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Authors: John Verdon

Tags: #Intriga

Deja en paz al diablo (12 page)

BOOK: Deja en paz al diablo
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—Una de las recompensas.

—Ha de ser muy bueno en lo que hace —dijo Gurney.

—Soy muy bueno reconociendo a la gente con la que me relaciono. —Getz hizo una pausa, luego añadió como si acabara de ocurrírsele la idea—: Mi talento es la capacidad de reconocer el talento.

Gurney asintió de manera anodina, intrigado por el descarado engreimiento del hombre.

Kim parecía ansiosa por desplazar la conversación otra vez hacia su programa de televisión.

—Me estaba preguntando si… ¿has aprendido algo, a raíz de lo que nos has contado de
Ponlo o tíralo
, que deba tener en cuenta para el resto de las entrevistas?

Getz le clavó una mirada sagaz.

—Sigue haciendo lo que estabas haciendo. Tienes ese punto inocente natural. No lo pienses demasiado. Al menos por ahora. A largo plazo huelo una oportunidad de que la cosa vaya a más y una oportunidad de hacer un
spin-off
. El concepto de
Huérfanos
tiene un fuerte atractivo emocional. Tiene piernas que lo llevan más allá de las familias de las seis víctimas del Buen Pastor. Podría aplicarse por lógica a las familias de otras víctimas de homicidio. Podría convertirse en una serie fácilmente, así que quizá podamos seguir con ello. Pero también conduce a un segundo concepto: aquello que no está resuelto. Ahora mismo tenemos las dos cosas entremezcladas. Contamos con el dolor de las familias, ¿sí? Pero también tenemos al asesino huido, la falta de cierre. Así que estoy pensando que si
Huérfanos
se queda sin gasolina, podemos cambiar algo el enfoque. Estoy dándole vueltas a la idea de un
spin-off
. Un nuevo programa en el que nos podemos centrar en otra injusticia relacionada con los crímenes sin resolver, esa injusticia permanente:
A falta de justicia
.

Getz se recostó en la silla, observando cómo asimilaba Kim su idea.

La chica parecía indecisa.

—Eso… supongo que podría funcionar.

Getz se inclinó hacia delante.

—Mira, sé de dónde procedes: el ángulo emocional, el dolor, el sufrimiento, la pérdida. Solo es una cuestión de ajustar el equilibrio. En la primera serie podemos hacer hincapié en el dolor y la pérdida. En la segunda, en los crímenes sin resolver. Y ahora acabo de tener una idea. Se me acaba de ocurrir al mirar a este hombre que tenemos aquí. —Señaló a Gurney con un brillo en los ojos de párpados caídos—. Vamos a ver, solo estoy pensando en voz alta, pero… ¿qué tal ser el nuevo gran equipo de
realities
del país?

Kim parpadeó. Parecía, al mismo tiempo, excitada y desconcertada.

—Veo que aquí tenemos una química dramática natural —prosiguió—. Un conflicto de personalidad jugoso. La chica sensible a la que le preocupan las víctimas, su dolor, que vive una relación de amor-odio con el policía de ojos acerados al que solo le importa detener al culpable, cerrar el caso. Tiene vida. ¡Es visceral!

9. Un huérfano reticente

—¿En qué estás pensando? —preguntó Kim, que miró nerviosamente a Gurney al tiempo que reajustaba la velocidad del limpiaparabrisas.

Acababan de cruzar la carretera elevada del embalse Ashokan y se dirigían al sur, hacia Stone Ridge. Eran poco más de las dos. La tarde seguía gris y se levantaba algo de neblina.

—Pareces enfadado —añadió Kim.

—Escuchar a tu socio me ha recordado cómo manejó RAM el caso del Buen Pastor. Estoy seguro de que no lo recuerdas. No creo que vieras mucho las noticias a los trece años.

Ella parpadeó y miró hacia delante, a la carretera mojada.

—¿Cómo lo cubrieron?

—Miedo recalentado, veinticuatro horas al día, siete días a la semana. No dejaron de ponerle diferentes nombres al asesino (el Loco del Mercedes, el Loco de Medianoche, el Asesino de Medianoche) hasta que envió su manifiesto a los medios con el nombre del Buen Pastor. Después de eso lo llamaron así. RAM se concentró en el mensaje contra la codicia del manifiesto y empezó a extender el pánico diciendo que los crímenes eran el inicio de algún tipo de revolución, una campaña de guerrilla socialista contra Estados Unidos, contra el capitalismo. Era descabellado. Veinticuatro horas al día tenían a su presentador hablando con «expertos» que deliraban sobre las posibilidades horribles, las cosas que podrían pasar, las conspiraciones que podría haber detrás de todo ello. Tenían «consultores de seguridad» que afirmaban que era el momento de que todos los estadounidenses se armaran: una pistola en la casa, una pistola en el coche, una pistola en el bolsillo. Había llegado la hora de dejar de mimar a los criminales antiestadounidenses. La hora de poner fin a los derechos del criminal. RAM continuó incluso después de que terminaran los asesinatos. Continuaron hablando de guerra de clases; dijeron que había desaparecido, pero que seguro que reaparecería de algún modo horrendo. Siguieron tocando ese tambor durante un año y medio. La misión última de RAM estaba clara: generar un máximo de rabia y un máximo de pánico al servicio de las cifras de audiencia y los ingresos publicitarios. Lo triste es que funcionó. La cobertura de RAM del caso del Buen Pastor creó el modelo definitivo de televisión basura para las cadenas de noticias por cable: debates absurdos, amplificación del conflicto, horribles teorías de la conspiración, glorificación del escándalo, explicaciones basadas en la culpa para todo. Y a Rudy Getz le encantó ponerse la medalla por eso.

Las manos de Kim se aferraban con fuerza al volante.

—¿Lo que estás diciendo es que no es alguien con quien debería tratar?

—No estoy diciendo nada de Getz que no fuera obvio en la reunión que hemos tenido.

—Si tú estuvieras en mi posición, ¿tratarías con él?

—Eres lo bastante lista para saber que es una pregunta absurda.

—No, no lo es. Solo imagina que estás en la misma situación que yo.

—Me estás preguntando qué clase de decisión tomaría si no fuese yo, con mi historia, mis sentimientos, mis ideas, mi familia, mis prioridades, mi vida. ¿No lo ves? No puedo ponerme en tu lugar. Es absurdo.

Ella parpadeó, perpleja.

—¿Por qué estás tan enfadado?

Aquello pilló a Gurney a contrapié. Kim tenía razón. Estaba enfadado. Sería fácil responder que reptiles amorales como Getz le ponían de mal humor; que el hecho de que los medios de comunicación hubieran pasado de ser fuentes de información relativamente inofensivas a ser máquinas cínicas de polarización lo enfadaba; que convertir el asesinato de un ser humano en un
reality
televisivo lo enojaba. Pero se conocía lo suficiente a sí mismo para saber que había algo más en su interior.

Un hombre sabio le había dicho en cierta ocasión: «La rabia es como una boya en la superficie del agua. Lo que crees que te enfada es solo la punta del problema. Has de seguir la cadena hasta abajo para ver a qué está enganchada, qué la mantiene en su lugar».

Decidió seguir la cadena. Se volvió hacia Kim.

—¿Por qué me has llevado a esa reunión?

—Ya te lo expliqué.

—¿Quieres decir que estaba allí para cubrirte las espaldas? ¿Para observar?

—Y para darme tu perspectiva de lo que viste y de cómo manejo las cosas.

—No puedo evaluar tu actuación si no sé cuál era tu objetivo.

—No tenía un objetivo.

—¿En serio?

Kim se volvió hacia él.

—¿Me estás llamando mentirosa?

—Mira la carretera. —Su voz era severa, de padre.

Cuando ella volvió a mirar la carretera, Gurney continuó: —¿Cómo es que Rudy Getz no sabía que solo me has contratado para un día? ¿Cómo es que cree que estoy más implicado en esto de lo que realmente estoy?

—No lo sé. No es por nada que le haya dicho. —Apretó los labios.

Gurney tuvo la impresión de que estaba tratando de no llorar.

—Quiero conocer la historia completa —dijo con calma—. Quiero saber por qué estoy aquí.

Ella asintió de manera casi imperceptible, pero pasó al menos otro minuto antes de que contestara.

—Después de que mi director de tesis presentara mi propuesta a Getz, las cosas empezaron a acelerarse. Nunca pensé que la aceptara; cuando lo hizo, me asusté. Me habían ofrecido algo enorme y no quería que me lo quitaran. Supuse que la gente de RAM se despertaría de repente y se diría: «Es solo una chica de veintitrés años. ¿Qué sabe de casos de homicidios? ¿Qué sabe de nada?». Connie y yo pensamos que si se implicaba a alguien con experiencia todo sería más sólido. Pensamos en ti. Connie dijo que nadie sabe más que tú del crimen. El artículo que escribió sobre ti te había hecho un poco famoso. Así que serías perfecto.

—¿Le enseñaste el artículo a Getz?

—Cuando lo llamé ayer para decirle que habías accedido a ayudarme, creo que se emocionó.

—¿Y Robert Meese?

—¿Qué pasa con él?

—¿También esperabas que te ayudara a tratar con él?

—Quizá. Puede que asuste más de lo que admití.

La experiencia de Gurney como policía le había enseñado que el engaño se presenta envuelto de diversos modos: de manera elaborada, o apresuradamente. Sin embargo, hay cierta desnudez en la verdad. Más allá de lo compleja que la vida pueda parecer, la verdad suele ser bastante simple. Y en ese momento percibió la simplicidad en la voz de Kim, cosa que le hizo sonreír.

—Así que se supone que soy tu asesor experto en crimen, un detective célebre que proporciona credibilidad, un invitado a un
reality
, un guardaespaldas contra un acosador. ¿Algo más?

Ella vaciló.

—Estoy quedando como una idiota manipuladora, y debería confesar otra esperanza oculta; esperaba que tu presencia en la reunión con Larry Sterne pudiera convencerlo para participar.

—¿Por qué?

—No suena muy bien, pero estaba pensando que como fuiste un famoso detective de homicidios, él podría creer que la caza del asesino se está reactivando. Tal vez albergar nuevas esperanzas de que se atrape al asesino podría convencerlo de participar.

—Así que se supone que también soy tu especialista en los casos abiertos relacionados con el Buen Pastor.

Ella suspiró.

—¿Es una estupidez?

Gurney no respondió. Kim no insistió.

Del cielo encapotado procedía el sonido vibrante y pesado de un helicóptero, que fue haciéndose más débil hasta desaparecer.

En contraste con las águilas dramáticas que aparecían en el de Rudy Getz, el sendero que llevaba a la propiedad de Larry Sterne estaba marcado por un buzón normal y corriente junto a una abertura en el muro bajo de piedra. La casa, una de las edificaciones de piedra del siglo XVIII propias de la zona, se alzaba retirada unos sesenta metros del camino, tras una extensión de césped. Kim aparcó el Miata delante de un garaje separado.

La puerta delantera de la casa estaba abierta cuando llegaron. El hombre que se hallaba al otro lado del umbral era de constitución y estatura medias. Parecía tener alrededor de cuarenta años. Iba vestido con una camisa de golf, un cárdigan arrugado, pantalones sueltos y zapatos de aspecto caro, todo en tonos color habano que se mezclaban a la perfección con su cabello castaño.

Según Gurney recordaba de la información de la carpeta azul de Kim, Larry Sterne era un dentista de alto
standing
, como su padre, una de las víctimas del Buen Pastor. De hecho, Larry había heredado la clínica que ahora regía.

—Kim —dijo sonriente—, me alegro de verla otra vez. ¿Usted será el detective Gurney?

—Retirado —enfatizó Gurney.

Sterne asintió de manera agradable, como si estuviera feliz con la distinción.

—Entren, nos podemos sentar en esta misma habitación. —Al tiempo que hablaba los condujo a una sala con el suelo de tablas anchas y decorada con muebles antiguos de buen gusto—. No pretendo ser rudo, Kim, pero hoy no tengo mucho tiempo, así que espero que podamos ir al grano.

Se sentaron en unos sillones orejeros dispuestos en torno a una alfombra circular, delante de una chimenea. Las brasas de carbón, restos de un fuego casi extinguido, daban a la habitación un ambiente agradablemente templado.

—Sé qué piensa sobre RAM News —dijo Kim con gran sinceridad—, pero sentía que era importante intentar convencerlo.

Sterne sonrió pacientemente. Habló como si se dirigiera a un niño.

—Siempre estoy dispuesto a escucharla. Espero que usted esté igualmente dispuesta a escucharme a mí.

A Gurney su tono de voz suave le resultó familiar, aunque no sabía por qué.

—Por supuesto —dijo Kim, sin mucha convicción.

Sterne se inclinó un poco hacia delante, para mostrar sus buenos modales.

—Usted primero.

—De acuerdo. Número uno: seré la responsable de dar forma y estilo a la serie y de la edición final. Así que no tendrá que tratar con ninguna corporación mediática sin rostro. Yo conduciré las entrevistas, haré las preguntas. Número dos: los hijos de las víctimas (personas como usted) proporcionarán el noventa y cinco por ciento del contenido. Solo se trata de sus respuestas a mis preguntas. La serie se basará casi por completo en sus propias palabras. Número tres: no tengo ningún interés personal en nada salvo en la verdad, el verdadero impacto del asesinato en una familia. Número cuatro: RAM News podría tener sus propios intereses corporativos, pero en este caso son solo la sede, solo el canal de comunicaciones. Son el medio. Usted es el mensaje.

Sterne sonrió pacientemente.

—Muy elocuente, Kim. No obstante, mis preocupaciones no han desaparecido. Si me permite, yo también le puedo exponer mis objeciones en una serie de puntos. Número uno: RAM no es una buena cadena. Está a la vanguardia de todo lo que está mal en los medios hoy en día. Se ha convertido en el megáfono de los sentimientos más desagradables y perniciosos de la sociedad. Glorifican la agresividad y hacen virtud de la ignorancia. Su prioridad, Kim, podría ser expresar la verdad, pero no es la de ellos. Número dos: tienen más experiencia en manipular a gente como usted de la que usted tiene en tratar con gente como ellos. No existe una oportunidad realista de que mantenga el control sobre la serie. Sé que está pidiendo a los participantes que firmen contratos de exclusividad, pero no me sorprendería que RAM encontrara alguna forma de soslayarlo. Número tres: aunque RAM no tuviera un plan envenenado, seguiría aconsejándole que renunciara a su proyecto. Tiene una premisa interesante, pero también tiene el potencial de generar mucho dolor. El precio del proyecto supera al de la recompensa. Tiene buenas intenciones, Kim, pero las buenas intenciones pueden crear sufrimiento, sobre todo cuando se hacen públicos sentimientos privados. Número cuatro: mi experiencia continúa siendo, después de todos estos años, una prueba vívida de todo lo que estoy diciendo. He aludido a esto antes, Kim, pero quizá podría ser más específico. Hace diecinueve años, cuando estaba en la escuela de odontología, asesinaron a una amiga mía de otra universidad. Recuerdo que la cobertura de los medios fue histérica, frívola, barata, completamente repugnante. Y repugnantemente típica. Lo triste es que el negocio mediático, tal como se concibe hoy en día, favorece la producción de basura. El mercado de la basura es más grande que el mercado del comentario sensato e inteligente. Esa es simplemente la naturaleza del negocio y del público. Es el abecé de la economía de los medios.

BOOK: Deja en paz al diablo
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