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Authors: Federico Jiménez Losantos

Tags: #Ensayo, Economía, Política

De La Noche a La Mañana (78 page)

BOOK: De La Noche a La Mañana
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Una maratón

Si conseguir cumplir con los requisitos marcados por el «reglamento» sobre los criterios a la hora de seleccionar hogar e individuo a entrevistar es una odisea, lograr que alguien termine correctamente una entrevista es literalmente imposible. En realidad, lo que se le plantea al vecino del cuarto no es someterle a una encuesta sino a una maratón. La batería de preguntas es inagotable. Algunas probablemente son simples fórmulas de distracción o complementos para saber qué horquilla de gente escucha tal programa o lee tal periódico. Durante los cursillos, conscientes de la dificultad para completar íntegramente todo el cuestionario, las empresas ya advierten de que lo más importante es mostrarse extremadamente rigurosos en las casillas de los datos personales y de los medios de comunicación. En el resto, levantan la mano.

Una entrevista debe durar al menos 15 minutos para que se dé por válida. Pero realizada de forma íntegra y ortodoxa no lleva menos de 60 minutos. Eso si el entrevistado no coge confianza y te enseña la serpiente pitón cuando le preguntas por si tiene animal de compañía o te muestra sus cuadros si resulta que es pintor. No es lo normal. Lo más frecuente es que superados los primeros cinco minutos y, agobiado a preguntas, el vecino de turno empiece a incomodarse. Algunos suspenden la entrevista a mitad de camino (el encuestador —son 14 euros— la completa luego por su cuenta sin decir nada); o directamente le piden al entrevistador que la termine de rellenar él con lo que quiera.
Nueve de cada diez encuestas no se completan, son terminadas por el trabajador
.

Las empresas encargadas de la medición de audiencias no sólo exigen que el vecino de turno resista la hora que dura la encuesta, sino que la solución propuesta en caso de accidente o avería (que se bloquee el ordenador o se apague en algún paso antes de haberla grabado totalmente), sucesos más que frecuentes dado el estado de las
tablets
que entregan, es que el currito de turno vuelva a su «víctima» y le convenza para repetir el examen. Que le conceda otra hora, vamos. Durante la investigación, los controladores, a los que había que llamar por teléfono inmediatamente para alertar del contratiempo, no dieron más salida a su empleado que repetir la encuesta. Si no, no la validarían. O sea, no la pagarían.

Respuestas fáciles de cambiar

Lo peor de vivir un mes dentro de una de las empresas que realiza las encuestas para el EGM no es comprobar los continuos defectos de forma que lleva el proceso, la manipulación venial de las encuestas. Lo peor es constatar que el contenido de los cuestionarios es aún menos fiable, que se realizan sin ningún rigor. Es muy fácil dirigir al encuestado hacia la respuesta más conveniente.

—Entonces le gustan los deportes, ¿no? ¿Escuchará a De la Morena, no?

El encuestado no suele llevar la contraria al que pregunta. Sobre todo, cuando se percatan de que la encuesta va para largo y que lo más inteligente es quitarse de encima como sea al tipo que les agobia a preguntas. Pero también da igual. Es sumamente sencillo introducir en el ordenador una respuesta diferente de la que facilita el señor de turno. Nadie mira lo que se pone en el ordenador y el control de los superiores es mínimo.

Las primeras semanas, los supervisores llaman con cierta periodicidad a los encuestadores para contrastar cuestiones de presunta coherencia.

—¿Cómo puede escuchar la radio este señor si arriba pones que es sordo?

—¿Y qué? El señor me dijo que se la ponen en casa.

—¿Cómo puedes poner que lee
Sólo moto
una señora de sesenta años?

—Eso me dijo.

La defensa del entrevistador no tiene que ser demasiado sólida para pasar el corte. Sobre todo, porque da la sensación de que las empresas dan por hecho que las falsedades, que posiblemente asumen, se producen por pillería o comodidad, no por un afán perverso de manipulación de los datos.

Los datos se pueden falsear al instante, mientras se va realizando la encuesta. O después. Hasta que no cierras la entrevista, puedes volver a preguntas anteriores o cambiar alguna respuesta Queda registrado teóricamente en el ordenador, pero ninguno de los redactores fue interrogado al respecto por sus superiores durante el primer periodo de investigación. Sólo en el segundo periodo, el correspondiente a la primera oleada de 2006, los vigilantes llamaron la atención al respecto a dos de los infiltrados en Madrid.

—¿Cómo podías estar en la página seis a las 11. 35 horas y regresar a la dos a las 12.05?

Pese a que la vigilancia sobre los dos «sospechosos» fue en aumento con el paso de los días, a éstos les bastaba improvisar una explicación de andar por casa para regatear la presión al teléfono de sus superiores. El resto de los periodistas infiltrados en empresas del EGM no despertaron sospecha alguna. Al menos, no fueron bombardeados telefónicamente por sus jefes como en los dos casos mencionados.

Para comprobar el índice de vigilancia de los celadores de encuestas, el equipo de investigación fue exagerando de forma intencionada las irregularidades. También tiró cebos, teóricos deslices fáciles de descubrir, que, sin embargo, pasaron inadvertidos para las empresas encargadas del estudio. Por ejemplo, metieron en el equipo a redactores que seguían haciendo antena y por tanto podían ser reconocibles por los encuestados o por la propia empresa. E incluso se logró que la foto de uno de los ganchos, encargado de realizar sus encuestas en la provincia de Barcelona, apareciera en la contraportada del
Diari de Sabadell
. Aparecía como vecina ilustre, resaltaban que su casa discográfica había logrado un importante éxito en el extranjero. La efeméride pasó desapercibida.

Sobornos

Realmente manejar el resultado de las encuestas es fácil. Además, el personal que las realiza no parece muy difícil de sobornar, y una encuesta representa a 2.800 oyentes. La cifra varía en función de la provincia donde se realizan las preguntas. Pero en todas ellas, diez encuestas suponen que un programa siga o deje de estar en antena. O que el sueldo de un trabajador se doble. O que la publicidad caiga en una emisora o en otra. Su influencia es monumental en la vida de los medios de comunicación. Pero es vulnerable al máximo, incluso desde la buena intención. Falsear los datos, manipularlos a conciencia, también es sencillo. Y sin dejar ningún rastro.

Así es el EGM, así está de podrido. Dos meses dentro fueron suficientes para descubrir la chapuza. Una mentira.

Federico Jiménez Losantos nace en Orihuela del Tremedal (Teruel) el
15
de septiembre de
1951
. A los diez años gana una beca que le permite estudiar interno el bachillerato en Teruel y cursa después la carrera de Filología Hispánica en Zaragoza y Barcelona, licenciándose con una tesis sobre los esperpentos de Valle-Inclán. En sus años universitarios milita activamente en la clandestina izquierda antifranquista (OCE Bandera Roja y PSUC) y estudia arte y psicoanálisis —es uno de los fundadores de la Biblioteca Freudiana de Barcelona—. En su Universidad Central funda
Revista de Literatura
y posteriormente
Diwan
, revista de pensamiento sobre política, filosofía, literatura y psicoanálisis.

En
1979
gana el premio de ensayo El Viejo Topo con «La cultura española y el nacionalismo» y publica
Lo que queda de España
, cuyas tesis en defensa de los derechos culturales de los castellanohablantes y sus críticas a la izquierda entregada al nacionalismo lo convierten en el centro de una virulenta polémica. En 1981 es objeto de un secuestro y atentado a manos de los pistoleros de la banda terrorista Terra Lliure. Un año después, tras abandonar
El País
, comienza en Madrid su espectacular carrera en la prensa escrita: jefe de Opinión de
Diario 16
; comentarista en
Cambio 16
y
Época
; columnista político en
ABC
durante diez años y de
El Mundo>
hasta hoy.

En la radio es el comentarista político de Antonio Herrero desde el comienzo de
El primero de la mañana
en Antena 3. También colabora con José Luis Balbín en
Hora cero
y con Luis del Olmo en
Protagonistas
. Al llegar la televisión privada es el cronista político del noticiario de Luis Herrero en Antena 3 TV, donde en 1992 dirige y presenta
Historia de los judíos españoles
. Junto a Antonio, Luis y José María García es expulsado de Antena 3 tras el «antenicidio» polanquista y recala en la COPE. En 1998 asume la dirección de
La linterna
y en 2003 la de
La mañana
. Entre dos y tres millones de personas siguen cada día su programa, uno de los más importantes de la radio española. Es fundador y director de la revista
La Ilustración Liberal
, editor del diario en Internet
Libertad Digital
y consejero delegado de
Libertad Digital TV
.

Entre otros galardones, ha obtenido el Premio Continente de Periodismo, el Premio de Periodismo del Parlamento Europeo, el Premio González Ruano, el Micrófono de Plata y el premio de ensayo Espejo de España. Su libro
La dictadura silenciosa
, que desvela los peligros de la democracia en España tanto en el ámbito político como en el cultural y mediático, fue un extraordinario éxito de ventas, al que siguieron
Contra el felipismo, Crónicas del acabose, La última salida de Manuel Azaña, Poesía perdida, Los nuestros, El adiós de Aznar, España y Libertad, Con Aznar y contra Aznar y Federico responde: los chats en Libertad Digital
, los dos últimos publicados con gran éxito en La Esfera.

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