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Authors: Noelia Amarillo

Tags: #Erótico

Cuando la memoria olvida (54 page)

BOOK: Cuando la memoria olvida
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—Aja. —Eso estaba mejor, no quería pensar en que ella lo abandonaba en la cama, solo, aunque fuera por un segundo—. Hazme uno "Avestruz". Anda, sé buena.

—Vale. ¿Qué te ha pasado con Dani? —preguntó sagaz pasándole su cigarrillo y empezando a liar otro.

—Nada. ¿Es gay? —preguntó con lo que esperaba, fuera un tono indiferente... ¡Ay Dios!

—Sí. ¿Qué te ha dicho?

—Nada. —¡Joder! Dani era gay y le estaba tirando los tejos... ¿Cómo se lo iba a explicar a Ruth? "Mira querida, tu amigo quiere meterse en mi trasero".

—¡Estáis aquí! Menos mal. Os estaba buscando. —Apareció de repente Alex.

—¿Ha ocurrido algo? —Terminó Ruth de liar el cigarro.

—Dani está contando lo del tatuaje. ¡Otra vez! Y Luka se está riendo a mandíbula batiente —comentó malhumorado el novio de Luka, quitándole a Ruth el cigarrillo de los dedos—. Cuando esos dos se juntan son insoportables.

—¿Qué tatuaje? —preguntó Marcos. Había conocido al resto de los amigos de Ruth ese mismo día, y Alex era con el que mejor congeniaba. Al menos no intentaba matarlo con sus miradas, ni le tiraba los tejos cada dos por tres, ni tenía nada que ver con los nuevos diseños del pubis de su esposa.

—Dani le hizo creer a Alex que Luka llevaba un tatuaje en la base de la espalda —explicó Ruth riendo mientras comenzaba a liar el enésimo cigarrillo. Esperaba poder fumarse ese.

—No. Me hizo creer que había disfrutado del tatuaje. Un tatuaje que, Luka, jamás ha tenido. Se burló de mí miserablemente. No deberían solazarse en ello. —Se encendió Alex el cigarrillo con pinta de estar sufriendo una terrible humillación.

—Mejor eso que... —murmuró Marcos deteniéndose antes de acabar la frase... era demasiado complicado para decirlo en voz alta.

—¿También a ti te está haciendo creer que te quiere llevar al catre? —preguntó Alex cayendo en la cuenta de la actitud de Dani frente al recién estrenado marido de Ruth.

—¿También?

—Oh sí. Nuestro Dani se divierte muchísimo dando a entender a los novios de sus amigas que quiere meterse con ellos en la cama. No le hagas ni caso, lo hace aposta para reírse de nosotros. —Le avisó Alex compadecido.

—Joder.

—En fin —comentó Ruth viendo aproximarse a Dani y a Pili—, ya que os venís todos aquí, en beneficio de nuestras papilas olfativas, propongo que regresemos a la mesa. —Tiró resignada el cigarro que se estaba haciendo y se levantó... Adiós al momento a solas.

—¿Tienes un
piercing
en la lengua? —preguntó Dani a Jorge.

Estaban sentados frente a la mesa, en sillas contiguas, enfrascados en una conversación en voz demasiado alta para los oídos de los demás. Por suerte, Iris y sus amigos estaban jugando en el parque infantil y Luisa había convencido sin dificultad a su consuegro, Ricardo, de ir a dar un paseo por la "hacienda".

Era de noche. Llevaban casi todo el día allí reunidos y habían hablado de todo... o de casi todo. Estaban reunidos alrededor de una mesa repleta de botellas de agua —para los niños—, cervezas y refrescos. Carlos había recuperado su amistad con Pili, Luka y Javi, y de paso había conocido a Alex, Darío, Hedor, Jorge, Dani, Ricardo y Luisa. Todos estaban francamente enamorados de Iris... y temerosos de las travesuras de los "Repes" y el "Sardi". Era muy tarde, hora de marcharse, pero a ninguno le apetecía abandonar el enclave acogedor en que se encontraban.

—Por supuesto —contestó Jorge, dejando asomar la punta de la lengua con el
piercing
en forma de bolita dorada por sus labios entre abiertos.

—He oído decir que aumenta el placer en la felación —indagó Dani.

—Ni te lo imaginas —contestó Jorge echándose hacia atrás en la silla— Soy capaz de volver loco a un monje sólo con pasar mi lengua por el tallo de su polla —Arqueó un par de veces las cejas.

—No me importaría comprobarlo, —respondió Dani dejando deslizar su mano desde la mesa hasta la entrepierna de sus pantalones.

Marcos miraba sin parpadear a los dos hombres... ¿Estaban hablando de lo que parecía que estaban hablando? Observó a los demás, las chicas estaban reunidas en un grupito hablando en susurros, probablemente criticándolos, mientras que, los demás hombres se miraban fijamente los pies. Es increíble lo interesantes que pueden ser a veces los nudos de los cordones de los zapatos.

—Amigo mío, para poder catarlo, se necesitan ciertos requisitos —respondió Jorge lamiéndose los labios.

—¿Cuáles? —preguntó Dani columpiándose sobre la silla y mirando el regazo del otro hombre.

—¿Sabes el dicho aquel que dice "El tamaño no importa"? Pues es totalmente falso —dijo Jorge pasándose un dedo fino y delgado por los botones de su impecable camisa.

—Créeme, estoy bien surtido en ese aspecto —contestó Dani cogiendo la mano de Jorge y poniéndosela en la entrepierna.

Marcos se atragantó con su cerveza. Javi, Darío y Alex se removieron en el asiento y prestaron más atención a los cordones —algunos tenían nudos verdaderamente complicados—. Héctor, el más joven de todos, abrió los ojos como platos, por lo que se ve, los cordones se la traían al fresco.

—Interesante. ¿Das o te dan? —interrogó Jorge moviendo la mano arriba y abajo por el regazo de Dani.

—Doy. Y mientras lo hago, me ocupo de que mi amante disfrute de mi mano hasta correrse —respondió mirándolo sin pestañear.

—Me acabas de poner duro como una piedra. —Jorge se colocó sin disimulo el bulto de sus pantalones.

—Estupendo. —La mano de Dani voló hasta la bragueta de Jorge, y apretó su erección—. Se adapta a mi mano a la perfección.

—¿Vives cerca? —jadeó Jorge.

—A cinco minutos en coche —contestó Dani con todas las miradas fijas en él. O al menos, todas las que no estaban pendientes de los cordones.

—¿Has terminado la bebida? —dijo Jorge poniendo sus manos temblorosas sobre la mesa.

—En este mismo momento —contestó Dani acabando de un trago su cerveza.

—Chicas, chicos, nos vemos. Ruth, mañana te cuento —se despidió Jorge de todos. Dani se limitó a guiñar un ojo.

Marcos cogió su cerveza e intentó dar un trago, pero la espuma decidió irse por el camino del aire, y acabó tosiendo atragantado mientras las chicas se reían y los hombres seguían mirando fijamente sus pies.

—¿Por qué no me lo dijiste?

—¿El qué?

—Que Jorge era... que Jorge es... que a Jorge le van los... que es...

—No lo preguntaste.

—¡Que no lo pregunté! ¡Y qué! Por Dios, llevo meses atormentado por los celos... con remordimientos de conciencia por desear asesinar a un tipo que me cae bien... y todo por nada.

—Vamos, hombre. No te lo tomes tan a mal. —Le dio unos golpecitos en el hombro Alex—. Nuestras chicas tienen una vena sádica, que a veces aparece para atormentarnos. Tendrás que acostumbrarte.

—Ni de coña me voy a acostumbrar.

—¿Una vena sádica? ¿Nosotras? ¿Y qué me dices de la última frase de Marcos durante la boda? —respondió Ruth ofendida. ¡Ellas no tenían ninguna vena, ni sádica ni de ninguna otra manera!

—Ey, que no estuvo tan mal —comentó Alex defendiendo a Marcos.

—¿No estuvo tan mal? —dijo entre clientes Luka mirando a su novio con la promesa de que si seguía hablando pasaría más de una noche en sofá del comedor.

—El teniente de Alcalde preguntó si queríamos hacer algún juramento personal, aparte del típico "Prometo amarte y respetarte" y me pareció oportuno añadir... —comenzó Marcos.

—¡Te pareció oportuno decir en voz alta, ante todos los presentes, que jurabas volverme loca y descontrolarme cada día nuestras vidas"! —exclamó Ruth ofendida.

—Adoro cuando te alteras. ¿Te lo he comentado alguna vez? —respondió él sonriendo...

A solas, en casa, Darío recorrió paso a paso la habitación vacía que pertenecía, no, que había pertenecido a su hermana y su sobrina. Se subió a la litera de arriba, se tumbó sobre ella con los brazos detrás de la cabeza y una lágrima se le escapó por entre las pestañas fuertemente cerradas.

Estaba vacía, ya no se oirían gritos infantiles, ni risas acompasadas, ni temblarían las paredes con las travesuras de Iris. Su hermana ya no le recriminaría continuamente que no dijera tacos, ni controlaría con precisión la nevera. No habría nadie en el salón por las noches cuando regresara del gimnasio. Nadie le preguntaría cómo había ido el día, ni le daría un beso en la mejilla cuando se fuera a la cama. Y no es que pensara que lo iba a echar de menos. Seguro que estaría en la gloria solo en casa. Otra lágrima rodó por la mejilla con ese pensamiento.

Ruth e Iris se habían marchado definitivamente. Su hermana mayor se había casado esa misma mañana y ya no había marcha atrás.

Durante los últimos meses había guardado la esperanza de que su hermana mandara a la mierda al energúmeno con el que se iba a casar. Pero en vez de eso, ese energúmeno había empezado a caerle bien. Y ahora se la había llevado. Y él se había quedado solo. Otra lágrima más brotó de sus ojos cerrados.

¡Jo...petas! No estaba triste, no estaba llorando; era simple y llanamente, un efecto secundario de todas las cervezas que había tomado durante la celebración. Ni más ni menos.

¡Pero es que todo se aliaba en su contra!

Héctor, su hermano pequeño, con el que había vivido toda su vida, había anunciado la semana pasada que había conseguido una beca y se iría a principios de junio, en menos de un mes, a vivir a Alicante. Ruth había señalado su intención de llevarse a papá con ella. Menos mal que Darío había logrado convencerla de que no lo hiciera. No le faltaba más que encontrarse de buenas a primeras viviendo solo en esa casa que hasta hacía bien poco estaba llena de gente.

En fin. Se dio la vuelta en la cama e intentó concentrarse en pensamientos más agradables. Una imagen apareció en su mente. Un mujer alta, de espaldas estrechas, piernas largas con músculos bien definidos y un abdomen liso. Con los abdominales más marcados que los suyos propios. Sacudió irritado la cabeza, había dicho "pensamientos más agradables", no pesadillas con brujas. Volvió a girarse en la litera. Un perfil afilado, de pómulos marcados y con un hoyuelo en la barbilla, enfatizado por el corte de pelo más extraño que hubiera visto en su vida, entró en su mente sin pedir permiso. Lo acompañaban unos ojos grises insolentes y unos labios carnosos que escondían unos clientes blancos y perfectos como perlas, tras los cuales se ocultaba la lengua más retorcida y venenosa que pudiera existir. Suspiró irritado. ¡Sólo le faltaba acabar la noche pensando en una bruja! Bajó de la cama de su hermana y se fue a su propio cuarto. Héctor dormía a pierna suelta. Se tumbó sigiloso en su cama e intentó conciliar el sueño...

FIN

NOTAS

[1]
Marca de Ibupofreno infantil.

[2]
RAE: aturdido por el cansancio o por otras causas físicas o emocionales.

[3]
Hada de la luna.

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