente, desnuda y auténtica, es algo que sorprende, incluso aterra, a primera vista —dijo Silverstone—. El sol se levanta al oeste y se pone al este. Actúa como el gobernador de todas las vidas orgánicas y mortales que, con sus ritmos circadianos, se hallan bajo su dominio. Poco después de empezar el año, las hojas muertas se agitan, se vuelven doradas, se elevan del suelo en montones, y visten las hayas, que entonces se vuelven verdes y, al octavo mes, las absorben en su interior en la forma de brotes; durante todo ese tiempo, los árboles han estado derramando su alimento al suelo; ahora vuelven a estar desnudos todos los meses de marzo, febrero, enero y diciembre, hasta que su próxima ingestión de hojas les dé la fuerza para hacerse más pequeños de nuevo. Esto ocurre con las hayas, y también, por supuesto con todos los demás árboles. Las bellotas hacen decrecer los gigantescos robles.
Y lo mismo de los árboles puede decirse de los animales y la humanidad. Algunas de las religiones más importantes del mundo, que después de todo obtuvieron su poder de la sub-mente, debieron adivinar la verdad de las cosas; su proclamación de la resurrección de la carne no es más que una verdad literal. Al mismo tiempo, la noción medieval de la generación espontánea resulta también cumplida. La organización se agita en los corrompidos huesos de la tumba; los gusanos ponen carne sobre los huesos; algo más y más parecido a un ser humano se va formando; el ataúd queda lleno, tan sólo necesita que los deudos acudan y lo extraigan de la tumba, lo lleven a su casa, absorban la humedad de sus pañuelos y se abracen antes de que el primer soplo entre en el cuerpo. O, si el cuerpo fue incinerado, entonces las llamas reconstruirán las cenizas en carne.
¡La vida humana brota sobre el mundo de incontables maneras! Los cuerpos se levantan del lecho marino durante las tormentas y son arrastrados hasta los barcos que emergen también de las olas. Antes de los accidentes de carretera, verán a las ambulancias correr hacia atrás con miembros rotos que se esparcen sobre la carretera para unirse y formar un ser viviente, que saltará a un coche que se extirpará de otro coche contra el que estaba empotrado. Los restos que posiblemente llevarían años oxidándose en la remota ladera de una montaña empezarán a brillar de nuevo, recuperarán bruscamente su forma y rugirán llameando hacia atrás en dirección al cielo, con sus pasajeros entrando de pronto en una frenética vida; sufrirán aprensiones, pero todo irá bien, ya que el fuego se apagará y el avión retrocederá a salvo hasta un aeropuerto civilizado.
De éstas y de muchas otras formas la población se incrementa. Pero la ceremonia especial en la que más se incrementa la vida humana es la guerra. De los edificios derruidos, de los cráteres de las bombas, de los bosques astillados, de los tanques reventados y los submarinos hundidos y los fangosos campos de batalla, los muertos se levantan y viven y sus heridas se curan y rejuvenecen. La guerra es la gran cosechadora de nacimientos del planeta.
Pero ya hemos hablado mucho del nacimiento. ¿Qué ocurre con la muerte? Conocemos el futuro, que la raza humana va decreciendo hacia su unión con el reino animal, que el fin de la Tierra está tan cerca, geológicamente hablando, que todas las cosas tienden hacia lo pequeño y lo no inteligente. Todo está tan maravillosamente planeado que la humanidad sigue el mismo esquema, tanto en lo general como en lo individual. Cada ser humano, y por supuesto esto se aplica también a los animales, rejuvenece y empequeñece, con la mayor parte de sus facultades alcanzando la madurez justo antes de perderlas en la pubertad. Entra entonces en la infancia, pasando probablemente por la escuela para olvidar el conocimiento que ya no necesita. El declive hacia la impotencia es relativamente rápido y compasivo; es posible que a lo que llamamos doce años de edad, que en realidad es doce años hasta la matriz, el ser humano esté probablemente mucho más alerta mentalmente de lo que nunca ha estado; y necesita toda su atención, ya que deberá pasar por la complicada tarea de desaprender el lenguaje. Para la mayoría, éste es un período feliz al que se abandonan alegremente hasta el fin de sus vidas. Pueden descansar en los brazos maternos y balbucear sin preocupaciones. Apenas se dan cuenta de cuando les llega el momento de regresar al seno materno, la tumba de la raza humana.
Quizá debería añadir aquí, ruego me perdone, Ann, que a menudo la madre experimenta dolor e incomodidad en el transcurso de este proceso; pasan uno o dos meses antes de que los movimientos del niño desaparezcan por completo y se funda totalmente con la vida de su cuerpo. Pero las cosas mejoran para ella, y cuando el niño quede reducido a una partícula, su marido o amante la penetrará y absorberá esa sustancia residual.
El proceso se completa, y a menudo ambos se enamoran antes de separarse para siempre.
¿Alguna pregunta?
Bush, Howes y Borrow miraron a Ann, que continuaba de pie contra uno de los monstruosos bloques de piedra gris del criptozoico, mirando a Silverstone. Ellos habían aceptado la progresión retrógrada del universo con cierto aplomo; el flujo hacia atrás de la vida humana los había enfriado perceptiblemente.
—Lo pinta usted de tal modo que suena casi bonito —dijo Ann—. Ha evitado el lado desagradable, ¿no? ¿Qué hay acerca de ponerse enfermo, y de comer y… todo eso?
—Puede reflexionar usted misma sobre el proceso —respondió Silverstone con firmeza—. Comer y eliminar son simplemente la inversa de lo que la sobremente nos ha asegurado que era. Puede parecer repugnante, pero simplemente es debido a que es nuevo…
—Sí, pero… Usted afirma que la comida surge de nuestras bocas y va a parar a nuestros platos, y que luego es descocinada y enviada al carnicero y al matarife para que la convierta en animales, ¿no es así?