—Piensa que yo pasaré el verano trabajando —comentó—. Al menos tú tienes la opción de divertirte.
—Ya sabes que si lo necesitas yo te puedo prestar el dinero que haga falta —replicó Tommy, aunque sabía que era inútil insistir—. Tal vez encuentres este año un trabajo mejor que te permita algo de diversión.
Alex escuchaba la conversación en silencio, meditando sobre la actitud de ambos muchachos y atento a lo que el ruso diría.
—Sabes que no acostumbro pedir favores cuando puedo valerme por mí mismo —replicó Sasha con algo de brusquedad—. Te lo agradezco, pero yo tengo que resolver mis asuntos.
—Aceptar ayuda de la gente que te quiere no tiene por qué herir tu orgullo —murmuró Tommy—. No es bueno que te mates trabajando cuando se supone que tienes que estar descansando y cogiendo energías para el siguiente año de clases.
Alex optó por intervenir, le intrigaba lo que planeaba hacer Sasha.
—¿Y en qué vas a trabajar? —quiso saber.
—No lo sé todavía. Apenas terminen las clases empezaré a buscar trabajo. Supongo que podré conseguir algo mejor al rendir los A-Level.
—¿De verdad crees que servirán de algo? —intervino Tommy—. Sabes que como aún no tienes la residencia siempre se aprovechan de ti. Seguro que acabas de repartidor de algo y cobrando una miseria. —Aunque no lo quería decir, Tommy estaba muy preocupado. Con esos trabajos basura, Sasha acababa el verano agotado y con varios kilos menos.
El ruso se encogió de hombros, como queriendo decir que ya vería. Entonces Alex intervino nuevamente.
—Podrías trabajar en el laboratorio. —Sasha hizo amago de negarse, pero Alex siguió hablando—. Verás, en verano mucha gente sale de vacaciones y siempre tenemos que contratar reemplazos. Hay varios puestos donde podrías desempeñarte con el nivel de estudios que tienes y prefiero tener a alguien de confianza. Eso sí, tendrías que pasar por el proceso de selección de personal y si apruebas los exámenes, haríamos un contrato laboral por todo el verano.
Sasha se quedó unos momentos sin decir nada. Por un lado la oferta era tentadora, y por otro, su orgullo se rebelaba ante la idea de que se le ofrecía el trabajo sólo por ser amigo de Tommy.
—¡Eso sería perfecto! —exclamó éste—. Tú tendrías un trabajo decente —dijo señalando a Sasha y sonrió—. Y tú tendrías a alguien honrado y trabajador en la empresa. —Señaló a Alex que le devolvió la sonrisa, guiñándole un ojo—. Tienes que aceptar, Sasha. No es como si te fuera a enchufar, vas a tener que hacer las pruebas para entrar y estoy seguro de que las pasarás todas.
—No es necesario que lo decidas ahora mismo. Piénsalo y si te conviene, puedes presentarte la última semana de mayo. Llámame para darte la fecha exacta —dijo Alex y le entregó una tarjeta.
El ruso la guardó sonriendo y cambió de tema.
—¿Cómo os fue en vuestro viaje?
—Bien. Angel quería conocer nuestros laboratorios en Filadelfia, se ha interesado mucho por nuestras investigaciones sobre el SIDA aunque aún no hemos logrado avances importantes.
—El que descubra la cura será millonario —apuntó Sasha.
—Sí, pero estamos muy lejos de ello. La investigación de una enfermedad lleva años y otros tantos, el desarrollar un fármaco que pueda combatirla o prevenirla. El dinero está en estos momentos en comercializar los productos que ya tienen patente. Eso nos permite financiar las investigaciones, aunque también contamos con fondos del gobierno y de organizaciones privadas.
—Suena muy complicado —observó Tommy.
—Lo es. Hay que ver todo el negocio como un conglomerado. Una mala estrategia de ventas afectará los centros de investigación y si éstos no obtienen resultados, afectarán a todo. Además, hay que estar pendientes de los movimientos del adversario y de los cambios en el entorno: nuevas enfermedades, virus que se mutan, epidemias... Es como un… —Alex se detuvo, buscando la palabra correcta.
—Como un tablero de ajedrez —completó Sasha y sus ojos brillaron.
Con el fin del año escolar, Sasha rindió sus últimos exámenes, confiando en obtener una buena puntuación que le permitiese acceder a una beca y continuar sus estudios superiores. También había hablado con Alex y aceptado la oferta del empleo y en algunos días haría las pruebas de selección, con lo que aseguraría un buen trabajo para el verano.
Para celebrar el fin de curso, había quedado en reunirse con Tommy en la parada del autobús, para ir a Londres a ver el ballet del Lago de los Cisnes. Seguían sin tener sexo, en parte a causa de las múltiples ocupaciones del fin de curso, y en parte también porque que Sasha aún creía que su amigo estaba interesado en otras personas.
Una vez en el autobús, se puso a mirar con insistencia el paisaje, sumido en sus pensamientos.
Tommy lo miró de soslayo varias veces, pero Sasha no parecía querer conversar. Desde lo que había pasado en la piscina estaba algo distante. Había tratado de acercarse, pero sabía que era orgulloso y que se sentía dolido… ¡Maldita sea! Sasha se había acostado con un desconocido antes de que Tommy lo hiciera y ahora lo juzgaba.
—¿Iremos a Sextasis? —preguntó, ya cansado de tanto silencio. Pensó en añadir algo más, como por ejemplo la idea que había tenido de comprar un consolador. Recordó el enorme consolador verde que había visto en su primera visita, pero tal vez a Sasha no le gustara la idea.
El rubio alzó la vista. Ir allí no se le había pasado por la cabeza, más bien había estado considerando cómo actuar con Tommy. Se sentía confundido y estaba un poco dolido aún, aunque trataba de comportarse como siempre.
—¿Para qué? —preguntó.
—Yo… —Tommy no tenía una razón justificada para ir, sólo su idea del consolador, y no sabía si Sasha se la tomaría bien. De todos modos, respiró hondo y decidió contársela—. Yo había pensado que podríamos comprar algo especial —suspiró y con voz muy baja añadió—: Un consolador. Pero si no quieres no importa, ¿eh? —comenzó a decir muy rápido—, es sólo una idea loca que me dio, pero de verdad no importa…
—¿Quieres un consolador? —preguntó el ruso en voz baja—. ¿Para qué lo quieres? —Era lo que menos había esperado escuchar luego de que Tommy dijera que le gustaban las chicas.
—Pues… —Se sonrojó intensamente—. Tuve la idea el día que te hice el amor —dijo en voz baja para que nadie lo oyera—. Me sentí pleno mientras te tomaba y tú me… follabas con tus dedos. Aunque también sentí que podría ser mejor y pensé que con un consolador sería genial… y… Bueno, había pensado que si volvíamos a repetir pues… que sería bueno tener uno… —Su voz se fue apagando. Seguramente Sasha ya no querría volver a tocarlo, menos aún dejarlo que lo volviera a tomar.
El ruso lo miró sin poder creer lo que oía. Aunque no habían hablado nunca de eso, él había tenido la misma idea esa noche. Era increíble cómo podían llegar a entenderse en el sexo.
—Podemos intentar comprar uno —dijo con cautela—, pero si lo usas conmigo, no me gustaría que luego lo usaras con otro o con otra. Quizá debamos comprar dos —aventuró.
—¿Lo compraremos? —Una radiante sonrisa iluminó el rostro de Tommy—. No, dos no. Sólo uno. No quiero usarlo con nadie más que contigo. Sólo contigo…
Sasha sonrió con ternura. ¡Qué difícil era separar la amistad del amor! No podía enfadarse con Tommy, más bien estaba enfadándose consigo mismo por haber actuado de ese modo distante.
—Está bien. Que sea uno. Sólo uno —repitió como para sí mismo y de pronto, aprovechando que no los miraban, le robó un beso.
—Genial. —Tommy sonrió. Ese brevísimo beso le había dado nuevas esperanzas. Apenas podía esperar para llegar a Sextasis.
Cuando llegaron a la tienda, Sasha entró, con la seguridad que le daba el hecho de que ya no era un simple estudiante becado en un colegio de niños ricos. Pronto empezaría un trabajo en una prestigiosa empresa (pues estaba seguro de que lo conseguiría) y estaba orgulloso de eso, tanto que se dijo que podía costearle un consolador a su mejor amigo.
Richie estaba resolviendo un crucigrama y levantó la vista, sonriendo al reconocer a los dos amigos. Tommy venía atrás de Sasha, sonrojado pero sonriente.
—¡Hola! —exclamó—. ¿En qué os puedo ayudar?
Sasha miró a la pareja que buscaba películas y al hombre que probaba los látigos, y se acercó más a Richie para hablarle en tono confidencial.
—Buscamos un consolador —explicó—. Algo especial para que mi amigo y yo podamos usar en ocasiones especiales. ¿Qué nos recomiendas?
Tommy llegó también hasta el mostrador, buscando con la mirada el consolador verde, pero no estaba a la vista.
—Hola, Tommy. —Richie le tendió la mano—. Creo saber lo que necesitáis… Precisamente tengo algo sumamente especial aquí. Es un vibrador. —Les hizo una seña para que mirasen y abrió un cajón para sacar el enorme consolador verde, aún en su estuche.
—¡Ah! —exclamó Tommy, captando la atención de los clientes y una mala mirada de Sasha—. Lo siento, pero es que ya lo había visto, el primer día que vinimos. —Frunció el ceño y miró curioso a Richie—. ¿Lo has estado guardando desde entonces? ¿Cómo? ¿Por qué?
Richie se echó a reír.
—Me atrapaste —confesó—. Eres muy perspicaz. Sucede que recuerdo muy bien el primer día que vinistéis porque no todos los días vienen de compras dos chicos tan jóvenes. Noté que mirabas algo con interés en el escaparate y sentí curiosidad. Apenas vi esta belleza, supe que eso era lo que te había gustado. No sé por qué lo guardé. Supongo que no quería decepcionarte —concluyó sonriente.
—Gracias. —Tommy se volvió, radiante, hacia a Sasha—. ¿Podemos comprarlo? —preguntó con su mejor cara de niño bueno—. Es el que me gusta…
Sasha frunció el ceño y miró a Tommy y a Richie alternativamente. Luego se dirigió a su amigo.
—¿De verdad te gusta? ¿No quieres ver otros modelos? —El vibrador era muy llamativo y al ser fosforescente estaba seguro de que brillaría en la oscuridad como un letrero de neón… Y no estaba seguro de querer tener un letrero de neón metido en el trasero.
—Oh sí, desde que lo vi he pensado en él… Es tan… grande… y tan… verde. —Tommy se acercó para susurrarle al oído—. Sería como si me follara un extraterrestre.
Sasha pensó más bien en el Increíble Hulk y así se lo dijo, soltando una risita que se convirtió en una carcajada al ver el rostro de Tommy. Era la primera risa genuina que había tenido en casi un mes y fue como una liberación. Entonces decidió que si el consolador verde había tenido ese efecto, valía la pena comprarlo.
—Está bien, lo llevamos —dijo en cuanto recuperó la voz.
Richie asintió, sonriente. No había entendido los cuchicheos pero los ojos de ambos brillaban de alegría y deseó formar parte de eso. Siempre sonriendo, colocó el vibrador en un paquete muy discreto y se lo tendió a Tommy.
—Que lo disfrutes —dijo con una significativa mirada.
Tommy volvió a sonreírle y no dejó de hacerlo mientras Sasha pagaba. Cuando finalmente salieron de la tienda, le dijo adiós con la mano desde el escaparate y la radiante sonrisa que le dirigió inundó de alegría el corazón de Richie.
—¿Contento? —preguntó Sasha, con los ojos brillándole—. Creo que debemos ponerle un nombre en clave… no quiero cambiar de colores cuando se te ocurra decir la palabra
consolador
mientras estudiamos en la biblioteca.
—Estoy completa y absolutamente feliz —respondió Tommy abrazando con fuerza el discreto paquetito contra su pecho—. Hum… Sí, tienes razón… a ver… es un pene…
penis
en latín… ¿Jenis?
—De acuerdo. Que sea Jenis. —Sasha se echó a reír y sin importarle nada más, lo abrazó por la cintura y le dio un beso apasionado—. Serás mi perdición —susurró contra sus labios, completamente feliz.
—No me importa mientras pueda perderme contigo —respondió Tommy, muy serio, aún en sus brazos—. ¿Tienes dinero para un motel? Quiero estrenar a Jenis…
Sasha hizo mentalmente el recuento del dinero que llevaba.
—¿Y el ballet? —preguntó, pero el cuerpo de Tommy se presionaba contra el suyo de un modo muy sensual y pronto decidió enviar el ballet a la porra—. Sí… tengo dinero. Vamos… después podemos ir al ballet.
Lo arrastró a un autobús que los llevó a una zona de Londres que Sasha conocía porque había trabajado allí como repartidor. Era un lugar de muchísimo movimiento, donde nadie hacía preguntas. Se registró en un motel y pagó por una hora. Cuando entraron a la pequeña y deslucida habitación, tomó a su amigo en brazos.
—Algún día follaremos en un hotel de cinco estrellas —prometió solemnemente—. Hasta entonces, creo que podemos arreglárnoslas aquí. —Mordisqueó la oreja de Tommy, en un punto que sabía sensible.
—No me importa dónde… sólo me importa con quién… —Tommy se dejó mimar—. Y ese quién eres tú. Contigo lo haría en cualquier sitio… en todos sitios —añadió con picardía.
Se apartó suavemente de Sasha para dejar el preciado paquete encima de la mesilla de noche y comenzó a quitarse la ropa muy sensualmente sin apartar sus ojos del ruso.
—Te he echado tanto de menos —dijo con voz ronca—. ¡Tanto! —Terminó de quitarse la ropa y se tumbó en la cama, ondulando hasta encontrar una posición cómoda.
Sasha lo miraba con ternura y pasión. Tommy no se daba cuenta de lo sexy que podía ser a veces sin proponérselo. Sus palabras fueron un bálsamo que comenzó a curar el dolor que había sentido al creerse abandonado, no como amigo, sino como amante. Contemplando a Tommy, tan sensual en su inocencia, se prometió que no volvería a apartarse y aceptó silenciosamente compartir a su amor.
Se desvistió deprisa y se tumbó junto al delicioso cuerpo, trazando con los dedos los músculos de los brazos y quitándole las gafas.
—Yo también te eché de menos —susurró antes de besarlo y quiso que ese beso expresara lo mucho que lo quería. Lo besó lentamente mientras su pierna rodeaba la cintura de Tommy y su cuerpo ondulaba junto a él, formando el contraste que siempre le gustaba, bronce y plata, fundidos en el abrazo del amor.
El beso se hizo más profundo conforme las manos de Sasha recorrían el cuerpo de Tommy, marcándolo como suyo, aunque sabía que eso jamás podría ser. ¡Qué egoísta había sido al negarle lo que él mismo había tomado sin demasiado remordimiento! Aunque para Sasha, Grant no significaba nada y sólo se acordaba de Thomas porque se llamaba igual que su amor. Perdido entre besos y caricias, se olvidó de todo para concentrarse únicamente en el muchacho que gemía entre sus brazos.